domingo, 13 de febrero de 2022

061 QUIMERAS

 

En los segundos en que los Riders descendieron sobre el planeta a lomos de sus Dhars, la información compilada por el ZiZ y los escuadrones de seguridad y evacuación locales referente a las quimeras garmoga les fue transmitida de forma instantánea a través de los sistemas de comunicación en sus cascos.

Con ayuda de su lazo psíquico entre ellos y los Dhars, los Riders pudieron asimilar en tan corto fragmento de tiempo una cantidad de datos de considerable densidad que pintaba con bastante gravedad la situación en Alirion.

Las dos quimeras iniciales habían surgido de forma casi simultánea y en la misma localización, con apenas un kilómetro de distancia entre ambas, en un parque y el corazón de una capital del interior del continente de Baliscea.

Como en todos los casos de quimeras garmoga precedentes, los seres presentaban morfologías distintivas que los distanciaban de la uniformidad de los drones y centuriones garmoga, luciendo elementos físicos que parecían sugerir que se trataban de rompecabezas vivientes elaborados con múltiples partes de otras formas de vida.

La primera quimera, designada Kedolas, era un ser bípedo de aproximadamente unos veintiuno metros de altura. De piel grisácea y metalizada, su cabeza se asemejaba en su forma a la de los roedores del planeta nativo de la humanidad, con orejas que serían descritas posteriormente por un técnico humano del ZiZ como similares a las de un murciélago. A pesar de dicha semejanza, ésta terminaba en su deforme hocico, en el que tres parejas de pedipalpos similares a los de los arácnidos goteaban un ácido corrosivo.

Su cuerpo era ancho y encorvado, de extremidades cortas y cubierta su espalda por una serie de plazas metálicas de las que emergían cientos de gruesas espinas, de mayor anchura en la parte superior del cuerpo y más finas según descendían por su lomo.

La segunda quimera había sido designada Vothua y era de mayor envergadura, con noventa y tres metros de altura. Su cuerpo recordaba al de un cefalópodo, consistiendo en una única cabeza flotante de gran tamaño, con un ojo garmoga insertado en su carne dejando atisbar la maraña de cables y tendones fundidos a ellos que recorrían su cuerpo bajo la piel. De la parte inferior de su cuerpo emergían únicamente tres grandes tentáculos de aspecto artificial, con un grosor de varias docenas de metros cada uno. Parecían casi cables de superficie gomosa injertados en su vientre, pero con un vistazo más detallado podía distinguirse una profunda segmentación. Dichos cables/tentáculos se arrastraban por el suelo cuando el ser se desplazaba, pero en ocasiones alzaba uno o dos y desde sus extremos emitía descargas de energía altamente destructiva.

Al menos tres cuartos de la ciudad eran ya irrecuperables.

La tercera quimera garmoga surgió también del subsuelo, pero ya a unos ciento setenta y dos kilómetros al norte de los dos primeros contactos, en un área rica en cráteres y colinas afortunadamente deshabitada. Los centros urbanos y de producción más cercanos pudieron ser evacuados sin demasiado problema.

Esta tercera quimera fue designada Simurna y contaba con la peculiaridad de poder alzar el vuelo. Con unos cuarenta y seis metros de altura y una notable envergadura de sus alas de unos doscientos sesenta y cuatro metros de punta a punta, el ser se había limitado a volar en círculos en torno al área de emergencia de donde había surgido y de la cual brotaban miles de drones y múltiples centuriones garmoga.

Morfológicamente el cuerpo de Simurna era similar al de un enorme gusano, cubierto en protuberancias y dotado de dos enormes alas membranosas que parecían cosidas por filamentos metálicos, como de cable o alambre, que se hundían y surgían de su carne. En su pecho destacaban tres orbes luminosos de un color blanquecino que parecían emerger como tumores incandescentes.

Hooko fue la cuarta quimera en emerger, solo unos minutos después de Simurna pero en el área oeste del continente a trescientos quince kilómetros del primer punto de contacto, cerca de una zona de producción industrial. Los daños materiales no habían sido tan graves como los daños ecológicos que el monstruoso ser causó al destruir varias factorías cargadas de productos químicos peligrosos.

El ser en cuestión presentaba la curiosa forma de una semiesfera negruzca de aspecto viscoso, con un ojo garmoga de aspecto artificial insertado en el centro de su cuerpo de forma similar al de Vothua. Parecía desplazarse sobre una masa de zarcillos o cortos tentáculos que serpenteaban de forma constante bajo su cuerpo. Su altura era escasa, con apenas unos quince metros, pero de la parte posterior de su cuerpo surgían dos enormes extremidades similares a los brazos de una mantis religiosa que se elevaban hasta alcanzar unos cuarenta y cinco metros aproximadamente.

Pese a su lentitud al moverse, se había constatado que dichas extremidades, rematadas en dos largas cuchillas, se movían a velocidades anormalmente altas, capaces de romper la barrera del sonido al golpear.

Finalmente, unos treinta y dos minutos después de la primera emergencia, la quinta y última quimera hasta el momento surgió del subsuelo en el extremo sur del continente, a unos diez mil kilómetros del punto de contacto inicial, siendo la más alejada de todas.

Designada como Goemagot, su morfología era humanoide, como una versión agigantada de los centuriones garmoga pero con notables diferencias. También era, con una altura de unos ciento trece metros, la quimera garmoga de mayor tamaño registrada hasta la fecha.

Donde un centurión garmoga habría lucido una triste aproximación al concepto de un rostro, con una o varias lentes rojizas emergiendo de su carne biomecánica a modo de ojos, la pie gris y metalizada de Goemagot se presentaba como una masa informe y fundida donde apenas se podían distinguir formas que recordasen a ojos o una boca, casi como una cara que estuviese cubierta por un grueso tejido cicatricial. 

Su torso humanoide era totalmente carente de brazos y su carne se plegaba sobre sí misma en espiral, como si alguien lo hubiese tomado y retorcido, dejando asomar protuberancias de metal afilado de las que rezumaba un fluido aceitoso de color negro.

Dicho fluido parecía rellenar las abundantes tumoraciones y gigantescas pústulas que proliferaban en la parte inferior del torso bajo el vientre, casi dando la sensación de que del ser colgaba un saco de huevos listos para la puesta. De dicha masa grotesca emergían dos piernas cortas y esqueléticas, casi escamosas y que remataban en pies cónicos de ancha base.

Pero el rasgo más visible y destacado de aquella abominación andante era el halo metálico que emergía de su espalda, a la que estaba anclado y unido por una maraña de cables que se fundían con la carne inflamada. El halo ascendía desde los hombros hasta cerrarse por encima de la cabeza del ser. Allí, el constructo circular presentaba una grieta que chisporroteaba de forma constante descargas de energía, emitiendo en ocasiones un plasma de color verdoso que caía sobre la cabeza y torso de Goemagot, incitando al ser a emitir rugidos de dolor con una boca invisible al quemarse su carne, sometida a la temperatura de algo casi tan caliente como un sol.

Su emergencia se había producido a unos setenta y dos kilómetros de un centro urbano poblado en la costa, hacia donde se dirigía de forma inexorable.

 

******

 

Las órdenes de Alma Aster fueron claras y directas en el último tramo del descenso.

"Antes de proceder a la purga de la infestación nuestra prioridad es neutralizar a las quimeras y sacarlas de juego lo más pronto posible. No sabemos si tienen más en reserva", explicó la Rider Red, "Avra, Antos. Vosotros junto con Tempestas y Adavante os ocupareis de las dos primeras quimeras en surgir. La versatilidad de Tempestas debería servir bien contra la primera quimera. Adavante siendo el segundo Dhar más grande se hará cargo de la designada como Vothua."

"Muy bien. Ya la has oído hermanito, yo me hago cargo del puercoespín más feo que pegarle a un padre y tú te ocupas del calamar", dijo Avra.

"Athea, tú te ocuparás de Simurna. Al tratarse de la única quimera voladora la mayor velocidad y maniobrabilidad de tu Sarkha será un buen contrapunto contra ella. Cuando hayas terminado con ese gusano volador y purgado la zona necesito que entréis en esos túneles e intentes localizar el portal que han usado", dijo Alma.

Athea asintió. Tenía sentido, pues Sarkha no solo era el más rápido de los Dhars sino también el más pequeño. De todos ellos era el más apto para desplazarse en las galerías subterráneas que las quimeras garmoga habrían formado para subir a la superficie.

"Armyos", prosiguió Alma, "La cuarta quimera será cosa tuya. Necesito que además de lidiar con ella tú y Volvaugr llevéis a cabo una esterilización total de la zona, no necesitamos una reacción en cadena con todos los productos químicos que esa cosa ha derramado."

"Considérala frita", replicó Armyos.

"Si eso era un intento de frase lapidaria, te ha quedado muy pobre", musitó Antos, aunque pudieron oírlo claramente a través de sus comunicadores. Avra soltó una risita.

Alma sacudió la cabeza con un leve suspiro, "Solarys y yo nos desplazaremos al sur del continente. Goemagot es la quimera más grande y Solarys es la Dhar que mayor castigo puede dispensar. Espero que no suponga demasiado problema."

"¿Qué hay de Shin?", preguntó Avra, "Mis lecturas indican que ha entrado en la atmósfera y que va camino del área del primer contacto donde estaremos Antos y yo."

"No forma parte de nuestra cadena de mando pero si podéis establecer comunicación directa con él y coordinaros, hacedlo. Mientras os ocupáis de esas quimeras estaría bien que él lidiase con los drones y centuriones a ras de suelo."

"¿Y si termina siendo un lastre o muerde más de lo que puede tragar?", preguntó Antos.

Alma calló por un instante antes de responder, con un tono grave y calculado, "Shin no es nuestra responsabilidad. Terminar con los garmoga es nuestra responsabilidad, salvar las vidas de civiles inocentes y apoyar a las tropas de evacuación es nuestra responsabilidad. Si Shin resulta no estar a la altura y se pone en peligro y podéis salvarlo sin comprometer esos parámetros, adelante. Pero si debéis elegir entre su vida o la de un habitante del planeta..."

"Entendido", replicó Avra, "Mas les vale al saltamontes portarse entonces, por el bien de su propio pellejo."

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