domingo, 23 de mayo de 2021

019 CINCO

 

Algo de Alma Aster que muy pocas personas conocían era que odiaba hablar en público a grandes grupos.

Por ello, había cierta ironía cruel en el hecho de que parecía tener un don natural para ello y había terminado convertida no solo en la líder de los Riders sino también en su portavoz a la hora de lidiar con el público de la galaxia, declaraciones a prensa o comités de reunión del Concilio para la presentación y evaluación de informes de misión, como era el caso.

Al final no había sido tan malo. 

El Director Ziras y ella habían tenido que atender solo a los senadores representantes del Concilio Primarca, el cuerpo conformado por las nueve civilizaciones que crearon el Concilio original junto con sus tres miembros asociados. Era algo intimidatorio, pero desde luego mucho mejor que atender a todo el Gran Concilio Senatorial con sus millares de miembros.

Dentro de lo que cabe, Alma creía que la reunión había ido bastante bien. Su exposición de los hechos fue clara. El senador ithunamoi hizo unas pocas preguntas respecto al impacto en el ecosistema, junto con el senador de los phalkata. Preocupaciones razonables, pero fue fácil lidiar con ellos al enfatizar la importancia del cierre del portal.

Lo del portal los tenía nerviosos, pero el que pudiesen ser cerrados parecía haber calmado los ánimos de la mayoría de senadores. Alma sintió una ligera irritación ante esto porque no había garantías de que el mismo método pudiese funcionar de la misma forma en dos ocasiones distintas. Simplemente, sabían muy poco de la capacidad operativa de los garmoga al respecto.

Los senadores de los barteisoom, eldrea y los gobbore no dijeron nada pero parecieron ser los únicos en tomar en consideración dichas observaciones, o al menos esa impresión dio su lenguaje corporal a la Rider. Dada la comunicación vía holograma era difícil determinarlo con seguridad.

Los demás intentaron quitarles hierro a sus declaraciones e incidir en cuestiones referentes a reforzar la prevención y observación planetaria para lidiar con futuros casos de incursión. La senadora de los simuras hizo especial hincapié en ello. Dada la situación de su mundo en los círculos intermedios del cuadrante Dálet, el más afectado por la presencia garmoga, era algo comprensible.

Al final todo el asunto se había cerrado con agradecimientos y felicitaciones a los Riders, la misma letanía habitual siempre que se conseguía eliminar una infestación garmoga sin que todo el planeta quedase comprometido, promesas de mayor observación y mejora en los tiempos de respuesta, y el enésimo debate de creación de comisiones de investigación y creación de dioses sabe cuántos nuevos grupos de trabajo para lidiar con ello, engordando la burocracia y la ilusión de que realmente podían contribuir en algo más allá de prestar sus tropas y pedir auxilio a los Riders.

Política, a fin de cuentas.

"Menuda jodida pérdida de tiempo."

El Director Ziras lo verbalizó de forma un poco más contundente. Sus labios apretaban un cigarro a medio fumar mientras caminaban de regreso a la zona de transportes para volver a la sede de los Corps. Lo que fumaba era un purificador estándar, una carga de nicotina mínima junto con purgadores bioquímicos que limpiaban los pulmones con cada calada. El vicio y la sanidad cogidos de la mano.

"Es el proceso a seguir, señor", respondió Alma. Era una observación perfectamente neutral.

"Lo sé, lo sé, pero no puedes negarme que podríamos estar haciendo cosas mil veces más productivas que estar casi dos horas repitiendo lo mismo que está ya recogido por triplicado en un informe escrito que ya deberían haber leído."

"Por muy completo o exhaustivo que sea un informe, la aseveración de los mismos contenidos por parte de una persona, sea un experto o un testimonio de primera mano, tiende a contribuir a afianzar las ideas vertidas en el texto original además de abrir la puerta a un posible debate para la reiteración o rechazo de las mismas."

Ziras la miró, levantando una ceja.

"Si algún día esta guerra termina deberías meterte en política, Aster. O abogacía."

"Cielos, no", Alma rió quedamente, "O me matarían los nervios o lo haría la vergüenza por las risas de Avra."

La expresión de la Rider Red se tornó pensativa, "La cuestión es que no puedo culparlos por querer que alguien les asegure que las cosas van bien, incluso si no es así realmente."

Habían salido ya de la sede del Centro Gubernamental y se encontraban en el patio exterior, una enorme plaza decorada con fuentes y árboles de hojas verdes y azules brillando a la luz del sol de Occtei, prácticamente un pequeño parque. El mediodía había pasado ya hace unos pocos minutos.

Ziras arrojó la colilla en una de las recicladoras cercanas a la puerta y observó la plaza. Individuos y familias de diversas especies ocupaban el lugar, haciendo tiempo antes de volver a sus trabajos, o simplemente disfrutando de un buen día con sus pequeños. Una estampa de paz que contrastaba con el verdadero estado enfermo de la galaxia.

Ziras suspiró. Alma se volvió hacia él y no pudo evitar notar que en los últimos días el Director de los Corps parecía muy cansado, casi como si hubiese envejecido una década de golpe.

"¿Cuál es tu opinión de la guerra, Alma?"

"¿Señor?"

"Quiero una respuesta sincera, franca. Nada de propaganda. Dime lo que piensas realmente, Aster."

Alma apenas tuvo que pensárselo.

"Estamos perdiendo, señor."

"Bueno, desde luego no suavizas las cosas..."

"Es... es una cuestión de desgaste señor. Por cada mundo que hemos salvado ellos han tomado más. Sabemos que hay mundos deshabitados que se han convertido en nidos garmoga en los círculos externos de los cuadrantes y en el borde exterior."

"Y eso sin mencionar  las proyecciones de que posiblemente cientos de civilizaciones en estados previos al vuelo espacial o más primitivas de las que no sabemos nada hayan sucumbido a ellos", añadió Ziras.

Alma asintió, "Y el coste ecológico... De los mundos en los que hemos conseguido purgar una infestación, casi la mitad han sufrido alteraciones ecológicas o topográficas serias", Alma emitió un leve gruñido, "Maldita sea señor, hace dos días casi borré un subcontinente entero del mapa en Calethea, y eso fue uno de los mejores casos. En Vesthoga hace setenta años conseguimos purgar a los garmoga pero perdimos toda la colonia al desencadenar una reacción en cadena de todo el sistema volcánico planetario. Y no me haga recordar lo de las lunas de Gauthuss."

"No pocos argumentan que son precios cuyo pago es justificable para salvaguardar la galaxia."

"¿Pero hasta cuando, señor?", preguntó Alma, "La gente aún no se ha dado cuenta pero es cuestión de tiempo de que comencemos a tomar una política de tierra quemada para negarles mundos a los garmoga, replegándonos al interior galáctico..."

"Para eso aún faltan..."

"Siglos. Si seguimos las proyecciones actuales. Pero es obvio que los garmoga están cambiando sus métodos y dichas proyecciones terminarán siendo papel mojado."

Ziras sacó y encendió otro cigarro. Hizo ademán de ofrecer uno a Alma, pero ella negó con la cabeza, "Lo peor es que al final del día... ¿no cambia nada, verdad?", observó el director de los Corps.

"No señor", Alma suspiró, "Al final del día, yo estaré ahí. Mis hermanas y hermanos estarán ahí. Nuestros Dhars estarán ahí."

"Siento que todo este peso esté recayendo sólo en vosotros... siento que no hayamos podido replicar los ritos, que no haya más Riders."

"Tendremos que contentarnos con ser cinco, señor", dijo Alma, "Armyos dice que es un buen número. El cinco es el número de la humanidad, simboliza nuestra fortaleza, nuestra devoción a la causa. El cinco es un número de poder."

Ziras asintió, pero una leve sombra había caído sobre sus ojos, "Si, cinco...Solo cinco."

Cinco era un buen número.

 

******


"¿Dovat?"

Era algo paradójico. La voz de Axas sonaba lejana, pero al mismo tiempo retumbaba en su cabeza como un martilleo. 

Dovat abrió sus ojos, lentamente. El mero hecho de levantar los párpados suponía un esfuerzo doloroso, como si su interior fuese de un material raspante que rozaba contra sus globos oculares, irritándolos.

La intensidad de la luz no ayudaba al atravesar sus pupilas como agujas. Tardó unos instantes en poder enfocar la vista y distinguir las siluetas bajo la lámpara de la mesa de operaciones. 

Axas estaba inclinado sobre ella, con el doctor Nag a su lado. El viejo phalkata sostenía un pequeño dispositivo en su mano que emitía parpadeos de luz verde sobre los ojos de Dovat.

"Bueno, parece que tenemos una respuesta normal", dijo el doctor, "¿Puedes oírme, polluela?"

Dovat intentó hablar pero apenas pudo mover sus labios ni abrir la boca. Un quejido salió de su garganta.

"Bien, eso es esperable", dijo el doctor, "Tus cuerdas vocales están de vacaciones ahora mismo. Parpadea una vez para Sí y dos parpadeos rápidos para No ¿me has entendido?"

Un parpadeo.

"Bien... primero, ¿Tu nombre es Dovat?"

Un parpadeo.

"¿Tienes veinticinco años?"

Un parpadeo.

"¿Puedes mover los dedos de los pies?"

Dos parpadeos.

"Mmmf, normal. Me sorprendería que pudieses, teniendo en cuenta que tu cabeza está separada del torso ahora mismo."

Los ojos de Dovat se abrieron como platos, una expresión de pálido terror asentándose en su rostro.

"¡Doctor!", gritó Axas, más irritado que furioso. Ivo Nag comenzó a graznar. Dovat tardó unos instantes en comprender que era su risa.

"¡Lo siento, lo siento!", replicó el viejo phalkata, "Pero deberías ver la cara que has puesto."

"Doctor, por favor...", comenzó Axas. Dovat por su parte se limitó a fulminar al viejo con una mirada que lo habría matado de haber podido. El phalkata se limitó a sacudir su mano enguantada. Dovat intentó ignorar las manchas de sangre que la impregnaban.

"Bah, no tenéis sentido del humor", dijo, antes de volver a inclinarse sobre su paciente, "Disculpa polluela, pero al menos hemos determinado que tus reacciones están dentro de lo normal en este punto de la operación."

"No puedes sentir nada de cuello para abajo porque aún estamos manteniendo todo tu sistema nervioso en un estado de estasis", explicó Axas, "Y para minimizar las sensaciones..."

"De momento todo va bien. Tus huesos están asimilando el nanocarbono y tus órganos las biofibras de refuerzo sin que se hayan producido rechazos o reacciones adversas. La colonia de nanomáquinas se encargará de tus músculos antes de que se disuelva en tu cerebro tras renovar las conexiones neuronales."

"Te hemos despertado porque te necesitamos consciente para la siguiente fase."

"En unos minutos podrás hablar", dijo Nag, "En ese instante procederemos al injerto en tu sistema nervioso y linfático de los vectores de conexión para insertar la llave mórfica de forma permanente en tu organismo. Te necesitamos consciente para determinar que cada paso del proceso va bien y que la infusión de energía inicial no te convierte en un vegetal."

"Así que durante toda la operación que viene necesito que estés charlando conmigo, hermanita", dijo Axas, "Aunque sea solo para quejarte."

"B... bien...", la voz de Dovat sonó rota, pero firme.

"¡Oh ho!", rió Nag, "¡Vocalizando tan pronto, parece que alguien tiene prisa!"

Ivo Nag dio una palmada de celebración y comenzó a frotarse sus manos enguantadas, antes de salir del campo de visión de Dovat. La joven atliana pudo oír al viejo médico manipulando objetos, ruidos metálicos resonando por toda la habitación, y algo que sonó como un taladro poniéndose en marcha. La expresión en el rostro de Axas no era tranquilizadora.

"¿A... Axas?"

"Tranquila, Dovat... estoy seguro de que el doctor sabe lo que hace."

"Por supuesto que sé lo que hago, pollito", replicó Ivo Nag con buen humor, al tiempo que alzaba un dispositivo que Dovat no pudo dilucidar si se trataba de una pieza de instrumental médico o de tortura, "Ahora terminemos de convertir a tu hermana en un monstruo ¿sí?"

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