viernes, 30 de julio de 2021

036 ALGO NUEVO

 

Nunca pensaron que algo así pudiese suceder en Camlos Tor, no realmente. En retrospectiva, deberían haber asumido que ningún rincón de la galaxia estaba a salvo de los garmoga, sobre todo tras la revelación en Calethea de su acceso a portales.

Pero pese a ello, Camlos Tor seguía pareciendo intocable. El centro de la galaxia, la joya brillante de la civilización. Algo así no podía suceder en un lugar como éste ¿verdad?

Tar-Sora dio gracias a los espíritus de los antepasados por que los responsables de seguridad no habían sido tan cortos de miras.

La agente del OSC había regresado a la capital galáctica tras finalizar sus labores en Cias el día anterior, solo unas horas antes de que el portal garmoga se abriese en los Jardines de Concordia. Se encontraba en los departamentos de seguridad de la Sede Senatorial cuando las alarmas comenzaron a sonar de forma estridente.

Los sistemas de seguridad automática del edificio constataron la presencia garmoga incluso antes de que el ZiZ en órbita lo hiciese. Eso salvó las vidas de la mayoría de los que se encontraban en aquel momento en el interior de la pirámide cuando los escudos de energía de esta se activaron en cuestión de segundos. Algunos drones garmoga habían conseguido cruzar la barrera antes de que se cerrase, pero los cañones de defensa y el personal de seguridad habían conseguido dar buena cuenta de ellos.

Pese a ello, se trataba de un respiro temporal. Tar-Sora lo sabía muy bien cuando se le asignaron labores de emergencia de coordinación en el ala este del Senado. La sala de control era un caos ordenado de técnicos, agentes del OSC y cuerpos de seguridad. Tar-Sora reunió la fuerza de voluntad necesaria para que su voz no temblase con nerviosismo y miedo cuando se dirigió a uno de los técnicos de monitorización.

"¿Cual es la situación?", preguntó.

El técnico era un eldrea en el tercer ciclo vital de su especie. Su cuerpo insectoide apenas antropomórfico estaba acomodado en una silla especial. Giró su cuello ciento ochenta grados para fijar sus ojos segmentados en Tar-Sora al responder con una voz mecánica surgida del dispositivo situado en su cuello, que permitía una traducción fonética y adaptación a frecuencias sonoras determinadas de un lenguaje que de otra forma habría sido imperceptible para la mayoría de especies de la galaxia, "Bueno, señora, tenemos malas y peores noticias, pero está todo resultando extrañamente... manejable para ser un desastre de proporciones imprevistas."

El eldrea uso sus dos brazos principales para extender un plano holográfico en el monitor frente a ellos. Tar-Sora entendió al instante a qué se refería.

Los garmoga se estaban extendiendo, pero de forma mucho más lenta de lo usual. La mayoría seguían concentrados dentro del entorno de los Jardines y rodeando la Sede Senatorial, pero el resto de calles y accesos adyacentes, las embajadas y las áreas de servicio del resto del distrito apenas habían sido tocadas. Había presencia garmoga, si, pero la infestación parecía concentrada y no interesada en cubrir la mayor capacidad de superficie planetaria como en otros casos.

"Además de eso", explicó el técnico, "Su ritmo de entrada parece mantenerse continuo pero ralentizado. Entran tantos garmoga como caen ante nuestras defensas, pero no más. Y desde hace ya un buen rato..."

"Centuriones", continuó Tar-Sora, "Están entrando mayormente centuriones, no los enjambres masivos de drones de los casos de Calethea y Cias."

"Están centrándose en atacar el ala sur de la pirámide, frente a los Jardines. Aunque han rodeado el resto de la escultura y tantean el escudo de forma continua. Algunos de los drones más grandes han conseguido cruzarlo pese a sufrir daños..."

"Así marcan que puntos de acceso son más débiles, es una cuestión de desgaste ¿Cuál es la situación de los tecnomagos?"

Detrás de ella otro de los técnicos, una joven ithunamoi, alzó la voz para hacerse oír entre toda la ruidosa actividad de la sala, "El último aviso indicaba que están preparando una segunda barrera mágica para reforzar el escudo."

Un agente de seguridad se situó junto a Tar-Sora y saludó con formalidad militar. Era un joven vas andartes. Como todos los miembros de su especie era de gran altura, casi tanto como Tar-Sora, pero mucho más esbelto. Pero la delgadez de las extremidades de su gente ocultaba una fuerza física que había pillado por sorpresa a oponentes de otros mundos en el pasado más de una vez.

"Los miembros del Senado presentes han sido traslados a los subterráneos para su evacuación a través del túnel de seguridad una vez se garantice la viabilidad", explicó, "Hemos recibido informes contradictorios de las embajadas en el exterior. Algunos han hecho uso de sus cuerpos de seguridad privados para organizar rutas de evacuación propias y para la población civil más cercana, pero otros permanecen en silencio, señora."

Tar-Sora asintió, "¿Cuál es la situación en órbita?"

"Las fuerzas de la flota están en proceso de descenso y..."

"¡Señora!", interrumpió el técnico eldrea con un tono de voz artificialmente jubiloso, "Los sensores orbitales han... ¡Son ellos!"

Las imágenes proyectadas en los holovisores se centraron en el cielo de Camlos Tor donde el sol brillaba sobre la capital. Su luz blanca de repente competía con cuatro destellos de color que caían desde lo más alto.

Los Riders...  ¡por fin!, pensó Tar-Sora, Pero solo cuatro de ellos...

A pesar de eso, se permitió una sonrisa en su hocico reptiliano. Con los garmoga tan concentrados en un área específica y sin haberse expandido ni generado sus números habituales no sería difícil para los Riders y los Dhar Komai dar buena cuenta de ellos ¿no? Resultaba hasta demasiado sencillo.

Una sensación fría recorrió el espinazo de Tar-Sora cuando una idea aparentemente sin sentido alguno pero extrañamente plausible se abrió paso a través de sus pensamientos.

Es un cebo. Los garmoga buscan atacar el Senado, sí, pero su presencia concentrada es también un cebo, pensó.

Los garmoga querían a los Riders en aquel punto exacto.

 

******

 

En otras circunstancias Avra Aster habría gritado de júbilo al dejarse caer desde altura orbital sobre un montón de garmoga, pero lo sucedido las últimas horas le había dejado un regusto amargo respecto a toda la situación. Por eso se mantuvo en silencio y escuchando con atención a Armyos mientras descendían con sus Dhars.

"Los garmoga están muy concentrados frente al Senado", explicó Rider Orange, "Volvaugr y Tempestas se ocuparán de purgar el área con descargas de plasma. Flujo controlado, intentaremos reducir los daños estructurales ya que el área aún está en proceso de evacuación. Athea, haz que Sarkha controle todo el perímetro, que frene cualquier intento de expansión.  Adavante rodeará con un círculo de fuego la zona inmediata en torno al portal, purgándola."

"Asumo que nosotros saltaremos y nos ocuparemos de cubrir los lados de la pirámide", dijo Antos.

"Exacto, debemos dar un respiro a sus defensas", replicó Armyos, "Pero mantén presente tu lazo con Adavante. En cuanto veas a través de él la posibilidad de acceder al área del portal sin ser abrumado por el enemigo, quiero que pongas en práctica tu plan para cerrarlo lo más pronto posible."

"Esto está hecho, intrépido líder suplente."

"Sigh... por ello tu cubrirás el ala sur de la pirámide, la más cercana al portal."

"Es también la de presencia más virulenta de los garmoga."

"También es la que tiene la defensa más concentrada del edificio", dijo Avra, "Estarás bien."

"Avra, tu cubrirás el ala norte. Athea, el ala este y yo el oeste. Golpead rápido, golpead fuerte y liberad la faz de este mundo de su presencia. Entraremos en liza con un Destello ¡Vamos allá!"

Con los Dhar Komai descendiendo en vertical, los Riders emergieron de sus sillas-módulo, saltando al aire. Al instante sus cuerpos brillaron con la misma luz que conformaba sus uniformes y sus figuras se desvanecieron...

...para reaparecer en la superficie, en el centro de las masas de drones garmoga concentrados en torno a la Sede Senatorial. Las explosiones de energía del teletransporte, restos residuales de la aceleración de masa de sus caídas orbitales, se llevaron por delante a todos los engendros inmediatamente más cercanos a cada uno de los Riders.

Los Dhar Komai por su parte no tardaron en intervenir. Sarkha comenzó a volar a gran velocidad rodeando el perímetro de la infestación, siempre vigilante, usando su menor envergadura y maniobrabilidad para controlar zonas que se habrían escapado a sus congéneres de mayor tamaño. Adavante rodeó con un anillo de fuego púrpura el área en torno al portal, al tiempo que Volvaugr y Tempestas purgaban lo poco que quedaba de los Jardines de Concordia ya consumidos por los garmoga. Nubes de fuego y plasma azul y naranja bañaron el lugar.

En el ala este de la pirámide, una nube de energía negra explosiva marcó la llegada de Athea Aster, Rider Black. Apenas tomada tierra materializó su arco, Saggitas, y disparó al aire cientos de flechas de energía que se disgregaron, multiplicando su número antes de caer de nuevo como una lluvia mortífera sobre los drones y centuriones garmoga que asediaban la pirámide.

Al resplandor de luz naranja de la llegada al ala oeste de Armyos Aster, Rider Orange, lo siguió el golpear de su martillo Mjolnija contra el suelo con un retumbar atronador. Columnas de electricidad anaranjada emergieron desde la superficie hasta los cielos, llevándose por delante a cientos de drones.

En el ala sur, al fuego de los cañones de defensa del Senado se unió la presencia de Antos Aster, Rider Purple. Tras disiparse la energía expansiva de su llegada, Antos materializó y tomó su lanza Gebolga. En vez de lanzarla y replicarla de nuevo en sus manos repetidas veces optó por sujetarla proyectando una emisión de energía desde la punta de la lanza, como si esta se hubiese extendido usándola para segar a la masa de enemigos frente a él.

En el ala norte Avra Aster, Rider Blue, había usado inicialmente una técnica similar con su espadón Durande. Extendiendo la hoja de la espada de energía hasta que esta tuvo varias decenas de metros de longitud, cortando por lo sano a un gran número de garmoga de una tajada. De todas formas, Avra siempre había preferido una aproximación más cercana al enemigo, y los dioses sabían que quería desahogarse.

Por ello, la Rider Blue dejó que su arma se disolviese en partículas de luz azul antes de lanzarse de un salto contra el centurión garmoga ileso más cercano con un grito casi animal, agarrarlo por la cabeza y empezar a dar vueltas sobre sí misma a una velocidad asombrosa antes de que el pescuezo del ser se desgajase, saliendo su cuerpo lanzado como un proyectil y quedando su cráneo decapitado en las manos de Avra, salpicándola de un aceite negruzco.

Los drones garmoga retrocedieron, casi como si pudiesen sentir miedo. Varios centuriones garmoga avanzaron a la carrera. Tres de ellos se adelantaron a los demás, sus miembros convertidos en cuchillas y otros instrumentos punzantes, intentando terminar con Rider Blue.

Avra sonrió bajo su casco. Dejó que la energía del nexo fluyese a través de los músculos de sus brazos y piernas y por un instante un ligero resplandor azul pareció envolverla. Todo alrededor de ella parecía moverse más lento, como efecto de sus reflejos y percepción compensando la súbita aceleración de su metabolismo.

Se movió lo suficiente rápido como para que una imagen residual de su figura flotase unos segundos en al aire antes de disolverse, distrayendo a los centuriones. Avra se situó a espaldas de uno de ellos y golpeó con tal fuerza que el torso de la criatura prácticamente se aplanó con un crujido enfermizo antes de salir arrojado por el aire y quedar aplastado contra el escudo de la pirámide, como un insecto sobre el cristal de un vehículo.

A la izquierda de Avra, otro de los centuriones extendió su brazo derecho, convertido en una improvisada lanza cubierta de púas retorcidas. Avra se movió  de forma casi imperceptible, esquivando el golpe y dejando que la extremidad del ser pasase frente a ella, justo antes de agarrarla y dar un fuerte tirón al tiempo que propinaba una patada al centurión.

El centurión salió despedido a varias decenas de metros al tiempo que Avra le arrancó así de cuajo el brazo, que luego arrojó contra la cabeza del tercero de los centuriones garmoga, que visiblemente desorientado por todo lo que estaba sucediendo apenas se había movido o tenido tiempo para reaccionar.

Los drones parecían haber reunido valor y una masa de ellos había tomado vuelto para disponerse a caer sobre la Rider Blue. Avra materializó a Durande de nuevo en sus manos y procedió a golpear en dirección al enemigo. Ondas de energía azul cortante surcaron el aire, dando cuenta de buena parte de los drones y de algún que otro centurión.

Esto está siendo ridículamente fácil, pensó, En esta zona hay mucho menor número que en otras. Seguro que los demás tienen que lidiar con...

Sus pensamientos se interrumpieron cuando percibió por el rabillo del ojo a una figura humanoide moviéndose hacia ella. Avra Aster se giró, dispuesta a encararse ante lo que estaba segura que era otro centurión garmoga.

Pero no tuvo tiempo. La figura fue más rápida y Avra Aster sintió por primera vez en muchas décadas el golpe de un puño sobre su cabeza fuera de las salas de entrenamiento con sus hermanas y hermanos.

Un golpe fuerte. Sintió el dolor en su mejilla, casi como si no hubiese llevado casco. Con cierta alarma se percató de que parte de su visor se había quebrado... y de que sus pies ya no tocaban el suelo.

El puñetazo liberó una onda expansiva y la Rider Blue salió despedida, atravesando la fachada de uno de los edificios de embajadas al otro lado de la calle, varias decenas de metros lejos de la pirámide que debía defender.

Hicieron falta otras dos paredes interiores para parar su avance. Por fortuna parecía que el lugar había sido de los primeros en ser evacuados, y aparte de algún dron garmoga y los daños materiales, el improvisado proyectil humano en que se había convertido Avra Aster no causó más desperfectos.

Avra Aster se incorporó, rodeada de escombros y con el azul de su armadura cubierto de polvo, cemento y agua sucia. Aparte de la grieta en el visor de su casco lo primero que constató fue el dolor en su mandíbula tras sacudir su cabeza intentando al intentar despejarse. Nunca en toda su vida algo la había golpeado tan fuerte. Jamás. No parecía que tuviese la mandíbula rota ni que ninguno de sus dientes hubiese decidido pasar a mejor vida, pero incluso con sus capacidades de recuperación iba a tener un buen moratón e hinchazón en la cara.

Con una mezcla de excitación y algo que se negaba a admitir que fuese miedo, la Rider Blue materializó de nuevo su espadón y salió corriendo al exterior del edificio, a través de la pared que había derrumbado al impactar.

Su atacante estaba allí, en plena calle. Como si la esperase. Avra pudo verle con total claridad y bajo su agrietado visor sus ojos se abrieron alarmados.

A simple vista podría parecer un centurión garmoga, pero era obvio que distinto a los demás. Era mucho más alto que los centuriones comunes, con un cuerpo humanoide bien proporcionado y musculoso. No contaba con extremidades extra, deformidades o restos de implantes biomecánicos y cableado desgarrando su piel metálica. La única excepción era el único ojo rojo, una lente injertada en la carne de un rostro sin rasgos que clavaba su mirada sobre Avra.

Y la piel de su cuerpo, lisa y sin imperfecciones, no presentaba los tonos grises y sucios de sus congéneres.

Era dorada, de un oro puro. Brillante al sol, como la armadura de un caballero legendario.

Avra alzó su arma y se situó en posición de combate, "Últimamente los garmoga estáis llenos de sorpresas ¿no?", dijo intentando controlar su creciente nerviosismo, "Está claro que tu eres algo nuevo"

El ser la miró por unos instantes, y entonces asintió.

"Sí", dijo.

Su voz sonó clara, masculina y firme pero con una frialdad mecánica, articulando las primeras palabras pronunciadas por un garmoga por primera vez desde que hicieron acto de presencia en la galaxia.

"Algo nuevo."

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