Dolió.
En un parpadeo Tiarras Pratcha se situó justo delante de Alma y golpeó. Rider Red tuvo tiempo para cubrirse y bloquear el golpe con su brazo. La fuerza del impacto fue tal que el aire en torno a los dos se expandió de forma explosiva y Alma se vio lanzada varios metros hacia atrás.
No era la primera vez que Alma Aster recibía un golpe fuerte, ya fuese mediante la experiencia de los entrenamientos con sus hermanas y hermanos o los enfrentamientos con algunos de los garmoga más fuertes. Pero la fuerza tras el puño de Tiarras Pratcha en aquel instante había sido mayor que nada que hubiese experimentado antes.
Era preocupante.
Dando una voltereta en el momento en que tocó el suelo e incorporándose en décimas de segundo, Alma alzó la vista para ver a Pratcha en el aire tras tomar un salto, dispuesto a caer contra ella. Alma se hizo a un lado y Pratcha entró en contacto con el suelo rocoso de Krosus-4 con la fuerza de un misil. Polvo y rocas se alzaron en el aire oscureciendo su visión.
Pratcha había comenzado a girarse cuando Alma pasó al contraataque. Rider Red golpeó al transformado Pratcha, primero con un codazo en la cabeza para luego girar sobre sí misma y asestar un fortísimo gancho de izquierda que propulsó a Pratcha por el aire hasta golpear la ladera de la montaña donde se alojaba el complejo minero.
Apenas un instante tras ello Alma saltó, ascendiendo hasta el punto de impacto donde se encontraba Pratcha, incrustando en la pared de piedra. Con un destello carmesí, Alma materializó de nuevo su espada en pleno ascenso y procedió al ataque. Su arma no llegó a impactar al doctor de forma directa. Tiarras Pratcha levantó sus brazos y, profiriendo un grito de esfuerzo, materializó dos escudos de luz blanca cubriendo sus antebrazos como si de una coraza extra se tratase.
El impacto de la espada contra los escudos produjo una descarga de luz y una explosión de energía que agrietó la superficie de la montaña. Alma y Pratcha cayeron esquivando los escombros, usando los pedazos de roca como puntos de apoyo para impulsarse hasta estar de nuevo en el suelo.
Los dos se encontraban de nuevo frente a frente. Pratcha con sus brazos extendidos, los escudos de luz parpadeando de forma irregular. Alma en posición de guardia, con su espada en alto. Un momento de respiro.
Desde que había comenzado el combate, Alma no había perdido detalle. Pese a las semejanzas, estaba claro que la armadura de Tiarras Pratcha era algo distinto a las armaduras de los Riders.
Las armaduras Rider eran el resultado de un complicado proceso de enlace psíquico de un sujeto físico y su alma con la energía metafísica del Nexo de Poder. El Nexo era la red de energía generada por todas las formas vivientes de la galaxia. Tomar acceso a ella dotaba a los Riders de sus habilidades, su longevidad, su conexión con los Dhar Komai y les permitía generar sus armas y armaduras. Éstas eran una invocación de energía metafísica convertida en materia por la propia voluntad del sujeto.
A efectos prácticos, la armadura de un Rider era un fragmento de su alma. La materialización solía tomar la forma de luz solidificada en una sustancia cristalina casi indestructible que envolvía el cuerpo con un aspecto casi orgánico. Los cascos de apariencia más metálica que cubrían sus rostros eran quizá la parte más diferenciada.
La armadura gris y blanca de Pratcha era algo similar pero solo hasta cierto punto. La energía que la había conformado parecía obedecer a los mismos principios básicos de una armadura Rider (luz sólida, cristalización), pero Alma sentía algo impersonal, incompleto, en ella.
La armadura también lucía distinta, más artificial. Si la armadura roja de Alma, y por extensión las de los demás Riders, parecía una segunda piel abrazando la forma humana bajo ella y enfatizando las líneas corporales del sujeto, la de Pratcha presentaba un aspecto tosco, con placas robustas y piezas diferenciadas que la asemejaban más a las armaduras de combate tradicionales que uno esperaría encontrar en las tropas del Concilio.
Alma también se fijó en que era inestable. Al igual que los escudos que había generado, la armadura de Pratcha parecía parpadear en ocasiones y en distintos puntos, dejando a la vista las partes del cuerpo que había debajo por unos instantes, o transparentándose como si la luz que la conformase estuviese a punto de disiparse en cualquier momento.
Era momento de intentar obtener respuestas.
"¿Qué es esa armadura, doctor?"
Pratcha sacudió la cabeza. Alma podía ver por el movimiento de su torso y sus hombros que el doctor debía estar jadeando. Los escudos que había generado se disolvieron y, con un gesto de su mano, señaló el dispositivo de su cintura que había propiciado su transformación. Cuando habló, su voz sonó como un gruñido entrecortado con una tonalidad metálica de fondo.
Parecía que le costaba vocalizar.
"Esto... es una llave mórfica", dijo Pratcha.
Alma sintió un escalofrío al oír el nombre. Había leído sobre aquellas cosas. Pratcha continuó su explicación.
"Nunca... nunca pasaron de la fase experimental... fueron un intento de crear una réplica en masa de vosotros, establecer un lazo temporal con el N... con el Nexo..."
"La única razón por la que mi familia y yo sobrevivimos a nuestro lazo con el Nexo fue por todas las alteraciones genéticas y biomecánicas a las que nos sometieron para que nuestros cuerpos pudiesen canalizar esa energía", replicó Alma, "Un lazo con el Nexo con un cuerpo no condicionado, aunque sea de forma temporal..."
"Ningún sujeto de pruebas... ninguno sobrevivió", dijo Pratcha. Por un instante su casco parpadeo y se transparentó permitiendo a Alma ver de nuevo el rostro del Doctor. Bajo la armadura Pratcha parecía haber envejecido una década de golpe, la piel se le había amoratado, y venas hinchadas de forma grotesca surcaban su cuello y rostro.
"El flujo de poder es... inestable", continuó, "Toma tanto como da. Todos los sujetos, sin importar la especie, terminaron..."
"Doctor, eso lo está matando", musitó Alma con consternación, "La energía... sin un lazo permanente no puede controlar el flujo."
Teóricamente, eso podría hacer a Pratcha más poderoso que ella y cualquiera de los demás, al menos por un tiempo.
También terminaría con el cuerpo del doctor estallando en una singularidad en miniatura, en el peor de los casos. El mejor de los casos sería matarlo de la forma más rápida posible.
Pratcha rió suavemente, "Como ya dije, Rider Red, si he de morir será en mis propios términos."
Y una vez más, Pratcha saltó contra ella. Gritando, los escudos de luz tomaron forma de nuevo en sus brazos dispuestos a golpearla. Pero no llegó a alcanzar a Alma.
Desde las alturas Armyos Aster, Rider Orange, saltó entre los dos. Su martillo golpeó el suelo frente a él creando una onda expansiva de polvo, roca y luz naranja que alcanzó a Tiarras Pratcha de lleno arrojándolo de nuevo contra la montaña. Pero nunca llegó a chocar contra la pared montañosa.
Fue interceptado en el aire por Antos Aster, Rider Purple, que golpeó al doctor en el costado con el asta de su lanza, desviándolo hacia el lado. Al final de su trayectoria le esperaba Avra Aster, Rider Blue, con su enorme espadón azul en mano. Avra golpeó de llenó a Tiarras Pratcha profiriendo una hendidura en el torso. El impacto de la espada y la armadura provocó un destello de luz. Partes de la armadura de Pratcha se fragmentaron, disolviéndose en luz ígnea de aspecto casi líquido.
Tiarras Pratcha cayó al suelo de bruces tras el impacto. Comenzó a levantarse, cubriendo el pecho con su mano derecha. Un tajo atravesaba su torso, dejando caer sangre y emitiendo una luz blanquecina de aspecto enfermizo.
Avra se plantó frente a él, de nuevo con su espada en alto, "Acabas de recibir un beso de mi Durande", dijo en tono burlón, "Créeme, no quieres repetir."
Pratcha no respondió. El doctor terminó de levantarse y haciendo caso omiso del dolor se abalanzó sobre Avra. Su cuerpo comenzó a brillar al tiempo que propinaba un puñetazo con todas sus fuerzas. Avra esquivó el puño dirigido de forma directa a su cabeza, pero una vez más la fuerza del golpe fue tal que el aire en torno a ambos se expandió con un sonido como el del trueno, arrojando a una sorprendida Avra a varios metros.
"¡La hostia!", gritó.
Pratcha intentó atacar de nuevo, pero una lanza atravesó el aire con un sonido afilado para terminar clavándose en su vientre. El doctor intentó agarrar el arma, pero ésta se deshizo en una nube de luz púrpura para materializarse de forma inmediata una vez más en las manos de Antos, quién volvió a arrojar el arma contra Pratcha, repitiendo el proceso una vez, y otra, y otra...
Antes de permitir que Rider Purple siguiese convirtiéndolo en un alfiletero humano, Pratcha concentró su energía y con otro grito de esfuerzo y dolor una esfera de luz tomó forma alrededor de su cuerpo, desviando a la lanza de su trayectoria.
Armyos Aster se situó junto a él en ese momento y golpeó con su martillo, con una fuerza y velocidad que habría sido suficiente para partir la montaña en dos. Si el puñetazo de Pratcha había sonado como un trueno, el golpe de Armyos había sido una tormenta furiosa. No resquebrajó el escudo de Pratcha pero el impacto bastó para una vez más elevar en el aire al desorientado doctor aún envuelto por la esfera de luz.
Y en lo alto, Rider Red.
De forma casi simultánea a que Armyos golpease a Pratcha, Alma saltó situándose en una posición que le permitiría interceptar al doctor. En su mano, su espada roja comenzó a brillar con más intensidad y a crecer, doblando su tamaño. La energía chisporroteaba intentando escapar de la hoja que apenas la contenía.
En su ascenso, Tiarras Pratcha vio a Alma Aster descendiendo sobre él, con su espada en alto. La Rider Red golpeó y la hoja de su arma emitió un sonido casi musical que reverberó hasta llegar al centro de todos y cada uno de los átomos de su mismo ser. Un sonido únicamente ensordecido por el grito de Alma al descargar todo el poder de su espada.
"¡CALIBOR!"
Una luz roja intensa cubrió la vista de Pratcha. Un sonido como de cristal quebrándose inundó sus oídos entremezclado con un grito como el de un animal desesperado, moribundo y furioso. Tardó unos segundos en darse cuenta de que era él quien gritaba.
Tras ello, Tiarras Pratcha no vio ni oyó nada más.
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