Cuando la alarma comenzó a sonar, la doctora Iria Vargas reprimió el escalofrío que recorrió su espalda y el nudo que se había formado en su estomago en cuestión de segundos.
Que el lugar posiblemente más seguro de la galaxia fuese atacado era un pensamiento enervante y una realidad aún más digna de terror, pero la doctora era miembro del equipo de análisis biológico y supervisión de procedimientos médicos de los Rider Corps. Es más, era jefa de su sección y la doctora designada para el tratamiento directo de los Riders.
Eso significaba que debía mantener la sangre fría cuando fuese requerido.
Así que cuando la alarma comenzó a inundar las instalaciones con su sonido de forma estridente, las luces se tornaron rojas y los señalizadores lumínicos de evacuación se activaron, cualquier impulso emocional que hubiese podido derivar en pánico fue aplastado sin miramientos, empaquetado y enterrado en un metafórico pozo de cemento en un rincón profundo de su mente.
El personal de los laboratorios y áreas médicas estaba siguiendo los procedimientos al pie de la letra. El personal de clase C y B debía abandonar inmediatamente toda actividad o trabajo –dentro de unos patrones de seguridad, por supuesto–. El personal de clase A debía seguir el mismo procedimiento pero únicamente tras dejar preparados los protocolos de blindaje de archivos de su propio departamento.
Esa era la labor en la que se encontraba Iria Vargas mientras el último de sus colegas de laboratorio abandonaba la estancia y se dirigía a las salidas de emergencia. Era imperativo garantizar que, en caso de que el ataque enemigo tuviese más objetivos que la mera destrucción, los historiales médicos de los Riders no fuesen accesibles.
Finalizada su labor tomó las pocas pertenencias personales que tenía consigo en la oficina y se dispuso a abandonarla. Fue en ese preciso momento cuando el comunicador de su pulsera indicó una llamada entrante del director.
"¿Director Ziras?", preguntó.
"Doctora Vargas, ¿cómo va el proceso de evacuación?"
"Todo según el protocolo y sin complicaciones señor, ¿puedo preguntar que ha...?"
"Hace nueve minutos una intrusa ha entrado en la sede de los Corps a través del acceso principal al público", explicó Arthur Ziras con tono grave, "Declaró intenciones de acceder a nuestros archivos por la fuerza si es necesario. Neutralizó sin esfuerzo a los vigilantes del área de acceso pública. Las tropas de seguridad han sido movilizadas pero ya ha dado cuenta de los escuadrones Iota y Lambda. Ro, Sigma y Tau van camino de interceptarla y se ha dado señal de movilización a los reservas, pero no sé si podrán conseguir mucho."
"Director ¿cómo es posible que...? ¿Una única persona neutralizando dos escuadrones?", preguntó Iria incrédula al tiempo que avanzaba por el pasillo siguiendo la ruta marcada para la salida segura del personal en caso de ataque.
"La intrusa posee habilidades mórficas."
La respuesta de Ziras calló sobre Iria Vargas como un jarro de agua fría. Un oponente con esas habilidades...
"Señor, ¿Se trata de...?"
"No. No es la Rider renegada de los informes de Pealea. No es la Rider Green."
Iria no reprimió un suspiro de alivio.
"Se trata de Dovat, fugitiva asociada al caso de Tiarras Pratcha. Desconocemos como ha adquirido sus habilidades, pero dado que el doctor había robado una de las viejas llaves mórficas..."
"¿Si está usando una llave mórfica cómo es que sigue viva?"
"Doctora... no tengo respuesta para eso ahora mismo. Lo único que sé es que necesitamos ganar tiempo. Nuestras tropas no pueden hacer realmente nada contra un guerrero mórfico más allá de ser una irritación. Pero tenemos que retenerla y contenerla lo máximo posible para que los Riders puedan hacerse cargo al regresar de Alirion."
"¡Eso puede llevar horas!"
"Por eso necesito su ayuda, doctora."
"¿Señor...?"
"Sé que aún tiene los códigos."
"Señor, no sé..."
"Doctora Vargas... Iria", interrumpió Ziras, "Pude cubrir sus espaldas cuando lo de Pealea, pero no insulte mi inteligencia pretendiendo que no conserva los accesos a los prototipos de los trooper Janperson por si algún día necesitaba salvar el cuello a los Riders."
"Lo siento señor", respondió la doctora atliana, "Pero aún usándolos no veo que esto vaya a terminar bien."
"Solo tenemos que retrasarla. Y no contará únicamente con los Janperson, doctora."
El caminar de Iria se paró en seco. Por unos instantes solo fue consciente de los latidos de su propio corazón retumbando en su pecho, por encima del zumbido de las luces parpadeantes del pasillo, el ruido de temblores en los niveles superiores y la alarma que aún continuaba aullando como un animal desquiciado.
"No está sugiriendo lo que creo que está sugiriendo", dijo la doctora, incrédula.
"Considere esto un ascenso en escenario de combate, doctora", replicó Ziras, "Ahora active a esos robots e intente ganarnos una hora. Yo contactaré con los Riders."
******
"Así que... ¿tu primera vez en una infestación?"
Tras la caída de la quimera Kedolas, la situación había derivado en una limpieza estándar del área, rastreando y eliminando drones y centuriones garmoga. Los últimos minutos habían visto a la Rider Blue y a Shin haciéndose cargo de ello.
En otras palabras, rutina para Avra Aster en términos de dificultad. No es que la Rider Blue no se tomase en serio su labor, pero tras siglo y medio y por disfrutable que fuese, el eliminar drones y centuriones garmoga era... bueno, era "lo normal".
Así que se permitía el lujo de charlar amigablemente con el guerrero insectoide de la Sentan Corp. O al menos lo intentaba. Shin había mantenido su silencio desde su llegada.
La patada con la que había hecho caer a la quimera al hacer su entrada en escena había sido solo el comienzo.
Kedolas no había muerto, solo estaba aturdida y con su mandíbula deshecha. Pero la abominación garmoga seguía siendo peligrosa y dado el ritmo al que estaba absorbiendo a drones y centuriones no tardaría en regenerarse.
La Rider Blue y Shin habían terminado con ella al final. Un ataque combinado sorprendentemente efectivo. Un golpe de Shin al torso del ser que causó que la quimera se doblase sobre si misma fue seguido por un golpe del espadón Durande de Rider Blue.
La decapitación fue rápida y limpia.
Tras eso, la humana alterada por el poder del Nexo y el supersoldado eldrea procedieron a la purga de los demás garmoga.
Y Avra seguía intentando entablar conversación.
"¿Estas nervioso? Bueno, yo recuerdo que estaba nerviosa la primera vez que me las vi con los garmoga."
Shin no respondió. Su puño atravesó el torso de un centurión. A su espalda una pareja de drones fue segmentada en dos por Avra.
"Quiero decir, teníamos toda la experiencia de los simuladores. Seguro que también has usado de esos, no creo que te mandasen aquí a ciegas ¿verdad?"
Avra aplastó la cabeza de un centurión garmoga con un crujido enfermizo mientras hacía su pregunta. Otro centurión intentó saltar hacia ella para empalarla por la espalda con su brazo convertido en una lanza afilada. Shin lo interceptó, arrancó el brazo de cuajo y lo usó contra el mismo centurión.
"¡Vaya, gracias! Siempre es gracioso cuando puedes usar sus propias armas contra ellos, aunque una vez usé a uno entero para golpear a sus compañeros."
Avra se inclinó hacia adelante, golpeando a un dron garmoga de tamaño medio. Shin saltó por encima de la Rider Blue al mismo tiempo, propinando una fuerte patada a otro centurión que intentaba saltar sobre su posición.
De forma casi inconsciente, los movimientos de ambos habían comenzado a sincronizarse. Una precisión y sinergia que solo podían nacer de una capacidad casi innata para el combate de los dos individuos.
"Parece que te gusta dar patadas ¿no? Bueno, si es lo que se te da bien pues adelante con ello. Yo soy más parcial al uso de puños y espada."
La Rider Blue materializó a Durande y con un amplio arco el espadón partió en dos a cuatro drones garmoga.
"Es cosa de preferencia personal, claro. Pero fue cojonuda la que le diste a la quimera, de lo mejorcito que he visto."
Un rugido draconiano llegó desde los cielos y una advertencia cruzó la mente de Avra. La Rider Blue alzó la vista.
En las alturas su Dhar, Tempestas, estaba lidiando con enjambres de drones voladores y estableciendo perímetros de aislamiento para evitar su propagación. Pero a pesar de su velocidad, el Dhar no podía estar en todas partes. Por suerte, contaba con su Rider.
La advertencia de Tempestas fue clara. Un grupo de drones garmoga había comenzando a apelotonarse en el aire. Decenas de los más pequeños rodeaban a un dron de mayor tamaño, casi tan grande como una lanzadera que había comenzado a absorberlos y añadirlos a su propia masa.
No me digas que tenemos un amago de pseudo-quimera, pensó la Rider Blue, Cabroncetes descarados.
La criatura comenzó a descender, su carne metálica convulsionándose y burbujeando, con llagas abriéndose rezumando un líquido negro y fibras similares a cableado siendo expuestas al aire. El dron garmoga mutado voló de forma directa hacia los dos guerreros de una forma que Avra solo podría describir como suicida.
La Rider Blue se volvió hacia Shin. El guerrero eldrea ya se había percatado del nuevo enemigo.
"Venga, va", dijo Avra, "Te lo dejo a ti."
Shin hizo un gesto casi imperceptible con la cabeza pero que Avra tomó como un ligero asentimiento. Acto seguido, saltó con una fuerza prodigiosa dejando un pequeño cráter tras de sí junto a la Rider Blue.
Avra observó a Shin ascender con su puño adelantado, como un proyectil directo contra la abominación.
El hipertrofiado dron garmoga desgajó la parte frontal de su cabeza, abriendo una enorme boca de pétalos aserrados y filamentos punzantes parecidos a alambre de espinos.
Engulló a Shin.
Acto seguido su torso estalló reventando a la criatura en dos partes cuando Shin emergió de su interior, cubierto en fluidos negros y grisáceos.
El guerrero se dejó caer y justo antes de chocar contra la superficie pareció levitar por un instante, como si frenase su descenso en seco antes de tocar el suelo con sus pies con suavidad. De pie, Shin cerró sus puños y pareció concentrarse. Sus ojos emitieron un leve destello rojizo y una tenue aura de energía envolvió su cuerpo, incinerando los restos orgánicos del dron garmoga y dejando su armadura totalmente limpia.
"Vale, me voy a poner celosa", dijo Avra acercándose a él, "Nosotros tenemos que desmaterializar y reformar nuestras armaduras para limpiarlas así."
Shin se quedó mirando a la Rider Blue. Ésta había estado dirigiéndole la palabra de forma continua durante toda la operación y no sabía como tomárselo. Se le había ordenado colaborar con los Riders, pero no establecer contactos directos. Ogun-Mori y los directivos de la Sentan Corp también habían planteado que los Riders podrían intentar sonsacarle algo, así que debería limitar posibles intentos de confraternizar.
Pero sus sentidos no percibían ningún tipo de intención oculta en la parlanchina Rider Blue.
La muchacha parecía sincera en simplemente intentar conversar con él y expresar admiración. Había una corriente de respeto en sus palabras a pesar de la irreverencia de su forma de expresión. Y algo más, una especie de nerviosismo en la postura y timbre vocal de la Rider cuando ésta se encontraba frente a él que Shin no podía determinar con claridad.
Pero no era algo malo.
"Quiero decir, a mí también me gusta hacer lo de ser una bala de cañón a veces, pero es un asco ¿sabes?", prosiguió Avra, ajena a las observaciones del guerrero eldrea, "Oye, esta área ya está purgada y solo queda que Tempestas haga algo de limpieza. Tenía pensado ver si los demás necesitaban que les echase una mano ¿Te apuntas?"
Shin ladeó ligeramente la cabeza, extrañado. Ahí estaba de nuevo ese extraño nerviosismo en la voz de la Rider, casi expectante. Finalmente, tomó una decisión.
"Si", respondió. Con su voz grave y cavernosa la afirmación sonó casi con un tono amenazador, aunque no fuese su intención.
La Rider Blue pareció quedarse paralizada un instante, mirándolo fijamente. Pero la rigidez y el nerviosismo desaparecieron de su postura y todo su lenguaje corporal pareció verse inundado de... ¿entusiasmo y curiosidad?
"Joder, ¿esa es tu voz?", preguntó Avra.
Shin asintió, ligeramente desconcertado.
"Si", repitió.
No atinaba a identificar la respuesta emocional de su interlocutora. Si pudiese ver bajo su casco, la ruborizada sonrisa oreja a oreja de Avra y el brillo en sus ojos quizá le hubiese dado una pista cuando ésta respondió.
"Moooola."
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