domingo, 5 de junio de 2022

075 LA BATALLA DE OCCTEI (V)

 

Ivo Nag había perdido la cuenta de cuantas vueltas había dado ya Axas de un extremo a otro de la cabina de mando del carguero mientras esperaban noticias.

"Vas a desgastar la nave, pollito", dijo el viejo doctor phalkata con un tono ligeramente burlón, intentando atraer la atención del muchacho y quizá con suerte conseguir distraerlo de sus pensamientos. Estar alerta era importante en su situación, pero dejar que el nerviosismo e incertidumbre lo consumieran antes de poder entrar en acción siquiera era contraproducente.

Por desgracia, Axas hizo caso omiso y el joven atliano siguió su caminar en círculo, con sus manos en sus bolsillos y su mirada fija, casi sin parpadeos, centrada en el suelo ante sus pies.

Ivo Nag suspiró. La verdad es que no podía reprochárselo al muchacho, no cuando él mismo empezaba a notar esa desagradable sensación mezcla de incerteza e impaciencia que le había costado años aprender a dominar en situaciones mucho más tensas que aquella.

Desde que Dovat había entrado en el complejo de los Rider Corps, Axas y Nag habían optado por mantener la nave en modo estacionario en el cielo a un par de calles de distancia. Dicha localización, junto con la señal de señuelo que los identificaba ante el tráfico aéreo y patrullas locales como parte de un destacamento de mantenimiento, había permitido a Nag tomar la decisión de que podrían observar la situación a distancia con riesgos mínimos y saber cuando deberían intervenir o no.

Poco después de la entrada de Dovat, el edificio se había sellado y empezó a sonar una señal de alarma. Observaron como el complejo se vaciaba de trabajadores y personal civil a través de rutas de acceso que habían estado ocultas a simple vista en las áreas urbanas circundantes. Patrullas locales comenzaron el traslado de la ciudadanía de toda el área residencial inmediata.

Parecía que Dovat había conseguido causar una suficiente impresión ahí dentro, y Nag sabía que las cosas seguramente no estaban saliendo bien. Pero hasta que no tuviesen alguna señal de ella no podrían hacer mucho. El viejo phalkata se negaba a volar a ciegas, y le costó hacer entrar en un mínimo de razón a Axas, de ahí también parte de su actual frustración.

Y fue en ese momento cuando Dovat salió de nuevo al exterior, y de forma muy clara en contra de su propia voluntad. Si algo tuvieron claro es que la misión había sido un fracaso en ese momento porque nada parecían indicar que la guerrera atliana hubiese llegado siquiera a los archivos.

"¿Quién demonios es esa?", susurró Axas, acercándose a las holopantallas de seguimiento de la cabina al tiempo que señalaba a la figura enzarzada en combate con su hermana.

Ivo Nag negó con la cabeza, indicando su desconocimiento. No conocía de nada el diseño de aquella armadura. No era una Rider y desde luego tampoco parecía tener nada que ver con las armaduras mórficas de serie. Si que pudo reconocer a los troopers Janperson, pero más que su presencia lo que lo preocupó fue la forma en que Dovat lidió con ellos.

"Creo que tu hermana está en apuros serios, pollito."

"Pero si parece que esté ganando..."

"No estoy hablando de su cuerpo, sino de su mente", aclaró Nag, "Observa como se mueve. Está furiosa, casi sin control... si sigue así va a terminar matando a su oponente, si es que no se ha llevado ya a alguien por delante dentro del complejo."

Axas asintió, deglutiendo para intentar suavizar su garganta presa de una repentina sequedad. Su rostro verde palideció antes de que pudiese ofrecer algún otro comentario u observación cuando vio a Dovat lanzándose de lleno contra la otra figura blindada.

Y entonces todo se tornó rojo con un resplandor cegador, y un rugido llenó el firmamento carmesí. Pero por encima del sonido del recién llegado Dhar Komai, lo que realmente penetró los oídos de Axas fueron los gritos de un alarmado Ivo Nag al tiempo que éste ponía el carguero de nuevo en marcha.

"¡Esa es Rider Red, pollito!", gritó el viejo phalkata, "¡Ahora sí que tenemos que sacar a tu hermana de ahí!"

 

******

 

Corre.

Esa era la palabra que se había estado repitiendo de forma constante en su cabeza desde que su golpe fue detenido en seco por la recién llegada Rider Red y un atisbo de razón había entrado de nuevo en sus sentidos.

¡Corre!

¡Quería hacerlo! Pero no podía. De forma no muy diferente a lo que unos minutos antes había sido experimentado por la doctora Iria Vargas, Dovat se encontró en aquel momento con una parálisis total de su cuerpo.

Su mente mandaba órdenes constantes de movimiento, pero los músculos se negaban a responder.

Y Rider Red no se había movido desde que había pronunciado aquellas palabras. Apenas habían sido segundos, pero parecía una eternidad y ni siquiera con todos sus sentidos aumentados Dovat podía predecir el más mínimo movimiento de la Rider.

Alma Aster estaba plantada frente a ella como una figura mitológica –en cierto modo lo era–, esperando a que el mortal ante sus ojos diese un paso en falso.

¡CORRE!

Dovat dio un salto hacia atrás.

Y entonces ocurrieron muchas cosas en muy poco tiempo.

Rider Red giró sobre sí misma, dándole la espalda y agachándose frente la otra guerrera caída para tomarla en brazos.

Justo en el preciso instante en el que el pedazo de suelo sobre el que había estado la Rider se vio destrozado por la ráfaga de proyectiles disparada por el carguero modificado pilotado por Ivo Nag y Axas, que en ese momento descendían sobre la zona.

¿¡Pero qué estáis haciendo!? ¡Os va a matar!, pensó Dovat, notando como el pánico tomaba de nuevo el control.

Dicho pensamiento apenas había cruzado su mente cuando cuatro nuevos destellos de luz multicolor inundaron el área entre ella y Rider Red, marcando la llegada del resto de los Riders con una descarga de energía que arrojó a Dovat de nuevo hacia el área de la fuente destrozada  y que desequilibró el carguero de sus compañeros.

"¡Cinco Infiernooooos!", exclamó Ivo Nag al tiempo que intentaba evitar que la nave chocase de lleno contra uno de los edificios.

Se limitó a rozarlo, pero la velocidad fue tal que dejó un surco profundo en la fachada de metal y plástico y los sensores de diagnostico de los sistemas de propulsión del carguero convirtieron el interior de la cabina de mando en una cacofonía de sirenas al tiempo que comenzaba a descender peligrosamente inclinada.

En la plaza frente a la entrada del complejo de los Rider Corps, Dovat se incorporó de nuevo y pudo ver a los cuatro Riders restantes en pie cubriendo a la Rider Red.

Por su parte, Alma Aster se levantó llevando a Iria Vargas en brazos, la cual parecía estar intentando protestar ante lo embarazoso de la situación. Alma se limitó a mirar a sus hermanas y hermanos, y luego a Dovat.

"Vuelvo enseguida", dijo, con voz queda.

Un destello azul vio la materialización de Durande, el gigantesco espadón de Rider Blue, en las manos de ésta.

"Tranquila, que los demás bien nos bastamos para entretener a la huésped", replicó Avra Aster.

Dovat vio las armas de los Riders aparecer de la nada, tomando forma en sus manos. Vio la nave en la que estaban su hermano y el viejo Ivo Nag, aún en al aíre, pero manteniéndose a duras penas y visiblemente dañada.

Cuando un destello azul marcó la presencia de Avra Aster, Rider Blue, apareciendo junto a ella dispuesta a golpearla con su espada. Dovat dejó que el pánico la abrazase.

Quizá funcionase mejor que la rabia que la había dominado unos minutos antes, quizá no.

La luz de la esfera de su pecho siguió parpadeando, y con los destellos de luz azulada comenzaba a intercalarse el rojo.

 

******

 

Alma Aster tomó a Iria Vargas en sus brazos. El peso de ella, su presencia, su respiración y el latido de su corazón eran lo único en que sus sentidos parecían querer centrarse.

Más allá de detener aquel golpe inicial a su llegada, su mente apenas se había parado a pensar en Dovat, y el reconocimiento de la presencia del resto de su familia había sido algo casi automático.

Alma Aster tomó a Iria Vargas en brazos y corrió al interior del Complejo de los Rider Corps, haciendo caso omiso del blindaje de sellado exterior que se había activado con las alarmas.

Finamente dejó a Iria Vargas bajar de sus brazos frente a la zona de recepción donde había empezado todo aquel conflicto, y la joven doctora pudo sostenerse en pie con piernas temblorosas, pero sin dejar de agarrar firmemente el torso de Alma.

"Uh... guau... ¿Acabas de hacernos atravesar una cortina de silvacero blindado de medio metro de grosor?", susurró la joven atliana.

"Iria..."

"Porque vas a tener que justificar eso en los informes y no sé yo si..."

"¡Iria!"

Iria Vargas calló y centró su vista en la mujer ante ella. Aún con su casco puesto, podía percibir la preocupación en la mirada de Alma Aster.

"Alma... estoy bien. No estoy herida. Has llegado a tiempo."

Notó como la tensión en los músculos de la Rider Red se relajó visiblemente. Las manos que nunca habían soltado sus hombros perdieron fuerza.

"Cuando entré en la atmósfera pude percibirte... te vi ahí tirada con ella delante, sin moverte..."

Iria llevó su mano derecha al lado izquierdo del casco de Alma. El casco de la Rider Red se desmaterializó en una nube de esquirlas rojizas disolviéndose en el aire y la mano blindada de Iria Vargas acarició la mejilla desnuda de Alma Aster.

"Estoy bien", dijo, "Nunca llegó a herirme, la armadura me protegió. Si no podía moverme era por el shock..."

Alma tomó en su propia mano la de Iria y frunció ligeramente el ceño con incredulidad, "¿Qué haces con la Glaive puesta?", preguntó.

"Medidas desesperadas, el director lo aprobó."

"Arthur y yo vamos a tener una charla sobre dar armas de destrucción masiva a no combatientes...", comenzó a refunfuñar Alma antes de que sus ojos se abriesen alarmados posando su mirada sobre la joven atliana, "¡Iria! ¡Tienes que quitarse esa cosa ahora mismo! ¡Si sobrepasas el tiempo de...!"

"Chssst", susurró Iria posando un dedo sobre los labios de Alma haciéndola callar en el acto, "Lo tengo todo controlado."

Las partes orgánicas de la bio-armadura Glaive refulgieron con una luz pálida e Iria Vargas se separó unos pasos de Alma al tiempo que las segmentaciones blindadas se desprendían de su cuerpo para acto seguido replegarse sobre sí mismas. Al final del proceso, la joven doctora atliana estaba de pie con su ropa de civil y su bata blanca y sin ningún daño aparente. La Glaive era de nuevo un pentágono de carne metalizada que flotó por unos segundos antes de caer inerte ante ellas.

El breve momento de tranquilidad cesó cuando el suelo tembló bajo sus pies y el estruendo del combate en el exterior se multiplicó.

"Creo que tienes que volver ahí afuera", dijo Iria.

"Iria, no..."

"Ni se te ocurra decir que no puedes dejarme. Sé que estás preocupada, pero te repito que estoy bien, y te necesitan ahí afuera."

"La doctora Vargas tiene razón. Yo puedo hacerme cargo de su seguridad", dijo una voz mecánica y disonante.

Alma se volvió para ver al recién llegado. A través del agujero que habían abierto en el blindaje acaba de entrar la forma flotante y mutilada de la última unidad trooper Janperson activa.

"¿MX-A3?", preguntó Alma.

"Los Riders son necesarios para reducir a la intrusa", explicó el androide, "Mi presencia en el combate no aporta ventajas significativas y mi principal armamento no puede ser usado sin comprometer a toda la ciudad. El parámetro a seguir más óptimo determina que yo escolte a la doctora de nuevo a un área segura mientras Rider Red colabora con el resto de su equipo."

"MX-A3 puede venir conmigo, Alma", dijo Iria, "Los laboratorios médicos aún están intactos y tienen un acceso de evacuación directa. Puede venir conmigo y así ayudarme a monitorizar la situación a distancia mientras comienzo sus reparaciones..."

Alma asintió, "Está bien... está bien. Iré con los demás y terminaremos esto."

"Alma", dijo Iria posando de nuevo su mano sobre la mejilla de la Rider y haciéndola girar su cabeza para mirarla a los ojos. Alma Aster vio la determinación y seriedad en la mirada de la joven atliana y prestó absoluta atención a lo que ésta iba a decir.

"Dovat está mostrando síntomas de Síndrome de Sincronización Berserker", explicó Iria. Una expresión de alarmada preocupación cruzó el rostro de Alma.

"Eso es..."

"Algo terrible, como tu bien sabes", continuó Iria, "Alma, no me importan las órdenes que haya podido dar el Mando al respecto, soy una doctora. Salvo vidas. Y tú eres una Rider y ese también debería ser tu trabajo ¿Estamos de acuerdo?"

La Rider Red asintió. Iria continuó hablando.

"Dovat no necesita un pelotón de ejecución. No necesita que te lances como un ángel vengador contra ella por lo que ha sucedido conmigo. Dovat es... esa chica necesita ayuda."

Iria Vargas acercó su rostro al de su novia. Sus ojos rojo oscuro fijos en las gemas esmeralda que eran los de Alma, cerrándose únicamente cuando sus labios se tocaron y todo el sonido de la batalla en el exterior alrededor de ellas pareció difuminarse.

El beso fue breve, pero no menos importante o sincero que cualquiera que ambas hubiesen compartido en el pasado.

"Ahora, sal ahí", dijo Iria, separándose de Alma Aster y dando una última caricia a su rostro antes de que éste fuese cubierto de nuevo por el casco de Rider Red en un destello de luz carmesí.

Era hora de poner punto y final a la situación.

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