sábado, 5 de febrero de 2022

060 TITANES


Alirion.

Mundo de clase 5, o lo que es lo mismo, multiclase.

Múltiples industrias, abundancia de recursos, cuatro grandes masas continentales, población conformada por representantes de las primeras especies que conformaron el Concilio residentes desde hace ya tanto tiempo en el planeta que han conformado identidades culturales propias diferenciadas de las de sus mundos de origen.

Habían llegado al punto de determinar su autogobierno y contar con representación senatorial propia para su sistema, con el apoyo de mundos como Mon Caphe u Oomtas.

Se trataba de un planeta especialmente abierto al visitante y a quienes buscasen plantar raíces. Formando parte de los círculos internos de su cuadrante se garantizaba la legalidad y no eran comunes los abusos corporativos que podían encontrarse en planetas más alejados del centro de la civilización galáctica en los que era más sencillo hacer oídos sordos.

No es que Alirion fuese un paraíso, ni mucho menos. Había pobreza, delincuencia, desigualdades y las penurias comunes a cualquier civilización desarrollada hasta cierto punto que no hubiese llegado al inalcanzable e irreal nivel de una utopía. Pero no eran la lacra sistemática o la norma como sucedía en lugares más desafortunados de la galaxia.

Aún con sus problemas, Alirion era en términos generales un buen mundo para vivir y para criar una familia.

Por eso Inash Baenzu había aceptado la oferta de trabajo que lo había llevado allí junto con su familia.

Inash era un simuras. Nacido en el mismo mundo natal, Vaneuca.

Humanoides pisciformes, los simuras se vanagloriaban de ser una de las civilizaciones más antiguas de la galaxia, estando presentes desde los días previos al Concilio. Sus científicos eran también los responsables del actual estándar técnico para viajes supralumínicos que se utilizaba en toda la galaxia y que se había impuesto a otros métodos más antiguos.

Precisamente, su trabajo en Alirion estaba relacionado con el desarrollo de un nuevo tipo de hipermotor. Aunque llamarlo de esa forma era incorrecto, la verdad. La elaboración de un dispositivo que permitiría viaje instantáneo a base de plegar el espacio como alternativa a la vieja tecnología de portales de túnel o la poca fiabilidad y complicación de las variantes mágicas suponía un proyecto considerablemente atractivo.

Pero no todo era trabajo. Alirion era un lugar más relajado que Vaneuca. Podía estar allí con su esposa atliana y sus hijas adoptados sin tener que soportar el juicio constante de su familia. La mayor era una simuras como él, la pequeña era una atliana como su madre.

En aquel planeta podía pasar una de sus escasas tardes libres en el parque con sus pequeñas sin tener que aguantar el qué dirán de los vecinos.

Mientras su esposa se ocupaba de su propio trabajo y sus pequeñas correteaban por el soleado parque de hierba azulada jugando con otros niños, Inash Baenzu se relajó con un buen libro. Uno auténtico, en papel real. Una réplica de los publicados antes de que todo se digitalizase. Eran la última moda, y resultaba interesante leer algo impreso y no proyectado en una pantalla o un holovisor.

Su lectura se interrumpió al notar una vibración en el suelo. Inash levantó la cabeza. Sus ojos negros y oscuros ligeramente saltones destacaban en su rostro escamoso y pisciforme de un pálido color azul.

La vibración crecía e Inash comenzó a escuchar los gritos, mezcla de miedo y excitación.

En el centro del parque había surgido una colina de la nada.

La tierra se elevaba, como empujada desde abajo, como si una burbuja enorme ejerciese presión. Pudo ver a los niños alejándose del lugar, incluidas sus hijas que corrían en su dirección. El temblor se intensificó y comenzó a estar acompañado de un ruido como un crujido ensordecedor.

Es un volcán. Tiene que ser un volcán, pensó, Antepasados, sed misericordiosos...

Pero otro pensamiento atravesó su mente con un escalofrío. Alirion era un mundo apenas sin actividad tectónica. La formación de volcanes era rara y estaba bien monitorizada. Era imposible que un volcán se conformase de forma espontanea en aquel planeta sin que hubiese al menos avisos y preparaciones por adelantado.

Tenía que ser otra cosa.

El libro cayó olvidado al suelo al tiempo que Inash comenzó a correr hacia sus hijas, agachándose para recogerlas en un abrazo.

El suelo se quebró y un mar de espinas grisáceas emergió de la fisura. Un rugido antinatural y extrañamente lastimero ahogó los gritos de terror de la gente que huía despavorida del lugar.

Inash echó a correr con sus hijas en brazos, pero pudo ver a aquella cosa de carne gris emergiendo del suelo del parque.

Debía medir unos veinte metros de altura, pero era difícil precisarlo. El ser caminaba encorvado, casi plegado sobre sí mismo como si su ancho cuerpo intentase formar una esfera. En un extremo se encontraba una cabeza como de roedor, con un hocico deforme en el que bailaban múltiples pedipalpos similares a los de un arácnido. Todo su lomo estaba cubierto por enormes espinas.

A sus pies, del mismo agujero del que había emergido, comenzaron a brotar drones garmoga como si la misma tierra los vomitase.

Oh no, oh cielos, aquí no...

Los gritos de pánico, tanto los exteriores como aquellos que resonaban en el fondo de la mente de Inash se cortaron de lleno cuando el sonido de una explosión y un nuevo retumbar en el suelo bajo sus pies estuvo a punto de hacerle caer.

"¡Papá!", gritó su hija mayor, su voz consiguiendo imponerse a los lloros de pánico de su hermana pequeña y al zumbido en los oídos de su padre. La muchacha señalaba al frente.

Inash vio la ciudad ante ellos y como en la lejanía se elevaba una bola de fuego y humo. Edificios caían, alimentando la nube de escombros de la cual comenzó a emerger una nueva figura de gigantesco tamaño.

Una cabeza, o un cuerpo similar al de un molusco cefalópodo, se elevaba flotando en el aire, arrastrando bajo si tres gruesos tentáculos de aspecto artificial. Enjambres de drones garmoga revoloteaban a su alrededor al tiempo que el ser alzó uno de sus apéndices y un haz de energía verdosa fue emitido, arrasando múltiples rascacielos.

Inash comenzó a correr de nuevo. Rezó. Rezó por sus hijas y por si mismo, porque pudiesen llegar a uno de los refugios o áreas de evacuación.

Rezó por su esposa, que aún estaba en la ciudad donde aquella otra monstruosidad había surgido.

Corrió y rezó. No podía hacer otra cosa.

 

******

 

Habían pasado cincuenta y cinco minutos desde el primer contacto. Cincuenta desde que sonaron las alarmas y las tropas auxiliares del planeta y los cuerpos de evacuación se movilizaron al tiempo que el ZiZ transmitía la situación a toda la galaxia.

Cinco destellos de luz de distintos colores refulgieron en la órbita del planeta del cual ya surgía un éxodo de naves.

Los Dhar Komai y sus Riders habían llegado.

"Estableciendo comunicaciones con los escuadrones locales y el ZiZ ¿Qué tenemos?", preguntó Alma Aster desde el interior de la silla-módulo situada a la espalda de Solarys.

"Según los datos, estamos ante una infestación garmoga en el hemisferio sur, concretamente en el continente designado como Baliscea", explicó Antos, "Y la situación es... joder, tenemos que bajar ahí ya."

"¡Quimeras!", exclamó Avra, "¡Al menos cinco quimeras y contando!"

"No hubo presencia garmoga externa u orbital", indicó Armyos, "Y están saliendo desde el subsuelo... han tenido que abrir un portal en alguna cámara subterránea."

"Para emerger con quimeras formadas deben haberlo tenido abierto desde hace horas antes de subir a la superficie", dijo Athea con cierto deje de ira en su voz, "¿Cómo es que el ZiZ no detectó las fluctuaciones de energía?"

Alma frunció el ceño al tiempo que repasaba los datos transmitidos directamente a su casco. Emitió un suspiro de frustración "Aún no han implementado los nuevos sensores, parece ser que Alirion estaba designado como área de poco riesgo..."

"¿¡Incluso después de lo del Mundo Capital hace siete meses!?", estalló Antos.

"Ya se discutirá más tarde a quien habrá que pedir responsabilidades", dijo Alma, "La evacuación lleva buen ritmo y parece que la mayor parte de la infestación está siendo contenida por los escuadrones locales, pero es solo cuestión de tiempo que se vean superados. Las quimeras tienen prioridad, una para cada uno. Tras purgarlas seguiremos el procedimiento habitual y veremos si podemos localizar ese portal antes de que se coman todo un hemisferio."

Aunque no podía verlos, Alma pudo sentir a través de su lazo con los Dhars y con sus hermanas y hermanos como todos ellos asentían con firmeza.

No le hizo falta dar la orden verbalmente, los Riders descendieron sobre el planeta en dirección a la zona de mayor concentración de los garmoga con la celeridad del rayo.

Desde las naves de evacuación, aquellos que ya estaban a salvo vieron como si cinco columnas de luz cayesen de repente hacia Alirion iluminando todo con un colorido resplandor que parecía decir "Todo irá bien. Estamos aquí."

Inash Baenzu abrazó a su esposa con cuidado de no presionar el brazo fracturado que ésta había sufrido. No se unió a los vítores de los demás evacuados y de sus hijas, que habían olvidado por el momento el terror de la última hora al ver esperanzadas la llegada de los mayores héroes de la galaxia.

Se limitó a dar gracias en silencio a los espíritus de sus antepasados por haberle concedido el milagro de estar con su familia.

Un milagro que sabía había sido ya negado a miles de almas desafortunadas en la pesadilla en qué se había convertido aquel planeta.

 

******

 

Apenas un minuto tras la llegada de los Riders, una nave salió del hiperespacio en las capas altas de la atmósfera de Alirion. Había sido una pequeña fragata militar que había sido modificada considerablemente y renovada hasta el punto de que no podía encajar en ninguna de las categorías oficiales de las flotas del Concilio.

En su casco brillaba el símbolo de la Sentan Corp.

La nave giró proyectando un arco elegante al desplazarse. En su base, una portezuela para la eyección de cazas monoplaza se abrió y un vehículo cayó hacia la superficie del planeta, bañado en el brillo incandescente de la atmósfera siendo atravesada a velocidad terminal.

Era un aerodeslizador individual, similar a lo que los humanos denominaban motocicleta, aunque sin ruedas y capaz de desplazarse flotando en el aire gracias a tecnología de repulsión magnética. Había sido reforzado hasta el punto de que un descenso orbital era posible.

Montado sobre él, la figura verde y quitinosa de Shin descendía sobre Alirion.

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