martes, 30 de marzo de 2021

006 IMPOSIBLES

 

Fue una explosión de luz y color rojo y blanco expandiéndose en el aire en ondas circulares, como una gota al caer sobre la superficie de un lago.

Armyos, Avra y Antos tuvieron que agacharse y agarrarse al suelo para evitar ser arrastrados por la onda expansiva. La descarga energética fue breve y cesó en segundos. Con la luz disipándose pudieron ver la silueta de dos figuras humanas cayendo al suelo.

Alma Aster tocó tierra con gracilidad y sin esfuerzo, sus pies plantándose con firmeza en la superficie y sin apenas hacer ruido. A unos pocos metros frente a ella, el cuerpo de Tiarras Pratcha cayó inerte, con un ruido duro y seco.

Los Riders se acercaron al cuerpo con cautela. Estando más cerca, Alma fue la primera en llegar y poder verlo con claridad.

La armadura de Pratcha parecía estar disolviéndose. Parte de ella se derretía en un líquido de fosforescencia blanquecina mientras que otras porciones parecían evaporarse en el aire en pequeñas partículas incandescentes. Un tenue sonido sibilante podía percibirse. El traje termal que Pratcha llevaba antes de su transformación lucía en diversos puntos fundido con la piel. El dispositivo en la cintura del doctor, la llave mórfica, era poco menos que un amasijo de metal retorcido, quemado y humeante.

El rostro del doctor era una masa retorcida de carne quemada. Su cabello y corta barba desaparecidos, la boca abierta dejando entrever unos dientes sorprendentemente intactos y una lengua ennegrecida y cubierta de pústulas. Alma frunció el ceño. A pesar de los filtros de su casco podía percibir el olor a carne quemada.

Avra, la siguiente en aproximarse al enemigo caído tras su hermana, le dio unos golpecitos al cuerpo en el hombro con la punta del pie.

"Joder, lo has dejado bien cocinado."

Alma centró su atención sobre ella, con severidad, "¡Avra!"

La única respuesta de la Rider Blue fue encogerse de hombros.

"Tenemos que volver a tener otra charla respecto al cruzar líneas y el respeto a los caídos", añadió Armyos.

"Pero la enana tiene razón", dijo Antos, ignorando la exclamación de indignación de Avra, "Es una suerte que sepamos quién es porque no has dejado mucho identificable para el registro, intrépida líder."

Alma sacudió la cabeza, cruzando los brazos, "Ha sido un desastre. Se suponía que debíamos llevarle con vida. Y ese dispositivo..."

Tiarras Pratcha tosió. Su boca emitió un estertor al tomar aire de golpe.

Avra emitió un sonido que luego negaría fervientemente que se tratase de un chillido de sorpresa. Antos dio un alarmado paso atrás, "¡Joder!"

"¿¡Sigue vivo!?", exclamó Armyos.

Alma hizo un gesto con la mano para hacerlos callar y se arrodilló junto a Pratcha. El casco de la Rider Red comenzó a brillar y con un resplandor rojo comenzó a disolverse en el aire en una nube de luz y partículas dejando a la vista un rostro joven de tez oscura, ojos verdes y liso y largo cabello negro.

"¿...doctor? ¿Doctor Pratcha?"

El ojo izquierdo de Pratcha, el único intacto, se abrió y clavó su mirada en la cara al descubierto de Rider Red.

"No...", croó, "No sabéis... cuanto han..."

Pratcha inhaló por última vez con un esfuerzo titánico.

"No sabéis... cuanto han mentido."

Un último quejido escapó de su garganta y Tiarras Pratcha murió por fin.

Nunca dejó de mirar a Alma.

 

******

 

Los cinco Riders se habían reunido en el laboratorio que Pratcha había usado en su estancia en la base pirata.

Todos habían dejado sus caras al descubierto. Compartían rasgos comunes en el color de su piel y la forma de sus rostros, pero las diferencias eran obvias. Avra tenía cabello ondulado y ojos azules con un brillo casi eléctrico. El corto cabello de Antos era de un rubio platino, casi blanco y rizado, y sus ojos de un ámbar llamativo. Armyos en cambio poseía ojos oscuros y un rostro más ancho y fornido de rasgos menos delicados que los demás. Athea tenía ojos verdes como Alma, pero más oscuros, y su rostro era de rasgos más afilados que los de su hermana mayor.

Al contrario que cuando llegaron, el lugar estaba ya casi desierto con solo unos pocos piratas rezagados intentando salvar sus pertenencias o unos pocos insensatos atrincherados en estancias específicas del lugar.

La batalla en órbita tocaba a su fin. Otras dos fragatas del Concilio habían aparecido como refuerzo a la INS Balthago. Junto con los Dhar Komai, terminaron de dar buena cuenta de la maltrecha flotilla pirata. En aquel preciso momento, unas pocas lanzaderas con tropas del Concilio descendían sobre el planeta para terminar de pacificar la antigua colonia minera.

"Me temo que no hay mucho que contar", dijo Athea Aster.

Mientras los demás se habían hecho cargo de Pratcha, Athea había terminado de asegurar el laboratorio del doctor. Había encontrado unos pocos archivos físicos en tablets digitales e incluso en papel, pero eran mayormente informes médicos. El premio gordo sin duda estaba en la vieja y enorme computadora central. Aún siendo antiguo, un equipo de aquellas características había tenido que ser caro y usado para experimentos o trabajo mucho más serio que cuidar la salud de unos cuantos piratas espaciales.

El problema es que era inservible. Athea levantó su mano, sosteniendo un pequeño dispositivo cuadrangular con un conector de terminal.

"Esto es una nanobomba", explicó, "El nombre es literal. Inyecta una pequeña colonia de nanomáquinas de corta vida que básicamente devoran el contenido digital y el soporte físico interno del disco duro."

"Pratcha no quería que nadie supiese que estaba haciendo aquí", dedujo Alma.

Athea asintió, "Hay conexión de red y, aunque los registros no funcionan, apostaría a que hizo una copia de los datos y la transmitió a otra central antes de erradicar esta."

"¿No hay ninguna posibilidad de saber los contenidos de esta terminal?", preguntó Armyos.

"Con medios convencionales no", dijo Athea, "Puedo extraer el disco duro. Ahora mismo es poco menos que una caja de zapatos pero con suerte quizá alguno de los tecnomagos pueda hacer algo."

"Va a ser complicado", dijo Avra, "Por lo que nos cuentas esos tipos van a tener que hacer básicamente nigromancia digital para obtener algo claro de toda esta chatarra."

"Y con nuestra suerte seguro que solo encuentran las carpetas de porno", bromeó Antos.

Alma respondió con una leve sonrisa, antes de suspirar, "Bien... tenemos un cuerpo de un sujeto que debíamos llevar vivo. Dicho sujeto poseía e hizo uso de un dispositivo experimental de algo riesgo y no hemos conseguido nada en claro respecto a lo que estaba haciendo aquí más allá de la acusación formal de robo de armas secretas."

"Supongo que la llave mórfica era el arma robada", dijo Armyos.

Alma asintió, pero seguía habiendo algo más retorcido en toda aquella situación. No quería admitirlo, pero las palabras finales de Pratcha la habían preocupado.

"Le daremos más vueltas en la central, supongo", dijo, "Por ahora, volvamos. Tenemos que informar al Mando de nuestro fracaso en retener a Pratcha. Asumiré la responsabilidad."

Avra bufó, "Si de verdad lo querían muerto, como decía él, bien podrían darte una jodida medalla."

 

******


Los cinco Riders salieron de la base pirata caminando por la puerta principal de acceso al hangar por la que habían llegado apenas una hora antes, sus rostros de nuevo cubiertos por sus cascos. Habían dejado el cuerpo de Pratcha en el mismo sitio en donde había caído, con una baliza para su posterior recogida por un destacamento auxiliar de los Corps.

Caminaron al exterior, cruzándose con los soldados del Concilio y las lanzaderas que descendían para terminar de asegurar la base pirata. Éstos miraban a los Riders. Algunos con temor, otros con reverencia, pero los cinco ignoraron toda la atención vertida sobre ellos.

En ese momento la mente de los Aster estaba centrada  única y exclusivamente en el lazo psíquico que unía a cada uno de ellos con sus Dhar Komai.

Las bestias atravesaron la atmósfera y descendían desde los cielos hacia sus jinetes. La galaxia había aprendido a llamarlos Dhars para abreviar, pero también usaban el vocablo humano "dragones". No había realmente mejor forma de describir a aquellos milagros de la bioingeniería, la cibernética y la magia.

Sarkha fue el primero en tomar tierra frente a su Rider, Athea. El Dhar Komai negro presentaba una configuración física similar a la de un murciélago, con sus alas siendo sus extremidades superiores en lugar de brazos. Su cuerpo, de unos doce metros de la cabeza a la cola, era esbelto y sinuoso, con un cuello largo rematando en una cabeza serpentina y cornuda y una cola con un afilado aguijón. Era el más pequeño pero también el más veloz.

Tras él llegó Volvaugr, el Dhar anaranjado de Armyos. De todos los Dhar Komai era el de aspecto más artificial. Escamas doradas fundidas con piezas de metal hundidas en su carne. La bestia cuadrúpeda, con una envergadura de unos 20 metros, destacaba por sus alas mecánicas retráctiles en su lomo que chisporroteaban con energía naranja mal contenida, proveniente del mismo Nexo que otorgada la armadura a su Rider.

Adavante, el Dhar púrpura de Antos, era otra bestia cuadrúpeda similar a Volvaugr, pero más grande con sus 32 metros de cabeza a cola, y con alas orgánicas extendiéndose desde sus hombros. Su cuerpo, robusto y de cuello corto, estaba cubierto en escamas que asemejaban cristales afilados y que emitían destellos purpúreos a la luz.

Tempestas, el Dhar Komai azul de Avra, era quizá el más inusual aparte de Volvaugr. Su alargado cuerpo serpentino de unos 28 metros contaba solo con dos extremidades, un par de brazos poco desarrollados, y estaba cubierto no con escamas sino con filamentos cristalinos que lo cubrían casi como si se tratase de pelaje. No poseía alas, volando gracias a la proyección de energía constante que envolvía su cuerpo en un aura  de un azul eléctrico.

Y finalmente, la última en tomar tierra, siempre a más distancia y con más cuidado que los demás dada su gran envergadura. Solarys.

Con unos 52 metros de la cabeza a la cola, Solarys, la Dhar Komai de Alma Aster era considerablemente más grande que los demás y la única hembra. La Dhar roja presentaba una configuración física casi antropomórfica. Aunque solía desplazarse sobre sus cuatro extremidades en tierra, Solarys era capaz de caminar encorvada de forma bípeda. Sus extremidades superiores estaban más desarrolladas hasta el punto de parecer brazos humanos, contando incluso con pulgares oponibles en sus manos. Su piel escamosa habría sido lisa si no fuese por las vetas y grietas que parecían cubrirla, emitiendo una luz rojiza incandescente de forma constante. Las alas que crecían a su espalda eran de una envergadura colosal.

Mientras los demás accedían a las sillas-módulo en los lomos de sus Dhars, ya fuese mediante un salto o con una teleportación de corta distancia, Alma se acercó a Solarys, acariciando suavemente el gigantesco hocico de la criatura.

"Volvemos a casa, peque", dijo, "Hemos terminado aquí, por ahora."

Una vibración profunda fue la única respuesta surgida de la garganta de Solarys, como dando la razón a su Jinete. Alma se concentró y en un breve destello rojo pasó de estar frente a la Dhar a estar sobre ella, sentada en su silla-módulo.

Las sillas-módulo eran cápsulas de pilotaje ovaladas injertadas en la carne del Dhar Komai, en el centro de su espalda normalmente entre las alas. Al estar cerradas, vistas desde arriba, parecían enormes gemas o joyas engarzadas en el cuerpo de los Dhars. Permitían al Rider el pilotaje y dirección de la criatura reforzando su lazo con un contacto físico a través de un cordón neural que se acoplaba a la espalda del Rider. Dicho pilotaje era bien en abierto, sentado y expuesto, o bien en cerrado, con el Rider tumbado en el interior de la capsula.

Ésta última era la configuración habitual para viajes en velocidad luz o determinadas operaciones de batalla, y la que los Riders se disponían a usar para abandonar el sistema de Krosus.

Los Dhar Komai ascendieron con sus jinetes, desafiando la gravedad con una velocidad que habría sido impensable para otras criaturas de su mismo tamaño, e incluso para muchas naves. 

Pero al igual que sus jinetes, los Dhar Komai eran criaturas del Nexo de Poder.

Eran lo imposible hecho realidad.

viernes, 26 de marzo de 2021

005 CONFLAGRACIÓN

 

Dolió.

En un parpadeo Tiarras Pratcha se situó justo delante de Alma y golpeó. Rider Red tuvo tiempo para cubrirse y bloquear el golpe con su brazo. La fuerza del impacto fue tal que el aire en torno a los dos se expandió de forma explosiva y Alma se vio lanzada varios metros hacia atrás.

No era la primera vez que Alma Aster recibía un golpe fuerte, ya fuese mediante la experiencia de los entrenamientos con sus hermanas y hermanos o los enfrentamientos con algunos de los garmoga más fuertes. Pero la fuerza tras el puño de Tiarras Pratcha en aquel instante había sido mayor que nada que hubiese experimentado antes.

Era preocupante.

Dando una voltereta en el momento en que tocó el suelo e incorporándose en décimas de segundo, Alma alzó la vista para ver a Pratcha en el aire tras tomar un salto, dispuesto a caer contra ella. Alma se hizo a un lado y Pratcha entró en contacto con el suelo rocoso de Krosus-4 con la fuerza de un misil. Polvo y rocas se alzaron en el aire oscureciendo su visión.

Pratcha había comenzado a girarse cuando Alma pasó al contraataque. Rider Red golpeó al transformado Pratcha, primero con un codazo en la cabeza para luego girar sobre sí misma y asestar un fortísimo gancho de izquierda que propulsó a Pratcha por el aire hasta golpear la ladera de la montaña donde se  alojaba el complejo minero.

Apenas un instante tras ello Alma saltó, ascendiendo hasta el punto de impacto donde se encontraba Pratcha, incrustando en la pared de piedra. Con un destello carmesí, Alma materializó de nuevo su espada en pleno ascenso y procedió al ataque. Su arma no llegó a impactar al doctor de forma directa. Tiarras Pratcha levantó sus brazos y, profiriendo un grito de esfuerzo, materializó dos escudos de luz blanca cubriendo sus antebrazos como si de una coraza extra se tratase.

El impacto de la espada contra los escudos produjo una descarga de luz y una explosión de energía que agrietó la superficie de la montaña. Alma y Pratcha cayeron esquivando los escombros, usando los pedazos de roca como puntos de apoyo para impulsarse hasta estar de nuevo en el suelo.

Los dos se encontraban de nuevo frente a frente. Pratcha con sus brazos extendidos, los escudos de luz parpadeando de forma irregular. Alma en posición de guardia, con su espada en alto. Un momento de respiro.

Desde que había comenzado el combate, Alma no había perdido detalle. Pese a las semejanzas, estaba claro que la armadura de Tiarras Pratcha era algo distinto a las armaduras de los Riders.

Las armaduras Rider eran el resultado de un complicado proceso de enlace psíquico de un sujeto físico y su alma con la energía metafísica del Nexo de Poder. El Nexo era la red de energía generada por todas las formas vivientes de la galaxia. Tomar acceso a ella dotaba a los Riders de sus habilidades, su longevidad, su conexión con los Dhar Komai y les permitía generar sus armas y armaduras. Éstas eran una invocación de energía metafísica convertida en materia por la propia voluntad del sujeto. 

A efectos prácticos, la armadura de un Rider era un fragmento de su alma. La materialización solía tomar la forma de luz solidificada en una sustancia cristalina casi indestructible que envolvía el cuerpo con un aspecto casi orgánico. Los cascos de apariencia más metálica que cubrían sus rostros eran quizá la parte más diferenciada.

La armadura gris y blanca de Pratcha era algo similar pero solo hasta cierto punto. La energía que la había conformado parecía obedecer a los mismos principios básicos de una armadura Rider (luz sólida, cristalización), pero Alma sentía algo impersonal, incompleto, en ella. 

La armadura también lucía distinta, más artificial. Si la armadura roja de Alma, y por extensión las de los demás Riders, parecía una segunda piel abrazando la forma humana bajo ella y enfatizando las líneas corporales del sujeto, la de Pratcha presentaba un aspecto tosco, con placas robustas y piezas diferenciadas que la asemejaban más a las armaduras de combate tradicionales que uno esperaría encontrar en las tropas del Concilio.

Alma también se fijó en que era inestable. Al igual que los escudos que había generado, la armadura de Pratcha parecía parpadear en ocasiones y en distintos puntos, dejando a la vista las partes del cuerpo que había debajo por unos instantes, o transparentándose como si la luz que la conformase estuviese a punto de disiparse en cualquier momento.

Era momento de intentar obtener respuestas.

"¿Qué es esa armadura, doctor?"

Pratcha sacudió la cabeza. Alma podía ver por el movimiento de su torso y sus hombros que el doctor debía estar jadeando. Los escudos que había generado se disolvieron y, con un gesto de su mano, señaló el dispositivo de su cintura que había propiciado su transformación. Cuando habló, su voz sonó como un gruñido entrecortado con una tonalidad metálica de fondo. 

Parecía que le costaba vocalizar.

"Esto... es una llave mórfica", dijo Pratcha.

Alma sintió un escalofrío al oír el nombre. Había leído sobre aquellas cosas. Pratcha continuó su explicación.

"Nunca... nunca pasaron de la fase experimental... fueron un intento de crear una réplica en masa de vosotros, establecer un lazo temporal con el N... con el Nexo..."

"La única razón por la que mi familia y yo sobrevivimos a nuestro lazo con el Nexo fue por todas las alteraciones genéticas y biomecánicas a las que nos sometieron para que nuestros cuerpos pudiesen canalizar esa energía", replicó Alma, "Un lazo con el Nexo con un cuerpo no condicionado, aunque sea de forma temporal..."

"Ningún sujeto de pruebas... ninguno sobrevivió", dijo Pratcha. Por un instante su casco parpadeo y se transparentó permitiendo a Alma ver de nuevo el rostro del Doctor. Bajo la armadura Pratcha parecía haber envejecido una década de golpe, la piel se le había amoratado, y venas hinchadas de forma grotesca surcaban su cuello y rostro.

"El flujo de poder es... inestable", continuó, "Toma tanto como da. Todos los sujetos, sin importar la especie, terminaron..."

"Doctor, eso lo está matando", musitó Alma con consternación, "La energía... sin un lazo permanente no puede controlar el flujo."

Teóricamente, eso podría hacer a Pratcha más poderoso que ella y cualquiera de los demás, al menos por un tiempo.

También terminaría con el cuerpo del doctor estallando en una singularidad en miniatura, en el peor de los casos. El mejor de los casos sería matarlo de la forma más rápida posible.

Pratcha rió suavemente, "Como ya dije, Rider Red, si he de morir será en mis propios términos."

Y una vez más, Pratcha saltó contra ella. Gritando, los escudos de luz tomaron forma de nuevo en sus brazos dispuestos a golpearla. Pero no llegó a alcanzar a Alma.

Desde las alturas Armyos Aster, Rider Orange, saltó entre los dos. Su martillo golpeó el suelo frente a él creando una onda expansiva de polvo, roca y luz naranja que alcanzó a Tiarras Pratcha de lleno arrojándolo de nuevo contra la montaña. Pero nunca llegó a chocar contra la pared montañosa.

Fue interceptado en el aire por Antos Aster, Rider Purple, que golpeó al doctor en el costado con el asta de su lanza, desviándolo hacia el lado. Al final de su trayectoria le esperaba Avra Aster, Rider Blue, con su enorme espadón azul en mano. Avra golpeó de llenó a Tiarras Pratcha profiriendo una hendidura en el torso. El impacto de la espada y la armadura provocó un destello de luz. Partes de la armadura de Pratcha se fragmentaron, disolviéndose en luz ígnea de aspecto casi líquido.

Tiarras Pratcha cayó al suelo de bruces tras el impacto. Comenzó a levantarse, cubriendo el pecho con su mano derecha. Un tajo atravesaba su torso, dejando caer sangre y emitiendo una luz blanquecina de aspecto enfermizo.

Avra se plantó frente a él, de nuevo con su espada en alto, "Acabas de recibir un beso de mi Durande", dijo en tono burlón, "Créeme, no quieres repetir."

Pratcha no respondió. El doctor terminó de levantarse y haciendo caso omiso del dolor se abalanzó sobre Avra. Su cuerpo comenzó a brillar al tiempo que propinaba un puñetazo con todas sus fuerzas. Avra esquivó el puño dirigido de forma directa a su cabeza, pero una vez más la fuerza del golpe fue tal que el aire en torno a ambos se expandió con un sonido como el del trueno, arrojando a una sorprendida Avra a varios metros.

"¡La hostia!", gritó.

Pratcha intentó atacar de nuevo, pero una lanza atravesó el aire con un sonido afilado para terminar clavándose en su vientre. El doctor intentó agarrar el arma, pero ésta se deshizo en una nube de luz púrpura para materializarse de forma inmediata una vez más en las manos de Antos, quién volvió a arrojar el arma contra Pratcha, repitiendo el proceso una vez, y otra, y otra...

Antes de permitir que Rider Purple siguiese convirtiéndolo en un alfiletero humano, Pratcha concentró su energía y con otro grito de esfuerzo y dolor una esfera de luz tomó forma alrededor de su cuerpo, desviando a la lanza de su trayectoria.

Armyos Aster se situó junto a él en ese momento y golpeó con su martillo, con una fuerza y velocidad que habría sido suficiente para partir la montaña en dos. Si el puñetazo de Pratcha había sonado como un trueno, el golpe de Armyos había sido una tormenta furiosa. No resquebrajó el escudo de Pratcha pero el impacto bastó para una vez más elevar en el aire al desorientado doctor aún envuelto por la esfera de luz.

Y en lo alto, Rider Red.

De forma casi simultánea a que Armyos golpease a Pratcha, Alma saltó situándose en una posición que le permitiría interceptar al doctor. En su mano, su espada roja comenzó a brillar con más intensidad y a crecer, doblando su tamaño. La energía chisporroteaba intentando escapar de la hoja que apenas la contenía.

En su ascenso, Tiarras Pratcha vio a Alma Aster descendiendo sobre él, con su espada en alto. La Rider Red golpeó y la hoja de su arma emitió un sonido casi musical que reverberó hasta llegar al centro de todos y cada uno de los átomos de su mismo ser. Un sonido únicamente ensordecido por el grito de Alma al descargar todo el poder de su espada.

CALIBOR!"  

Una luz roja intensa cubrió la vista de Pratcha. Un sonido como de cristal quebrándose inundó sus oídos entremezclado con un grito como el de un animal desesperado, moribundo y furioso. Tardó unos segundos en darse cuenta de que era él quien gritaba.

Tras ello, Tiarras Pratcha no vio ni oyó nada más.


martes, 23 de marzo de 2021

004 LUMINISCENCIA

 

Ko Nactus no era tonto.

Ko Nactus también se vanagloriaba de tener un buen sentido de autoconservación.

Por eso, cuando Armyos Aster, Rider Orange, le dio la espalda para comenzar a charlar por radio o lo que quiera que usasen esas armaduras suyas como método de comunicación, ni se planteó por un momento intentar ninguna jugarreta. Ni una puñalada por la espalda ni volver a apuntarle con su arma. Nada.

Si, la tentación estaba ahí. Matar a un Rider, ser un asesino de leyendas... la reputación de un individuo así crecería a niveles sin precedente en la historia galáctica reciente.

Pero eso era otro motivo para no hacerlo. Alguien con semejante logro a cuestas caminaría toda su vida con una diana a la espalda, y a Ko Nactus le gustaba tener una vida lo más discreta posible. Ser un capitán pirata relativamente notorio ya le resultaba incómodo. Había pensado muchas veces en retirarse, o quizá en conseguir una identidad falsa, a ser posible tras fingir una muerte apoteósica que sí diese para hablar pero sin causarle dolores de cabeza.

Así que lo único que hizo el phalkata fue terminar de incorporarse del suelo y comenzar a alejarse lentamente por el corredor sin apartar la vista de Rider Orange. Armyos hizo un leve gesto con la cabeza, como reconociendo la presencia de Nactus y aludiendo a su acuerdo que era libre de largarse si no provocaba un enfrentamiento.

Nactus asintió en respuesta y echó a correr sin mirar atrás.

Vive y deja vivir, pensó Armyos, No creo que el buen capitán vaya a tener tan buena fortuna con la fragata o nuestros Dhars ahí arriba si intenta dejar el planeta. O quizá sí, quién sabe.

Materializando de nuevo su martillo por lo que pudiese pasar, Armyos se encaminó a buscar un acceso al subnivel 5 para seguir el rastro de Pratcha. Ya había avisado a Antos y Athea, que estaban solo unos niveles por encima. Avra dijo ir de camino, pero no aclaró donde estaba y los ruidos y gritos de fondo en su transmisión le indicaron a Armyos que más pronto que tarde iba a ser hora de tener otra charla seria con su hermanita en lo referente a daños colaterales. Su último contacto fue con Alma para informarla de la posición del laboratorio y de la posibilidad de que tuviesen que rastrear a Pratcha en la superficie.

La respuesta de su hermana mayor, resonando de forma simultánea en la línea de comunicación de los cinco, habría sido más sorpresiva si no la conociese tan bien: "Tengo cubierto ese problema. Que uno busque el laboratorio y asegure la posición. Los demás reuníos conmigo."

Armyos sonrió bajo su casco y aceleró el paso.

 

******

 

Los conductos de mantenimiento habían enlazado con uno de los viejos túneles mineros. Tiarras Pratcha y sus dos jóvenes ayudantes habían tenido que atravesar una sección parcialmente inundada antes de encontrar el acceso que buscaban, una angosta grieta en la pared rocosa que conectaba con un pequeño habitáculo o celda pobremente iluminado por fosforescencias naturales desde la cual se extendía un estrecho pasillo  hacia arriba con una escalerilla de metal oxidado muy insegura.

Al final del ascenso los esperaba una puerta metálica circular que a Pratcha le recordó a una vieja cámara acorazada. Axas y él procedieron a abrirla tirando entre los dos de la rudimentaria y casi inamovible palanca que ponía en marcha el antiguo mecanismo de apertura.

Con un chirrido desagradable que hizo pensar a Pratcha en el lamento moribundo de algún animal, el portón circular comenzó a abrirse hacía el exterior. La luz clara de la superficie de Krosus-4 entró a raudales cegándolos momentáneamente.

Tiarras Pratcha fue el primero en salir y comenzó a empujar la puerta para cerrarla en cuanto los otros dos cruzaron el umbral justo tras él. Axas procedió a ayudarle dado que el viejo metal parecía resistirse. Se encontraban al amparo de una pequeña apertura en la roca de la montaña, una minúscula cueva poco profunda. A unos veinte metros en el exterior abierto se encontraba esperando la pequeña nave, apenas una lanzadera, que los permitiría huir del lugar.

Mientras Pratcha y Axas cerraban el portón, Dovat salió de la pequeña cueva mientras extraía cargas explosivas de su zurrón. Su intención era provocar un derrumbamiento que bloquease del todo el acceso para entorpecer a quien pudiese seguirlos.

Finalmente, con un último chirrido y un estertor de metal la puerta se cerró. Pratcha respiró hondo para recuperar el aliento. A su lado Axas jadeaba por el esfuerzo y reposaba su frente sudada sobre el metal. Pratcha le dio una suave palmada en el hombro y con un gesto de cabeza lo animó a ponerse en marcha. Axas asintió con una sonrisa y a pesar del cansancio comenzó a seguir al doctor.

En la apertura, Dovat esperaba. Paralizada. Pratcha supo inmediatamente que algo iba mal.

La joven atliana se encontraba justo al borde de la apertura en la roca, con la mano aún hundida en su zurrón y la mirada fija al frente con los ojos muy abiertos en una expresión de terror. No estaba totalmente inmóvil. Temblaba ligeramente.

Siguiendo la mirada de la muchacha Pratcha pudo ver inmediatamente la causa de su miedo y maldijo entre dientes. A su espalda pudo oír a Axas musitando un quedo "Oh, cielos, oh no..."

A veinte metros delante de ellos se encontraba la lanzadera que los permitiría huir de allí.

Frente a la lanzadera, esperando con una cristalina espada roja y brillante en mano, capa ondeando al viento, estaba Alma Aster.

Rider Red.

 

******

 

Cuando se separó del resto de su equipo en el hangar para iniciar el rastreo de la base, Alma tuvo una corazonada. Y parecía que su intuición la había servido bien.

La joven atliana fue la primera en asomar desde la apertura de la roca en la que se encontraba el portón, parando de golpe al percatarse de su presencia como una presa al darse de bruces con un depredador al acecho. Tras ella surgieron otro atliano cuyos rasgos denotaban parentesco con la chica a pesar de la diferencia cromática, y un humano de edad avanzada pero en buena forma, alto y corpulento vestido únicamente con un traje termal blanco de una pieza pero sin casco ni guantes.

Tiarras Pratcha frunció el ceño al verla. El doctor se adelantó posando una mano sobre el hombro de Dovat y empujándola suavemente hacia atrás junto a su hermano. La joven pareció relajarse al contacto. Pratcha dio un paso al frente, escudando a los dos atlianos y se plantó firme sin apartar la vista por un momento de Alma.

"Rider Red", dijo, casi a modo de saludo.

"Doctor Tiarras Pratcha", respondió Alma con una leve inclinación de cabeza, "Miembro de la unidad de desarrollo armamentística de los Corps, bioingeniero, biomecánico y acusado de robo y traición. Es un delito muy serio, doctor."

Pratcha volvió su mirada hacia el horizonte. En el cielo podía verse aún el resplandor de la batalla que todavía continuaba en órbita.

"¿Cómo ha...?"

"No es la primera vez que limpiamos una base enemiga, doctor. Siempre hay agujeros extra para salir, y de los tres que localicé este desde luego parecía el más viable", explicó Alma al tiempo que señalaba a la lanzadera.

"¿Es así como termina entonces?", preguntó Pratcha, "No esperaba que mi final fuese a llegar a manos de una leyenda."

Alma negó con la cabeza, "No tiene porque morir nadie, doctor. Nuestras órdenes son llevarle de vuelta, vivo."

Pratcha rió, una risa seca y sin humor, "Oh, por supuesto, pero eso no es verdad. Tengo muy claro lo que piensan hacerme. Tus órdenes... eso es de cara a la galería y para que las armas vivientes no hagáis preguntas incómodas, niña."

"Soy más vieja que usted."

"Pero no más sabia."

Alma sacudió la cabeza. Aquella dialéctica no llevaba a ninguna parte, "Doctor Pratcha, lo mejor será que..."

Un grito de rabia y desesperación la interrumpió. Axas pasó corriendo al lado de Pratcha antes de que el doctor pudiese intentar frenarlo.

"¡Axas, NO!"

Pero el joven atliano hizo oídos sordos a la advertencia de su mentor y se lanzó directamente contra Alma al tiempo que extendía una corta hoja de silvacero retráctil que hasta ese momento había llevado colgada de la cintura. Axas se plantó frente a la Rider asestando un tajo horizontal que habría golpeado de lleno en el cuello de Alma si esta no se hubiese movido.

No es que una hoja de silvacero que ni siquiera tenía una carga plasmática o era una termoespada pudiese hacerle mucho daño de haber atinado el impacto, claro está. Pero desde muy jóvenes el entrenamiento había introducido en los Riders, mejor en unos que en otros, finos instintos para esquivar cualquier ataque que viesen venir sin importar lo débil o inútil que aparentase. Nunca era sabio subestimar a un oponente y no se podía asumir que no contase con un as en la manga.

Así que pese a la más que probable ausencia de riesgo, Alma retrocedió unos pocos centímetros con un movimiento casi imperceptible. La hoja de Axas pasó por debajo de su barbilla casi rozando su cuello. Lo que ocurrió a continuación sucedió en pocos segundos.

Alma abrió su mano dejando caer su espada, que se deshizo en una nube de luz roja. A continuación agarró el brazo extendido de Axas y tiró de él haciendo girar violentamente al atliano hasta que éste quedó desorientado frente a ella, momento en que Alma lo golpeó en el pecho con la palma de su mano izquierda.

El ruido sordo y quedo del golpe no delató la fuerza del impacto, que arrojó a Axas a unos pocos metros de distancia frente a la Rider. El joven se quedó en el suelo, aún vivo, pero retorciéndose de dolor.

"¡Axas!"

Dovat gritó el nombre de su hermano y corrió junto a él, la parálisis del miedo disipada por un instinto de protección y auxilio que Alma supo reconocer y respetar. La muchacha se arrodilló junto Axas, intentando calmarlo. Alzó la mirada y clavó unos ojos llenos de odio sobre la Rider Red... antes de fijarse en la hoja de su hermano en el suelo y hacer ademán de tomarla en sus manos.

Alma respondió materializando de nuevo su espada con un destello de luz rojiza. Dovat se detuvo, no tanto por la amenaza implícita como por la voz alta y firme de Pratcha.

"Dovat, no. Os matará."

"Ya he dicho que no tiene que morir nadie", reafirmó Alma.

Pratcha cerró los ojos y tomo aire, "Dovat."

La joven atliana volvió sus ojos ámbar hacia él. La forma en que había pronunciado su nombre tenía un tono de resolución y resignación que la alarmó.

"¿Doctor...?"

"Dovat, toma a tu hermano y subid a la lanzadera. Marchaos."

Pratcha tuvo que levantar una mano para interrumpir la cacofonía de negaciones y quejas de los dos hermanos. Sus ayudantes no tenían intención alguna de dejarle a su suerte, pero Pratcha insistió.

"Axas necesita asistencia médica, Dovat. Ese golpe ha tenido que partir unas cuantas costillas. Y si os quedáis, si intentáis intervenir, no puedo garantizar vuestra protección", Pratcha se volvió hacia Alma, "¿Solo me buscan a mí, cierto? Ellos no tienen nada que ver con esto, pueden irse."

Alma asintió, "Solo usted Doctor Pratcha, ellos son libres de marcharse. Puedo incluso enviar una señal a mi Dhar para que los escolte más allá de la zona de batalla."

Pratcha asintió. Miró una última vez a los dos hermanos, dando una orden silenciosa. Dovat tenía una expresión de rabia frustrada en el rostro mientras sostenía entre sus brazos a un lloroso Axas. Finalmente la joven cedió, bajó la cabeza y tomó a su hermano subiendo ambos a la lanzadera. En menos de un minuto y tras la recogida de la rampa de acceso, la pequeña nave comenzó a elevarse con un ligero zumbido.

Alma los observó alejarse primero hacia el horizonte antes de comenzar a ascender en vertical, al tiempo que mandaba una señal psiónica a su Dhar informándole de la pronta presencia de la nave en la órbita del planeta y de que debía escudarla de la batalla.

"Ha cultivado una lealtad fuerte en esos dos, doctor."

Pratcha bufó, "No he cultivado nada. Son buenos chicos, valientes... insistieron en venir conmigo hasta el final a pesar del riesgo."

"Me alegra que haya sido razonable. Los demás Riders ya deben estar a punto de llegar aquí, así que..."

"No pienso ir a ninguna parte."

Alma se le quedó mirando. Bajo su casco su rostro  sostenía una expresión de incredulidad. La Rider sacudió la cabeza, "Doctor Pratcha, por favor...", Alma suspiró, "A riesgo de sonar horriblemente condescendiente, si lo que busca es un enfrentamiento debe ser consciente de que no tiene ninguna posibilidad real, ¿Lo comprende, verdad?"

Pratcha sonrió, pero sus ojos ardían con un fuego que no estaba antes, "Voy a morir de todas formas, Rider Red. Que sea al menos en mis términos" declaró el científico al tiempo que levantaba su mano derecha.

Alma pudo ver que sostenía un objeto pequeño, no parecía un arma o explosivo. Se asemejaba más a una fina tarjeta de datos o a una llave electrónica. Algo no iba bien.

Con un gesto rápido Pratcha movió el objeto hacia su cintura. Alma no se había fijado demasiado en el dispositivo que el doctor tenía adherido a su traje termal en el lugar donde habría estado la hebilla de un cinturón, asumiendo por su aspecto que podía ser algún comunicador o similar. Pero las acciones de Pratcha en aquel instante señalaban que era algo más. Al mismo tiempo, todos los instintos de Alma se habían puesto a gritar y la Rider pudo sentir como se erizaban todos los pelos de su cuerpo.

Alma saltó hacia adelante, con su brazo izquierdo extendido, buscando agarrar la muñeca de Pratcha para detenerle. Recorrió los metros que los separaban en un parpadeo con un movimiento inhumanamente rápido, pero Pratcha necesitó menos que eso y la llave entró en la ranura del dispositivo con un limpio clic.

Antes de que los dedos de Alma rozasen al doctor, una explosión de luz blanca y brillante la lanzó por los aires con gran fuerza. Alma giró en el aire para caer sobre sus pies. La presión de la energía emitida la seguía intentando arrastrar hacia atrás, forzándola a clavar su espada en el suelo a modo de ancla para mantener su posición.

Donde había estado Pratcha había ahora una fuente de luz esférica y de gran luminosidad, casi como un sol en miniatura girando sobre si mismo. La energía emitida comenzó a disminuir y Alma pudo incorporarse. La intensidad de la luz se redujo y la esfera luminosa comenzó a deshacerse en nubes fosforescentes blancas y grises.

A falta de una mejor descripción, la luz comenzó a solidificarse, cristalizarse, envolviendo a la figura humana en el centro de todo.

Finalmente cesó, y Alma pudo ver de nuevo a Tiarras Pratcha.

El doctor estaba de pie, con las piernas firmemente plantadas en el humeante suelo quemado y cristalizado a su alrededor, los puños cerrados y la cabeza gacha.

Su cuerpo envuelto en una armadura blanca y gris, quizá algo más tosca pero no muy distinta de la de un Rider.

Tiarras Pratcha levantó su cabeza y clavó una mirada cubierta por un visor negro sobre la figura de Alma Aster.

Bien, pensó Alma, esto va a doler.

 

sábado, 20 de marzo de 2021

003 TIARRAS PRATCHA

 

Sabía que mandarían a alguien a por él pero nunca se le ocurrió que serían ellos.

Tiarras Pratcha trabajaba apresurado aprovechando el poco tiempo que le quedaba. Alto y en buena forma pese a su edad, el viejo humano vestía únicamente un ajustado traje termal de protección para el trabajo en entornos peligrosos. El científico terminó de introducir el código que activaría el dispositivo que  pronto convertiría la computadora de su laboratorio improvisado en una caja muerta inservible, llevándose por delante el trabajo que había conseguido realizar allí los últimos meses bajo el auspicio de Ko Nactus y sus piratas. Excepto, por supuesto, la información más vital que ya había transmitido y dejado escondida en un rincón oculto de la red donde solo él o unos pocos más podrían encontrarla.

Ir a Krosus-4 había sido una buena idea, pero solo de forma temporal. Conseguir el patronazgo de Ko Nactus había resultado más sencillo de lo que había esperado tras su encuentro en Nosia. El phalkata era codicioso y tenía un ego fácil de alimentar con sueños de gloria. Proporcionarle la localización de un lugar recóndito para su proyecto criminal le había granjeado las simpatías de él y los otros dos capitanes piratas con los que Nactus había fundado su flotilla.

Comprometerse a contribuir en el desarrollo de armamento y vehículos, además de establecer una estación médica para los piratas, también había ayudado considerablemente a elevar el estatus de Pratcha entre aquella carroña semi-inteligente. A cambio: anonimato, protección y un lugar apartado donde poder seguir trabajando lejos del Concilio y, sobre todo, lejos de los Corps. Que le encontrasen no era un "¿y si?" sino un "¿cuándo?", y cuanto más consiguiese postergar el momento y más tiempo ganase para obtener las pruebas que necesitaba, mejor.

Pero el tiempo se acababa.

Y han mandado a los cinco, pensó, Deben estar desesperados, he debido acercarme más a la verdad de...

"¿Doctor?"

Con sus pensamientos interrumpidos, Pratcha se volvió. A la puerta de la estancia se hallaba Axas, su ayudante. El joven atliano, no muy distinto de un humano de su misma edad salvo por la piel verde y los ojos de un rojo brillante, lucía alarmado y casi sin aliento como si justo hubiese terminado de correr una carrera. A unos pocos pasos detrás de él, en la penumbra del pasillo mal iluminado, estaba su hermana Dovat, de piel azulada y ojos de un brillante ámbar.

"Axas...", comenzó Pratcha, pero un pitido le hizo volverse de nuevo a la computadora. Los monitores parpadeaban escupiendo líneas de código rojas. Chispas y humo comenzaron a brotar del viejo equipo. "Está hecho", suspiró, "Tenemos que marcharnos."

"Hemos preparado un pequeño esquife cerca de la salida secundaria", dijo Dovat, "Podemos llegar rápido si usamos los viejos túneles de mantenimiento."

Pratcha asintió. Alejándose de la computadora se acercó a la mesa más cercana donde un peculiar objeto descansaba suspendido en el aire, situado sobre un micro-neutralizador de gravedad. Se trataba de una esfera plateada de superficie liquida y cambiante. Pratcha la tomó con su mano enguantada y la esfera cambió de forma. Axas y Dovat observaron el proceso con una atención casi reverente. El objeto adoptó un aspecto que les recordó a uno de los viejos comunicadores a distancia que se usaban en generaciones pasadas, metálico y de forma rectangular, con lo que parecía ser un indicador luminoso circular en el centro. Pratcha lo situó en su cintura, donde habría estado la hebilla de un cinturón si su traje de una pieza hiciese uso de uno. La esfera transformada se adhirió de forma casi magnética y Pratcha pudo sentir una ligera corriente de energía emanando del dispositivo y recorriendo su cuerpo.

"Axas, dame la llave."

Axas se llevó  la mano al bolsillo izquierdo de su chaleco, sacando un pequeño cilindro metálico del tamaño de un cigarrillo. Se lo entregó a Pratcha, quién lo tomó con delicadeza levantando la pequeña pieza hasta sus ojos para mirarla más de cerca. En sus manos el pequeño cilindro se aplanó de forma instantánea, adoptando una forma similar a la de una tarjeta de información. Su tamaño era una correspondencia exacta con una ranura en el dispositivo que ahora reposaba en su cintura.

Recemos para que no tenga que usarla, pensó.

No pocos minutos después tendría que hacerlo.

 

******

 

Si el enemigo huye, dejadles marchar. Si inician hostilidades defendeos. La fuerza letal está autorizada en ese caso.

Esas habían sido las órdenes de Alma, y Avra iba a obedecerlas al pie de la letra. Avra siempre obedecía a Alma, Alma era su hermana mayor y la más fuerte de los cinco, y siempre tenía razón y por encima de todo Avra la quería más que a nada en el universo. Por eso, cuando los demás y ella se separaron en el hangar para tomar distintos túneles de acceso e iniciar la exploración del viejo complejo minero/industrial reconvertido en base pirata para localizar a un fugitivo, Avra no movió un dedo contra ninguno de los piratas que huían buscando una salida o simplemente se apartaban de su camino.

Pero respecto al puñado de idiotas que no tuviesen reparos en abrir fuego sobre ella... bueno...

La fuerza letal estaba autorizada en ese caso.

Por eso, cuando tras girar una esquina las descargas de los rifles de proyectiles acelerados impactaron sobre su casco y su torso causando apenas una ligera molestia punzante, Avra sonrió de oreja  a oreja al mirar al trío de pobres voluntarios para un experimento de reajuste de extremidades que se le habían presentado. La violencia, siempre que fuese dirigida de forma apropiada, era uno de los pocos desahogos sanos que le quedaba.

Tener más de un siglo de edad y madurez pero con un cuerpo de apenas quince años no hacía favores a la estabilidad mental.

El trío pirata parecía haberse quedado momentáneamente paralizado al constatar que ninguno de sus disparos había hecho mella en la Rider Blue. Avra se limitó a saltar hacia delante, con tal fuerza y velocidad que recorrió la docena de metros que la separaban de los piratas en un instante, girando en el aire para propinar una patada al que estaba en el centro. El impacto resonó en el pasillo, un crujir de huesos enfermizo y húmedo al que acompañó el breve quejido del pirata justo antes de salir despedido y terminar incrustado contra la pared de la bifurcación del pasillo a sus espaldas. Muerto en el acto.

Los otros dos piratas reaccionaron casi de forma instantánea. El de la izquierda retrocedió de un salto al tiempo que disparaba de nuevo con su rifle. El de la derecha había desenvainado una termoespada de silvacero e iniciado una acometida contra la Rider.

Avra tuvo que reconocer que estaban mostrando una entereza loable. No les sirvió de mucho.

Con un resplandor de luz azul una espada de aspecto cristalino y del mismo color, casi tan larga como su cuerpo, se materializó en las manos de Avra Aster.

Sonrió de nuevo, como el gato atrapando al canario.


******

 

Antos y Athea recorrían el mismo pasillo. Por lo visto los dos accesos que habían tomado se unían unas estancias más adelante antes de llegar a una sección de acceso a un nivel inferior.

Con un simple gesto de sus cabezas, comenzaron a descender. Antos iba delante. Athea le seguía. La Rider Black extendió su brazo izquierdo abriendo la mano, y con un resplandor pálido que ilumino el sombrío pasillo, un arco recurvado aparentemente sin cuerda y de gran tamaño, tan negro como su armadura, se materializó en sus manos. Acto seguido apuntó con él y sujetó con su otra mano la flecha de energía oscura que se formó de la nada en el arma, emitiendo un zumbido constante.

Y sin mediar más palabra, disparó. Cinco proyectiles, con gran rapidez en apenas unos pocos segundos como si el arco tuviese la cadencia de fuego de un cañón automático. Antos sintió las flechas disparadas a su espalda por su hermana pasando justo a ambos lados de su cabeza y las vio moverse en el aire tomando direcciones distintas hacia la oscuridad del pasillo que se abría ante ellos.

Los dos Riders oyeron los impactos y los quejidos de dolor. De entre las sombras surgieron figuras humanoides, piratas, vestidos con rudimentarios dispositivos de camuflaje y cayendo al suelo con las flechas aún clavadas que comenzaban desvanecerse en el aire.

"Parece que nos preparaban una emboscada", dijo Antos, "¿Cómo pudiste verlos?"

"No podía verlos", respondió Athea.

"¿Entonces como sabías donde estaban?"

Athea se encogió de hombros sin decir nada más.

Comenzó a descender los últimos escalones, pero al pasar a la izquierda de Antos y antes de adelantarlo, éste la detuvo con su brazo cortándola el paso. En un parpadeo, una lanza púrpura y brillante se había materializado en su mano derecha y Antos la lanzó al fondo del pasillo. Como respuesta recibieron un nuevo grito ahogado y el ruido de un arma pesada chocando contra el suelo. Una sexta figura, otro pirata más grande y corpulento que los demás, cayó de rodillas haciéndose visible al ser atravesado su torso por la lanza de Rider Purple.

Antos chasqueó los dedos y la lanza se deshizo en una nube púrpura para reaparecer en su mano. Se volvió hacia su hermana. Athea no podía ver su rostro tras el casco pero por su lenguaje corporal era obvio que Antos estaba sonriendo con suficiencia.

"¡Ja! Se te había pasado uno."

Athea no respondió inmediatamente. Se le quedó mirando con fijeza hasta que la postura de Antos comenzó a denotar nerviosismo, el incómodo silencio roto únicamente por los gritos y ruidos de batalla, explosiones y pánico en el resto de la base.

"No es una competición", dijo finalmente ella, "Vamos."

Antos suspiró y siguió a su hermana mayor, frotándose la nuca.

Tendría que haber ido con Avra, se dijo, al menos ella tiene sentido del humor.

 

******

 

Armyos había tenido suerte.

Tras entrar  por el acceso que había elegido tras separarse de sus hermanos no tardó en darse cuenta de que llevaba únicamente a lo que parecía una vieja sala de mantenimiento y almacenamiento de herramientas y piezas mecánicas.

Así que en vez de retroceder y desandar lo caminado, Armyos optó por un atajo.

Un resplandor naranja y cálido inundó la sala por unos segundos y Armyos sostenía ahora en sus manos un enorme martillo de guerra con el que golpeó el suelo a sus pies. La primera consecuencia de esto fue que ganó un acceso rápido y directo al nivel inferior. 

Repitió esto una vez más descendiendo otro nivel, lo que llevó a las dos siguientes consecuencias. La segunda consecuencia fue que aplastó a unos pocos piratas. La tercera consecuencia, que uno de los piratas supervivientes que no había salido corriendo y se encontraba caído en el suelo, apuntándole con un rifle de energía cargado y una expresión de puro terror era un phalkata al que Armyos reconoció al instante.

"Capitán Ko Nactus, supongo."

Armyos desmaterializó su martillo y mostró sus manos con gesto conciliador, "No estamos aquí por usted, capitán", dijo, "¿Dónde están sus dos compañeros?"

El phalkata escupió, con su ceño fruncido y las plumas de su cabeza erectas formando una corona verde brillante en torno a su cabeza. En ningún momento bajó su arma.

"Sí, claro, y yo he llegado a viejo creyéndome esas cosas", replicó el phalkata, "Y a esos dos hijos de puta seguramente ya los habéis reventado al llegar, estaban arriba con la flotilla en órbita."

"Ah, supongo que si... pero le aseguro que esta vez le conviene creerme", Armyos levantó un dedo como si estuviese explicando una lección en clase, "Los demás Riders y yo hemos venido a por un individuo muy específico, y no es usted. Pero seguro que lo conoce: Tiarras Pratcha."

"¿El jodido médico?"

"Vamos, Nactus... incluso usted debe saber que es más que un mero doctor en medicina."

Muy lentamente y sin apartar por un instante su mirada del Rider Orange, Ko Nactus hizo descender su rifle al tiempo que se incorporaba del suelo.

"Nunca le pedí detalles de lo que hacía si cumplía sus compromisos, y siempre ha cumplido. Él y los dos pipiolos que lo acompañan", Nactus soltó un bufido que podría haber sido una risa, "Joder, fue uno de ellos quien alertó que la fragata había encontrado la base, si no se hubiese ido todo a la mierda le habría pagado una noche en..."

"Capitán, por favor", interrumpió Armyos, "Centrémonos. El Doctor Pratcha ¿dónde puedo encontrarle?"

"Tiene una especie de labo montado en el subnivel 5. Está cerca de varios túneles de acceso y mantenimiento que conectan con algunos conductos mineros. Así que si ha sido listo ese viejo cabrón quizá ya esté a kilómetros de aquí."

Bueno, pensó Armyos, si eso es cierto quizá no tengo tanta suerte.

 

jueves, 18 de marzo de 2021

002 CRÁTER O DESTELLO


No estaba siendo un buen día... no estaba siendo un buen día en absoluto. Al menos eso pensaba Thlian Bo.

A las puertas de la vieja factoría minera reconvertida en hangar e ignorando el bullicio de sus compañeros preparando una nueva oleada de naves y habilitando las torres de defensa antiaéreas, el viejo pirata phalkata no precisaba del uso de visores de aumento para poder darse cuenta de como había empeorado la situación.

La reunión y unificación de dos grandes grupos piratas ya era algo complicado. Hacerlo tres para formar una flotilla en condiciones era poco menos que una locura. Demasiada gente con demasiadas ideas propias, pocas propiedades, una carencia alarmante de inteligencia y exceso de codicia. Era un avispero. Pero aún con todo lo hicieron, porque la alternativa era peor. Había seguridad en los números, no tanto por tener que lidiar con autoridades como correr el riesgo de un encontronazo con los monstruos que se estaban comiendo la galaxia poco a poco.

Cierto que al principio no había ido mal del todo, con unas cuantas incursiones más o menos serias y con buenos botines en los centros coloniales que aún resistían en los sectores más periféricos del espacio controlado por el Concilio, pero el número de escondites seguros se había reducido considerablemente y encontrar Krosus-4 fue un golpe de suerte.

En realidad, fue sugerencia de aquel tipo que se les había unido tras una charla con su capitán en Nosia, el doctor. Porque demonios un médico habría querido unirse a una tripulación pirata relativamente notoria era algo que a Thlian Bo se le escapaba, aunque desde luego no sería él quien juzgase las razones de alguien para tirarse de cabeza al pozo que era aquella vida.

Thlian Bo tampoco se paró a pensar mucho en como el médico conocía aquel sitio y porque había insistido tanto en que usaran las instalaciones, pero Thlian Bo no era una persona dada a las complicaciones.

Pero al final Krosus-4 no había resultado ser el respiro que esperaban y en unas pocas horas se había ido todo a la mierda.

Primero, el cabronazo de Kitter, un repelente e irritante vas andarte, y su empeño en querer hacer volar el viejo caza monoplaza que se había agenciado. Tras meses reparándolo y modificándolo la nave era aún poco menos que una tartana poco viable, pero Kitter estaba dispuesto y seguro. Así que sin siquiera tomarse la cortesía de pedir permiso e informar a sus superiores (de los cuales Thlian Bo era uno) el desgraciado salió a corretear por la órbita del planeta.

Donde fue detectado por los sensores de una fragata del Concilio.

Kitter volvió a tierra como si le persiguieran mil demonios, lo cual no estaba muy alejado de la realidad, y no tardó en cundir la alarma. La primera decisión de tríada de capitanes (después de meter un disparo entre ceja y ceja a Kitter, por supuesto) fue adoptar un silencio total. Desconexión de los generadores principales, intentar hacer pasar el lugar por muerto... idea que se fue a tomar por saco cuando uno de los chicos especializados en tecno-guerra que habían reclutado junto con el doctor de Nosia les informó de que los sensores de esas nuevas fragatas podrían detectar concentraciones relativamente numerosas de formas de vida a partir de cierto umbral.

Como la flotilla unificada de tres tripulaciones piratas distintas, por ejemplo.

La capitanía entró en pánico, y aún más cuando se dieron cuenta de que la fragata había cambiado rumbo en dirección al planeta.

El resto... bueno, lo estaba viendo en ese momento. Las esperanzas de sus jefes eran que un asalto continuo y con su gran número fuese suficiente para dañar la fragata de forma significativa e inutilizarla de tal modo que no pudiese proceder a una persecución cuando iniciasen una evacuación. O quizá dañarla lo suficiente para abordarla y tomarla como nueva nave insignia. O simplemente convertirla en chatarra.

Thlian Bo frotó el corto plumaje de su cabeza y cuello. Tenemos a tres polluelos imbéciles al frente del nido, pensó. No podía terminar de otra forma.

Por eso no estaba haciendo nada realmente, ni se había molestado en poner en marcha su viejo carguero. No valía la pena. El phalkata sabía de forma casi instintiva que aquella fragata iba a resistir más de lo que esperaban, y que lo más seguro es que estuviese a punto de recibir refuerzos. El resplandor de un gran número de explosiones en la parte superior de la atmósfera de tal intensidad que podían verse desde la superficie parecía indicar que eso mismo acababa de suceder.

Quizá debería poner al viejo montón de chatarra en marcha, se dijo. Si volaba bajo, casi a ras de suelo y en dirección al ecuador antes de tomar velocidad de escape quizás pudiese pasar desapercibido. Si, era un buen plan. Al diablo con todos los demás, era más importante salvar su propio plumaje.

Entonces los vio, cayendo de entre las nubes. Cinco puntos de luz de distintos colores descendiendo a gran velocidad en caída libre. Cinco colores que eran conocidos por todo habitante de la galaxia. Thlian Bo palideció, se dio cuenta de que nadie más de los que le rodeaban se había percatado de lo que estaba a punto de caerles encima. Pero ni siquiera pudo avisar a sus compañeros, no tuvo tiempo.

Porque en ese preciso instante los cinco puntos de luz brillaron con mayor intensidad para desvanecerse de repente en la lejanía...

... reapareciendo de golpe y de forma cegadora justo en frente de la gran entrada principal al hangar. Y emergiendo de la luz a toda velocidad, como balas de cañón, cinco figuras humanas que tomaron tierra con una descarga de energía que se llevó por delante no solo a varias de las naves que aún se preparaban para despegar sino también a muchos de los piratas presentes, arrojados al aire por la fuerza expansiva.

Lo último que vio Thlian Bo al sentir la perdida de gravedad previa al impacto de su cráneo contra el fuselaje de su propio carguero fue a cinco siluetas humanas, con el brillo de sus coloridas armaduras más intenso que nunca a la luz del fuego de las naves destruidas a sus espaldas.


******


Unos minutos antes.

"¡WOOOOHOOOOOOO!"

Quien gritaba de júbilo de la misma forma que lo haría alguien en un parque de atracciones era Avra Aster, Rider Blue, la más joven de los cinco. Su armadura azul parecía mimetizarse con el despejado cielo de Krosus-4. Justo a su lado y extendiendo su mano para un choque de palmas que los hizo empezar a girar en el aire de forma descontrolada entre risas se encontraba su hermano Antos Aster, Rider Purple. Su armadura purpurea emitía pequeños destellos.

Unos pocos metros por encima de ellos podían oírse también las risas de su hermano mayor, Armyos. Rider Orange se dejaba caer sacudiendo los brazos como si intentase imitar a un nadador, proporcionando un ridículo espectáculo bien recibido por los dos más jóvenes. Su armadura naranja refulgía al sol casi como si él mismo estuviese en llamas.

Por su parte Alma Aster, Rider Red, mantenía una posición algo más profesional, inclinada hacia abajo y con el cuerpo recto para reducir la resistencia al aire, su capa ondeando a su espalda como un aleteo furioso. Su armadura, de un rojo profundo y vivo, como un rubí casi sanguíneo, daba la impresión si uno se fijaba de tener una superficie en constante movimiento.

Pero a pesar de todo no pudo reprimir una ligera sonrisa bajo su casco. Jamás le reprocharía a su familia que buscasen algo que disfrutar en la existencia que les había tocado vivir. Y si era justa, incluso ella podía admitir que, de todas las cosas que habían tenido que hacer durante décadas, el arrojarse al vacio nunca había perdido del todo cierta calidad exhilarante.

Con un ligero gesto volvió su mirada al otro lado, donde descendía la última hermana de los cinco. Athea Aster, Rider Black, quién posicionada en posición similar a Alma parecía ignorar de forma deliberada las payasadas del resto. Su armadura era de un negro profundo que parecía absorber la luz. Había sido descrita en más de una ocasión como una sombra viviente. En contraste, en ocasiones emitía una tenue aura blanquecina de pálida luz rodeando la oscuridad de su traje.

Dejando de "nadar" y cambiando su posición, Armyos se situó a la izquierda de Alma. Justo entre ella y Athea. Aquello pareció ser una señal para Avra y Antos, posicionándose a la derecha de su hermana mayor. Los cinco caían ahora en formación.

"Bueno, Alma", dijo Armyos, "¿Cual es el plan?"

"Armyos, ya sabes a que hemos venido", respondió Alma, "¿O es que volviste a dormirte durante el informe de misión?"

"¡Sabes que no me refiero a eso! El aterrizaje, Alma... ¿Cráter o Destello?"

Cráter consistía en simplemente dejarse caer e impactar con la superficie. Dado el poder de sus armaduras, el resultado era obvio tal y como indicaba el nombre de la maniobra. La habían usado en ocasiones en combates con incursiones garmoga, entrando al campo de batalla como si fuesen bombas balísticas vivientes.

Destello por su parte consistía en activar su capacidad de teleportación a unos pocos cientos de metros del suelo para luego materializarse ya en la superficie y en otro ángulo pero conservando el impulso y aceleración de la caída para arrollar toda resistencia que pudiesen encontrar de frente.

"¡Oh, oh! ¡Yo voto por cráter!", exclamó Avra.

"Que sorpresa, Avra deseando causar destrucción masiva", añadió Antos de forma burlona. Avra le echó la lengua, claro que bajo sus cascos no es como si Antos pudiese verla. Eso le hizo reír más.

"Destello", dijo la voz afilada y seca de Athea cortando la conversación como un cuchillo, "Con este ángulo de descenso no tocaríamos tierra lo suficientemente cerca de la base pirata y no podemos perder tiempo"

"Jopeee, yo quería hacer un cráter", se quejó Avra.

"Míralo por el lado bueno, pulguita", intervino Armyos, "Con el destello podemos aparecer justo delante de sus narices ¡Imagina el susto que se llevarán!"

"No me llames pulguita, Armyos, o te arranco las jodidas g..."

"Suficiente", interrumpió Alma con tono firme, "Avra, calma. Antos, Armyos, centraos. Athea tiene razón, usaremos el destello. A mi señal."

Pocos segundos después, Alma hizo un gesto con su mano y los cinco brillaron. Sus cuerpos fueron envueltos por la luz viva de sus armaduras y desaparecieron a la vista en un instante...

... reapareciendo a las puertas del hangar de la base pirata con la furia de cien soles. La fuerza de aceleración provocó que Avra y Antos se llevasen por delante a unas pocas naves que iniciaban una maniobra de despegue causando una gran explosión a espaldas del equipo. En el momento de tocar tierra, la descarga de energía acumulada terminó con otras dos naves y varias docenas de piratas que se vieron lanzados por el aire como si hubiesen recibido el impacto de la onda expansiva de una explosión.

Incorporándose y apenas sintiendo el calor de las llamas de las naves piratas ardiendo a su espalda, Alma pudo ver el resto del hangar, donde el resto de la carroña pirata aún se encontraba. Muchos de los residentes parecían salir corriendo hacia el interior a través de distintos accesos. Otros parecían dispuestos a plantar cara.

"Muy bien, recordad los parámetros. Busca y captura. Esto no es una misión de limpieza," dijo con énfasis hacia Rider Blue, quien asintió enfurruñada. Alma continuó, "Si el enemigo huye, dejadles marchar. Si inician hostilidades, defendeos. La fuerza letal está autorizada en ese caso."

Los demás hicieron gestos afirmativos. Athea se limitó a una leve inclinación de cabeza. Alma continuó.

"El rastro del objetivo se perdió en Nosia donde se le vio por última vez en conversaciones con un individuo identificado como el capitán pirata Ko Nactus. El Mando cree con absoluta certeza que puede encontrarse aquí", explicó, "Su nombre es Tiarras Pratcha, y ha robado secretos de armamento de los Corps. Ya sabéis lo que hay que hacer."

miércoles, 17 de marzo de 2021

001 DESCENSO

 

Al observar las estrellas parpadeando en la negrura infinita del espacio, el capitán supo por qué su padre lo llamaba el Mar Interminable cuando les contaba historias de sus viajes a él y sus hermanos. Un mar eterno y sin confín, lleno de nuevos mundos que explorar, aventuras que correr, tesoros por descubrir, gentes que conocer... monstruos que temer.

Y también, como en cualquier otro mar, piratas. Como los de la flotilla de naves ruinosas pero irritantemente numerosas y rápidas que en aquel momento parecían obcecados en mandar su fragata al infierno y habían convertido su puente de mando en una cacofonía de alarmas e información.

"¡Escudos frontales al 72 por ciento! Laterales en 52... ¡No, 47!"

"El IACOM calcula que nuestros cañones han repelido solo a..."

"¡Los objetivos son demasiado pequeños para nuestros cañones!"

"Desplegando cazas en..."

"...como un maldito enjambre, su número..."

Para el capitán la situación había sido la propia de un día rutinario antes de que comenzase el ataque. La fragata INS Balthago era una modelo CN-Delta de nueva hornada, una obra de ingeniería resultado del trabajo conjunto de los humanos, los vas andarte y su propio pueblo, los ithunamoi. Uno de tantos proyectos de colaboración inter-especies promovidos por el Concilio para reforzar la moral durante la guerra y para asegurar una renovación constante de la flota.

Los últimos seis años habían sido relativamente calmados, con las incursiones Garmoga reduciendo su número y viendo su rango de acción contenido a los territorios que ya ocupaban. Ello había propiciado que ciertas naves selectas de la flota como la Balthago fuesen redirigidas a labores de exploración y vigilancia en los sectores pacificados.

La Balthago se encontraba inmersa en una patrulla rutinaria a velocidad sublumínica que la había llevado a pasar cerca del sistema Krosus, una vieja estrella enana amarilla en torno a la cual orbitaban solo cuatro planetas. De esos cuatro solo Krosus-4 podía albergar vida. En otro tiempo el mundo había estado habitado al contar en su superficie con una extensiva operación minera de iridio y otros metales. Millones de trabajadores y sus familias habían residido allí durante años, pero la creciente inseguridad y el desgaste de las minas habían llevado al abandono del lugar. En la superficie del pequeño planeta los únicos restos de civilización que quedaban eran las viejas instalaciones de la factoría, algo de maquinaria abandonada y los restos de una ciudad fantasma de residencias modulares reciclables a las que la vegetación autóctona estaba absorbiendo.

O al menos se suponía que debía ser así.

La primera irregularidad fue la detección por parte de sus sensores de una pequeña nave monoplaza no registrada. Habían podido ver con claridad a aquel cascajo, una suerte de viejo caza Ixos reciclado con piezas de otros modelos, dirigiéndose hacia Krosus-4. El piloto debió verles y alarmarse pues su nave aceleró de una forma que nadie hubiese esperado de un pedazo de chatarra canibalizada y descendió a la superficie del planeta ignorando todo intento de comunicación.

Inicialmente el capitán se había planteando ignorar el encuentro. No era extraña la presencia de saqueadores o buscatesoros en las zonas más abandonadas. Puede que incluso fuese un residente local o un rezagado ermitaño. Fuera de los sistemas de los mundos centrales, la Galaxia se había ido convirtiendo en una Tierra de Nadie en el último siglo.

Por desgracia, no podía permitirse el lujo de esperar lo mejor. El riesgo de que aquel caza hubiese podido ser tomado por un infiltrador Garmoga también era real. Se dieron las órdenes pertinentes y la Balthago se desvió de la ruta marcada para situarse en la órbita de Krosus-4 e iniciar un escaneo de la superficie.

Apenas pudieron comenzarlo cuando del planeta se alzó una auténtica marabunta de naves monoplazas, pequeños esquifes y cargueros remodelados con armamento pesado, lanzándose de frente y sin ninguna estrategia contra la fragata en un ataque total. Parece ser que las minas de Krosus estaban habitadas de nuevo, de forma ilegal.

Una flotilla pirata. Y era un problema.

La cuestión es que la Balthago era indudablemente superior en potencia de fuego y contando con su propio escuadrón de cazas monoplaza asignado, pero...

"Si alguien no responde a nuestra transmisión puede que tengamos problemas, señor"

Quien había hablado era su Primer Oficial, un humano ya maduro de cabellos canosos. El capitán asintió, intentando evitar que la tensión erizase las púas de su cabeza. El número de los piratas era inusitado, y si bien confiaba en que la Balthago conseguiría la victoria contra aquella morralla la verdad es que si no recibían refuerzos era muy posible que el asalto continuado acabase causando daños serios e incluso bajas.

Al menos no es una incursión garmoga, pensó.

Pese a ello, una pequeña parte en lo más recóndito de la mente del capitán hubiese preferido a los Garmoga. Al menos entonces sentiría que todo aquel desperdicio de energía y daños para su nave habría estado justificado. Miembros de la gran flota del Concilio haciendo frente a los monstruos que amenazaban a la civilización. Así es como debían ser las cosas.

Pero le había tocado lidiar con lo que parecía la concentración de distintos grupos piratas unificados a juzgar por su número. Las naves modificadas y recicladas, muchas volando casi por arte de magia, seguían alzándose desde el planeta. Que dada la situación de la galaxia hubiese aún individuos que rechazasen hacer frente común contra la oscuridad y vivir de la rapiña le resultaba irritante.

"¡Escudo frontal al 23 por ciento!"

El Primer Oficial frunció el ceño, "Hemos terminado con dos tercios de la oleada inicial pero continúan viniendo desde el planeta... esto sería más llevadero si tuviésemos capacidad para bombardear la superficie."

"La tenemos, pero no con la precisión apropiada para dar de lleno a su base", replicó el capitán, "Por no mencionar que para un bombardeo orbital se requiere de una autorización que no tenemos dado que se suponía que esta patrulla iba a ser breve y el riesgo de un encuentro garmoga mínimo, y no lo tendremos ni tampoco refuerzos si nadie responde a nuestras comunic..."

"¡Capitán, acabamos de recibir una señal en código desde Aurum! Van a enviar a... oh, dioses..."

El capitán se giró hacía su Oficial de Comunicaciones, quién había parecido quedarse mudo de repente con los ojos muy abiertos, "¿Es la Comandancia? ¿A quién van a enviarnos, algún escuadrón de las patrullas cercanas?", preguntó el capitán.

"No señor... nos envían a..."

Y entonces, un fulgor carmesí iluminó la oscuridad estrellada del exterior. Un rayo de energía plasmática rojo surgió de la nada y un considerable número de naves de la flotilla pirata fue inmolada en un instante. El resto se disgregaron en un claro momento de desorientación y pánico.

Antes de que el capitán pudiese asimilar lo que acababan de ver otros cuatro rayos de luz continúa de distintos colores cortaron la formación de la flotilla pirata. Un chasquido en la terminal de comunicaciones señaló una transmisión entrante. Una voz femenina joven resonó en el puente de mando.

"Saludos INS Balthago, parece que han encontrado a unos amigos con bastante mal genio."

El capitán tragó saliva, "Capitán Calkias de la INS Balthago... ¿Pueden identificarse? me temo que no aparecen en nuestros sensores, señora..."

"Rider Red"

El capitán comprendió la expresión de sorpresa en el oficial de comunicaciones. ¡Los Riders! ¿Qué hacían allí? Normalmente patrullaban los bordes exteriores y se ocupaban de cosas más serias que escaramuzas con piratas, como por ejemplo, ser la principal fuerza de ataque y resistencia a los Garmoga y los principales responsables de que el corazón de la galaxia aún no hubiese sido aniquilado. Durante el último siglo y medio los cinco guerreros enfundados en sus armaduras y volando sobre sus bestias biomecánicas, los Dhar Komai, capaces de igualar la capacidad de cualquier nave, habían sido el principal foco de luz en una galaxia cada vez más oscura.

El capitán sintió cierto vértigo... no todos los días acudían a tu auxilio leyendas vivientes.

"Su... su presencia es algo irregular dadas las presentes circunstancias, Rider Red, pero no pienso quejarme al respecto."

"No nos dé las gracias todavía, capitán", replicó la jinete roja, "Me temo que nuestra presencia ha sido algo casual. Ya veníamos de camino a Krosus-4 antes de recibir su transmisión con ordenes de aprehender a un individuo de interés que parece residir en esa colonia pirata"

El capitán no puedo evitar esta vez que se erizasen sus púas... "¿Quiere decir que van a dejarnos a nuestra suerte contra esta flotilla mientras usted y sus hermanos corretean por la superficie? Sé que podríamos lidiar con ellos pero no podemos permitirnos recibir cierto nivel de daños en la nave, podría ser catastrófico de cara al futuro..."

"Tranquilo. Solos vamos a descender mis hermanas, hermanos y yo. Les dejaremos los Dhars como refuerzo contra las naves piratas."

"¿Los Dhar Komai?", preguntó incrédulo. Desde luego la presencia de las bestias era una ayuda inestimable, pero si los Riders iban a dejar a los Dhars en la órbita del planeta... "¿Pero como van a tomar tierra sin ellos?"

En ese preciso instante, acompañados de más destellos de luz, por fin pudieron visualizar a los Dhar Komai. Las bestias biomecánicas, que los humanos solían describir como "dragones". Las criaturas se movían con soltura y pasmosa velocidad para su tamaño entre las naves de la flotilla pirata, haciéndolas pedazos con impactos directos o emisiones de energía. Acto seguido, los cinco seres se posicionaron en formación y descendieron hacia el borde de la atmósfera de Krosus-4.

"¿Cómo vamos a tomar tierra?", La sonrisa en el rostro de Alma Aster, Rider Red, casi podía oírse en su voz al tiempo que se desanclaba de la silla-módulo de pilotaje en la espalda de su Dhars, "Cayendo, capitán".

 Y saltó.

Desde el puente de mando de la Balthago todos los presentes pudieron ver a los Dhars dando la vuelta y dirigiéndose de nuevo hacia la flotilla pirata al tiempo que cinco minúsculos puntos de luz multicolor se precipitaban hacia la superficie del planeta.

"Van... ¿van a atravesar la atmósfera del planeta así sin más?", preguntó incrédulo el Primer Oficial.

El capitán Calkias se limitó a sacudir la cabeza exasperado a pesar de la admiración que no podía evitar sentir, "...Riders", suspiró, como si la mera palabra fuese explicación suficiente.

En cierto modo lo era.