sábado, 29 de mayo de 2021

021 VECINOS PREOCUPADOS

 

Athea Aster se volvió, clavando su mirada en la perpleja recién llegada.

La mujer, una humana joven de cabellos rubios y aspecto asustadizo, tenía aún extendida la mano con la que aparentemente se disponía a dar unos toquecitos en el hombro de Athea hace unos instantes para llamar su atención. Ahora se encontraba paralizada como un animal salvaje antes las luces de un vehículo acercándose a gran velocidad.

Finalmente, saludó con su mano extendida y una sonrisa nerviosa en el rostro.

"Yo... erm... ¿hola?"

"Hola."

Athea por su parte se mantuvo reservada. Transcurrió un instante de silencio incómodo antes de que la recién llegada se aclarase la garganta y retomase el intento de conversación.

"Oh, bueno... disculpa si te he asustado. Soy Pat, vivo ahí al lado", dijo al tiempo que señalaba la casa a la derecha de la de Mantho, "¿Eres amiga de los Oth o...?"

Athea sonrió, una sonrisa tranquilizadora, abierta y amigable. Cuando habló de nuevo su voz no tenía ya su habitual tono de reserva, sino una calidez recargada que invitaba a la confianza. Si sus hermanas y hermanos la hubiesen visto en ese momento habrían retrocedido sintiendo un terror abyecto ante la enorme falsedad que suponía aquella máscara de su personalidad.

"Soy una compañera de trabajo de Mantho, estábamos algo preocupados por él", dijo al tiempo que extendía su mano para estrechar la de la vecina, "¡Oh, disculpe mis modales! Amanda Starr."

"Bueno, un placer conocerla señorita Starr. Y cualquier amiga de Mantho es amiga mía. En este barrio somos un poco como una gran familia ¿sabe?", dijo Pat, "Aunque es raro..."

"¿Raro?"

"Bueno, tenía la impresión de que los Oth se habían ido de vacaciones o de viaje. Hace dos días Mantho tuvo una charla con su marido y éste y los niños se marcharon. Mantho mencionó algo de reunirse con ellos después. No he vuelto a verlo desde ayer, y la casa está totalmente cerrada, así que asumí que ya se había marchado también. Pero ahora me dice usted que están preocupados por él en su trabajo..."

"Hace dos días dejó de venir a trabajar y no nos han dicho nada al respecto. Ni un aviso de traslado, ni un substituto, como si nunca hubiese estado allí. Tampoco responde a ninguna llamada de su dispositivo personal.", replicó 'Amanda', "Lo discutimos en la oficina y nos echamos a suertes quien vendría a ver si estaba bien."

"Oh cielos, eso sí que suena extraño", dijo Pat, "¿Crees que puede haber pasado algo serio? Nunca nos contó mucho en qué consistía su trabajo..."

"Somos... analistas. Analistas de sistemas. Cosas de seguridad cibernética, es un poquito complicado. Nada más", respondió Athea haciendo aún uso del tono de voz casi jovial y ligeramente condescendiente, aunque atemperado por la inusitada seriedad de trasfondo en la conversación, "En fin, si no está tendré que buscar en otro sitio, muchas gracias Pat."

"Oh, no hay por qué darlas", respondió la vecina. De repente se quedó mirando a Athea con el ceño ligeramente fruncido, "Oye Amanda, no quiero ser grosera pero ¿nos hemos visto antes? Me resultas familiar."

Athea se encogió de hombros con una risa nerviosa al tiempo que comenzaba a alejarse de la entrada de la casa, "Me lo han dicho muchas veces, debo parecerme a alguien famoso. Adiós, Pat."

La vecina respondió sonriendo de oreja a oreja y sacudiendo su mano de forma efusiva para decir adiós antes de darse la vuelta y volver a su casa. Athea avanzó medio centenar de metros, pasada otra vivienda antes de torcer a su izquierda y atravesar el jardín hasta los patios traseros, con cuidado de que no la viese nadie más.

Podía oír el ruido de las actividades de algunos vecinos en el interior de las casas, unos pocos parecían estar trabajando sus jardines. Por fortuna sabía moverse de forma que nadie prestaría atención o pensaría en merodeadores.

Avanzando con calma y poco a poco, volvió a la casa de los Oth, esta vez por la parte de atrás. El patio trasero ajardinado tenía un par de árboles y un pequeño columpio. Había juguetes de plástico y una pelota. Nada había sido recogido, como si se hubiese dejado con prisas.

Athea se acercó a las puertas que daban al jardín. Puertas correderas de cristal, lujosas pero inseguras. Presionó el mecanismo de apertura y la puerta se deslizó sin problemas. Estaban abiertas, sin cierre de seguridad y aparentemente sin ninguna alarma.

No pinta bien, nada bien, se dijo.

Entró con cuidado en la vivienda. El acceso daba pie a lo que era una amplia sala de estar iluminada por la luz que entraba desde el patio trasero. Una vez más pudo ver juguetes tirados en el suelo, un libro con un marcador y una revista entreabierta sobre una mesita frente al sofá... indicios de que quien hubiese dejado la casa lo hizo sin tomarse tiempo para recoger las cosas de forma apropiada.

Athea se paró un momento y se concentró, extendiendo sus sentidos. De nuevo, no detectó ningún signo de que se hubiese disparado ninguna alarma o mecanismo de seguridad. También notó un olor desagradable que por el momento parecía contenido a una estancia del piso superior de la casa.

Athea tomó aire para calmar su impaciencia y buscó las escaleras, cerca de la entrada principal de la casa, para comenzar su ascenso.

Los escalones eran firmes y nuevos así que se ahorró el cliché del resonar de la madera vieja a cada paso que subía. Por supuesto, eso la dejaba con un silencio opresivo únicamente roto por su propia respiración. No sabría decir qué alternativa era mejor o peor.

El segundo piso estaba claramente organizado en torno a un pasillo en forma de L con habitaciones adyacentes. El olor parecía provenir de la puerta al fondo a la derecha desde las escaleras. Otros olores químicos indicaban que se trataba con casi total seguridad del cuarto de baño de la casa.

Athea abrió la puerta. El cuarto de baño no parecía tener ninguna ventana o acceso al exterior así que además del olor intensificado solo la recibió la oscuridad. Pero pudo ver con bastante claridad el interior incluso antes de alargar su mano hasta el interruptor de la luz al lado de la puerta y presionarlo.

Mantho Oth era un narkassa. Como cuadrúpedos de cierta envergadura, los narkassa solían favorecer grandes bañeras en vez de duchas o habitáculos verticales. El baño era grande, y la bañera de un lujoso mármol y grandes dimensiones se situaba en la esquina izquierda al fondo.

Estaba totalmente llena de un líquido negruzco y ligeramente burbujeante del cual asomaba el cráneo y parte de los hombros semidisueltos del fallecido Mantho Oth, inclinados contra los azulejos de la pared. Tenues volutas de humo y gas parecían emanar del cuerpo.

Athea sintió de nuevo la presencia de alguien a sus espaldas, pero esta vez optó por no hacer nada.

Una mano sosteniendo algo metálico en su palma se asentó contra su sien y Athea Aster recibió una descarga neurálgica en su cráneo que la hizo caer de bruces al suelo. Sintió las convulsiones recorriendo su cuerpo y no hizo nada para contenerlas.

De pie junto a ella se encontraba la vecina de antes, Pat. Su expresión amigable había dejado paso a una mueca que solía ser habitual en los rostros de aquellos que se saben o creen superiores y disfrutan regodeándose de ello.

En su mano izquierda extendida la carne de su palma se había abierto dejando salir un dispositivo circular metálico, no más grande que un botón, con el que había usado la descarga aturdidora.

El dispositivo se retrajo y la ranura de su mano se cerró. La piel no presentaba signos visibles de haber estado abierta hace unos instantes exhibiendo un implante cibernético.

"No sé porqué, pero tuve una corazonada contigo", dijo Pat.

Athea no respondió, siguió en el suelo, presa de las convulsiones. Su mirada perdida y vidriosa.

Pat hizo un gesto de desdén hacia la bañera, "Putos narkassa. Si fuese de cualquier otra raza el ácido ya lo habría disuelto y estaría de camino al alcantarillado. Pero no, este cabrón tenía que ser grande. Un día y medio así, y lo que le queda."

Se llevó su mano derecha a la espalda y extrajo una pequeña pistola blanca con un resplandor azulado en su cargador. Una emisora de proyectiles degradables. Se disolvían unos minutos después del impacto haciendo imposible rastrear el tipo de arma.

Pat continuó hablando, casi como si disfrutara del sonido de su propia voz.

"Nos informaron de que el objetivo podría haber contactado con alguien más", dijo, "Se mandó a otros dos operativos a rastrear el posible contacto, pero si fallaban alguien tenía que quedarse aquí a ver si alguna alimaña venía a husmear, y me ha tocado. Y mira por donde, tú viniste a husmear... quizá te creíste muy lista con tu numerito de la compañera de trabajo preocupada, pero se te notaba la falsedad a parsecs, Amanda, si es que de verdad de llamas así..."

El cuerpo de Athea Aster dejó de convulsionarse.

"Gracias por aclarar unas cuantas cuestiones", dijo.

Pat se quedó momentáneamente paralizada, de pura sorpresa. Una víctima de una descarga neural no debería ser capaz de vocalizar en menos de una hora, "¿Pero qué...?"

Ese momento fue más que suficiente.

Athea se incorporó, como impulsada por un resorte, situándose en posición vertical frente a Pat en menos de un segundo. Golpeó a la operativa asesina con la palma de su mano directamente en el pecho. Pat salió volando a lo largo de todo el pasillo antes de estrellarse contra la pared en el extremo opuesto donde hacía esquina.

La pistola había saltado de sus manos, y la joven rubia había caído sentada al suelo, deslizándose tras el impacto contra la pared con un grito ahogado y una sensación que estaba segura se parecía bastante a la que sentiría alguien de haber sido atropellado.  

"Vamos, levanta", Athea avanzaba por el pasillo. Su voz había vuelto a su tono neutral de siempre, pero había una corriente de algo parecido a la ira resonando en sus palabras, "Si tienes esa cosa en la mano seguro que no es la única mejora que te han metido."

Pat emitió un sonido casi animal de ira al levantarse. Extendió su mano izquierda y la piel de su palma se abrió de nuevo dejando a la vista el dispositivo aturdidor. Éste chisporroteó con un resplandor rojizo y emitió un rayo del mismo color dirigido de forma directa a la cabeza de Athea.

Cualquier otra persona de cualquier otra especie no habría contado con los reflejos necesarios para evitar el impacto de algo más rápido que un parpadeo.

Athea Aster solo necesitó un microsegundo para ajustar toda la posición de su torso y cuello de forma casi imperceptible de tal manera que la descarga de energía apenas la rozó en la mejilla al pasar a su lado.

En su honra, Pat no se quedó quieta de nuevo ante lo que acababa de presenciar y avanzó cargando contra Athea a la carrera.

La operativa asestó varios golpes que la Rider Black esquivó sin problemas, aunque ligeramente impresionada, por mucho que la molestase admitirlo. Podía notar que en aquellos puños de aspecto delicado Pat parecía tener suficiente fuerza para causar más daño del que alguien de su complexión podría infligir con normalidad.

Athea respondió con un amago de golpe, sin poner toda su fuerza en ello, con intención de aturdir o noquear a su oponente, pero parecía haber subestimado la rapidez de la asesina. Pat esquivó el golpe y aprovechó para ponerse a espaldas de Athea con una voltereta, acercándose a su pistola caída y tomándola con firmeza.

Semiincorporada, de rodillas en el suelo, Pat apuntó a Athea con el arma y una sonrisa desquiciada en sus labios, "No tengo ni puta idea de quién eres realmente, pero se acabó."

Athea se limitó a inclinar la cabeza a un lado y levantar una ceja, divertida, "¿Sabes? La verdad es que es jodidamente refrescante que aún no me hayas reconocido. No pasa a menudo."

"¡Me importa una mierda!", gritó Pat, y disparó repetidas veces.

Una vez más, pese a la rapidez de los proyectiles y la corta distancia, Athea pudo esquivar los ataques. Hizo más que eso.

Un resplandor de luz blanca y negra oscuridad cristalina se materializó en su mano izquierda. Su arco Saggitas brilló al ser empuñado, y Athea Aster disparó una flecha de pura energía que empaló la pistola y la mano de Pat.

Pat se quedó mirando su mano y comenzó a gritar, sosteniendo su brazo. En una pequeña porción de su cerebro que no había sido inundada por el dolor, el terror se asentó al reconocer por fin a quién tenía delante.

Por su parte, Athea no le dio más vueltas. 

Sabía cómo funcionaban los operativos y era consciente de que Pat no podría decirle mucho más de lo que ya había soltado. Siempre se podía contar en que gente así aflojase la lengua cuando estaban seguros de su absoluta superioridad. Pero era imposible que Pat supiese quién estaba realmente detrás de las órdenes para asesinar al pobre Mantho Oth.

Así que Athea no tuvo reparo alguno en que su siguiente flecha atinase a la asesina de forma directa en el ojo derecho, atravesando el cerebro y abriendo la parte trasera de su cráneo como un melón reventado.

El cuerpo de Pat cayó de espaldas al suelo con un sonido húmedo y desagradable. El arco de Athea se disolvió en sus manos, y la Rider Black apretó los puños al saberse frente a un callejón sin salida para averiguar la verdad.

Su esperanza ahora era que, quienquiera que fuese el contacto real de Mantho Oth, tuviese mejor fortuna que ella.

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