sábado, 14 de mayo de 2022

072 LA BATALLA DE OCCTEI (II)

 

En la subsección de los laboratorios del complejo de los Rider Corps en donde reposaban las unidades trooper Janperson, Iria Vargas monitorizaba la actuación de éstas a través de los holomonitores enlazados a los sistemas de vigilancia.

La confrontación había comenzado... bien. No de forma ideal, pero parecía que MX-A3 al menos había conseguido pillar por sorpresa a la intrusa.

De todas formas, la situación seguía claramente incierta.

Cassius, el técnico de la subsección que la había ayudado a reactivar a los troopers ya se había retirado siguiendo los protocolos de evacuación, dejándola sola. Los laboratorios de aquella subsección nunca había sido sitios acogedores, pero vacíos de actividad resultaban siniestros. La doctora atliana intentó no hacer caso a los movimientos de las sombras bajo la luz enrojecida del sistema de alarma, centrándose en el combate que se estaba produciendo en los hangares varios niveles por encima de su posición.

Iria tenía esperanzas de que los droides fuesen suficiente para frenar a Dovat, si no del todo al menos para poder ralentizarla hasta que los Riders pudiesen regresar. Pero la doctora era consciente de que las posibilidades no estaban de su parte.

Era algo sutil, pero Iria había presenciado en múltiples ocasiones a los Riders en acción, dentro y fuera de situaciones de combate reales y simuladas, con una enorme variedad de rango de acción y variabilidad de parámetros.

Algo que le había permitido desarrollar una capacidad de percepción relativa a usuarios del poder del Nexo lo suficientemente inquisitiva como para poder percibir los indicadores de contención en los movimientos de la intrusa. Dovat no estaba ejerciendo sus habilidades al 100%, no lo había hecho ni siquiera tras la materialización de su propia armadura.

Si Dovat se decidía a desatar todo su poder estaba claro que los troopers Janperson llevaban las de perder, sobre todo porque MX-A3 no tenía posibilidad alguna de usar su armamento más potente sin comprometer todo el complejo y la ciudad a su alrededor. En ese sentido estaban atados de pies y manos de una forma de la que su oponente no tenía que preocuparse.

Lo que significaba que, dependiendo de los próximos minutos y si los Riders aún no aparecían, todo dependería de Iria.

No le hacía ninguna gracia.

 

******

 

Dovat emergió de entre las llamas de la lanzadera, sin ningún rasguño.

Podía sentir el calor y algo parecido a una caricia rasposa allá donde el fuego tocaba directamente su armadura, pero ningún dolor o incomodidad en absoluto.

Dio un vistazo rápido a su cuerpo y no pudo percibir ningún daño aparente más allá de los restos de suciedad inevitables tras chocar contra un vehículo y causar su explosión. La esfera mórfica en su pecho brillaba intensamente y parecía emitir un aura de poder que la rodeaba completamente.

Una vez más, Dovat no pudo evitar sentir un cierto sentido de la maravilla. Hace solo poco más de medio año la misma situación se habría saldado con su muerte y su cadáver apenas dejando restos identificables. Hoy caminaba entre las llamas y el metal fundido de la misma forma que cualquier otro ser sapiente lo haría en una mañana soleada a través de un parque.

Era muy difícil no experimentar una extraña sensación de euforia casi embriagadora.

Dovat mantuvo sus pensamientos centrados y miró al frente, fijando su atención en los tres androides. Estaba claro que eran poderosos y no debían ser subestimados, pero...

Estaba segura de que ella lo era mucho más.

Con estos no tendría que contenerse. Entrechocó sus puños y pudo sentir el poder concentrando desparramándose de entre sus dedos, ansioso por ser liberado.

"Muy bien. Está claro que vosotros no sois huevos."

Ocurrieron dos cosas en un segundo.

Primero, el droide central, el que compartía colores con la armadura de ella hizo un gesto casi imperceptible que a Dovat le pareció de sorpresa o de genuina confusión.

Segundo, una parte del interior de Dovat gritaba mortificada por la estúpida frase que había salido de sus labios al tiempo que daba gracias de que Axas no estuviese allí para oírla.

Finalmente, se limitó a lanzarse contra sus oponentes.

La velocidad del desplazamiento de Dovat fue tal que ni siquiera habría tenido que golpear para que los Janperson perdiesen el equilibrio.

El aire restalló con un sonido atronador y cuando Dovat frenó de golpe frente a la unidad MX-A3, la atmósfera desplazada ya había arrojado a las unidades A1 y A2 a unos pocos metros de distancia.

Pero Dovat no se detuvo ahí.

La atliana golpeó al Janperson MX-A3 en el centro del torso. No lo hizo con todas sus fuerzas pero sin duda con mucho más poder que en su primer asalto contra las máquina hace unos minutos.

El impacto generó otra onda de choque que esta vez sí arrojó a considerable distancia a las MX-A1 y A2. La primera voló hasta hundirse contra un vehículo de desplazamiento terrestre, con la fortuna de no hacerlo estallar. A2 salió disparada en trayectoria directa contra una de las paredes de cemento del hangar, formando un pequeño cráter.

La unidad MX-A3, recibiendo el impacto directo, salió despedida hacia atrás con una abolladura en el metal de su torso, un sonido seco y el chisporroteo de energía dorada escapando de sus sistemas. Todos sus dispositivos de percepción internos y externos se volvieron locos. No podía percibir la gravedad y sus sensores gritaban en el centro de su ser que se habían producido daños estructurales en el torso que podrían comprometer su capacidad motora.

La IA sintió a su espalda el inminente impacto contra las paredes del hangar y en una fracción de segundo reunió la suficiente entereza para hacer algo al respecto.

Dovat vio como el droide al que había golpeado frenó en seco apenas un instante antes de chocar contra el cemento, sosteniéndose en el aire con lo que parecían pequeños dispositivos anti-gravitacionales repartidos por sus extremidades y torso.

El golpe y el corte en seco de movimiento habían dejado sus marcas en la máquina. El torso de la MX-A3 presentaba una hendidura profunda en su lado izquierdo que parecía causar cierto encorvamiento en la postura del androide. Su brazo izquierdo también parecía levemente desencajado, al igual que su pierna derecha.

La forma en que sus ojos artificiales se centraron en Dovat hizo pensar a la atliana que aquella máquina la estaba mirando con una expresión de furia o irritación, pero eso no podía ser sino su imaginación ¿cierto?.

Con un sonido de chasquidos metálicos y un zumbido leve pero persistente, MX-A3 descendió flotando lentamente hasta tocar el suelo. Con un crujido, la hendidura en el metal de su torso comenzó a auto-repararse al tiempo que su brazo y pierna parecían reafirmarse en sus articulaciones con tirones de cableado metálico y filamentos que parecían moverse con mente propia.

Auto-reparación con nanomáquinas, pensó Dovat, Estas cosas son más avanzadas de lo que parecen.

Dovat determinó que el droide ante ella debía ser el más peligroso de los tres y se dispuso a rematarlo de forma definitiva. Esta vez sí que golpearía con todas sus fuerzas, a ver que...

Su corriente de pensamientos se vio interrumpida cuando un enjambre de pequeños misiles, no mucho más grandes que un dedo índice humano o atliano, volaron hacia ella desde sus flancos derecho e izquierdo. MX-A1 y MX-A2 no tendrían el mismo poder bruto ni la misma capacidad destructiva que MX-A3 pero seguían portando en sus cuerpos una considerable capacidad de armamento.

Dovat tenía que decidir si evitar aquel ataque o...

Quería ver. Quería ver qué pasaba.

La joven  atliana se detuvo de golpe y dejó que los misiles chocasen contra ella.

Múltiples bolas de fuego se formaron, alcanzando un volumen mayor que la previa explosión de la lanzadera y generando una onda expansiva que arrojó de nuevo al suelo a las unidades Janperson. MX-A3 tuvo que apoyarse contra la pared a su espalda y pudo ver las grietas formándose en el techo y soportes del hangar. El suelo tembló y parte del mismo se hundió formando un socavón en el punto de impacto.

El daño había sido tal que los sistemas antiincendios que habían estado hasta ese momento bañando el lugar con una lluvia artificial se cortaron de lleno salvo por algunas fugas entre las grietas de las paredes donde los tubos conductores de líquido se habían visto afectados.

Cuando las bolas de llamas se disiparon, dejando únicamente una cortina ardiente a nivel del suelo y una nube de humo ennegrecido MX-A3 concentró sus sensores en el centro del impacto.

Aquellos misiles habían sido probados en combate real con eficiencia notable al lidiar con los drones de los garmoga, incluidos aquellos de mayor tamaño. Pero la unidad Janperson sabía que su oponente actual estaba hecha de otra pasta.

Algo que fue demostrado cuando captó un leve sonido de entre el humo. Rocas moviéndose, y pasos.

Dovat emergió del cráter formado en el suelo del hangar, cubierta en restos de escombros y ceniza que eclipsaban los detalles de color rojo de su armadura haciéndola parecer totalmente de un gris oscuro y sucio. Solo la luz en su pecho y el dorado de sus ojos seguían relumbrando.

Una risa leve surgió de sus labios, creciendo hasta convertirse en una carcajada jovial.

"¡Eso ha sido...!", gritó, "¡No sé lo que ha sido, pero ha estado genial!"

 

******

 

Frente a los holomonitores, observando todo el desarrollo del combate, Iria llevó su mano temblorosa a la muñeca y activo su comunicador.

"¿Director Ziras?", preguntó.

"Doctora Vargas."

"¿Sigue en el complejo, señor?"

"El capitán es el último en abandonar el barco, doctora", replicó Ziras, "Además, esto me permite coordinar a las tropas si tienen que volver a intervenir."

"Si tienen que volver a intervenir me temo que tendremos bajas reales esta vez."

"Si, Dovat parece estar sufriendo los mismos síntomas que algunos de nuestros Riders experimentaron en sus primeros años."

"Las unidades Janperson no durarán mucho más si ella deja de contenerse... Señor, solicito su permiso para hacer uso personal del otro prototipo."

Se produjo un instante de silencio que duró una eternidad.

"Doctora, es consciente de los riesgos. No tendrá más de cuarenta minutos."

"Plenamente señor...  y convertiré esos cuarenta minutos en al menos cincuenta."

Arthur Ziras suspiró, resignado.

"Proceda a ello. La situación en Alirion parece... Sí, creo que podré solicitar el pronto regreso de los Riders", dijo Ziras, "Gánese ese tiempo doctora. Asumo todas las responsabilidades en caso de que el Mando decida ponerse quisquilloso si vivimos para contarlo. Tiene mi autorización para hacer uso de la bio-armadura Glaive."

"Muchas gracias, señor."

"Buena suerte muchacha. Y que ni se te ocurra morirte."

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