domingo, 4 de septiembre de 2022

084 LA CALMA (II)

 

Al igual que había sucedido durante su estancia en Venato, Goa Minila había adoptado una firme rutina en el atolón artificial que servía de base a la ciudad en la que ahora residía con la señora Alcaudón y el señor Vastra-Oth.

Largos paseos y adquisición de víveres. Hacer de chica de los recados le parecía algo muy exótico precisamente por lo mundano que resultaba.

Como era habitual en ella, la joven vas andarte de piel rojiza y brillantes cabellos plateados paseaba luciendo una serena sonrisa que chocaba con el ambiente en el que se movía.

Si Venato había sido un mundo de claroscuros, con áreas para los extremadamente ricos y sectores en los que el mero hecho de caminar por la calle era una invitación abierta a ser atracado, la luna IX-0900 estaba en una suerte de extraño punto intermedio.

La automatización de la factoría central en la plataforma de minería había llevado a los habitantes del atolón a recurrir a la piratería y contrabando en su gran mayoría. Naves y esquifes de todos los tamaños y configuraciones entraban y salían de forma constante de los puertos y áreas de lanzamiento, ascendiendo o descendiendo de los cielos. La mayoría camufladas en los registros como naves comerciales, cuando su "comercio" estaba más bien centrado en la adquisición de bienes de forma forzada o fraudulenta.

Las naves de carga de la mina eran las únicas con un cierto nivel de legalidad.

De alguna forma, aquella situación había hecho de IX-0900 un lugar relativamente más seguro que Venato. Había áreas claramente más favorecidas que otras, con sus habitantes contando con más recursos. Pero al final del día casi todo el mundo en aquel lugar era una variante de contrabandista o pirata y parecía haber un acuerdo tácito de evitar traer problemas a sus propias casas. No había fuerzas de seguridad de ningún tipo, pero si existía la norma no escrita de que cualquiera que comenzase algo se las tendría que ver con los demás.

La discreción era apreciada y el no meterse en asuntos ajenos era lo común. Una de las razones por las que aquel núcleo de población criminal había durado tanto durante tanto tiempo había sido una combinación de la gran corporación minera ofreciendo una suerte de escudo de falsa legitimidad y que siempre habían evitado llamar la atención.

No como aquellos aficionados de Krosus-4 que fusionaron tres flotillas en una sala y terminaron armando demasiado ruido. Las historias circulaban.

Por todo eso Goa Minila notaba las diferencias al caminar por aquellas calles húmedas, siempre bajo una llovizna constante o salpicadas por el oleaje embravecido rompiendo contra las barreras de protección exteriores.

Los habitantes del vientre putrefacto de la estación en Venato habían visto el peligro en la sonrisa de Goa Minila, capaces de reconocer la peligrosidad oculta bajo la por otra parte genuina buena disposición de la muchacha, y la habían dejado en paz.

En IX-0900, los habitantes reconocían esa misma naturaleza, pero sus actitudes eran de respeto y no miedo. E incluso en dos ocasiones, ofertas de trabajo en cuestiones de seguridad o eliminación de elementos indeseables.

Las rechazó, por supuesto. Después de todo, nunca había dejado de ser una simple asesina en prácticas. Solo en prácticas.

La idea de matar por dinero no es que le causase rechazo, pero tampoco la veía como algo atractivo o atrayente. Su breve vida con los operativos había sido el resultado de un condicionamiento parcialmente exitoso más que por cualquier convicción personal.

Y estaba mucho más a gusto con la señora Alcaudón y el señor Vastra-Oth. La señora Alcaudón seguía siendo reservada con ella pero no la trataba como a una idiota incompetente. Y el señor Vastra-Oth, sin menospreciar sus capacidades, la trataba como... bueno, como la muchacha de catorce años que era. Igual que a su hija mayor. Eso estaba bien.

La cuestión es que, desde que había comenzado su estancia en el atolón, Goa había aprendido a observar todas las particularidades de sus nuevos vecinos.

Por eso aquella tarde, volviendo de adquirir unas pocas provisiones (conseguir café para la señora Alcaudón había sido una auténtica gesta), la extrañó e incluso alarmó un poco el sentir que algo estaba fuera de lugar.

Observó con más atención de la habitual, haciendo buen uso de sus ojos almendrados y segmentados al tiempo que mantenía la serenidad en su rostro. Junto con los pobladores habituales siempre había un gran flujo continuo de individuos y extraños de todas las especies conocidas de la galaxia que iban y venían de la luna.

Goa pudo ver, por como se movían, que al menos una pareja de lacianos saliendo de una de las áreas de carga eran miembros de los operativos.

Evitar pararse en seco como un animalillo asustado supuso un esfuerzo hercúleo. Goa siguió caminando, sin acelerar el paso ni alterar su ritmo. Su sonrisa seguía en su rostro y observaba a la calle y gente su alrededor con aparente indiferencia, evitando transmitir cualquier señal de reconocimiento. A simple vista, la joven vas andarte continuaba su caminar sin inmutarse, como si no hubiese visto nada fuera de lo usual.

El interior de su cabeza, en contraste, se había convertido en una fuente en ebullición llena de ideas paranoides.

Los dos lacianos que había visto... ¿eran conscientes de su presencia? ¿No lo eran? ¿La buscaban a ella? Eran operativos, había miles de razones por las que un miembro de la organización podría estar allí. A Goa Minila se le ocurrieron como un centenar de posibles objetivos solo pensando en las gentes con que se había cruzado los últimos días. No tenían que estar allí por ella, ni por ninguno de los demás. O por Bacta. ¿Estaban allí por Bacta? No podía asegurarlo. Solo había visto a aquellos dos y no disimulaban especialmente, ¿Querían que los viese? Puede. Quizá. No. No sabía si la estaban siguiendo. No podía dar señales de que sospechase de que la estaban siguiendo. Si la estaban siguiendo y ella alteraba su forma de caminar o su ruta de forma imprevista los pondría sobre aviso y los forzaría a actuar. Quizá debiera hacer eso. No. Muy arriesgado, para ella sola. Sigue caminando como si nada, atenta. Pero no des señales de que estés atenta. Ni se te ocurra. Podría usar algún rodeo, intentar despistar a quien pudiese estarla siguiendo. Pero no lo sabía seguro. No, debía seguir serena. Volver a la base e informar nada más llegar, sin rodeos. Quizá no sea nada, quizá lo sea todo. No debía dejar que el pánico la domine. Todo iría bien.

Todo iría bien.

Se lo repitió a si misma hasta que casi se lo creyó.

 

******

 

"Ha sido como encontrar una aguja en un pajar y he tenido que prometer muchos favores a mucha gente a la que me hubiese gustado meter un bisturí por el recto, polluela", dijo Ivo Nag, "Pero creo que tengo un rastro que podría servirnos."

Ivo Nag, Axas y Dovat habían recurrido a una vida nómada por un tiempo tras abandonar Occtei tras la batalla de la atliana con los Riders. Una batalla que finalmente se había saldado con su huida y una pieza de información proporcionada por la misma Rider Black.

Habían hecho uso de su carguero como residencia, parando en puertos pequeños y secundarios para aprovisionamiento, recorriendo rutas secundarias y ahorrando combustible haciendo uso de la capacidad de la nave para mantenerse en órbita geoestacionaria con un consumo mínimo de recursos.

No habían estado más de cuatro horas en tierra firme en cada una de esas paradas, tiempo suficiente para piratear sistemas de comunicación, bases de datos y permitir que Ivo Nag hiciese de las suyas.

El viejo cirujano phalkata era un individuo de muchos talentos y que había gozado de una vida larga y complicada que le había permitido conocer a personajes de toda índole. Usar a sus contactos para rastrear a Meredith Alcaudón había sido idea suya.

Pese a ello, no había sido una labor fácil. La galaxia es... bueno, la galaxia. Encontrar a un único individuo específico en ella era una tarea complicada si el individuo en cuestión no era una figura conocida a nivel interestelar. Los Riders serían el ejemplo más obvio.

Y si bien Meredith Alcaudón era ciertamente conocida en algunos círculos, su reputación no estaba a esa escala, ni de lejos. Por lo que aún teniendo una idea del punto de partida, Ivo Nag tuvo que escarbar en su búsqueda.

Y parecía que finalmente había conseguido algo, con su anuncio al entrar en la cantina del carguero donde los dos jóvenes atlianos se encontraban preparando una cena a base de barras de comida comprimida, diluidas en una masa pastosa.

"¿Cual es el rumbo, doctor?", preguntó Axas.

"Alcaudón se ha estado moviendo desde que dejó su residencia en Occtei y dos cadáveres atrás. Oficialmente no identificados. Extraoficialmente, miembros de los operativos", respondió Nag.

"¿No hay una orden de busca y captura contra ella?", preguntó Dovat.

"No, nada formal. Si la hubo ha sido borrada. Puede que por ella misma, no lo sé. Pero lo dudo dado que sigue teniendo un amplio historial de antecedentes entre múltiples cuerpos de seguridad. Lo más probable es que al ser las víctimas miembros de los operativos las autoridades decidiesen lavarse las manos. Pero estoy divagando...", continuó Nag, "Tras Occtei parece que estuvo en dando vueltas por ahí. Hay huecos en el recorrido, pero nuestra pista más firme parece ser Venato. Tengo constancia de que estuvo durante un tiempo más prolongado que en ninguna otra parada previa, antes de partir de nuevo. No tengo una localización específica, pero puedo hacer conjeturas y quizá tengamos suerte."

Dovat asintió al tiempo que se limpiaba las manos con un viejo trapo, tomando a continuación un par de platos metálicos con unas gachas humeantes poniéndolos sobre la mesa.

"Bien, trazaremos los rumbos a esas localizaciones", dijo sentándose a la mesa poniendo uno de los platos frente a ella y otro frente a Nag, "¿En qué conjeturas se basa?"

"Consumo energético, distancia, posibles registros de viaje en Venato... no viaja sola. Si está buscando viajar de forma discreta, ahorrando recursos y evitando los mundos más poblados solo hay un puñado de localizaciones a las que podría acudir desde Venato sin armar mucho ruido."

Se sentó a la mesa y su sonrisa satisfecha se congeló en su rostro al ver el poco apetitoso contenido del plato puesto ante él. El plumaje de su cabeza se erizó al olisquear levemente.

"Aunque propongo que antes hagamos una parada de emergencia para conseguir comida que no se parezca a los excrementos de las crías de mi especie, por favor."

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