Al observar las estrellas parpadeando en la negrura infinita del espacio, el capitán supo por qué su padre lo llamaba el Mar Interminable cuando les contaba historias de sus viajes a él y sus hermanos. Un mar eterno y sin confín, lleno de nuevos mundos que explorar, aventuras que correr, tesoros por descubrir, gentes que conocer... monstruos que temer.
Y también, como en cualquier otro mar, piratas. Como los de la flotilla de naves ruinosas pero irritantemente numerosas y rápidas que en aquel momento parecían obcecados en mandar su fragata al infierno y habían convertido su puente de mando en una cacofonía de alarmas e información.
"¡Escudos frontales al 72 por ciento! Laterales en 52... ¡No, 47!"
"El IACOM calcula que nuestros cañones han repelido solo a..."
"¡Los objetivos son demasiado pequeños para nuestros cañones!"
"Desplegando cazas en..."
"...como un maldito enjambre, su número..."
Para el capitán la situación había sido la propia de un día rutinario antes de que comenzase el ataque. La fragata INS Balthago era una modelo CN-Delta de nueva hornada, una obra de ingeniería resultado del trabajo conjunto de los humanos, los vas andarte y su propio pueblo, los ithunamoi. Uno de tantos proyectos de colaboración inter-especies promovidos por el Concilio para reforzar la moral durante la guerra y para asegurar una renovación constante de la flota.
Los últimos seis años habían sido relativamente calmados, con las incursiones Garmoga reduciendo su número y viendo su rango de acción contenido a los territorios que ya ocupaban. Ello había propiciado que ciertas naves selectas de la flota como la Balthago fuesen redirigidas a labores de exploración y vigilancia en los sectores pacificados.
La Balthago se encontraba inmersa en una patrulla rutinaria a velocidad sublumínica que la había llevado a pasar cerca del sistema Krosus, una vieja estrella enana amarilla en torno a la cual orbitaban solo cuatro planetas. De esos cuatro solo Krosus-4 podía albergar vida. En otro tiempo el mundo había estado habitado al contar en su superficie con una extensiva operación minera de iridio y otros metales. Millones de trabajadores y sus familias habían residido allí durante años, pero la creciente inseguridad y el desgaste de las minas habían llevado al abandono del lugar. En la superficie del pequeño planeta los únicos restos de civilización que quedaban eran las viejas instalaciones de la factoría, algo de maquinaria abandonada y los restos de una ciudad fantasma de residencias modulares reciclables a las que la vegetación autóctona estaba absorbiendo.
O al menos se suponía que debía ser así.
La primera irregularidad fue la detección por parte de sus sensores de una pequeña nave monoplaza no registrada. Habían podido ver con claridad a aquel cascajo, una suerte de viejo caza Ixos reciclado con piezas de otros modelos, dirigiéndose hacia Krosus-4. El piloto debió verles y alarmarse pues su nave aceleró de una forma que nadie hubiese esperado de un pedazo de chatarra canibalizada y descendió a la superficie del planeta ignorando todo intento de comunicación.
Inicialmente el capitán se había planteando ignorar el encuentro. No era extraña la presencia de saqueadores o buscatesoros en las zonas más abandonadas. Puede que incluso fuese un residente local o un rezagado ermitaño. Fuera de los sistemas de los mundos centrales, la Galaxia se había ido convirtiendo en una Tierra de Nadie en el último siglo.
Por desgracia, no podía permitirse el lujo de esperar lo mejor. El riesgo de que aquel caza hubiese podido ser tomado por un infiltrador Garmoga también era real. Se dieron las órdenes pertinentes y la Balthago se desvió de la ruta marcada para situarse en la órbita de Krosus-4 e iniciar un escaneo de la superficie.
Apenas pudieron comenzarlo cuando del planeta se alzó una auténtica marabunta de naves monoplazas, pequeños esquifes y cargueros remodelados con armamento pesado, lanzándose de frente y sin ninguna estrategia contra la fragata en un ataque total. Parece ser que las minas de Krosus estaban habitadas de nuevo, de forma ilegal.
Una flotilla pirata. Y era un problema.
La cuestión es que la Balthago era indudablemente superior en potencia de fuego y contando con su propio escuadrón de cazas monoplaza asignado, pero...
"Si alguien no responde a nuestra transmisión puede que tengamos problemas, señor"
Quien había hablado era su Primer Oficial, un humano ya maduro de cabellos canosos. El capitán asintió, intentando evitar que la tensión erizase las púas de su cabeza. El número de los piratas era inusitado, y si bien confiaba en que la Balthago conseguiría la victoria contra aquella morralla la verdad es que si no recibían refuerzos era muy posible que el asalto continuado acabase causando daños serios e incluso bajas.
Al menos no es una incursión garmoga, pensó.
Pese a ello, una pequeña parte en lo más recóndito de la mente del capitán hubiese preferido a los Garmoga. Al menos entonces sentiría que todo aquel desperdicio de energía y daños para su nave habría estado justificado. Miembros de la gran flota del Concilio haciendo frente a los monstruos que amenazaban a la civilización. Así es como debían ser las cosas.
Pero le había tocado lidiar con lo que parecía la concentración de distintos grupos piratas unificados a juzgar por su número. Las naves modificadas y recicladas, muchas volando casi por arte de magia, seguían alzándose desde el planeta. Que dada la situación de la galaxia hubiese aún individuos que rechazasen hacer frente común contra la oscuridad y vivir de la rapiña le resultaba irritante.
"¡Escudo frontal al 23 por ciento!"
El Primer Oficial frunció el ceño, "Hemos terminado con dos tercios de la oleada inicial pero continúan viniendo desde el planeta... esto sería más llevadero si tuviésemos capacidad para bombardear la superficie."
"La tenemos, pero no con la precisión apropiada para dar de lleno a su base", replicó el capitán, "Por no mencionar que para un bombardeo orbital se requiere de una autorización que no tenemos dado que se suponía que esta patrulla iba a ser breve y el riesgo de un encuentro garmoga mínimo, y no lo tendremos ni tampoco refuerzos si nadie responde a nuestras comunic..."
"¡Capitán, acabamos de recibir una señal en código desde Aurum! Van a enviar a... oh, dioses..."
El capitán se giró hacía su Oficial de Comunicaciones, quién había parecido quedarse mudo de repente con los ojos muy abiertos, "¿Es la Comandancia? ¿A quién van a enviarnos, algún escuadrón de las patrullas cercanas?", preguntó el capitán.
"No señor... nos envían a..."
Y entonces, un fulgor carmesí iluminó la oscuridad estrellada del exterior. Un rayo de energía plasmática rojo surgió de la nada y un considerable número de naves de la flotilla pirata fue inmolada en un instante. El resto se disgregaron en un claro momento de desorientación y pánico.
Antes de que el capitán pudiese asimilar lo que acababan de ver otros cuatro rayos de luz continúa de distintos colores cortaron la formación de la flotilla pirata. Un chasquido en la terminal de comunicaciones señaló una transmisión entrante. Una voz femenina joven resonó en el puente de mando.
"Saludos INS Balthago, parece que han encontrado a unos amigos con bastante mal genio."
El capitán tragó saliva, "Capitán Calkias de la INS Balthago... ¿Pueden identificarse? me temo que no aparecen en nuestros sensores, señora..."
"Rider Red"
El capitán comprendió la expresión de sorpresa en el oficial de comunicaciones. ¡Los Riders! ¿Qué hacían allí? Normalmente patrullaban los bordes exteriores y se ocupaban de cosas más serias que escaramuzas con piratas, como por ejemplo, ser la principal fuerza de ataque y resistencia a los Garmoga y los principales responsables de que el corazón de la galaxia aún no hubiese sido aniquilado. Durante el último siglo y medio los cinco guerreros enfundados en sus armaduras y volando sobre sus bestias biomecánicas, los Dhar Komai, capaces de igualar la capacidad de cualquier nave, habían sido el principal foco de luz en una galaxia cada vez más oscura.
El capitán sintió cierto vértigo... no todos los días acudían a tu auxilio leyendas vivientes.
"Su... su presencia es algo irregular dadas las presentes circunstancias, Rider Red, pero no pienso quejarme al respecto."
"No nos dé las gracias todavía, capitán", replicó la jinete roja, "Me temo que nuestra presencia ha sido algo casual. Ya veníamos de camino a Krosus-4 antes de recibir su transmisión con ordenes de aprehender a un individuo de interés que parece residir en esa colonia pirata"
El capitán no puedo evitar esta vez que se erizasen sus púas... "¿Quiere decir que van a dejarnos a nuestra suerte contra esta flotilla mientras usted y sus hermanos corretean por la superficie? Sé que podríamos lidiar con ellos pero no podemos permitirnos recibir cierto nivel de daños en la nave, podría ser catastrófico de cara al futuro..."
"Tranquilo. Solos vamos a descender mis hermanas, hermanos y yo. Les dejaremos los Dhars como refuerzo contra las naves piratas."
"¿Los Dhar Komai?", preguntó incrédulo. Desde luego la presencia de las bestias era una ayuda inestimable, pero si los Riders iban a dejar a los Dhars en la órbita del planeta... "¿Pero como van a tomar tierra sin ellos?"
En ese preciso instante, acompañados de más destellos de luz, por fin pudieron visualizar a los Dhar Komai. Las bestias biomecánicas, que los humanos solían describir como "dragones". Las criaturas se movían con soltura y pasmosa velocidad para su tamaño entre las naves de la flotilla pirata, haciéndolas pedazos con impactos directos o emisiones de energía. Acto seguido, los cinco seres se posicionaron en formación y descendieron hacia el borde de la atmósfera de Krosus-4.
"¿Cómo vamos a tomar tierra?", La sonrisa en el rostro de Alma Aster, Rider Red, casi podía oírse en su voz al tiempo que se desanclaba de la silla-módulo de pilotaje en la espalda de su Dhars, "Cayendo, capitán".
Y saltó.
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