viernes, 9 de abril de 2021

008 HISTORIA Y MONSTRUOS

 

Los Garmoga.

Los Destructores, los Devoradores, la Oscuridad Imparable.

Nadie sabía de dónde venían, y nadie podía aventurar cuál era su verdadero propósito, si es que tenían alguno más allá de su implacable avance destructor.

Han sido muchos y amplios los estudios realizados respecto a los seres que suponen la mayor amenaza para la galaxia, pero son pocos aquellos que pueden argumentar con hechos y no solo con meras conjeturas.

Hace poco más de dos siglos y medio, la galaxia se encontraba a las puertas de lo que no pocos creían que podía ser el inicio de una Edad Dorada. El Concilio se había consolidado como el poder dominante. Una confederación de aproximadamente dos millones de mundos divididos entre las capitales de Sistemas, coaliciones diversas, espacios de expansión colonial, protectorados, etc. Miles de especies manteniendo sus rasgos propios pero consolidando intereses bajo un techo común de gobierno, civilización y justicia. 

Cientos de mundos y sistemas se alinearon en coaliciones como Sectores con representación en los distintos órganos del gobierno, bajo el auspicio de los miembros fundadores del Concilio, de quienes éste había tomado el nombre: Los doce mundos y sus respectivos territorios que habían concebido la idea de cooperación coordinada entre especies fundamentada en la libertad.

Además de su reestructuración interna final, que había otorgado el mayor poder y desarrollo del que jamás había gozado, el Concilio había conseguido también la paz con los dos grandes poderes restantes de la galaxia.

El Concordato de Naatlu había garantizado el fin de las hostilidades con el viejo Imperio Laciano del cuadrante Dálet. Habían sido durante siglos la mayor potencia opositora, impulsados por una política expansionista y de asimilación cultural opuesta a la diversidad equilibrada del Concilio.

Fueron muchas, diversas y complicadas las razones que llevaron al Concordato. Los lacianos nunca dejaron de ser una potencia militar, pero la sostenibilidad de su mandato era más precaria y el control de mundos usando el miedo como herramienta solo era útil hasta cierto punto. Si bien el Concordato trajo la paz, la cooperación y acercamiento de posturas eran aún una posibilidad distante y frágil. Los sucesos de años posteriores alterarían de nueva toda la dinámica de poder.

El otro gran rival, aunque no necesariamente siempre oponente del Concilio, era la Alianza Elderiana. 

Los Eldara eran los últimos de los Cinco Mayores, las especies más antiguas en los registros históricos conocidos de la galaxia que habían ido abandonando progresivamente el plano físico, uniéndose al Nexo. La Alianza Elderiana era una coalición de mundos  en el cuadrante Bet, no amplia en número pero si en recursos y poder, al concentrar el mayor número de usuarios de magia de la galaxia. Durante décadas han circulado rumores de que los Eldara, los regentes de la Alianza, habían visto reducido su número hasta el punto de que se creía que Amur-Ra, embajador de Elderia en el Concilio, era el último de su gente en el universo.

Nunca fue necesaria la firma de un concordato o acuerdo. Si bien la Alianza Elderiana nunca se integró como parte propiamente dicha del Concilio, la colaboración entre ambos fue pronta una vez limadas asperezas. Los intentos de expansión y de forzar control de un Concilio más inmaduro en sus primeros siglos de existencia habían sido frenados una y otra vez. No fue hasta que el Concilio se consolidó como un gobierno más maduro y sabio que la propia Alianza Elderiana inició acercamientos diplomáticos.

El resultado final de estos logros es que durante el último siglo y medio no se había producido ningún conflicto bélico de gran magnitud. Entre los miembros del Concilio pertenecientes a los Sistemas interiores más antiguos, la paz había sido la norma a seguir durante los últimos mil años. 

Aunque aún se contaba con tropas y un ejército y flota comunes, su número era limitado y su experiencia escasa más allá de breves escaramuzas con consorcios criminales y piratas.

Por supuesto, quedaban muchos otros mundos ajenos al Concilio. Sobre todo en el borde exterior y en las regiones más inexploradas del cuadrante Guímel.

Eran en su mayor parte mundos primitivos o extremadamente aislados, o que habían conseguido mantenerse en secreto, ocultos y al margen de una galaxia cada vez más interconectada. Alejados de las rutas de navegación más seguras y sin apenas contacto con las líneas de comunicación establecidas, en el corazón del Concilio eran muy pocos quienes tenían consciencia de su existencia más allá de sus fronteras.

Por eso nadie vio venir la catástrofe. Por eso ninguna voz de alarma temprana llegó a los oídos adecuados.

Aún hoy no se sabe seguro si los Garmoga son de origen extragaláctico, como postulan varios de los expertos más atrevidos del ámbito académico, o si son una cruel broma de algún mundo perdido y aislado del borde exterior que había estado contenida hasta que alguien desató accidentalmente su plaga sobre la galaxia.

Los primeros contactos de los que se tuvo constancia fueron en el cuadrante Dálet, pero se cree que la expansión de las incursiones Garmoga pudo ser casi simultánea o al menos estar extendida por todo el borde exterior de la galaxia, lo que implicaría una capacidad de movimiento y coordinación monstruosa.

La expansión Garmoga en Dálet fue virulenta. A pesar del Concordato el Impero Laciano no había cesado la producción militar, una ruptura de lo acordado que terminaría salvando miles de millones de vidas al permitirles ganar tiempo. Pues ganar tiempo para salvaguardar las rutas de refugiados fue lo poco que el ahora extinto Imperio consiguió de forma totalmente efectiva.

Los lacianos perdieron su mundo natal y gran parte de sus territorios a manos de los garmoga. Muchos perviven a día de hoy como refugiados en los sistemas aún libres del cuadrante, pero son también más los que se han integrado en territorios del Concilio, ya sea ilegalmente o bajo el auspicio del Gobierno Imperial Laciano en el Exilio, en proceso de tomar posición como asociado.

Pero ¿qué son los Garmoga?

Abominaciones biomecánicas es la respuesta corta. Aunque acertada.

Los Garmoga son una raza que presenta indicios de organismos orgánicos mutables e inestables reforzados por aumentación cibernética altamente invasiva y posible presencia de nanomaquinaria ejerciendo una función propia de microorganismos dentro de sus cuerpos.

La posibilidad de que una especie así se hubiese desarrollado por si misma de forma natural bordea lo imposible. Tengan su origen en la misma galaxia o fuera de ella, la opinión general es que los Garmoga son el resultado de algún tipo de experimentación en bioingeniería y armamento biológico por parte de alguna especie que seguramente fueron sus primeras víctimas.

Los grandes enjambres garmoga están conformados por drones de aspecto xeno-insectoide y tamaño variable que conforman la gran mayoría de la especie. Los más pequeños con una envergadura de un metro o metro y medio, los más grandes del tamaño de una nave monoplaza estándar (una media de cinco metros aproximadamente). Su morfología es heterogénea, presentando rasgos arácnidos, y un número variable de extremidades. Su carne está en un estado constante de movimiento alternando su masa con el cableado y placas de sus componentes mecánicos. Pueden tener de uno a múltiples ojos, lentes rojizas artificiales injertadas en carne gangrenada.

Los drones garmoga son capaces de vuelo pese a la ausencia de alas o cualquier tipo de propulsión aparente, lo que ha dado pie a la hipótesis de cierta capacidad telequinética. Este vuelo suele manifestarse en la forma de los grandes enjambres voladores con los que cruzan el espacio saltando de un mundo a otro. Una incursión garmoga suele tomar tres formas: un enjambre de gran tamaño llegado desde el espacio exterior y penetrando en la atmósfera de un planeta; un enjambre menor o un incursor solitario que sortean las defensas planetarias; o incursores de infiltración: drones garmoga que han asimilado su biomecánica a naves monoplaza o pequeñas lanzaderas haciéndose pasar por habitantes normales de la galaxia, al menos superficialmente.

Una vez en contacto con la superficie del planeta, los garmoga comienzan la ingesta de recursos de forma virulenta para propiciar su propia capacidad de multiplicación. Dichos recursos incluyen toda la riqueza mineral, química y la biosfera del mundo afectado. Eso incluye a la población sapiente, en caso de haberla.

Un dron garmoga individualmente no es una gran amenaza, salvo quizá los de mayor tamaño. El problema es que un dron pueden ser ya cientos de miles en apenas una hora. El ritmo de multiplicación de los drones se acelera según más crece su masa. Son cinco las fases que atraviesa un mundo sufriendo una incursión garmoga. Se considera que el mundo es irrecuperable más allá de la cuarta fase. Un mundo jardín habitable de tipo medio, a saber, con una circunferencia de entre cuarenta mil y cien mil kilómetros, puede ser consumido en un plazo de setenta y dos horas o tres ciclos estándar.

Un mundo completamente asimilado por los Garmoga es un desierto gris cubierto en cenizas y quebradizo cristal negro, sin océanos, sin vida, con su superficie horadada casi hasta el núcleo. Carcasas vacías reconvertidas en colmena. Una mera parada en su inexorable avance hasta el siguiente mundo fértil que encuentren.

La respuesta militar convencional puede ser efectiva en las dos primeras fases de una incursión, y durante las dos primeras décadas de la guerra el Concilio y sus aliados consiguieron mantener el avance Garmoga a raya a duras penas en aquellos mundos que consiguieron auxilio a tiempo. Con la llegada de la Humanidad, una raza extragaláctica en proceso de exilio buscando mundos donde asentarse y poseedora de un gran poder militar (el suficiente para atravesar el infestado Borde Exterior galáctico con bajas mínimas), a quienes el Concilio se vio poco menos que obligado a recibir con los brazos abiertos, se llegó a pensar que podría ponerse un punto y final a las incursiones garmoga, que continuaban creciendo en número e intensidad.

Pero los Garmoga estaban evolucionando.

De muchos mundos sufriendo incursiones comenzaron a llegar informes respecto a nuevas formas adoptadas por los seres. Para hacer frente a ataques de bombardeo o asaltos masivos, los drones habían comenzando a fusionarse en formas gigantescas y monstruosas de morfología variable y con un poder destructivo considerable. Habían también comenzando a surgir, sobre todo en mundos atravesando la tercera fase de infestación, garmoga de formas humanoides o semihumanoides. Si estos seres eran una nueva evolución de los drones o alguna grotesca asimilación de las poblaciones de los planetas invadidos, es una cuestión aún debatida hoy.

Los monstruosos garmoga gigantes fueron designados Quimeras. Los humanoides, Centuriones. Su presencia aceleró la caída de mundos, y eran cada vez más los sectores de la galaxia que caían bajo su ansía devoradora, sumidos en la oscuridad del cosmos.

Fue entonces, hace unos 150 años y tras casi cinco décadas de guerra con los Garmoga, que la aún relativamente recién llegada Humanidad, tras su primer contacto con nuevas tecnologías del Concilio y el saber del Nexo y la magia gracias a Amur-Ra, elaboró un plan para intentar conseguir una nueva arma para la guerra. Algo sin precedente aparente que no solo salvaría la galaxia sino que además consolidaría a la Humanidad como un nuevo poder dentro del Concilio.

Si los Garmoga eran la oscuridad que amenaza con consumir a la galaxia, la combatirían con la luz.

Cinco luces, en realidad.

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