viernes, 7 de mayo de 2021

015 OBSERVACIONES

 

Tomó aire. Exhaló. Dejó que la flecha se deslizase entre sus dedos una vez más. El proyectil atravesó el aire y atinó el centro de la gastada diana, como tantas otras antes que ella.

Athea Aster, Rider Black, llevaba horas en la sala de tiro, en un rincón apartado habilitado para ella, con equipamiento de arquería de distintos tipos y épocas.

Como primera impresión podría resultar sorprendente que alguien capaz de generar su propio arco, con energía sintetizada de su propia alma gracias a la unión con una fuerza primordial del universo y capaz de atinar a múltiples objetivos en milésimas de segundo de forma instintiva, se dedicase a la práctica de tiro en sus formas más mundanas.

Pero Athea Aster lo disfrutaba.

En aquel instante y de forma totalmente consciente, Athea había reducido de forma significativa el flujo de energía de su lazo con el Nexo de Poder. La fuente y raíz de sus habilidades como Rider.

Aún con dicha reducción, Athea seguía siendo superhumana. Que no quepa duda al respecto. Pero había aprendido a controlar el nivel de supresión de su poder lo suficiente como para que actividades físicas normales, al menos dentro de los niveles olímpicos, pudiesen suponer cierto esfuerzo pasado un tiempo.

Habían transcurrido ya siete horas y el sol había salido hace rato, había gastado tres arcos y ni siquiera se dignó en tener presente el número de disparos efectuados. El sudor perlaba su frente y sus brazos. Comenzaba a notar tensión acumulada y cansancio en sus músculos cada vez que tensaba la cuerda. En sus dedos se formaban abrasiones de corta vida por el contacto y deslizamiento de las flechas.

Sus oídos recibían el crujir de las palas superior e inferior del arco al curvarse como si fuesen una melodía. Lo mismo con el chasquido de la cuerda tensada y el silbido de la flecha atravesando el aire.

El esfuerzo de atinar en el blanco únicamente con la habilidad cultivada tras horas de ejercicio, sin recurrir a los sentidos superiores y capacidad de cálculo, reflejos y velocidad sobrenatural de sus habilidades de Rider era algo que a Athea le resultaba reconfortante, tranquilizador y real.

La ayudaba a pensar.

Y, bien lo sabían los dioses, necesitaba pensar. No dejaba de darle vueltas al mensaje.

El mensaje había llegado a su bandeja de entrada en algún momento durante la misión en Calethea 2, pero no fue consciente de ello hasta que revisó su terminal personal tras regresar a la base. Un mensaje corto e impersonal del Departamento Tecnológico de los Corps referente al disco duro de Tiarras Pratcha que les había dejado para trabajar e intentar restaurar sus contenidos.


T: athaster//rb[BLACK05]

F: DTRC.

Referente: Análisis/restauración disco duro Tiarras Pratcha.

Respondiendo a su petición de mantenerla avisada de novedades, informamos a las 197004 que el procedimiento de restauración no ha dado frutos. La intervención por parte de tecnomagos y demás afiliados del Arcano asociado han visto inviable la recuperación de los datos contenidos en ITEM:0984PRA. Se ha procedido a la purga del material acorde a los procedimientos estándar.

 

El mensaje era breve, claro y conciso. Hasta educado. Extremadamente profesional, un ejemplo excepcional de burocracia en su forma más pura.

Y ahí estaba el problema, pues Athea había pedido personalmente a Mantho Oth, uno de los técnicos, que se hiciese cargo, y sabía que cualquier mensaje de Oth, aunque fuese para informarla de un fracaso, sería algo mucho más informal y personal que aquello, aún con las barreras de la educación y la deferencia a sus respectivos rangos y posiciones.

Existía por supuesto la posibilidad de que se tratase de un mensaje de un subordinado al que Oth hubiese tenido que delegar la tarea, pero aquello tampoco le cuadraba a Athea.

Athea no podía decir que fuese amiga de Mantho Oth, pero se atrevía a afirmar que lo conocía bastante bien. 

Si hay algo que Athea Aster siempre había mantenido desde sus primeros días como Rider Black, fue la costumbre de intentar conocer al mayor número posible de trabajadores en los Corps. Cierto es que aquellos con más contacto directo con los Riders, como el Departamento Médico, los Xenobiólogos o los cuidadores de los Dhars eran los que más atraían su atención, pero tarde o temprano nadie escapaba de su escrutinio, desde el más humilde personal de limpieza hasta el nuevo fichaje estrella del Departamento Tecnológico.

Athea no lo aprendía todo, no le interesaban las vidas personales más allá de la información que pudiesen aportar a la idiosincrasia en el trabajo de cada individuo. Athea sabía pues que Oth tenía un pasado como pirata informático, y vendedor de información ilegal en su juventud antes de reformarse tras un período de reeducación en su mundo natal.

Reformados o no, esa clase de individuos tendían a verse a sí mismos casi como artistas, y Oth no era una excepción. De fracasar en recuperar la información de Pratcha, Oth habría enviado él mismo un mensaje informando del hecho y ofreciendo sus disculpas, por puro orgullo.

Nunca lo hubiese delegado en un tercero.

Por eso Athea Aster había estado siete horas desconectada del resto del mundo rumiando la misma idea una vez tras otra y llegando a la conclusión de que quizá debería tener una charla con Mantho Oth, a ser posible una bien discreta.

Porque algo olía indudablemente a podrido.

 

******

 

El Complejo Residencial de los Corps era la casa de los Riders desde que tenían memoria.

El edificio no los alojaba solo a ellos sino también a parte del personal técnico y a todo el Departamento Médico, además de contar con apartamentos para el Director y sus Secretarios.

Pero el gran complejo central era a efectos prácticos el hogar y feudo de los cinco Riders. Contaban con sus propias residencias, un área de reunión y esparcimiento, gimnasio personalizado e incluso cocina y comedor propios. Si bien tendían a usar el gimnasio para sus ejercicios, también hacían uso de las otras instalaciones de práctica de los Corps, como era el caso de Athea en la sala de tiro, o Armyos en los talleres.

En cuanto a la cocina, era costumbre de siempre que la mayor parte de comidas de los Riders de produjeran en la misma cafetería-comedor que usaba el resto del personal. La cocina propia de su residencia quedaba pues confinada para incursiones en busca de tentempiés nocturnos.

El área de reunión, o recreo, o esparcimiento, o como quisieran llamarla aquella semana en la documentación oficial, era un enorme salón. En otro tiempo había sido una suerte de guardería, hoy era un área recreativa con computadoras, holovisores, videojuegos, música y otros elementos de ocio, incluido un pequeño mueble bar.

Además de los Riders, el resto del personal residente también podía hacer uso de la sala, pero en aquel preciso momento de la mañana las tres únicas almas presentes en el lugar eran Avra, Antos y Armyos, sentados en el sofá principal y sumidos en conversación a pesar de las distracciones en forma de juego de lucha a las que los dos hermanos más jóvenes se sometían, aporreando los botones de sus mandos de control reforzados. Armyos por su parte se limitaba a observarlos con una taza de cacao en las manos.

"¿Cómo creéis que le irá a Alma en el comité pasado mañana?", preguntó Avra.

"Rutina pura", respondió Armyos, "No es tan distinto de dar un informe en vivo, pero con todo lo de ese portal..."

"¿Dónde está Alma, por cierto?", interrumpió Avra, "Siempre es la primera en levantarse."

"Vi a Iria salir de su habitación poco antes de salir el sol", respondió Armyos tras tomar un sorbo de su taza.

"Oh... Oooooh", dijo Avra, para acto seguido emitir un silbido. 

Antos rió, y un silencio cómodo cayó sobre los tres hermanos, con los sonidos del videojuego siendo lo único que lo rompía hasta que Antos decidió retomar la conversación.

"La verdad es que no sé que quieren con ese comité, tampoco es que podamos hacer mucho de momento", dijo Antos, frustrado porque Avra acababa de sacar a su personaje del ring.

"La gente informada de lo sucedido en Calethea está asustada", explicó Armyos, "Ya se han elaborado nuevos planes de detección y prevención por si se repite una situación de garmoga generando un portal, pero no se ha informado de la causa real a nadie más de momento y eso está enervando a muchas autoridades planetarias locales."

"Así que el comité no es tanto para escuchar a Alma repetir los hechos otra vez como para decidir en firme si hacen público o no que los garmoga ahora podrían aparecer en cualquier parte sin previo aviso y mordernos en el culo", observó Antos.

"Pues no entiendo el revuelo. Los garmoga ahora pueden hacer portales ¿Y qué más da?", preguntó Avra.

"Erm... importa bastante, hermanita. Es un cambio de modus operandi bastante gordo."

Avra negó con la cabeza, "No, es un cambio de forma de viajar bastante gordo, pero el modus operandi de esos bichos sigue siendo zamparse todo. Así que en donde aparezcan vamos y nos los cargamos, como siempre."

"Sigue siendo preocupante por diversos aspectos", dijo Armyos, "Infestaciones simultáneas, por ejemplo. Cuando se han producido en el pasado, aunque no era garantía casi siempre podíamos contar con que las defensas planetarias o la flota retrasasen el desarrollo de la fase uno a la fase dos de una incursión."

"Pero si han aprendido a abrir portales... podrían abrir un montón al mismo tiempo en muchos mundos distintos. O un montón en el mismo mundo y terminar con todo antes siquiera de que nos llegase la alarma."

"Pero solo han abierto uno", observó Avra.

"Cierto. Puede que fuese un ensayo. Puede que existan cuestiones de recursos para la creación del portal que les impida un uso masificado", dijo Armyos.

"Eso nos lleva otra vez a si se trataba de tecnología o magia. Ninguno de los registros de las lecturas energéticas ha sido concluyente al respecto", explicó Antos, "Ninguna de las dos opciones es buena..."

"Si es tecnología...", comenzó Armyos.

"Si es tecnología y han aprendido a replicar la suficiente para crear un portal, entonces nada debería impedirles desarrollar no solo otros portales sino también tecnologías más mundanas ¿Te lo imaginas? Artillería garmoga, cañones de protones garmoga... Joder, puede que incluso naves. Si en vez de enjambres empiezan a cruzar el espacio en su propia flota la mayoría de defensas orbitales lo tienen chungo."

"Y si es magia...", continuó Armyos, "Bueno, la magia en su mayor parte proviene del Nexo. Al menos la de las grandes escuelas. Si los garmoga han desarrollado su propio Arcano serán más peligrosos que nunca."

"Y luego está la opción número tres", dijo Avra. Antos y Armyos se miraron antes de que el primero se dirigiese a la Rider más joven.

"¿Y cuál sería la opción número tres, Avra?"

"Pues ya lo dice el nombre. Tres. Un tercero. Han usado a alguien para hacerles el portal."

"¿Estás sugiriendo que los garmoga cuentan con un colaborador?", preguntó Armyos.

"Joder, no. Bueno, espero que no, porque la idea de alguien colaborando conscientemente con los garmoga me da escalofríos", dijo Avra, "Pero si asumimos que son lo suficientemente listos para montarse portales por su cuenta, tampoco es descabellado que lo sean para haber capturado a alguien que lo haga por ellos y forzarlo a obedecer."

"Ninguna de esas opciones me gusta. Las tres son una mierda, la verdad", dijo Antos.

"Igual que tú en este juego."

"Ay. Golpe bajo, enana."

Armyos por su parte se quedó pensativo. La idea de Avra no era carente de mérito. En cierto sentido puede que fuese la más plausible.

Los garmoga nunca habían evolucionado significativamente en el último siglo y medio. La tesis actual más aceptada era que los centuriones y quimeras habían estado siempre ahí desde el principio y que no habían empezado a manifestarse de forma notoria hasta que el número garmoga fue lo suficientemente grande.

La idea de que en seis años de relativa calma hubiesen podido evolucionar hasta desarrollar sus propios avances en tecnología o magia era, si no imposible, al menos improbable.

Pero los garmoga haciendo uso de la experiencia o poder de otros... Si. Lo veía viable. Los drones eran poco menos que insectos sin mente, pero los centuriones siempre habían dado muestras de astucia y capacidad racional. No era descabellado pensar que pudiesen establecer comunicación si lo deseasen, y conseguir coaccionar o forzar a una víctima para trabajar para ellos en contra de su voluntad.

Al menos espero que fuese en contra de su voluntad, se dijo.

Avra tenía razón, no era un pensamiento agradable.

La idea de alguien colaborando voluntariamente con los garmoga se le antojaba casi blasfema.

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