Iria Vargas corrió, alcanzando el ascensor en el último momento apenas un instante antes de que las puertas se cerrasen. La joven atliana de piel verde oliva y ojos rojos oscuros siempre había estado presente en la plataforma de aterrizajes de la torre Norte del complejo de los Corps cuando los Riders retornaban de alguna misión. No pretendía que esta vez fuese diferente. No quería perderse el espectáculo.
Vargas llevaba ya una década trabajando en los Corps como miembro del equipo de análisis biológico y supervisión de procedimientos médicos. Su rápido ascenso la había permitido trabajar mano a manos con los Riders y sus Dhar Komai, una situación que era poco menos que un sueño que había tenido desde niña.
Individuos como ella no eran pocos. Criados en una galaxia en guerra pero en la relativa seguridad de los sistemas de los sectores interiores, creciendo con historias de los guerreros legendarios que mantenían sus vidas a salvo.
Vargas sabía que la realidad no era tan clara y cristalina, que la guerra era algo más complicado de cuyos mayores peligros más directos se habría librado por el privilegio fortuito de haber sido adoptada por una familia en el lugar adecuado. Una fortuna que no compartió su familia biológica. Iria no tenía ni idea de cuál habría sido el nombre atliano que le dieron sus desaparecidos padres (presuntamente fallecidos en una incursión Garmoga en el sector Guímel), tampoco sabía si había algún hermano o hermana. Cuando sus padres adoptivos la encontraron, estaba sola en el orfanato.
Así que no, Iria no estaba ciega a los claroscuros de la vida.
Pero una parte de ella nunca dejó de creer en héroes.
Por eso había corrido para estar en la plataforma cuando llegasen bajando desde los cielos.
Los Dhar Komai tendían a salir del hiperespacio a corta distancia de la superficie de Occtei, ya dentro de la atmósfera. Si la salida del viaje supralumínico de una nave no era algo especialmente vistoso (con el vehículo materializándose de golpe de la nada) no podía decirse lo mismo de los Dhars. En el momento en que los Dhar Komai salieron del hiperespacio y entraron de nuevo en una velocidad sublumínica, destellos de color inundaron los cielos como heraldos de su llegada.
Iria sonrió al ver el nuboso y gris cielo de Occtei convertirse en un colorido lienzo por un instante. El sonido del viento fue ensordecido poco después por los rugidos de saludo de las grandes bestias. Los Dhars comenzaron a descender hacia la parte Sur del complejo, donde se encontraban los ecosistemas artificiales de contención para su residencia, pero los Riders no les acompañarían ahí.
En al aire, los hermanos Aster iniciaron la desconexión de sus sillas-módulo. Los Dhars detuvieron su descenso un instante, quedando suspendidos en el aire un par de segundos. Tiempo empleado por los Riders para activar su teleportación y en cinco destellos materializarse y hacer acto de presencia en la torre Norte. La suspensión de movimiento temporal de los Dhars permitía la teleportación sin energía cinética acumulada. De esta forma los Riders tocaron tierra limpiamente, sin descargas de energía ni salir propulsados como en su asalto en Krosus.
En la plataforma de la torre Norte no solo los esperaba Iria, sino también parte del equipo médico y el personal de seguridad estándar. Los Riders comenzaron a avanzar hacia ellos. A cada paso que daban, destellos y nubes de partículas de color incandescentes los envolvían al ir disolviéndose sus armaduras y cascos, dejando a los cinco en ropas de a diario. Contrastaban, desde el formal uniforme de tejido termal rojo de Alma hasta la sudadera negra con capucha de Athea, pasando por el jersey azul de Avra, el chaleco anaranjado de Armyos o la vistosa camisa purpura de Antos.
Iria Vargas se adelantó, con una sonrisa en los labios y saludando con un gesto de la cabeza.
"Bienvenidos a casa, Riders", dijo.
La respondieron con saludos, gestos de cabeza y en el caso de Antos un guiño. Alma fue la primera en responder verbalmente, "Doctora Vargas, siempre un placer."
"El Director te espera para el informe de misión, Alma. Pero antes tenemos que llevar a cabo el examen estándar de rendimiento y descontaminación."
"Que no tarde mucho, por favor", dijo Athea, "Querría hablar con los del Departamento Tecnológico cuanto antes."
"¿Algo serio?", preguntó la doctora.
"Relativo a la misión, doc. Ya sabe, no podemos contar mucho aún, protocolos y eso", dijo Antos.
"Bueno, supongo que me enteraré cuando sea la hora de la cena, como siempre."
"Te vas a cagar, doctora. Había como... no sé... ¡un tropollón de piratas! ¡Y reventamos a...!", dijo Avra, gesticulando.
"Eso no es un número, Avra", interrumpió Armyos.
"Lo es si yo digo que lo es."
Iria Vargas dio un par de palmadas para redirigir su atención, "Chicas, chicos, eso está muy bien, ya me lo contareis... pero no perdamos más tiempo y acompañadme al centro médico antes de que empiece a llover."
"Muy bien, vamos", dijo Alma.
"¿Por qué tenemos que hacer siempre lo mismo después de una misión?", se quejó Avra mientras caminaban hacia el ascensor, "No es como si pudiésemos enfermar."
Alma suspiró en un ejercicio de paciencia. Casi siglo y medio de misiones y era siempre la misma cantinela con su hermana pequeña: "Pero otros si pueden, y el protocolo es que cada visita extraplanetaria requiere una descontaminación. Lo hace todo el mundo."
"Lo sé, pero a mí no me gusta."
"Lo que no te gusta es cuando toca poner inyecciones", rió Antos, "La gran Avra Aster, con miedo a los pinchacitos."
"Cuidado Antos. Cuidado. Recuerda que Avra sabe donde duermes", añadió Armyos. A su lado Avra comenzó a asentir con entusiasmo y una sonrisa afilada. A Athea se le escapó un pequeño bufido que podría ser una risita.
"Tiemblo de terror", respondió Antos burlón, imitando el gesto de un escalofrío.
Ya en el ascensor Iria Vargas puso los ojos en blanco por un instante, intentando contener una risa. A su lado, Alma Aster la miró con un gesto inquisitivo al que la doctora respondió con una sonrisa cómplice.
Héroes legendarios, con edad para ser mis bisabuelos, pero creo que nunca dejarán de ser críos, pensó.
Decidió no darle más vueltas. A la larga aquel tipo de pensamientos siempre se tornaba sombrío.
******
Con el protocolo de descontaminación terminado y tras el saneamiento, cada Rider fue por libre.
Athea se encaminó al Departamento Tecnológico con el material recuperado de la computadora de Pratcha. La Rider Black se había tomado como una suerte de cruzada personal intentar averiguar en la mayor medida de lo posible que datos había guardado allí el fallecido científico.
Antos y Avra corrieron a la sala de esparcimiento para enzarzarse en una competición virtual en la que llevaban envueltos ya varias semanas de forma esporádica. Algunos guardias, técnicos y otro personal de permiso se les unieron.
Armyos bajó a los niveles inferiores, hasta los hangares, donde se había establecido un pequeño taller aislado para su uso personal. Había pasado los últimos meses restaurando un viejo caza monoplaza e intentando equiparlo con un dispositivo de hipermotor. Ansiaba hacerlo volar y comprobar si podría hacerlo funcionar sin comprometer la integridad física.
Alma, por su parte, se encaminaba a la estructura central del complejo, donde se encontraban las salas de reuniones, los departamentos tácticos, y los puestos de mando. El comandante Arthur Ziras, director de los Rider Corps, la estaba esperando en su despacho.
Como era habitual, Alma entró sin llamar. De haber estado Ziras realmente ocupado o no disponible, un guardia habría estado asignado en el exterior frente a la puerta.
Arthur Ziras había sido el Director de los Rider Corps los últimos 47 años, tras la muerte de su predecesor y primer impulsor del proyecto, Stephen Eld. Una parte de Alma seguía echando de menos a Eld, quién había sido parte de sus vidas como Riders desde el principio, aunque Ziras siempre le había parecido un substituto adecuado.
Un soldado en lugar de un científico. No era quizá la mentalidad más iluminada, pero en sus años al frente de los Corps Ziras había demostrado buen juicio, un respeto por las normas aunque sin caer en una inflexibilidad implacable, y la sensatez de saber discernir las sugerencias que contaban como buenas ideas de aquellas que eran auténticos sinsentidos.
Ziras se encontraba sentado frente a su escritorio, examinando el monitor de su computadora personal. Sin apartar la vista de la pantalla se dirigió a Alma al tiempo que con un gesto la señalaba que podía sentarse.
"Acabo de recibir una copia del informe preliminar de la INS Balthago, concuerdo en que fue una buena decisión prestarles auxilio siempre que no se comprometiesen los parámetros de la misión", dijo Ziras, "Aunque puedes esperar que algunos del Consejo de Mando no lo verán igual."
"La presencia de los Dhars habría sido irrelevante en la superficie más allá del posible rastreo. Y no fue necesario, director", dijo Alma.
"Lo sé, lo sé...", Ziras se frotó la frente como intentando contener una jaqueca, "Esto de Pratchas... sé que ha sido enormemente irregular, pero ha cundido un poco el pánico porque no sabemos exactamente cuanta información y material se ha llevado."
"Tenía una llave mórfica, señor."
"Eso... eso es un saco de mierda que no tengo ninguna prisa en abrir, Alma. Todas esas cosas deberían estar purgadas y no quedar ninguna funcional, me temo que vamos a tener una investigación interna muy seria."
Ziras dejó de mirar el monitor, centrando toda su atención en la Rider. Alma procedió a relatar toda la sucesión de hechos desde su punto de vista con añadidos de lo informado por sus hermanos y hermanas que pudiese ser relevante.
Un breve pitido en la pantalla indicando la recepción de un mensaje atrajo la atención del Director. Lo leyó con prontitud.
"El capitán Kore acaba de mandar el código de confirmación de la recogida del cuerpo de Pratcha ¿Qué puedes decirme de sus dos asociados?"
"Jóvenes, atlianos, altos lazos de familiaridad. Sugiero investigar el entorno personal de Pratcha. Dicho eso, no creo que sepan más que nosotros en este momento."
"Deberías haberlos retenido, podríamos interrogarlos."
"No sabían nada."
"¿Puedes asegurar eso, Alma? ¿Con total certeza?", preguntó el director.
"No creo que el doctor Pratcha estuviese mintiendo. Los indicadores metabólicos no se correspondían. Y aunque supiesen algo, como ya he dicho no creo que sea mucho más de lo que sabemos nosotros."
"Vuestras ordenes..."
"Nuestras órdenes eran extraer a Tiarras Pratcha, de forma prioritaria con vida, aunque no podía descartarse el uso de fuerza letal en caso de presentar resistencia, cosa que hizo", interrumpió Alma, "La extracción de información adicional recae en nuestro propio juicio, y respecto a la marcha de sus colaboradores, no teníamos orden alguna para su retención. Hicimos lo que se nos dijo, nada más."
Ziras asintió dándole la razón, aunque su ceño seguía levemente fruncido, "Al Consejo de Mando le van a parecer tecnicismos, querrán saber más de esos dos."
"Si el Consejo de Mando quería una operación de extracción estándar deberían haber mandando un cuerpo de asalto especializado", continuó la Rider Red, "No tenemos problema en colaborar con el mantenimiento de la paz y prestar auxilio y participación en rescates u otras acciones, pero nuestro entrenamiento no está enfocado a los aspectos más grises de una operación militar, señor."
Enviarnos a nosotros fue como enviar una atómica a una pelea de taberna, se dijo Alma, El termino irregular se queda corto. Y lo que dijo Pratchas...
Antes de que Ziras pudiese responder, una alarma comenzó a sonar de forma repetida y estridente. Luces rojas iluminaron el despacho y los pasillos parpadeando durante unos segundos. La alarma se cortó para ser sustituida por una potente sirena a lo largo y ancho de todo el complejo.
"Maldita sea", susurró Ziras entre dientes, "Ya hacía un tiempo desde la última vez... Reúne a los demás y preparaos para otra salida, Alma... siento que sea tan pronto."
Alma se levantó, con un brillo de determinación en sus ojos, "Para esto si estamos entrenados, señor."
Sin dudas. Sin claroscuros. La alarma que indicaba una incursión garmoga en proceso.
Un mundo necesitaba ser salvado.
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