martes, 9 de noviembre de 2021

051 FOBIA

En el momento en que sus oídos percibieron el sonido deslizándose sobre el metal, Alma pudo ver uno de los dos cuerpos cristalizados incorporándose, girando su cabeza en dirección a ella y emitiendo un chirrido al tiempo que se abalanzaba hacia la Rider alargando su brazo.

Alma actuó por puro instinto.

Calibor se materializó en las manos de la Rider Red con un intenso destello que bañó la estancia en luz carmesí. La espada trazó un arco y el malbassa redivivo en una suerte de escultura de retorcido cristal viviente vio como su torso era cortado en dos, en diagonal del hombro izquierdo hasta el lado derecho de la cadera.

Al tiempo que ambas mitades del ser caían al suelo haciéndose añicos, Alma avanzó y efectuó un corte horizontal sobre el segundo reanimado, decapitándolo. Remató el acto con una fuerte patada que arrojó el resto del cuerpo contra la pared opuesta, destrozándolo.

Por el rabillo del ojo pudo ver en movimiento a la tercera víctima, la primera que habían encontrado junto a la entrada al laboratorio.

El ser –pues Alma estaba bastante segura de que ya no podían ser descritos como malbassa– se incorporó con movimientos torpes y rígidos, pero una vez en pie se desplazó con la velocidad de un parpadeo saltando contra la Rider Red con sus brazos extendidos, sus manos abiertas y sus dedos curvados como cristalinas garras.

En esa milésima de segundo todos los músculos del cuerpo de Alma Aster se tensaron para hacer frente al ataque... para acto seguido relajarse al sentir el aire siendo cortado por las flechas de energía negra que volaron desde detrás de ella, pasando al pie de su cabeza justo por encima de sus hombros.

Los proyectiles disparados por el Saggitas de Athea Aster, Rider Black, impactaron de lleno contra la abominación cristalina. No solo lo frenaron en seco sino que la fuerza de los impactos lo hizo retroceder a la par que se fragmentaba en el aire.

El ser emitió un quejido hiriente, como uñas arañando pizarra, antes de que sus restos se desplomaran contra el suelo metálico del laboratorio.

Los cuerpos comenzaron a humear y a disolverse, dejando tras de sí restos de polvo gris y pequeñas esquirlas de cristal inerte.

Alma Aster bajó la guardia –no del todo, nunca del todo– y adoptó una postura más relajada aunque nunca desmaterializó su espada. Tras ella, Athea bajó su arco, disolviendo la flecha de energía aún formada con un movimiento sutil de sus dedos.

"Alma...", musitó Athea.

"Lo sé. Volvamos con los demás."

 

******

 

Armyos Aster se encontraba en una de esas situaciones en las que un individuo está seguro de sus capacidades y su propia confianza, pero al mismo tiempo no puede evitar una sensación creciente de preocupación.

Entre rehenes y separatistas, el comedor de la estación contaba aproximadamente con unas cuarenta y cinco víctimas. Cuarenta y cinco cuerpos cristalizados por un método desconocido. Sin pruebas a fondo era imposible determinar si había sido el resultado de un ataque biológico o de naturaleza mágica.

Y ahora, todas esas víctimas malbassa, se estaban reanimando y haciendo gala de una agresividad innata que a Armyos le recordaba demasiado a los antiguos cuentos de muertos vivientes de la vieja Tierra.

Y si bien dicha comparación ya era enervante de por sí, no era el único elemento de aquella situación que estaba comenzando a alarmar al Rider Orange.

Al tiempo que su martillo aplastaba otro cráneo de cristal esparciendo fragmentos cargados con la energía naranja que emitía como metralla contra otros atacantes, Armyos pudo ver a su hermana y hermano.

Avra seguía emitiendo exclamaciones de júbilo e ira a partes iguales mientras enarbolaba su espadón en amplios arcos de movimientos cortantes con los que daba cuenta de más de un enemigo a la vez. Por su parte, Antos se mantenía en silencio... sus comentarios chistosos habían desaparecido de forma pronta pero progresiva desde el comienzo del combate.

Armyos se había dado cuenta, igual que lo había hecho Antos y también Avra –aunque ella lo ocultase con su habitual bravuconería–  de que los cuerpos reanimados se movían cada vez más rápido, con más precisión, más fuerza...

Son como animales despertando de una hibernación, pensó, Podemos mantenerlos a raya sin problemas, pero si este aumento de habilidad es exponencial los últimos que queden en pie podrían ser potencialmente más rápidos que nosotros salvo que quememos nuestras reservas de poder de golpe...

Casi dándole la razón, uno de los malbassa reanimados saltó hacia Armyos con una velocidad inusitada, y también astucia, arrojando el torso de uno de sus congéneres caídos a modo de distracción antes de que se disolviese.

El Rider esquivó el golpe y el consiguiente ataque, pero las grisáceas manos cristalinas casi le rozaron. Con una reacción refleja casi de pánico Armyos dejó caer su martillo de golpe sobre el ser, quizá con más fuerza de la necesaria.

Esa era otra cuestión que contribuía a su creciente intranquilidad. Siempre que alguna de aquellas cosas estaba a punto de conseguir realizar contacto directo con él, una sensación de alarma irracional inundaba su cerebro. Podía sentirla en su misma alma, casi como si su lazo con el Nexo gritase una advertencia.

Y si el lazo que une tu alma con la fuente de toda la magia y toda la vida de la galaxia te grita una advertencia, tu escuchas.

Fue entonces, sumido en ese pensamiento durante una fracción de segundo, cuando oyó el grito de Antos.

 

******

 

Avra estaba disfrutando. Bueno, lo intentaba.

Oh, sí, en realidad estaba inquieta y no sabía exactamente el porqué, y eso la ponía furiosa. No quería sentirse inquieta, eso la hacía sentirse insegura, y odiaba esa sensación. La descentraba.

Si había algo de lo que sentía orgullo es que su mente siempre había estado afinada para el combate. Podía parecer pueril en su forma de afrontarlo y tomarlo casi como un juego, pero nunca había bajado la guardia y siempre había mantenido sus emociones controladas en la mayor medida de lo posible. Su único desliz reciente había sido por circunstancias excepcionales...

Golga.

Pero había algo en aquellos... ¿zombis? ¿podía llamarlos así? Si, había algo en aquellos zombis de cristal que la ponía nerviosa, y no poder determinar exactamente el porqué la sacaba de quicio. Solo sabía que cada vez que alguna de aquellas cosas se le acercaba tenía que reprimir un grito de rabia y pánico por puro reflejo, casi como su hubiese desarrollado una fobia de forma espontánea.

Y con tantas de aquellas cosas alrededor, moviéndose cada vez más rápido y de forma más coordinada –y no era eso también jodidamente reconfortante ¿verdad?– esa sensación empezaba a venir de todas partes como si rebotara contra todas las superficies que la rodeaban.

Sin darse cuenta, su visión se centraba cada vez más en las amenazas directas que tenía ante sí, quedando el resto de sus sentidos anulados por el clamor subconsciente del lazo de su alma con el Nexo gritándole que saliese de ahí cuanto antes.

Por eso no se percató de que uno de los seres a su espalda, al que había cortado por la mitad unos segundos atrás, aún no estaba muerto. Con su torso aún capaz de movimiento antes de comenzar a disolverse, la abominación cristalina saltó hacia la Rider Blue.

Avra no lo vio venir. Pero Antos sí.

El Rider Purple acababa de dar cuenta de dos reanimados con su lanza cuando se percató del ataque sobre su hermana. Moviéndose con una velocidad que distorsionó el aire en su punto de partida, arrojando al suelo a varios de los monstruos, Antos se interpuso entre Avra y su atacante.

Para entonces, ya no tuvo más tiempo que para alzar su antebrazo a modo de escudo. El reanimado, ahora casi disuelto hasta el cuello quedando de él apenas la cabeza, un hombro y su brazo, tomó con sus zarpas la extremidad de Antos cerrando su mano como una tenaza.

Un siseo humeante se produjo en la armadura del Rider y Antos Aster sintió un dolor como nunca jamás había experimentado. Gritó. 

Había estado en combate, sufrido heridas por parte de los garmoga, sobrevivido a explosiones, caídas y situaciones que habrían licuado un cuerpo humano normal... Pero la sensación de aquella mano cristalina agarrando su brazo era como si alguien hubiese clavado miles de agujas incandescentes a lo largo y ancho de todo su sistema nervioso, que rasgaban y arañaban hasta llegar a su misma alma.

Debajo de su casco pudo notar sangre en su boca. Se había mordido la lengua.

El dolor se fue tan rápido como vino, aunque para él duró una eternidad, cuando el espadón de Avra embistió lo poco que quedaba de la criatura reanimada haciéndola estallar en una nube de polvo gris y fragmentos de cristal.

Antos sintió debilidad en sus rodillas y habría caído al suelo si su hermana pequeña no lo hubiese sujetado.

"¡Antos! ¡Antos!", exclamó Avra mientras sostenía a su hermano. Miedo y culpa teñían su voz.

Armyos ya corría hacia ellos para asegurar la posición y escudar a los más jóvenes de su familia. Arrojó su martillo y éste giró en el aire rodeando a Rider Purple y Rider Blue con una línea de energía naranja que repelió a los atacantes que intentaban convergir hacia ellos.

Todos se han movido a esa posición cuando gritó Antos, se dijo, Percibieron un momento de vulnerabilidad y lo aprovechan de forma sistemática. Su velocidad y fuerza siguen aumentando y aún queda una docena de esas cosas... creo que tendré que decir adiós a lo de evitar daños colaterales en la estructura de este sitio.

Por fortuna para el Rider Orange, no sería necesario para él tomar una línea de acción drásticamente destructiva cuando alguien podía presentar una alternativa más precisa.

El silbido de cientos de flechas llenó el aire y proyectiles de energía de luz negra entraron por la puerta de acceso principal, dirigidas por la voluntad de su tiradora. Una docena de ellas para cada una de las criaturas.

La fuerza de los impactos fue tal en algunos casos que los reanimados estallaron instantáneamente en nubes de polvo.

Con todos los enemigos abatidos, Antos suspiró, sentándose en el suelo al tiempo que sujetaba su brazo herido.

Avra estaba agachada junto a él, aunque era obvio por la tensión en su postura que la Rider Blue no sabía muy bien qué hacer.

Armyos se volvió al tiempo que su martillo regresaba a sus manos e hizo un gesto de saludo con su cabeza a la recién llegada. En el umbral de la puerta, con su arco aún en mano, estaba Athea Aster.

"Mmm", dijo, "Ha ido justo."

"Buena entrada, hermana", dijo Armyos, quien en ese momento se dio cuenta de la ausencia de otra persona en la sala, "¿Alma no ha venido contigo?"

Athea Aster desmaterializó su arco al tiempo que alzó su mirada, dirigiéndola a lo alto. Uno podría haber pensado que estaba observando el techo, pero Armyos supo que los sentidos de su hermana mayor estaban centrados más allá.

Sin mediar más palabras, la Rider Black comenzó a caminar hacia su hermano y hermana más jóvenes, haciendo un gesto a Armyos para que la siguiese.

"Alma se está encargando de algo", dijo finalmente, "Esto es potencialmente más complicado que lo que ya hemos visto."

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