jueves, 4 de agosto de 2022

081 CONVERSACIÓN

 

Alma Aster intentó recordar cuando había sido la última vez que visitó el apartamento de su sobrina.

¿Puede que en una fiesta de cumpleaños? No estaba segura, y de sus hermanos y hermanas lo cierto es que ella nunca había sido muy dada a las celebraciones. Curiosamente, eso era algo que tenía en común con Athea. Los auténticos animales gregarios de la familia eran Antos y Avra, con Armyos siguiéndolos de cerca en parte por su sentido de la responsabilidad.

Su dedo presionó el timbre y se reprochó a sí misma la breve oleada de incómodo nerviosismo que recorrió su cuerpo.

La puerta se deslizó y el rostro sonriente de Alicia Aster apareció ante ella para recibirla, "¡Tía Alma!"

A pesar del mechón de canas en sus ondulados cabellos, Alicia Aster aún presentaba el aspecto de una mujer joven. Era algo bien conocido que la media de esperanza de vida de la humanidad había aumentado desde siglos anteriores, incluso antes de su llegada a la galaxia, y no era extraño que muchos seres humanos viviesen hasta alcanzar los ciento cincuenta años sin demasiado problema.

Pero a pesar de eso Alicia aparentaba ser mucho más joven de lo que era. Aún con las mejorías globales de toda la especie, una persona de setenta y dos años como ella no debería lucir como si aún estuviese a mitad de la treintena. Sin duda, un efecto derivado y diluido de la exacerbada longevidad de su madre y sus tías y tíos.

Alicia nació cuando Athea apenas había cumplido sus noventa y nueve años y aparentando aún los escasos veinte años que tenía el día del ritual que los convirtió en Riders. El embarazo de la Rider Black había causado un ataque de histeria en el Mando y los Corps. No tanto por posibles escándalos públicos sino como por la logística de tener a un pilar vital de la defensa galáctica potencialmente comprometido.

Los Riders habían cerrado filas en torno a su hermana por aquel entonces. Athea, y solo Athea, sería quién tomase las decisiones pertinentes. Cuando decidió seguir adelante con el embarazo tuvieron que poner freno en seco a algunas propuestas de estudio y experimentación con el bebé que llevaron a que Avra estuviese a punto de lanzar al mismo Tempestas contra sus superiores. El viejo Stephen Eld, director de los Corps en aquella época, tuvo que hacer auténticos malabarismos diplomáticos para que la situación no le estallase a todo el mundo en la cara.

Alicia tuvo una infancia complicada, con una madre que muchas veces debía ausentarse, un puñado de tíos y tías que la adoraban pero estaban a menudo tan ausentes como su progenitora, y un ejército de cuidadores y supervisores dispuestos a mantenerla a salvo con fría profesionalidad. La ausencia de un padre en la infancia de una niña de naturaleza inquisitiva tampoco ayudaba.

Alma no conocía todos los detalles. Sabía que Athea había estado viendo a alguien en privado en sus ratos libres, y que la relación parecía seria. No tenía ni idea de si el embarazo había sido el detonante o si algo había ocurrido antes, pero el padre de Alicia fue siempre una figura desconocida para todos ellos y alguien sobre quien Athea jamás había dicho palabra alguna.

El crecimiento de la niña había sido normal hasta los últimos años de la adolescencia, cuando comenzó a ralentizarse al tiempo que crecían sus deseos de forjar su propio camino. Si bien la situación a lo largo de los años no estuvo exenta de cierta amargura y algunos tropiezos, lo cierto es que Alicia comprendió desde muy joven lo excepcional de su situación y lo extraordinario en referencia al resto de su familia. Limados muchos de los resentimientos que pudiese haber entre ambas, Athea había sido un factor determinante para conseguir que su hija pudiese llevar una vida propia, como una ciudadana anónima más.

Habían conseguido realizar auténticas maravillas en cuestiones de registros civiles e identidades secundarias, pero al final se había optado por una formula de escondite a plena vista y algo de magia. Alicia no renunció a su nombre ni a su identidad. Que el apellido Aster se hubiese convertido en bastante común y popular, siendo adoptado por múltiples familias tanto humanas y no humanas a lo largo de décadas ayudaba un poco. Unos hechizos sencillos también añadieron una capa extra de protección: no importa cuán evidente u obvio fuese su parecido o relación, nadie establecería un lazo entre Alicia Aster y los Riders salvo que ella misma lo revelase voluntariamente.

Y así, la joven se lanzó a vivir por su cuenta. Unida a su extraña familia pero manteniendo las distancias durante muchos años, no siendo hasta hace poco con su traslado a Occtei que se había producido un nuevo acercamiento. La relación de Alicia y su madre nunca dejaría de ser complicada, y en ocasiones hasta verbalmente explosiva, pero Alma tenía muy claro que Athea lo daría todo por su hija.

La misma hija que en aquel momento la invitaba a entrar en su apartamento. Alma Aster devolvió la sonrisa que había recibido y abrazó a su sobrina, que aparentaba ser diez años mayor que ella a pesar de ser un siglo más joven.

Eran una familia extraña, si, pero no lo cambiarían por nada.


******


El apartamento de Alicia era uno de los lugares más seguros de Occtei. El único habitado en un bloque de pisos de última tecnología con un avanzado sistema de seguridad, aislamiento y privacidad, con un hechizo que hacía que el lugar pareciese abandonado y ruinoso a cualquiera que se aproximase con intenciones hostiles.

Athea lo había elegido como lugar para la conversación que debía a su hermana porque en aquellos momento la misma sede de los Corps no era tan segura como antes, y no solo debido al reciente ataque.

Alicia las había dejado solas para comenzar su turno de trabajo en el NEXUS (a Alma el nombre del bar siempre le parecería una broma). Las dos hermanas mayores de los Aster estaban sentadas en un sofá de cuero sintético, observando la puesta de sol a través del ligeramente opaco ventanal del espartano salón central.

"Bueno", dijo Alma, "Cuando finalizó el enfrentamiento con Dovat me dijiste que la habías ayudado al decirle algo ¿El qué exactamente?"

"Un nombre, Meredith Alcaudón", respondió Athea. Alma levantó una ceja indicando que no le resultaba familiar.

"Es una investigadora privada", continuó la Rider Black, "Hacker, telequinética y maga tecnópata, aunque no está afiliada a ninguno de los Arcanos, lo que técnicamente convierte su uso de magia en una actividad ilegal, pero parece que siempre la han ignorado..."

"Eso quiere decir que es o muy buena o insignificante", observó Alma, "¿Pero qué tiene que ver su nombre con lo de Dovat?"

"Comenzaré por el principio... ¿Recuerdas la misión de Krosus-4?"

"Tiarras Pratcha. Imposible olvidarle."

"Extraje datos de su computadora, datos cifrados que entregué al Departamento Tecnológico en la base", explicó Athea, "Específicamente, los entregué en persona a un técnico de confianza de los Corps, Mantho Oth. Apenas pude hacerlo, fue casi justo tras la llegada de Krosus-4 y apenas una hora antes de lo de Calethea..."

"En retrospectiva ese par de días fueron un incordio..." musitó Alma. Un leve bufido escapó de los labios de Athea, como una risa contenida.

"Y aún no sabíamos la que se nos venía encima... En fin, la cuestión es que tras lo de Calethea, con todo lo del portal garmoga se me olvidó del todo ponerme en contacto con Mantho Oth nada más llegar. Y aquí empieza lo preocupante."

"¿Qué sucedió?", pregunto Alma.

"Bueno, Mantho Oth está muerto."

"¿¡Qué!?"

"Recibí un comunicado oficial del departamento tecnológico. Me informaban de que no habían podido descifrar los datos y que se había purgado todo el contenido del disco. Me dio mala espina...", continuó Athea al tiempo que se frotaba la nuca. Alma lo reconoció como un signo de culpabilidad. Athea se sentía responsable de lo sucedido.

"No puede decirse que Mantho Oth y yo fuésemos amigos", continuó la Rider Black, "Pero lo conocía bien, habíamos trabajado incluso antes de que se uniese a los Corps ¿Recuerdas cuando fuimos consultores en aquellos test de seguridad en Tinurvia? Él era uno de los tecnomagos freelance contratados..."

"Y deduzco que el que él no te contactase directamente para informarte de su fracaso es lo que te hizo pensar que había algo más", dijo Alma, "Aunque no hubo tal fracaso ¿cierto?"

"No, no lo hubo", replicó Athea, "Lo primero que hice fue acudir al Departamento Tecnológico y allí me encontré con que Oth había sido despedido. Habían pasado dos días. Conseguí rastrear su dirección, la casa donde residía con su familia y acudí a visitarlo, pero..."

"Encontraste su cuerpo", terminó Alma.

"Y a su asesina. Di buena cuenta de ella", dijo Athea con frialdad antes de clavar su mirada en la de su hermana, "Alma, era una operativa."

"Mierda", masculló la Rider Red, "Esa escoria trabaja para el mejor postor, pero comenzaron como brazo armado clandestino de nuestro Mando antes de escindirse, eso quiere decir que..."

"Alguien de los Corps quería a Mantho muerto y la información que hubiese obtenido de los datos cifrados de Pratcha silenciada", dijo Athea.

"¿Ideas?"

"Varias, y ninguna agradable. Puede tratarse de un topo en los Corps, alguien en un puesto vital pero que no llame mucho la atención. O puede tratarse de alguien en una posición de autoridad directa..."

"Eso implicaría a cualquiera de los jefes de departamento... incluso al mismo Director Ziras", añadió Alma, incómoda. La idea de que Iria pudiese estar envuelta en algo así...

"Lo que quiera que hubiese en esos datos era una fruta envenenada para los Corps. Algo tan gordo que decidieron mandarnos a nosotros contra Pratcha bajo el pretexto de que había robado armamento experimental."

"La ironía es que también hizo eso, las llaves mórficas..."

"Nada con lo que un escuadrón bien preparado no hubiese podido lidiar y que habría terminado matando al usuario tras unos minutos."

"Sus últimas palabras antes de morir fueron... que no sabíamos cuanto nos habían mentido. Les he dado muchas vueltas últimamente", dijo Alma.

"Esos datos, las llaves mórficas... Rider Green y los cambios en los garmoga. Demasiadas cosas inusuales juntas para ser todo mera casualidad", dijo Athea, "Pero estamos dando vueltas en círculo en torno a conjeturas y aún tengo que acabar mi historia."

"Cierto, ¿Como entra Meredith Alcaudón en todo esto?"

"La operativo que mató a Mantho mencionó que éste había entrado en contacto con alguien más. Al principio no se me ocurrió seguir buscando, no tenía ni idea de como seguir, pero tras lo de Pealea y Camlos Tor..."

"La Rider Green y Golga", observó Alma.

"Si. Lo dicho, demasiadas cosas inusuales... Estaba intranquila y decidí escarbar de nuevo. Al principio pensé en seguir el posible rastro de los otros dos operativos que mencionó la asesina de Oth, pero sería encontrar una aguja en el pajar de crímenes inusuales que es esta galaxia. Así que opté por seguir una corazonada", dijo Athea.

"¿Cual?"

"La familia de Mantho Oth."

"Oh, Cinco Infiernos, no me digas que..."

Athea levantó la mano en un gesto tranquilizador, "Están a salvo. Oth hizo que su marido y los niños se fuesen a la casa de los padres de su esposo. Se quedaron allí tras el funeral. Bueno, los críos y los abuelos", aclaró la Rider Black, "El marido de Mantho, Tobal, se fue porque por lo visto Mantho le dijo con quien había hablado y se largó a buscarla por su cuenta..."

"¿Y dejó constancia de quien era la persona que buscaba al resto de su familia?", preguntó Alma incrédula.

"No. No fue tan irresponsable para ponerlos en más peligro de esa manera", dijo Athea, "Pero su hija mayor tiene buen oído y escuchó a escondidas la última conversación de sus padres la noche en que se marcharon mientras se hacía la dormida."

"Y en esa conversación Mantho Oth le dio a Tobal el nombre de su contacto", continuó Alma, "Y su hija te lo dio a ti."

"Y dicho contacto, a quien Mantho Oth envió una copia de los datos cifrados, es Meredith Alcaudón", dijo Athea.

"Cuyo nombre diste a Dovat porque dichos datos son lo que ella misma debió venir a buscar justo aquí a la sede de los Rider Corps...", terminó Alma dejándose caer sobre el sofá con un suspiro exhausto, "Es todo tan... absurdamente simple y estúpidamente complicado al mismo tiempo que..."

"Lo peor es que no podemos hacer mucho más que esperar a ver qué pasa", dijo Athea, "Si los Corps están comprometidos de raíz... no podemos hacer nada sin esas pruebas, no sin forzar un enfrentamiento directo con quien quiera que esté moviendo los hilos."

"Sobreviviríamos a tal enfrentamiento, pero no los Corps."

"Y por desgracia son un mal necesario mientras se necesite un frente común contra los garmoga. Lo último que necesita esta galaxia además de esos monstruos y las criaturas de cristal de Keket es una guerra civil."

Alma gruñó de forma lastimosa, tapándose el rostro con las manos.

"A veces desearía ser como Avra. Ver un problema y pensar en golpearlo hasta que se arregle", musitó la Rider Red, "¿Cuando se convirtieron nuestras vidas en una madeja de conspiraciones baratas?"

Athea rió, una risa queda y sin humor.

"Desde que nacimos, Alma. Desde que nacimos."


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