Había oído la última transmisión. Los llamaban terroristas, a él y a sus hermanos, y también al general. Pero Unval Namto no haría caso a los demagogos. Eran luchadores por la libertad, eso lo tenía clarísimo.
¿Por qué debían atarse al Concilio? ¿Por qué dejar que otros trazasen el destino de su mundo? No, no, eso no estaba bien. Los malbassa siempre se las habían arreglado solos y no tenían porqué someterse como una res más del rebaño que intentaba gobernar la galaxia solo porque unos políticos estuviesen ansiosos de conseguir riquezas y comercio.
Las colonias no lo habían tenido tan claro, y las protestas hacia el Mundo Capital habían sido constantes ¿Pero habían escuchado? Por supuesto que no. Y aún encima los burócratas tenían la desfachatez de indignarse cuando solo quedaba usar la fuerza como recurso.
Su hermana lo había llamado imbécil idealista. Según ella no contaban con tantos apoyos entre la población como creían, pero a su hermana le habían sorbido los sesos desde hace tiempo con la propaganda del Concilio, eso lo tenía clarísimo.
El general había dicho que en cuanto tuviesen a los politicastros contra las cuerdas y la instalación lunar tomada el resto del pueblo se levantaría. Le darían con la puerta en las narices al Concilio, y así los malbassa podrían trazar su propio camino, libres de interferencias de otras razas. Y si necesitaban algo del resto de la galaxia, pues lo tomarían por derecho.
Se preguntó cómo le iría al equipo en la superficie de la colonia. En la base lunar no habían encontrado mucha resistencia. Una estación de monitorización científica y de comunicaciones, con un nivel de vigilancia medio y fácil de superar si llevabas las armas más grandes. Y cielos, ellos las llevaban.
El general solo había dicho que aún tenía buenos amigos en la armada como explicación a todo el arsenal que había puesto a su disposición. Y lo del cañón... bueno, Unval no podía siquiera atreverse a deducir que maniobras y manipulaciones tuvo que llevar a cabo el viejo para conseguir aquella monstruosidad. Era la única parte del plan que lo ponía nervioso, pero el general le había garantizado que no sería necesario su uso.
Es solo para asustarlos, hijo. Eso había dicho.
Solo para asustarlos.
Bueno, los científicos y operadores que tenían retenidos parecían asustados, desde luego. El asalto había sido rápido, redujeron al cuerpo de seguridad sin tener que disparar a nadie, solo tiros de advertencia, y en menos de quince minutos habían tomado la instalación, con el laboratorio central siendo la única área aún sellada. Rapidez, limpieza y precisión, como le habían insistido siempre en la Academia. La pigmentación de sus tentáculos se tornó roja de orgullo.
Los rehenes estaban ahora en el piso superior, en el comedor. Era la estancia de mayor tamaño donde poder tenerlos a todos juntos. La mayor parte del equipo estaba con ellos mientras otros instalaban el cañón y pirateaban las comunicaciones.
Al destacamento de Unval le había tocado patrulla y vigilancia. Dos de sus compañeros estaba en aquel preciso instante descendiendo al último nivel de las instalaciones, al área de almacenaje, en busca de posibles rezagados. Unval se había quedado en el pasillo inmediatamente superior, al pie de las escaleras, para asegurar la posición y vigilar que nadie aislado de entre los rehenes intentase alguna heroicidad.
No estaba nervioso. Maldita sea, pues claro que no. Expectante, si. Entusiasmado. Bien, puede que algo tenso, pero era de esperar. Pero no estaba nervioso, no le importaba estar a solas en un pasillo mal iluminado atento al más mínimo ruido, eso lo tenía clarísimo.
No le hizo falta afinar sus sentidos para oír los disparos.
Vinieron de abajo, junto con un grito apagado, y el silencio fue inmediato pocos segundos después.
Intentó contactar con sus compañeros, hacer uso del comunicador, pero parecía que había interferencias. Eso era extraño, la señal de transferencia había sido limpia hasta...
Más disparos. Ahora arriba. Y gritos, muchos gritos. Como si una batalla se hubiese desatado en el área donde retenían a los rehenes. Quizá alguno de los guardas tenía un arma oculta o había conseguido hacerse con un rifle en un despiste, pero...
No, si fuese el caso ya lo habrían reducido. Pero los disparos y gritos continuaban. No podía distinguir las palabras, pero reconoció algunas de las voces de sus compañeros antes de que se cortasen en seco. Hubo ruido de pasos corriendo, parecía que los rehenes intentaban huir...
Ruido de pasos.
Desde abajo, desde las escaleras oscuras y mal iluminadas pudo oír el ruido de pasos ascendiendo. Había quedado atenuado por todo la escabrosa cacofonía de los pisos superiores, pero ahora que estaban más cerca Unval Namto podía escucharlos con claridad. Pasos firmes, de resonancia metálica.
Alguien –o algo– estaba subiendo las escaleras. Hacia él.
No estaba asustado, eso lo tenía clarísimo. Tomó su rifle con firmeza y apuntó. En cuanto el responsable asomase, y si no era uno de sus dos compatriotas... bueno, las esquirlas de metal con aceleración de masa subsónica de su rifle seguramente podrían dar buena cuenta de...
El crujir y chirriar del metal interrumpió sus pensamientos cuando el suelo de rejilla bajo sus pies se abrió como si fuese cartón. Algo agarró a Unval por los tobillos y tiró hacia abajo con tal fuerza que casi le arrancó las piernas en ese mismo momento. El joven guerrillero malbassa no tuvo tiempo de disparar, ni siquiera de apenas gritar más de sorpresa que miedo.
Cayó a la oscuridad bajo sus pies y sintió unos dedos rígidos tomando su rostro, y una sensación punzante y fría en la sien. No vio a la criatura que lo había agarrado antes de perder el sentido.
De poder hacerlo habría dado gracias por ello.
******
Cinco destellos de luz resplandecieron en el espacio entre un pequeño planeta y su luna. Junto a la flotilla de naves orbitando aquel mundo surgieron cinco bestias ya tan legendarias como sus jinetes.
Los Dhars habían llegado.
"Rider Red presente. Estamos en posición. Agradeceríamos un informe de la situación local si no es mucho pedir."
"Saludos Rider Red, aquí Tar-Sora del OSC, a bordo de la INS-Aitaprac. Como siempre un placer."
"Ah, agente Sora, el verdadero placer es volver a oír su voz ¿Va a estar muy ocupada después de esto o...?"
"Antos, por el amor de..."
"¡Puaagh! ¡Dile que pare Armyos, dile que pare!"
Emergiendo parcialmente de su silla-módulo en la espalda de Solarys, Alma Aster tuvo que hacer el esfuerzo de evitar llevarse una mano a la frente. Al brillo del sol que iluminaba aquel mundo, su armadura resplandecía con el rojo cristalino y casi orgánico que la caracterizaba, salvo por un par de líneas de un anaranjado incandescente en el costado izquierdo y el brazo.
Marcas de la batalla contra Rider Green hace siete meses que por algún motivo no se habían regenerado por completo al reformar su armadura.
Todos habían estado tensos desde lo de Camlos Tor y Pealea. Antos parecía haber recaído en su comportamiento más adolescente. Armyos comenzaba a dar señales de perder la paciencia, algo inusual en él. Avra estaba más agresiva y respondona que nunca. Y Athea...
Bueno, Athea era Athea. Su silenciosa hermana seguía retraída respecto al resto del grupo. En aquel momento, por ejemplo, se había limitado a suspirar en vez de a intervenir en la conversación.
Alma sacudió la cabeza, centrando sus pensamientos en la labor que tenía frente a sí, e impuso su voz sobre sus hermanos y hermanas.
"Centraos. Ya."
Los demás Riders callaron. En la línea de comunicación, Tar-Sora carraspeó.
"Gracias, Rider Red", dijo, "Bien, informe de situación. En los últimos tres años el mundo de Testos ha iniciado el proceso de afiliación para su entrada a formar parte del Concilio. Hubo problemas desde el principio. Sus habitantes, los malbassa, son muy individualistas. Parece ser que además su gobierno tenía aspiraciones de expansión colonial e imperiales que se vieron frenadas en seco tras la intervención de los eldrea y los fulgara hace cuatro años."
"Figúrate, quieres montar un imperio galáctico y descubres que ya está el cupo cubierto", dijo Antos.
"El Concilio no es un imperio galáctico", añadió Armyos.
"Semántica", replicó Antos, "Pero volvamos a la lección de geopolítica... ¿qué tiene que ver con nosotros, Agente Sora?
"A eso voy, Rider Purple. Bien, Testos entró hace poco en la última fase de negociaciones y la situación se ha radicalizado con el surgimiento de una facción separatista que busca sabotear el proceso. Parece ser que lo intentaron por la vía política y diplomática primero, pero..."
"Pero ahora han recurrido a las armas", dijo Avra, "¿Es eso? ¿Nos han llamado para lidiar con terroristas?"
"Me temo que la situación es más complicada", continuó Tar-Sora, "El mundo que podéis ver bajo vosotros es una colonia de los malbassa, Valphos. Fue elegida como punto final para las negociaciones y como territorio de compromiso neutral, una oferta de abrir las puertas a las voces discordantes. Pero a las 0042 de la jornada actual, hace cuatro horas estándar, los separatistas tomaron por la fuerza la sede de negociación, reteniendo como rehenes al Gobernante Planetario designado, a los representantes de la Cámara gubernamental de Testos y a los embajadores del Concilio presentes. Por suerte, nuestras tropas retomaron el control una hora después y la situación en Valphos es normal, sin pérdidas. El verdadero problema está en su luna."
"Desde que llegamos hemos estado detectando una estática muy extraña desde ese satélite, Agente Sora", dijo Alma.
"Si. La luna cuenta con una base de monitorización y comunicaciones, y otras instalaciones para experimentación. Sabemos que otro destacamento separatista la tomó de forma simultánea a las 0042, pero no sabemos el porqué. Tampoco hay ninguna comunicación ni señales de los rehenes o de los separatistas."
"¿Sabemos algo de la situación estructural de la base lunar?", preguntó Athea.
"Las lecturas preliminares nos muestran que la instalación está a oscuras, posiblemente sin sistema de soporte vital. Y como respuesta a cualquier intento de comunicación solo recibimos esa onda de estática en nuestros sistemas. Todo ello unido a unas inusuales lecturas energéticas y de radiación... Bueno, no sabemos qué ha pasado ahí, pero mis jefes dictaminaron que era lo suficientemente extraño para contactar con los Corps y solicitar vuestra presencia."
"¿Podría ser cosa de los garmoga?", preguntó Armyos.
"Puede. Pero creo que de ser ese el caso a estas alturas ya tendríamos un enjambre visible de camino al planeta", dijo Alma.
"Salvo que estén otra vez probando cosas nuevas para darnos por saco", observó Avra.
"La pequeñaja tiene razón..."
"Antos, me cago en tus..."
El Rider Purple continuó sin inmutarse antes las amenazas cada vez más coloridas de su hermana pequeña, "No podemos ignorar la posibilidad de que sean ellos sacándose un nuevo truco de la manga. Y si no son los garmoga... bueno, tampoco creo que debamos tomarlo a la ligera."
Alma asintió. Sus hermanas y hermanos no pudieron ver el gesto pero lo sintieron como si estuvieran justo al lado de ella.
"Agente Sora. Vamos a descender con los Dhars sobre la luna. Dígale a la flota que mantenga la alerta y que nadie más se acerque hasta que demos el visto bueno."
"Y si no damos señales de vida pasada una hora, bueno...", comenzó Antos.
"Que lancen atómicas", dijo Avra, "Para asegurarse."
"Recibido", dijo Tar-Sora, "Y buena suerte, Riders."
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