La luna de Valphos no tenía un nombre propio.
Como otras muchas, estaba designada con el nombre del planeta en torno al que orbitaba acompañado de un número, letra o símbolo para enfatizar su distinción en caso de existir más de un satélite natural. Un poco imaginativo Valphos-1 en este caso.
Resultaba más triste que recurriesen a dicha fórmula existiendo un único satélite.
Era una esfera pequeña, con un diámetro aproximado de mil quinientos setenta y dos kilómetros. Contaba, curiosamente, con atmósfera propia. Extremadamente tenue y pobre en gases que pudiesen sustentar vida, pero lo suficiente para producir su propia fenomenología atmosférica. Una manta de niebla cubría la superficie de forma casi perenne y eran frecuentes las tormentas de aire sin precipitaciones y de una fuerza sorprendente.
Por ello, instalaciones como la de la base lunar de investigación y comunicaciones de los malbassa habían sido construidas parcialmente hundidas en la roca de la montaña y el subsuelo para garantizar una mayor seguridad y gozar de un escudo natural frente al impacto de los elementos.
Parte de la base emergía de la montaña al exterior, como un armazón de metal macizo de color grisáceo. Las únicas notas de color eran el amarillo, naranja y rojo de señales de peligro, advertencias de proximidad, indicadores de posición, etc.
El lugar estaba envuelto por el silencio. El ruido de cualquier actividad común se había esfumado y solo el silbar del viento sonaba. Era noche en aquel lado de la luna, lo sería al menos por otras dos semanas. Al estar apagadas las luces de posición y los focos exteriores en torno a la entrada la oscuridad reinaba sin discusión.
Hasta que cinco destellos brillantes se materializaron en la superficie lunar, a unas pocas decenas de metros del acceso a la base.
El rugido de los Dhar Komai acompañó a la llegada de los Riders. Alma alzó la vista y observó a las bestias draconianas volando en círculos en torno a la montaña.
"Si después de todo hay garmoga implicados en esto al menos tendremos el perímetro cubierto", dijo.
Los cinco Riders iniciaron su avance hacia las puertas. La niebla bañaba sus piernas hasta las pantorrillas. Las leves auras de poder emanado por sus armaduras eran la única fuente de luz en la oscuridad y sus respiraciones el único nuevo sonido añadido al ulular del viento, junto con los chasquidos quebradizos de la finísima capa de hielo que cubría el suelo rocoso, agrietándose a cada paso que daban.
Avra comenzó a hablar con un acento exagerado en su voz, susurrando.
"Los cinco hermanos se acercaron al tenebroso lugar con paso incierto, incapaces de saber que aquel sería el último momento en que alguien volvería a verlos con vida..."
"Tienes que mejorar tu voz de narrador de video-serial antiguo, hermanita", replicó Antos, "Suenas más como una abuela constipada."
"Y una mierda, lo hago genial."
"Yo me compraría un audiolibro narrado por ti, Avra", dijo Athea.
"¡Ajá! ¿Ves? Athea reconoce el talen..."
"Sería una gran ayuda para conciliar el sueño", remató la Rider Black.
La carcajada apagada de Antos ahogó los gruñidos de protesta de Avra. Armyos se limitó a sacudir la cabeza con un leve suspiro. Alma no hizo ningún movimiento o gesto indicativo de nada, pero bajo su casco se había formado una leve sonrisa.
Finalmente estaban frente al acceso principal de la base. Una enorme puerta blindada de metal deslizante en sentido vertical. Alma hizo un gesto sobre el dorso de su mano derecha y un breve destello de luz proyectó una reconstrucción holográfica del complejo.
"Según los datos que nos ha proporcionado Tal-Sora este es el único acceso de entrada viable. Existen algunas salidas de turbinas para ventilación y una salida de emergencia, pero tienen razones para creer que las primeras han sido sembradas de explosivos y la segunda bloqueada con un derrumbamiento provocado", explicó Alma.
"Así que por conveniencia y rapidez, toca entrar andando por la puerta principal", dijo Armyos, "¿Cómo lo hacemos? ¿Delicadeza o a lo bruto?"
"Bueno, es una instalación que habrá costado a saber cuántos millones de lo que sea la moneda que usen los malbassa", dijo Antos, "Así que no creo que les haga gracia que reventemos la entrada."
"El problema es la carencia de energía. Si hubiese electricidad podría intentar piratear el acceso y abrir la puerta desde alguna terminal externa de mantenimiento", dijo Athea, "Así que tendremos que ser brutos y delicados al mismo tiempo."
"¿Levantar la puerta a peso?", preguntó Avra.
Alma asintió, "Levantar la puerta a peso... bueno, si puedo con mi Dhar de veinte mil toneladas, esto no debería suponer un problema."
"De todas formas, hagámoslo repartiendo el esfuerzo entre los cinco", dijo Athea, "Cualquiera de nosotros podría solo y sin gastar demasiada energía, pero mejor prevenir que curar y reservemos nuestro poder por si nos espera algo desagradable ahí dentro."
"¿Más desagradable que un enjambre garmoga?", preguntó Avra.
"Garmogas dorados, por ejemplo."
"Oh...", la voz de Rider Blue perdió su tono de bravata, "Si, eso sería malo."
******
La pesada puerta de metal no llegaba a las veinte mil toneladas, ciertamente, pero al contenerse y no hacer uso de todo su poder desatado incluso los Riders notaron algo de esfuerzo al elevar los cinco centenares de toneladas de metal chirriante.
Tras comprobar que la puerta se quedaba trancada sin volver a caer a su posición inicial, dejando abierta una ruta de salida en caso de ser necesaria, los Riders entraron a la instalación.
La oscuridad seguía siendo total, una vez más rota únicamente por la presencia de los cinco. Ni siquiera las luces de emergencia se habían activado. Gracias al resplandor de sus trajes pudieron apreciar el suelo cubierto por láminas de carbono y otros plásticos y una cámara estanca previa al siguiente acceso. Del techo colgaban toda clase de sensores e instrumentos. Un par de escalerillas, una a cada lado de la gran área de entrada, llevaban a una plataforma superior.
"Esta primera área es la zona de recepción y descontaminación", explicó Armyos, "Más adelante está la zona de controles de seguridad y las estancias de los guardas. Tras eso se encuentra el área del comedor y zona común. Por los datos que nos han dado es donde estaban la mayoría de rehenes y separatistas antes de que las comunicaciones se cortasen en seco y empezasen a recibir esas lecturas de energía extrañas."
"En los pisos superiores hay algunos laboratorios y estancias personales. En los niveles inferiores hay una suerte de almacén y, mmm...", dijo Athea.
"¿Athea?", preguntó Alma.
"Según los planos oficiales solo hay un almacén ahí abajo, pero comparad la distribución de las estancias con las lecturas energéticas previas al apagón."
"No veo que... ¡Oh! ¡Hay otra área ahí abajo!", dijo Avra.
"Me apuesto lo que sea a que es una zona de investigación restringida que no consta en los registros oficiales... siempre es algo así", dijo Antos.
"Muy bien", respondió Alma, "Armyos. Tú, Antos y Avra cubriréis este nivel. Aproximaos al área del comedor y comprobad cuál es la situación y si los rehenes siguen ahí. Athea, tú y yo bajaremos al nivel inferior. Quiero saber que hay ahí debajo."
"La zona de seguridad en la estancia siguiente tiene un montacargas, podemos bajar por ahí", dijo Athea.
"Y así, los cinco infelices cometieron el peor de los errores que puede cometerse en semejante situación ¡Se separaron, dejando sus almas a la merced de...!"
"Corta ya, Avra."
******
El descenso al área inferior no supuso ningún problema. La verdad, no habían encontrado ninguna dificultad por el momento, y eso era lo preocupante.
Ningún signo de vida o actividad, ningún civil rezagado o escondido, ningún separatista patrullando los pasillos en busca de rezagados. Era enervante.
Al tiempo que sus hermanos y hermana pequeña proseguían su avance en dirección al área de comidas y esparcimiento de la base, Alma y Athea descendieron en silencio dejándose caer por el hueco del montacargas que conectaba la zona de seguridad con la de almacenaje.
Es grande, pensó la Rider Red, debían traer por aquí equipo de gran tamaño o puede que incluso vehículos con cierta frecuencia.
Si la oscuridad en los pisos superiores era total, en el área inferior resultaba casi untuosa. El resplandor carmesí de la armadura de Alma si apenas iluminaba a unos pocos pasos más allá de donde se encontraba.
La armadura negra de Athea por su parte no tenía mejor suerte con el tenue resplandor blanquecino y grisáceo que la acompañaba, contrastando siempre con el aspecto de sombra viviente rodeada de luz que tomaba la Rider Black al emitir dicha energía.
Aparte del ruido de sus pasos sobre el suelo enrejado, el silencio opresivo solo era roto por el tenue goteo de agua condensada en alguna esquina del amplio almacén. Contenedores metálicos de gran tamaño, recambios para ruedas, vehículos de tierra y más material se desperdigaba con cierto caos controlado. Un signo inequívoco de un uso regular y reciente de la instalación hasta hace bien poco.
Athea dio una palmadita a Alma en el hombro, atrayendo su atención. La Rider Black alzó la proyección holográfica de los planos de la base que se proyectaba por su armadura desde el dorso de su mano al tiempo que señalaba a su izquierda.
"Treinta pasos dirección este. Si no hay una puerta al menos debería haber algo distintivo en la pared, puede que incluso un falso contenedor", dijo la Rider Black.
"Bien, echemos un vistazo."
"Estás nerviosa", observó Athea.
Alma se detuvo por un momento, pero finalmente optó por ser honesta, "Si."
"¿La misión o algo más?"
"Mentiría si dijese que los últimos meses no han sido un enorme dolor de cabeza, pero...", comenzó Alma, antes de detenerse y dejar que su mente se sumiese en lo ocurrido.
Tras el doble asalto garmoga a Pealea y la capital del Concilio en Camlos Tor hace siete meses, la situación de la galaxia se había enrarecido.
Para los Riders, había supuesto el hacer frente a oponentes claramente por encima de sus capacidades, algo que no había ocurrido jamás. Si los garmoga en conjunto habían estado ganando la guerra hasta ese momento, como Alma indicó en su día al director Ziras, era por puro desgaste y un masivo uso de sus grandes números. Pero casi todas las batallas directas de los Riders habían sido victorias. Quizá pírricas en el gran esquema de las cosas, pero victorias.
Lo sucedido contra Golga y la Rider Green había sido lo más parecido a una verdadera derrota real que Alma y sus hermanos habían sufrido en sus carnes en muchísimo tiempo. A pesar de las huidas de sus enemigos, no podían sacarse de encima la sensación de que habían recibido una victoria regalada.
Y si el centurión dorado Golga ya era una variable preocupante, la Rider Green había sido una metafórica bomba que había puesto patas arriba a los Corps.
Investigaciones internas, búsqueda de posibles datos de otros participantes en el proyecto original... pero nada había salido en limpio, aparentemente. Ni siquiera entre los registros de los centenares de Dhar Komai fallecidos había ninguno que recordase al Dhar esmeralda de la Rider renegada. La existencia del Dhar y su jinete eran un misterio.
La situación también había roto la frágil ilusión de seguridad de los mundos de los círculos internos. Antes del ataque a Camlos Tor la mayoría de incursiones e infestaciones garmoga se producían en las áreas periféricas de los cuadrantes de la galaxia. Las colonias, mundos aislados, mundos menores, mundos afiliados de poca importancia, los centros de recreo o negocio alegales de las grandes corporaciones, los nidos de indeseables...
Pero ahora nadie se sentía a salvo. Para mundos en donde hasta ese momento la guerra contra los garmoga era únicamente algo que salía en las transmisiones de noticias o en los rumores de viajeros y comerciantes, de repente la posibilidad de un ataque se había convertido en un temor muy real.
Había mucha gente temerosa, y también furiosa, demandando soluciones que no podían existir.
No, no habían sido meses tranquilos, a pesar de que los Riders solo habían tenido que lidiar con otra incursión más desde entonces, sin apariciones del centurión dorado o la Rider esmeralda.
Athea casi podía sentir el peso de los pensamientos de su hermana. Ella misma cargaba con su propia losa y su propia madeja de situaciones en torno a todo aquello. Su mano hizo un amago de posarse de nuevo sobre el hombro de Alma, pero se frenó en seco cuando la Rider Red emprendió el paso de nuevo.
"No es solo todo eso", continuó Alma ajena al fallido intento de consuelo de Athea, "La situación con esta base... no sé por qué, pero tengo un mal presentimiento."
Athea Aster se limitó a bajar levemente la cabeza y a seguir el paso de su hermana, con un afirmativo silencio.
Los pasos de ambas las llevaron hasta el fondo del almacén. Había, efectivamente, una contenedor falso pegado a la pared, abierto de par en par y en su interior era visible una puerta deslizante. Contaba con un sensor para la detección de huellas desactivado como única herramienta de acceso.
Estaba entreabierta, y un quejido lastimoso desde su interior rompió el silencio de las tinieblas.
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