Desde la perspectiva de un observador externo podría parecer que los dos Dhar Komai, Solarys y Sarkha, volaban uno junto al otro a lo largo del hiperespacio al moverse a velocidades supralumínicas.
En realidad no era así. Dicha percepción sería lo más cercano que una mente racional limitada a las capacidades sensoriales tradicionales en la galaxia podría interpretar ante el manojo de átomos rompiendo todas las barreras de la física conocida para desplazarse de un extremo de la galaxia a otro con una diferencia de solo unas pocas horas. Aunque en la práctica poco importaba… Solarys no volaba realmente junto a Sarkha, pero el lazo psíquico que unía a las dos criaturas y por subsiguiente a sus Riders propiciaba que pudiesen transmitirse pensamientos de forma instantánea, como si de una conversación en persona se tratase.
Aunque en aquel preciso instante Alma estaba teniendo dificultades para hacerse oír.
“Athea”, llamó. La única respuesta fue el silencio.
“¡ATHEA!”, repitió, lanzando el equivalente psíquico a un grito o llamada de atención.
Tras unos instantes recibió respuesta cuando un quedo “¿Qué?” resonó en su mente.
“Athea, estás acelerando demasiado. Puedo sentir la tensión combinada de ti y de Sarkha.”
“…”
“Sé que quieres llegar cuanto antes a Occtei, pero vamos a necesitar a nuestros Dhars y si no reservas energías ahora Sarkha estará demasiado agotado cuando lleguemos.”
Alma pudo sentir algo parecido a resignación dominando el ánimo de su hermana a través del lazo que las unía, pero también la presión que Rider Black estaba ejerciendo sobre su Dhar Komai se relajó. La criatura casi exhaló de puro alivio.
“Lo siento”, dijo Athea con voz tensa, “Lo siento, Sarkha”, repitió con un tono más suave. Una oleada psíquica de afecto y reproche a partes iguales por parte de la draconiana bestia fue su respuesta.
“Sé que estás preocupada por Alicia”, dijo Alma, “Yo también lo estoy. Y por Iria, y el director Ziras, la gente de los Corps, todo el planeta…”
“No tienes que darme el discurso, Alma.”
“Solo… confía en ellas. Confía en que estarán a salvo.”
Athea sacudió la cabeza, “La flota conjunta está en Avarra. Occtei solo podrá contar con fuerzas auxiliares, las fuerzas de los Corps y las defensas planetarias estándar. La mayoría de las veces esas cosas apenas sirven contra una infestación garmoga. Sabes muy bien que el resultado será el mismo con Keket y sus esquirlas.”
“Alicia e Iria son capaces. Conocen los protocolos y los riesgos. Podrán apañárselas.”
“Mi hija tiene el mismo sentido patológico del heroísmo que tenía mamá y que heredamos nosotras”, dijo Athea, “¿De verdad te crees que se va a quedar quieta en un refugio o zona segura sin intentar ayudar a nadie?”
Alma suspiró, “Y si Iria ha recibido mis indicaciones seguro que la acompañará…”
“Espero que mantengan un mínimo de sentido común, pero entenderás que esté preocupada.”
******
“¡AAAAAAAAAAAAAAH!”
“¡DEJA DE GRITAR TANTO, ESTÁS ASUSTANDO A LA NIÑA!”
Esta es la imagen ante vuestros ojos.
Iria Vargas, enfundada en la bio-armadura Glaive, saltando de azotea en azotea sin poder reprimir gritos de pánico y vértigo al tiempo que sujeta en sus brazos a una exasperada Alicia Aster, quien a su vez sostiene en un abrazo a Syba, la pequeña niña gobbore de pelaje dorado a la que había rescatado hace unos minutos.
Y volando a cierta distancia tras ellas, observando la escena con algo similar al desconcierto, la unidad Janperson MX-A3.
Finalmente, las tres se posaron sobre la azotea de un edificio equipada con plataformas de despegue, pero no había el menor rastro de lanzaderas o naves monoplaza. El droide Janperson tocó tierra poco después de ellas.
Al instante, Alicia saltó de los brazos blindados de Iria y posó a la niña en el suelo, arrodillándose junto a ella para comprobar que estaba bien. Syba temblaba un poco y tenía aún los ojos cerrados, pero al notar de nuevo los pies sobre suelo firme y las manos de Alicia posándose sobre sus hombros, comenzó a relajarse y a mirar de nuevo a su alrededor.
“Ooof.”
La Aster y la cachorra rescatada se volvieron al oír el quejido. Iria estaba de rodillas, con una mano apoyada en el suelo para evitar car de bruces. Desde diversos puntos de la armadura, sobre todo en las articulaciones, escapaban volutas de vapor. La esfera rojiza situada en la frente del casco de la Glaive emitía destellos intermitentes.
El silbido del vapor se entremezclaba con los tenues sonidos de dolor contenido de Iria Vargas.
“¡Iria!”, exclamó Alicia, “¿Qué está pasando?”
“La armadura…”, dijo la doctora, “La Glaive solo puede ser usada por tiempo limitado, antes de que empiece a consumir la energía vital del usuario. Y creo que ya me he pasado unos pocos minutos…”
Los ojos verdiazules de Alicia se abrieron alarmados, “¡Quítate esa cosa ahora mismo!”
Iria sacudió la cabeza “¡No! Prometí a tus… Tengo que llevarte a tu casa, a sitio seguro… Oh dioses, esto se siente como si un hierro candente en las entrañas…”
Alicia agarró a la atliana blindada por los hombros y comenzó a sacudirla, “¡Ya estamos en el borde exterior del área urbana! ¡De aquí al bloque de apartamentos protegido en que vivo es línea recta, tu amiguito robot puede llevarnos volando a todas! ¡Quítate esa cosa ya!”
“Estoy de acuerdo con el análisis de la señorita Aster”, intervino MX-A3. Eso sí, la unidad Janperson no estaba muy segura de cómo tomarse el calificativo de “amiguito robot”.
Iria bajó la cabeza y emitió un suspiro que se convirtió en un grito entrecortado cuando finalmente la Glaive comenzó a desmantelarse alrededor de su cuerpo, plegándose de nuevo hasta quedar únicamente una pieza de metal orgánico humeante que cayó al suelo frente a la arrodillada doctora con un ruido sordo.
La ropa de Iria Vargas estaba cubierta de pequeños cortes y manchas de sangre localizadas, como si hubiese sido arponeada por agujas en puntos específicos de su torso, brazos y cuello. Su piel estaba perlada por el sudor y el tono verde normalmente de gran viveza de su complexión atliana lucía mucho más apagado, como si estuviese más pálida. Sus ojos estaban marcados por profundas ojeras, como si no hubiese dormido en días. Respiraba sin dificultad, pero entrecortadamente, como cuando alguien termina de realizar un esfuerzo físico de gran intensidad.
Alicia la observó con atención al tiempo que la ayudaba a levantarse.
“Jod…”, comenzó a decir, interrumpiéndose de golpe al echar una mirada de reojo a Syba. La pequeña gobbore observaba la escena detenidamente.
“Caray”, corrigió, “Casi diría que esa cosa estaba bebiendo tu sangre, doctora.”
Iria se las apañó para soltar una risita, “Supongo que el consumir la energía vital del usuario es algo un poco más literal de lo que pensábamos…”, dijo, “Aunque tiene sentido, esa cosa está basada en una matriz garmoga y son notorios por la consunción literal del…”
“Los análisis para luego.”
“Ah, lo siento… Con los nervios y el cansancio tiendo a los desvaríos”, dijo Iria, al tiempo que miraba a su alrededor. En la lejanía se podía ver un bloque de edificios aislado del resto, “¿Tu casa?”
Alicia asintió, “Y refugio improvisado de gente a la que he estado encontrando las últimas horas huyendo desde el centro de la ciudad”, dijo al tiempo que se volvía para mirar a sus espaldas. El cielo seguía marcado por el destello de fútiles explosiones contra la monstruosa pirámide que cubría el firmamento, “Parece que la gente de los Corps y las fuerzas auxiliares siguen dándole guerra a esa cosa.”
“El avance de esquirlas a través de las calles y su llegada a la periferia sugiere que sus posibilidades de contención son de menos de un…”
“No nos des cifras, MX, la situación ya es bastante deprimente de por sí”, dijo Iria.
“Al menos permítame insistir en continuar con nuestro movimiento”, replicó la unidad Janperson, “A pesar de nuestra cercanía al refugio designado, ésta área abierta no es segura. Las esquirlas parecen centrarse a nivel de superficie, pero los datos que tenemos de su movilidad sugieren que no tendrán problema en alcanzarnos aquí si se lo proponen.”
“eFecTivaMente”, dijo una voz disonante, cortando el aíre como un cuchillo.
Todos alzaron la vista y en el aire, flotando sobre ellos, una esquirla los observaba. Syba comenzó a gritar al tiempo que se agarraba a las piernas de Alicia. Había algo parecido a la diversión en el frio rostro de la criatura de cristal, una satisfacción enfermiza y repulsiva cargada de engreimiento, “ha SiDo interesante vEr cOmo os mOvíaiS, coMo iNSectoS saltarines, pero PrONto sEréis Parte del CANTO.”
En la distancia, unos aullidos chirriantes delataban la cada vez más cercana presencia de más esquirlas convergiendo hacia aquella posición.
MX-A3 no dudó. Abrió fuego con toda potencia contra la criatura. La esquirla acusó los impactos y su levitación se cortó en seco, haciéndola caer sobre la azotea. Pero el ser no tardó en incorporarse y comenzó a avanzar hacia la unidad Janperson a pesar de todos los impactos de munición pesada que estaba recibiendo. El ser no dejó de sonreír en ningún momento. Alicia sabía que la esquirla era lo suficientemente rápida para esquivar aquel asalto si lo desease, pero parecían tener un impulso de “jugar” con sus presas que bordeaba en el sadismo.
En el otro extremo de la azotea, otras figuras de cristal negro y grisáceo comenzado a aparecer, trepando.
“¡CORRAN!”, gritó la unidad Janperson.
Alicia tomó a Syba, pero cuando intentó agarrar por el brazo a Iria la doctora trastabilló y estuvo a punto de caer al suelo.
“No… no puedo correr…”, dijo, jadeando de agotamiento.
“¡Maldita sea, Iria!”
“Coge a la niña y marchaos… MX-A3 y yo…”, comenzó a decir Iria al tiempo que agarraba de nuevo la pieza bio-metálica que contenía la Glaive plegada, “Os ganaremos tiempo.”
Una explosión hizo temblar toda la superficie de la azotea. La unidad Janperson había descargado misiles de corto alcance contra las esquirlas, pero estas seguían avanzando hacia su posición. Pronto el androide tendría que recurrir al combate cuerpo a cuerpo.
Alicia sacudió la cabeza al observar la escena.
“No”, dijo, “Ni de coña te vas a volver a poner esa cosa.”
“Alicia…”
“No, vas a tomar a Syba”, dijo Alicia al tiempo que entregaba la pequeña gobbore a Iria, “Y MX-A3 os llevará a mi apartamento.”
“Alicia, qué…”
“Yo usaré la Glaive.”
“¡Alicia, no!”, exclamó Iria, “Ya has visto lo que me ha hecho, si no consigues salir de esta situación antes de superar el límite de tiempo… Los resultados serán los mismos en un ser humano…”
“Bueno, entonces es buena cosa que no soy una humana normal, ¿verdad?”
Una expresión de estupefacción seguida de frustración cruzó el rostro de la científica atliana como un relámpago emocional, “Oh… ¡OH! ¡Soy una idiota!”
“Si, los genios soléis serlo. Eres una idiota”, dijo Alicia al tiempo que tomaba la Glaive. Pudo sentir el resonar de la energía en la pieza de metal viviente, como si la estuviese llamando.
“Y yo soy una Aster.”
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