martes, 31 de agosto de 2021

043 LAS CINCO LUCES DEL UNIVERSO (I)

 

El regreso de Avra a la contienda contra Golga había galvanizado a los demás Riders y a sus Dhars, pero la situación aún distaba de ser ideal.

Si bien el centurión dorado, acosado en todos los frentes por los cuatro Asters y sus Dhars, no había conseguido llevar a cabo ningún ataque de contundencia equiparable a sus primeras acciones en combate, tampoco habían conseguido los Riders un impacto claro contra él después de que Avra lo tumbase al suelo en su regreso.

De forma irritable, Golga había estado esquivando la mayoría de ataques de los Riders. Solo Athea había tenido algo de fortuna, con la velocidad de sus flechas siendo claramente superior a los reflejos del centurión garmoga.

Quizá esa fue la razón por la que centró su atención en la Rider Black, saltando hacia la posición elevada en la que ésta se hallaba encaramada al tiempo que su brazo izquierdo mutaba en una suerte de hoz dorada dispuesta a cercenar a la Rider.

Para, en mitad de su salto, ser interceptado por Sarkha. 

De los cuatro Dhars presentes era el único que podía prestar apoyo en el ataque. Adavante y Tempestas estaba aún incapacitados, y Volvaugr mantenía controlada el área para contener la presencia de drones garmoga.

El Dhar negro de pequeño tamaño descendió como una lanza desde las alturas y elevó su trayectoria en el último momento para embestir horizontalmente a Golga. El garmoga dorado se precipitó hacia la fachada del edificio más cercano, pero nunca la alcanzaría.

Antos se plantó en su camino, lanza en mano, y golpeó al centurión en el torso. El impacto de la lanza y la descarga de energía de la misma cambió de nuevo la trayectoria del ser, que ahora descendía en picado hacia el suelo.

Donde Avra Aster y su espadón le esperaban.

Golga salió de su aturdimiento e intentó cambiar de posición en el aire. Cuando el espadón azul de Rider Blue golpeó, el impacto no fue directo al tomar el garmoga dorado la hoja con sus manos. Cualesquiera que fuese su siguiente paso, hubo de abandonarlo al tener de repente impactando contra su torso el martillo de Armyos, lanzado por éste como una jabalina.

Golga salió despedido. Tocó tierra de pie, pero siendo arrastrado varias decenas de metros por el impacto del martillo aún contra su pecho. El centurión dorado sujeto el arma y apretó, fragmentando a Mjolnija hasta hacerlo pedazos que se disolvieron en el aire en esquirlas de luminoso cristal naranja.

"Vuestros juguetes comienzan a ser irrit..."

No terminó la frase. Armyos saltó frente a él y lo agarró por las muñecas para acto seguido asestarle un cabezazo.

Golga respondió con otro por su parte que quebró el visor del casco del Rider Orange, dejando sus ojos a la vista. La mirada normalmente serena de Armyos se clavó con furia sobre el garmoga.

"Nuestros juguetes como tú los llamas, son expresiones de nuestras almas, conductos de nuestro poder..."

Golga intentó zafarse, pero la presa con que Armyos sujetaba sus brazos parecía irrompible. El aire en torno a los dos comenzó a llenarse de ozono y pequeñas partículas de polvo empezaron a elevarse en el suelo al tiempo que un aura anaranjada cubría al Rider.

"Y puedes romperlos cuanto quieras. Siempre volverán. Aunque tampoco los necesitamos para lidiar con escoria como tú."

Golga pudo notar la energía creciente en torno a ambos. El centurión dorado redobló sus esfuerzos para zafarse y llegó a liberar uno de sus brazos a costa de arrancarlo de cuajo dejando su muñeca y su mano cercenadas bajo el agarre de Armyos. Pero ya era demasiado tarde. 

Rider Orange gritó. No un grito de dolor, sino de furia y concentración implacable.

La energía emergió del suelo. Un relámpago de color anaranjado, elevándose a las alturas con el grosor de un edificio, envolvió a los dos combatientes.

Cuando la energía cesó y el humo en la zona se disipó, los demás Riders pudieron ver a las dos figuras en pie en el centro de un cráter de suelo quemado y acristalado.

Armyos había retrocedido unos pasos. Esquirlas de color naranja caían de su cuerpo. Partes de su armadura parecían semidisueltas, dejando ver sus ropas de civil bajo ella. La mitad de su casco había desaparecido por completo, pero a pesar de ello no parecía tener heridas.

Golga por fin parecía haber sufrido un daño severo por primera vez en toda la contienda. El garmoga dorado estaba inclinado hacia delante. Su piel lucía quemaduras y partes de él parecían estar fundidas, presentando un brillo incandescente. Su brazo derecho, aquel que había dañado al intentar liberarse, había desaparecido casi por completo dejando un muñón ennegrecido cerca del hombro.

Avra fue la primera en llegar a la posición, situándose junto a Armyos.

"Mierda, lo has dejado para el arrastre", dijo con tono quejumbroso.

"Eso es algo bueno, Avra."

"Quería ser yo quien lo dejase para el arrastre", replicó la Rider Blue sujetando su arma con fuerza, "Le debo una a ese cabrón."

Antos y Athea aparecieron tras ella con un destello.

"Deberíamos capturarle vivo", dijo Antos.

"¿¡Qué!? ¿¡Por qué!?"

"Piénsalo, Avra", explicó Athea, "Es el primer garmoga que encontramos con capacidad de habla. Es la oportunidad de poder interrogar por fin a uno de ellos, saber qué es lo que buscan realmente..."

"Os oigo planear mi destino con mucha confianza", dijo Golga, alzándose, "Pero aún no hemos terminado."

Avra lo señaló con el dedo, indignada, "¡A callar gilipollas! ¡Está claro que no te quedan dos hostias!"

Golga no respondió, pero Armyos no pudo evitar pensar que de tener boca el ser estaría sonriendo en ese momento. 

Un enjambre de drones garmoga descendió de golpe sobre él. Con toda su atención centrada en el oponente dorado, los Riders casi habían olvidado que aún quedaban pequeñas agrupaciones de drones por la zona.

Los drones envolvieron a golga, hasta el punto de que era imposible percibir su figura bajo la masa de drones.

"¿¡Qué coj...!?", exclamó Avra.

"¿Lo están devorando?", preguntó Antos.

Los drones en torno a Golga comenzaron a fundirse, a fusionarse entre sí, con metálicos chillidos de dolor. Poco a poco la figura del centurión dorado volvió a ser visible y el destino de los drones garmoga estuvo claro.

"Creo que es más bien lo contrario, Antos", dijo Athea.

El brazo de Golga se había reformado. Lucía un color gris que estaba comenzando a tintarse en dorado por momentos. Los demás drones estaban adheridos al torso y demás extremidades del centurión, siendo absorbidos por su masa.

Los daños en la piel de Golga desaparecieron. Las quemaduras, la piel fundida, los cortes... todo. Para cuando el último dron fue consumido, Golga volvía a estar completo y sano, como si no hubiese estado envuelto en combate hasta hace apenas un minuto.

Entre los Riders presentes, paralizados por lo que acababan de presenciar, había caído el silencio.

"Creo que es hora de cerrar el telón," dijo el centurión dorado, "Habéis sido decepcionantes, pero al final parecía que por fin estabais resultando de interés. Pero ha llegado el punto y final, por ahora."

Avra atacó, saltando hacia él con un grito de ira.

Golga dio una palmada con sus manos. El impacto tronó como si hubiese estallado un explosivo, desatando una onda de choque sónica que no solo frenó en seco a la Rider Blue sino que además tumbó al suelo a los otros tres.

Sin mediar más palabras, con una velocidad vertiginosa, Golga retrocedió hasta la posición en donde se encontraba el portal garmoga y, tras una última mirada a los Riders, lo atravesó.

El portal garmoga se cerró tras él, dejando abandonados a las pocas docenas de drones y centuriones que aún quedaban en el lugar, de los que lo Dhars y el resto de patrullas de refuerzo del Concilio podrían dar buena cuenta. Pero eso no tranquilizó a los Riders. La presencia y ahora huida del centurión dorado había dejado muchas cuestiones en el aire.

Avra, tumbada boca arriba en el suelo, fue la primera en expresar su perplejidad, a su manera.

"¿¡Qué cojones acaba de pasar!?"

Otro detalle importante que los Aster no supieron en aquel momento fue que, en el instante en que Golga atravesó el portal, a mundos de distancia la Rider Green detuvo su combate propiciando un intento de ataque por parte de Alma al que respondería de forma contundente, dejando a la Rider Red de rodillas.

A propósito de lo cual...

 

******

 

"Levántate, Rider Red. Ahora comienza la verdadera lección."

Las palabras resonaron en los oídos de Alma a pesar de que el dolor había enmudecido el mundo alrededor de ella.

Levántate, Rider Red.

El golpe de Rider Green había hecho algo más que quebrar su armadura en el vientre y hacerla caer de rodillas sin aire. Alma apenas podía sentir sus brazos. Estos eran como pesos muertos que anclaban su torso al suelo. Al dolor del golpe se unía también una creciente frialdad en su interior, como si su mismo espíritu hubiese recibido el impacto.

Su unión con el Nexo...

Levántate, Rider Red.

Las mismas palabras de Rider Green. Pero era otra voz, otra presencia en un lugar recóndito y apartado de su mismo ser. La conexión que unía su alma con el Nexo centelleó y Alma sintió como el frío se disipaba, el dolor disminuía y la fuerza volvía a sus extremidades.

Aún no estaba bien, no del todo. Se incorporó con dificultad, sus piernas aún temblorosas. Bajo su casco, la piel de su frente estaba perlada por el sudor y sus ojos inyectados en sangre. Y su armadura seguía quebrada, con líneas rojas encendidas agrietando su torso, brillando con un fulgor que de repente parecía más encendido.

Y pese a todo ello un aura roja de poder la envolvió y con un gesto de su mano, Calibor se materializó de nuevo con un destello carmesí persistente.

El suelo tembló bajo sus pies, un reverberar creciente que culminó en ese preciso instante con el volcán a sus espaldas expulsando un torrente de lava. Un resplandor escarlata bañó toda el área en que se encontraban.

De pie, espada en mano, Alma Aster dio un paso adelante, ignorando el dolor.

"Rider Green", dijo.

Su oponente había estado todo ese tiempo observándola, sin mover un músculo. Arrogancia, quizá. O una inesperada muestra de respeto. Puede que un extraño sentido de deportividad y honor, esperando a que su rival igualase su condición para el siguiente asalto.

Al final no importaba realmente. La Rider Green hizo un gesto de asentimiento. Había algo en su forma de moverse que dio a Alma la impresión de que la Rider esmeralda estaba satisfecha.

"¿Vas a dejar de contenerte ahora, niña?", preguntó Rider Green.

"No me he estado conteniendo desde que empezamos", dijo Alma.

"Oh, pero si lo has hecho", dijo Rider Green, "Puede que ni tú misma te hayas dado cuenta, pero en ninguno de tus golpes noté el poder que sé que contenéis."

La Rider Green alzó su mano derecha, mirándola. Cerró el puño, emanando una voluta de vapor verde.

"Tenemos el poder para quebrar mundos si lo deseamos, pequeña", explicó, "No hay límites para aquellos elegidos por el Nexo más allá de los impuestos por ellos mismos."

"Tú no has sido elegida por el Nexo", replicó Alma con un deje de furia en su voz.

"¿Oh? ¿Y entonces como explicas mi presencia? ¿Lo que soy?"

"No lo sé. No tengo ni idea de cuál será la causa de tu existencia, pero me niego a creer que el Nexo haya dado su poder a alguien que trabaja con los engendros que buscan devorar la vida de la galaxia."

"La verdad al respecto es muy complicada y muy sencilla", respondió Rider Green.

Súbitamente, se lanzó hacia adelante y golpeó con su espada. Alma vio venir el golpe y paró la embestida con Calibor. Con ambas hojas cruzadas, las dos Riders estaban cara a cara, sus rostros enmascarados frente a frente.

"Si quieres averiguarla... ¡Aplícate!", continuó.

El cuerpo de la Rider renegada emitió un aura de poder verde que lanzó a Alma hacia atrás, casi como si la hubiese golpeado físicamente. Rider Green saltó, alzándose en el aire y manteniéndose a flote por unos instantes de algún modo que Alma no supo explicar. No había signos de glifos o magia de levitación. Y si la Rider Green estaba usando su propio poder...

¿Puedo hacer yo lo mismo?, se dijo.

La espada de su enemiga brilló, cambiando nuevamente de forma en el cetro que portaba anteriormente. Rider Green lo hizo girar alrededor de sí misma, conformando esferas de energía del mismo color que su armadura. Estas comenzaron a orbitar alrededor de su cuerpo...

... antes de que con un gesto de su mano saliesen lanzadas como proyectiles hacia Alma.

Rider Red esquivó el ataque, moviéndose en zig zag antes de proceder a saltar en dirección a su oponente. Las bolas de energía impactaron en el suelo sin causar explosiones, pero penetrando la superficie dejando agujeros limpios.

En el aire, Rider Green detuvo el ataque de Alma con su cetro, pero la fuerza del impulso de Rider Red fue suficiente para hacerla caer de nuevo en la superficie. Ambas estaban de nuevo frente a frente, intercambiando ataques. El cetro de Rider Green mutó de nuevo en una espada, y la Calibor de Alma refulgió con el poder de su dueña cuando las dos armas chocaron de nuevo.

El filo de las dos hojas emitió un sonido que resonó casi como si las dos armas gritasen al tiempo que el resplandor de ámbas se intensificaba.  

El suelo tembló de nuevo, quebrándose. Su desestabilización acelerada por las descargas de energía arrojadas por Rider Green. Columnas de magma emergieron de las áreas de impacto que habían dejado y se alzaron alrededor de las dos combatientes, ascendiendo a los cielos.

En las alturas, sus Dhars se precipitaban una vez más uno contra la otra, uniendo sus rugidos a la orquesta natural de su entorno.

Las dos hojas se separaron de nuevo. Un brevísimo instante antes de retomar su mortal danza.


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