No tenía ojos, pero podía ver.
Lo hacía de un modo que apenas podríamos concebir. Para ella el mundo era un mosaico de quebradizos reflejos y destellos de luz donde lo material y lo inmaterial a menudo se confundía.
Los había observado desde que llegaron, evitando el contacto directo.
Eran distintos de los otros carne blanda.
Vagas memorias heredadas intentaron poner un nombre en su mente que no llegó a pronunciarse en palabras. El nombre de viejos enemigos de su estirpe, maldecidos por el Canto.
Los otros carne blanda, los... malbassa. Si. Se llamaban así, o al menos esa era la aproximación más cercana al término en su lenguaje que había conseguido tras escarbar en sus mentes. Los malbassa eran débiles, como muchos carne-blanda.
No era esto algo que supiese por experiencia propia. Nunca había encontrado carne blanda antes, pero el Canto dictaba que todos eran débiles y útiles únicamente para la toma, la Asimilación.
Pese a ello había optado inicialmente por la prudencia y la cautela cuando llegó a la pequeña luna y atravesó la roca subterránea para alcanzar el corazón de aquella base, siguiendo el rastro de energía de los Devoradores.
Los llamaban garmoga. De haber tenido labios habría escupido ante la mención del nombre. El haber hundido su ser en su carne muerta y en su metal para intentar confirmar viejos miedos no había sido agradable.
Si la roca y el metal de la montaña habían sido una tarea sencilla de abordar, la materia suave y maleable de los carne blanda fue un juego de niños. Sintió algo de vergüenza al dejarse llevar por el frenesí, pero era su primera Asimilación, y sus memorias eran ricas y nítidas. Resultaban adictivas, y el tinte de miedo que las marcaba en los momentos finales antes de su conversión en Fragmentos era demasiado delicioso para no querer probarlo más y más.
Tomó a los de abajo, disgregó una parte de sí misma para llegar antes a los niveles superiores y finalmente se reintegró con su otra mitad tras un juego del gato y el ratón con los carne blanda rezagados, justo a tiempo para esconderse cuando llegaron aquellas nuevas abominaciones, aquellos... guerreros.
Los malbassa eran como pozos de brea de movimiento lento y torpe en su visión. Muchos otros seres orgánicos lucirían de forma similar, como masas de materia torpe y grotesca manchando el mosaico de la realidad.
Pero aquellos cinco...
Eran heridas. Llagas de luz y color rasgando el mosaico, quebrándolo a su paso. Su mera visión era a la par dolorosa y fascinante. Los contornos de sus figuras eran trazos borrosos que apenas contenían un poder ardiente que rezumaba de forma constante a su alrededor.
Supo de forma instintiva que si bien estaban ligados a él de una forma profunda y etérea que no conseguía dilucidar, aquel poder hundía sus raíces en algo mucho más antiguo, salvaje y monstruoso que el alma de aquellos cinco seres.
Tenían que ser guerreros. ¿Por qué sino iba a tener un ser vivo la capacidad de quebrar la luz y la materia como aquellos cinco?
Así que optó de nuevo por la prudencia, y decidió observar oculta en las sombras de la ausencia de luz. Pensó en quedarse a mirar qué ocurriría cuando los Fragmentos despertasen, pero un grito de alarma desde el Canto la hizo replantearse dicha decisión.
Optó por atravesar de nuevo el metal, y salir al exterior. La oscuridad estrellada del cielo lunar la recibió con un aire frío y reconfortante y se detuvo un instante a saborearlo. Sintió el despertar de los Fragmentos y su quiebra casi inmediata.
Alarmada, saltó por la superficie de la montaña, descendiendo de forma grácil gracias a la escasa gravedad.
Su instinto la impelía a mantener su presencia allí, a intentar llevar la Asimilación al mundo cercano, pero las órdenes que había recibido gritaban a través del Canto en su interior con creciente alarma.
Dicha alarma y el sentir la quiebra de los recién nacidos Fragmentos embotó sus sentidos. No percibió los desgarros de luminiscencia gigantescos volando sobre ella y como el más grande, una llamarada alada roja e incandescente emitió un Canto propio que había de ser oído por una de las cinco abominaciones de la luz.
Por eso la Esquirla se frenó en seco cuando un destello carmesí quebró el mosaico frente a ella, haciendo chillar al Canto, y Alma Aster se materializó delante suya espada en mano.
******
Desde las alturas Solarys vio al ser, emergiendo desde uno de los túneles de ventilación superiores de la parte externa del complejo que no estaba hundida en la roca de la montaña.
La Dhar pudo ver que no era uno de los enemigos tradicionales, los parásitos que su ama y estirpe combatían con regularidad, pero decidió hacer uso de su lazo psíquico de todas formas. Su ama juzgaría que hacer, después de todo siempre tomaba las decisiones apropiadas.
De ese modo, el conocimiento de la Dhar Komai llegó a la mente de Alma Aster justo cuando ella y Athea ascendían para reunirse con los demás. Dando cortas instrucciones a su hermana para seguir adelante, la Rider Red optó por unir su mente a la de Solarys y usar la visión de la Dhar Komai como guía para determinar un punto de llegada.
El Destello fue instantáneo, y en una fracción de segundo Alma Aster pasó de estar en el corazón de la base lunar malbassa a encontrarse en el exterior frente a una criatura de un tipo que no había visto jamás.
Lo primero que llamó su atención, fue la naturaleza aparentemente cristalina del ser.
Al contrario que los transformados malbassa, en los que había un aura de enfermedad quebradiza, no pudo detectar nada semejante en aquella forma de vida extrañamente humanoide.
Fue eso quizá lo segundo que más llamó la atención de Alma. Las similitudes físicas entre la especie humana y otras de su galaxia adoptiva –principalmente los atlianos– había sido objeto a la par de bromas y serios estudios. La opinión general optó por una despreocupada aceptación, un encogimiento de hombros interestelar aceptando la sencilla realidad de que si había alguna ley divina en el universo más allá de la comprensión de sus habitantes, ésta parecía tener preferencias de diseño.
Por eso, lo que extrañó a Alma no fue que el rostro de aquel ser pareciese el de una mujer humana o atliana, o puede que incluso vas andarte, tallado en cristal, ni que su figura y cuerpo le recordase a una estatuilla de cristal azabache humanoide y andrógina.
Era su perfección antinatural. Su inexpresividad. La forma de moverse de un cuerpo que debería ser rígido al carecer de puntos de articulación perceptibles. Incluso el más sutil de sus movimientos despertaba toda clase de alarmas en los sentidos de la Rider. La misma repulsión instintiva ante los malbassa reanimados, como si el Nexo mismo repudiase a aquella cosa.
A pesar de todo, Alma Aster intentó primero establecer contacto antes que recurrir al enfrentamiento.
Debe mencionarse que en ningún momento desmaterializó a su espada Calibor de sus manos.
"Hola."
La criatura no respondió, pero en su fuero interno Alma supo que la había entendido. El ser se limitó a inclinar levemente su cabeza a un lado. Un posible signo de curiosidad.
"Estoy bastante segura de qué puedes entenderme. No quisiera recurrir a un enfrentamiento a pesar de que tus acciones con los residentes de la base denotan hostilidad. Pero tampoco puedo descartar que todo se haya podido deber a un primer contacto desafortunado."
El ser habló. Los labios de la máscara que era su rostro no se movieron. Su voz no fue tanto una vibración de sonido transmitida por la tenue atmósfera como una proyección de palabras directa a la mente de Alma.
"PrIMer cOntaCto."
Alma asintió, "Sí, uno bastante malo ¿Por qué hiciste eso a los malbassa?"
"cArNE BlanDa. AsIMIlaCiÓN. imPeraTivo."
"¿Asimilación?"
"CaRne bLaNDa ImPERfecTa. aSimiLAciÓn. CoRRecCión y diCha. Lo dICta el CANTO."
Alma no sabía qué era aquel "Canto", pero casi pudo sentir el fervor cuasi religioso en la voz de la criatura al mencionar la palabra.
"¿Fue por eso por lo que viniste aquí? ¿Para asimilar a los malbassa?", preguntó la Rider.
"No. rAstRo. BúsQueda de InFormaCiÓn dE lOs deVoRADoreS. GarMoga."
Llegó aquí siguiendo el rastro de los garmoga, pensó la Rider Red, De algún modo percibió a los ejemplares de
drones con los que experimentaban los malbassa. Solo puedo asumir que debieron
parecerle un objeto de estudio más seguro que seguir el rastro de garmoga
vivos.
Las respuestas no hacían sino plantear más preguntas.
"Los garmoga también son nuestros enemigos. Si también lo son de tu gente, a pesar de lo que ha ocurrido quizá podríamos..."
"¡NO!", exclamó el ser, "pErciBIMos intenCiÓn. CaRne Blanda nO fiaBle. pRomeSAS rOTas. pAlaBRAs vacías. No. sÓlo AsiMilaCióN."
Bien, eso parecía zanjar cualquier intento de llegar a una solución diplomática.
"¿Quién eres?", preguntó Alma, "¿Qué eres?"
En las alturas, resonó el rugido de los Dhars y Alma sintió a través de su lazo psíquico que el resto de su familia estaba en camino. En pocos segundos los demás Aster aparecería junto a ella en un Destello de luz.
La criatura debió percibirlo también. Dio un paso atrás y el aire en torno a ella pareció ondularse como cuando era calentado por altas temperaturas. La figura acristalada comenzó a plegarse sobre sí misma, como si hubiese pasado de ser tridimensional a ser un objeto de dos dimensiones, tornándose más pequeña.
Alma tuvo que apartar la vista. Era como si el tejido de la realidad ante sus ojos se hubiese convertido en un mosaico acristalado que se estuviese devorando a si mismo, como si el mismo aire a su alrededor estuviese lleno de grietas.
Es algún tipo de teleportación, pensó. Aún se preguntaba si sería posible frenar el proceso y retener a la criatura cuando cuatro destellos de color a sus espaldas marcaron la llegada de los demás Riders.
La visión ante sus ojos debió suponer todo un shock pues ninguno de los Aster movió un músculo mientras la Esquirla se plegaba sobre sí misma y hablaba por última vez antes de desaparecer.
"sOY EsQuirLa. SiErva. hÁgaSe la voLunTAd del Canto. Su VolUNtAd", proclamó, con un crescendo fervoroso en su voz, "SalVE a lA ReiNa dE la cOrona De CriStal rOto."
Y con dichas palabras y un último chispazo de luz blanca humeante se esfumó, y la ruptura de la realidad se reparó ante los ojos de los cinco Riders.
Alma Aster suspiró, desmaterializando su espada y dándose cuenta de que una enorme tensión abandonaba su cuerpo, como si hubiese estado a punto de entrar en pánico sin ser consciente de ello.
Un silencio pesado cayó sobre las Cinco Luces del Universo, roto únicamente por el colorido pero atinado e incrédulo susurro de Avra.
"Vaaale... ¿Qué cojones acaba de pasar?"
Lenguaje soez aparte, era una excelente pregunta.
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