Nada estaba saliendo bien. Nada estaba saliendo bien en absoluto.
En el creciente caos que era su mente, embriagada por un poder que potenciaba sus capacidades tanto como parecía estar desequilibrando sus emociones, la frustración de Dovat aumentaba de forma constante a niveles peligrosos. De la euforia inicial había pasado a la irritación, de la irritación a la frustración, y ahora con un nuevo obstáculo y tras haber sido forzada a salir de nuevo al exterior, dicha irritación había dado paso a una ira creciente que hervía en su interior, dispuesta a explotar a la más mínima oportunidad.
Se levantó, saliendo del agua de la fuente y empujando restos de escombros a sus pies antes de volver a pisar sobre la superficie de la plaza. Su vista estaba fija en Iria Vargas, la recién llegada que la había arrastrado hasta allí.
Iria Vargas, que en aquel momento intentaba mantener a raya su propio terror. La joven doctora atliana no cesaba de dar vueltas en su mente a como solventar aquella situación con el mínimo daño posible para todas las partes.
"¿Dovat? ¿Puedes entenderme?", preguntó.
Dovat no respondió. Avanzó un paso saliendo totalmente de la fuente, caminando sobre el bordillo destrozado.
"Dovat, por favor...", dijo, "Si tu armadura es similar a la de los Riders y tu alma está ligada al Nexo como pasa con ellos... estás mostrando síntomas de lo que se conoce como Síndrome de Sincronización Berserker. Tus sentidos e instintos están siendo amplificados por el poder mórfico del Nexo más allá de lo que tu mente racional puede procesar. Tienes que calmarte."
Dovat siguió sin responder. Avanzó otro paso.
"Dovat...", continuó Iria, "Mira, sé cuáles son las órdenes respecto a ti, pero seguro que los Riders pueden poner ejercer algo de presión a tu favor, saben lo que hiciste en Cias para salvar a aquella gente, podemos ayudarte..."
Una vez más la única respuesta fue el silencio.
"Dov...", comenzó Iria de nuevo, cortándose la palabra en sus labios cuando la otra atliana saltó desde su posición dispuesta a golpearla.
Iria Vargas no era una combatiente. La bio-armadura Glaive otorgaba una potenciación a sus sentidos, su velocidad, fuerza y reflejos, pero no a la experiencia. Así que si bien hubiese podido ser capaz de bloquear el golpe o de hacer una finta para esquivarlo y proceder a un contraataque inmediato, la mente de la doctora reaccionó con otro tipo de reflejo inmediato. La huida.
Iria Vargas saltó hacia atrás. Ello, combinado con las capacidades de la Glaive, multiplicó la potencia de su movimiento haciéndola retroceder al menos medio centenar de metros más allá de la plaza hasta llegar a la calle, evitando el cráter que Dovat acababa de generar con un puñetazo en el punto exacto donde Iria había estado hace unos segundos.
¡Cinco infiernos, cinco infiernos, cinco infiernos!, pensó, entrando en pánico.
Dovat sacó su puño incrustado del suelo, incorporándose y dispuesta a continuar su asalto cuando una masa de metal la embistió por su izquierda.
La unidad trooper Janperson MX-A2 había seguido a las combatientes hasta la superficie. El droide se habían lanzado de lleno contra Dovat y comenzó a golpearla repetidamente. Las descargas de los golpes generaban localizadas ondas expansivas de desplazamiento de aire y el suelo bajo ambos luchadores comenzó a agrietarse por la presión.
Pero estaba claro que los golpes dañaban más a la misma unidad MX-A2 al propinarlos que a Dovat al recibirlos, aunque la atliana de armadura plateada y roja parecía sentir los impactos, habiendo retrocedido unos pasos y usado sus extremidades para cubrirse.
Un sonido en el aire le indicó que las otras unidades Janperson iban de camino, habiendo emergido desde el interior del edificio y descendiendo en vuelto directo hacia ella.
Entonces, en un parpadeo, Dovat agarró el brazo derecho de MX-A2, tirando de él al tiempo que propinaba una fuerte patada sobre el torso del androide, arrancando la extremidad de lleno en una explosión de chispas y energía liberada.
Al tiempo que MX-A2 salía despedido con un brazo de menos, MX-A1 aterrizó a unos pocos metros a la derecha de Dovat y procedió a descargar todo el armamento de proyectiles instalado en su cuerpo. Una nube de fuego y humo explosivo envolvieron a la guerrera atliana con una ensordecedora cacofonía.
Dovat se limitó a salir del área de impacto, atravesando el muro de llamas como si fuese una cascada de agua y se lanzó contra la MX-A1. Agarro la cabeza del droide con ambas manos.
"¡Estoy empezando a hartarme de vosotros!", gritó. Y apretó, ejerciendo una enorme presión.
El cráneo metálico de la unidad Janperson más antigua estalló en una nube de fuego, chispas y metal fundido incandescente escurriéndose por entre los dedos de las manos de Dovat. El resto del cuerpo cayó inerte ante la atliana.
Un sonido llenó el aire de la plaza, un chirrido electrónico emitido por la MX-A2 que a Iria recordó mucho a un grito de desolación.
La segunda unidad Janperson se lanzó de nuevo contra Dovat a pesar de su brazo mutilado. Dovat no esperó a recibir el ataque, sino que acudió a su encuentro saltando contra el droide incluso a más velocidad, con un aura de energía azul envolviendo su cuerpo. La embestida entre ambos se saldó con los dos brazos de Dovat atravesando el torso de la desafortunada máquina, para acto seguido separarlos en un movimiento que la llevó a cortar el metal del Janperson como si fuese mantequilla, cercenando su torso por la mitad en una nueva explosión de chispas que cayeron de forma inocua sobre el casco y torso de Dovat.
MX-A3 flotaba en el aire a pocos metros de altura del suelo, inmóvil y con sus piernas aún inutilizadas, observando lo que acababa de ocurrir. Casi parecía que la última de las unidades Janperson había sido paralizada por el shock al presenciar lo ocurrido a sus predecesoras.
Dovat saltó hacia el último droide, dispuesta a terminar lo empezado.
Pero se vio interrumpido por Iria apareciendo justo encima suya y propinándole una fuerte patada en la cabeza que arrojó a Dovat de nuevo al suelo de la plaza. La guerrera se levantó enseguida, pero para entonces Iria ya estaba de nuevo frente a ella, canalizando su miedo en un ataque constante movido por el pánico.
¡Un arma! ¡Un arma! ¡Necesito un arma!
Movida por dicho pensamiento, un silbido cruzó el aire y dos hojas de metal afilado surgieron de los antebrazos de blindados de la bio-armadura Glaive. Iria no se lo pensó dos veces y golpeó con aquellas improvisadas espadas.
Las hojas chocaron de lleno contra el aura de energía que envolvía el cuerpo de Dovat. Chispas doradas y azuladas llenaban el aire a cada impacto acompañadas por un sonido similar al de una fuerte descarga de electricidad estática. Iria golpeaba a lo loco, sin técnica y sin calcular su propia fuerza, movida por el miedo y un deseo irrefrenable de frenar a su oponente.
Resultó ser algo sorprendentemente efectivo. Por unos instantes hizo retroceder a Dovat, golpe tras golpe, descarga de energía tras descarga de energía. La guerrera atliana podía sentir el dolor de los cortes aunque no tocasen su carne y comenzaba a acusarlo.
Finalmente Dovat consiguió sobreponerse a uno de los ataques e intentó golpear a Iria, pero ésta se agachó dejando que el golpe apenas rozase la antena de su casco y propinó un doble tajo con sus dos espadas al bajo vientre de Dovat. El ataque se saldó con una nueva explosión de chispas y la guerra de la armadura plateada y roja cayendo al suelo tras dar unas vueltas sobre sí misma en el aire.
Dovat comenzó a levantarse de nuevo cuando se dio cuenta de que Iria había cesado su ataque. Sintió un dolor punzante y bajó su vista. Pudo ver en su vientre un corte en la armadura, bastante profundo, que parecía estar ya regenerándose o recomponiéndose. Pero eso no quitaba que efectivamente había sufrido una herida real por primera vez desde su primera transformación. En milésimas de segundo su ira pasó a ser miedo y de ahí giró de nuevo a la rabia.
Alzó la vista con un sonido similar a un gruñido animal escapando de sus labios y se centró en su oponente.
Iria Vargas estaba de pie frente a ella, paralizada, con una de sus hojas manchada con un líquido oscuro que solo podía ser la sangre de Dovat.
"Yo... yo..."
Con un gritó de rabia, con su armadura de nuevo brillando con energía incandescente, Dovat se abalanzó contra Iria dispuesta a terminar con ella.
La unidad MX-A3 se dejó caer en ese momento entre las dos, desplegando un escudo de energía frente a sí misma y la doctora Vargas. Dovat golpeó el escudo y el resultado fue una bola de luz y poder expansiva.
Iria salió volando, arrojada por la fuerza del puñetazo a pesar de la protección brindada por la unidad Janperson. Estaba segura de que estaba gritando pero no podía oírse a sí misma.. El único sonido era el estruendo de la energía proyectada en aquel golpe que estaba consumiendo el centro de la plaza.
Su avance se detuvo de lleno, esta vez con un impacto directo contra el muro del lado occidental de la plaza que la separaba de un área verde a modo de parque. Iria cayó sentada al suelo, con su espalda casi encajada en el muro y pudo ver como antes de que la bola de luz comenzase a disiparse, la unidad Janperson caía al suelo a varios metros de distancia y con sus piernas totalmente destrozadas.
El estruendo de la explosión se atenuó, pero ahora el sonido que inundaba el lugar era un grito de rabia.
Dovat emergió de entre los restos de luz de la explosión, caminando lentamente pero con paso firme. El aura en torno a su cuerpo se había convertido en una nube tormentosa de poder y energía que arrastraba consigo los pequeños restos del suelo quebrado bajo sus pies, elevando la roca y escombros en el aire alrededor de la guerrera atliana.
Su armadura parecía desgastada en algunas partes pero había comenzado ya a regenerarse. La esfera luminosa de su pecho seguía emitiendo la misma luminosidad azul pero parecía más tenue, como si fuese a empezar a parpadear en cualquier momento.
"¡Lo habéis estropeado! ¡LO HABÉIS ESTROPEADO TODO!", gritó Dovat de forma cada vez más incoherente. Si no era detenida existía la posibilidad de que el síndrome consumiese sus capacidades racionales de forma permanente.
Todo el poder que la había estado envolviendo como una nube tormentosa empezó a abandonar el resto de su cuerpo y a concentrarse únicamente en su puño derecho.
Iria supo que no importaba cuanto se cubriese o lo fuerte que la hiciese la bio-armadura. Aquel golpe la mataría en el acto. Pudo ver a lo lejos a MX-A3 arrastrándose a duras penas por el suelo... no parecía que pudiese repetir su jugada de hace unos instantes para protegerla.
Iria intentó levantarse, pero se dio cuenta de que no podía. Sentía sus piernas pero éstas no respondían. No sabía si era el miedo, o agotamiento, o que la bio-armadura se había visto dañada por aquella descarga de poder. Simplemente, no podía moverse.
Que jodidamente oportuno, pensó, con una resignada calma interior que a ella misma le resultó extraña.
Parpadeó y en el instante que lo hizo Dovat pasó de estar a varias decenas de metros de distancia de ella a estar solo apenas a dos metros, con su puño en alto ardiendo como un sol en miniatura.
Iria cerró los ojos, esperando el dolor del golpe con la esperanza de no sentir mucho antes de que todo terminase.
No sintió el golpe.
Sintió el sonido del ataque. Un trueno siendo descargado justo frente a ella, pero no sintió el impacto, no de forma directa al menos. Sintió el desplazamiento del aire a su alrededor, a sus lados, con una fuerza brutal. El sonido del muro resquebrajándose, el suelo arrasado, árboles siendo desarraigados... pero frente a ella apenas nada, como si algo la hubiese escudado.
Y entonces el estruendo cesó y los vientos se calmaron.
Iria Vargas abrió sus ojos.
Dovat estaba en pie, temblorosa, con su puño extendido aún emanando volutas de poder ya disipado. Había golpeado de lleno, pero no a la doctora Vargas sino a la figura ligeramente agachada que se había interpuesto entre ambas. No era la unidad Janperson.
Todo el entorno más inmediato a su alrededor había sido arrasado por la fuerza descargada por el ataque de Dovat, salvo por el área inmediatamente a espaldas de la recién llegada donde Iria Vargas estaba a salvo.
Dovat había golpeado de lleno, con su puño aún en contacto sobre un casco carmesí cuyo visor negro se había resquebrajado, dejando ver un ojo de color esmeralda que había clavado su mirada en ella con una expresión de furia implacable.
Rider Red se incorporó en el más absoluto silencio, con un destello de energía rojiza regenerando el visor de su casco.
A pesar de ser físicamente más alta que ella, a Dovat le pareció que la figura que tenía ahora frente a si era mucho, mucho más grande. La atliana retrocedió unos pocos pasos bajando su puño aun extendido. Podía notar el dolor en sus nudillos y estaba segura de que algunos de los huesos de su mano estaban fracturados.
El silencio fue roto por la voz de Alma Aster. Iria jamás había oído hablar a su novia con aquel tono de frialdad, ni siquiera en los registros de batalla contra oponentes garmoga especialmente insidiosos.
"Dovat", dijo.
El cielo se tornó carmesí y el rugido de Solarys resonó sobre toda la ciudad, un reflejo más explosivo de la fría rabia que sentía en ese momento la Rider Red.
"No estoy impresionada."
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