Durante siglos el Concilio fue la base de la civilización en todo territorio conocido de la galaxia. La unión en igualdad y paz de los pueblos más avanzados que la habitaban. Muchos comenzaron a creer que aquella armonía podría sostenerse por siempre.
Pero los Garmoga llegaron desde regiones desconocidas para romper ese sueño. Uniones impías de carne y metal, invasores imparables, un enjambre indestructible que avanzó inexorable tomando mundo tras mundo.
El Concilio resistió. Ejércitos de mil razas que solo habían conocido la paz el último milenio se rearmaron. Pero no era suficiente. El avance Garmoga parecía imposible de detener.
Entonces llegaron ellos.
Del exterior de la misma galaxia y provenientes de otra abandonada en un pasado remoto. Se hacían llamar Humanidad. Trajeron consigo ideas nuevas, puntos de vista inexplorados... y armas indescriptibles. No tardaron en integrarse en el Concilio y, en poco tiempo, tomar un puesto de liderazgo contra los Garmoga.
No fueron pocos quienes vieron en aquello otro tipo de invasión más sutil, pero cuando la alternativa era la extinción sus voces no se alzaron en demasía.
Fueron los humanos quienes tuvieron la idea que daría pie a la creación de las armas más poderosas de la guerra. Soldados modificados genéticamente, sus mismas almas ligadas al Nexo de Poder, la red que entretejía todas las formas de vida. Una unión perfecta de magia y ciencia, cada uno de esos soldados era un ejército de un único individuo.
Ligados a ellos psíquicamente, monstruosos constructos biomecánicos, compañeros y montura a partes iguales, bestias de enorme poder. Los Dhar Komai.
El nombre que recibieron esos soldados fue Riders.
Fueron, y son, un foco de esperanza para la rápida resolución de la guerra.
De eso ya hace 150 años.
Y ahora... la historia comienza AQUÍ.
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