El silencio se había adueñado del bar NEXUS.
Bueno, no es una afirmación del todo cierta. La música de fondo seguía sonando, los zumbidos de los neones y las voces de las emisiones holográficas. Pero aparte de eso toda persona del interior del bar había caído en el más absoluto silencio, atentos a la emisión de última hora.
Especialmente en un grupo de personas en un área VIP del nivel superior del local. Athea y Alicia se habían unido a los demás Aster justo cuando el individuo conocido como Shin fue revelado al público. Aunque no lo exteriorizaron de forma abierta, Alicia Aster pudo sentir el shock en su familia y como persona observadora que era, estuvo tan atenta a ellos como al grandilocuente CEO de la Sentan Corp en la emisión.
Avra era quizá la mayor sorpresa. Había interés en sus ojos, pero también un cierto aire de... ¿indiferencia? Alicia no podría asegurarlo con total plenitud, pero parecía que la más joven de sus tías no veía nada especial en Shin más allá del anuncio inicial. Era una postura extrañamente relajada para la Rider Blue, más propensa a explosiones emocionales.
Antos estaba sonriendo de oreja a oreja. Alicia no sabía muy bien que pensar de esto, su tío siempre había sido un personaje más complicado de lo que podría pensarse tras un vistazo superficial. ¿Alegría genuina porque alguien más fuese a compartir el peso de su labor? ¿Algo más frívolo? ¿Ambas?
En contraste, Armyos era como un libro abierto. Parecía tranquilo pero Alicia pudo ver una ligera sombra de preocupación caer sobre su semblante. Armyos era el diplomático de la familia y siempre pensaba en las ramificaciones de sus actos. Seguramente estaba ya dándole vueltas a que consecuencias podrían derivar de tener un nuevo elemento en la guerra contra los garmoga, para bien y para mal.
A simple vista Athea Aster parecía totalmente inexpresiva frente a lo que estaban viendo, pero Alicia conocía bien a su madre. Sin duda alguna la Rider Black se sentía ambivalente ante Shin y, reconociendo sus propias contradicciones, Athea Aster reservaría cualquier juicio al respecto hasta contar con información de primera mano de dicho individuo.
Era una lástima que tía Alma no estuviese presente. Ver la reacción de la Rider Red habría sido interesante.
La improvisada rueda de prensa de la Sentan terminó con prontitud. El tal Shin era claramente parco en palabras. Sus respuestas a las limitadas preguntas de la prensa habían sido prácticamente monosilábicas. La mayor parte del tiempo fue Ogun-Mori, el CEO, quien llevó la voz cantante o tomó la palabra sobre su recién presentado supersoldado.
Con la programación habitual siendo retomada, el murmullo de las conversaciones volvió a unirse al resto de sonidos del local.
"Bien, eso ha sido...", comenzó Armyos.
"Meh", dijo Avra, "Me esperaba algo más gordo. Al menos un grupo entero. ¿Un solo tipo? Más le vale ser bueno."
"Al menos esta vez es competencia oficial y no amateur como en el caso de Cias", dijo Antos, "Y si hace bien su trabajo... eh, mejor para todos ¿No?"
"Solo dices eso porque quieres más tiempo libre", replicó Avra con una media sonrisa que se tornó completa al centrar su vista en Alicia, "¡Hola, sobrina favorita!"
Alicia Aster bufó, de buen humor, "Soy tu única sobrina, tía Avra."
"Que sepamos", replicó la Rider Blue echando una mirada a Antos.
Éste se limitó a levantar una mano con gesto indiferente antes de retomar el hilo de la conversación previa.
"Bueno, sigo creyendo que esto pueden ser buenas noticias ¿No crees, Armyos?"
El Rider Orange parecía estar ensimismado porque tardó unos segundos en responder, "¿Ah? Si, si... mejor..."
"¿Armyos?"
"Lo siento. Es que me preocupa... Bueno, tener a más gente de nuestro lado contra los garmoga siempre es bueno, pero me escama que la iniciativa haya venido de una corporación y no de uno de los gobiernos planetarios."
"Temes que sea más propaganda glorificada que un efectivo útil", observó Athea.
"Más les vale que no", dijo Avra dejando aflorar un poco de su temperamento, "No me haría ninguna gracia tener que hacer de niñera de ese tipo si coincidimos en un área de infestación con él y resulta ser un inútil."
"Aunque lo usen como propaganda ambulante no les conviene que sea un lastre en situaciones reales", añadió Alicia, "Si os estorba en vuestro trabajo a la larga eso es peor para el negocio, y no creo que los peces gordos que invierten en la Sentan se queden contentos con su CEO si ese fuese el caso."
Armyos asintió, echándose hacia atrás en su asiento, "Me pregunto qué dirá Alma de todo esto cuando se entere."
******
Rara vez sentía el peso de los años, pero en ocasiones Amur-Ra temía echar la vista atrás y perderse en la marea de sus recuerdos.
Nombres, rostros y lugares que variaban de meras sombras apenas recordadas a conocimiento grabado a fuego que perduraría por siempre mientras él existiese. Amur-Ra era antiguo, y tal era una condición que nunca habría deseado a nadie.
El paso del tiempo, rápido y lento a partes iguales. Había algo cruel en presenciar el marchitamiento y marcha de los que te rodean y anhelarlo, pero al mismo tiempo temer la llegada del final por muy remoto que fuese. La sensación de haber vivido tanto que el peso de los años se torna en un agujero negro en tu alma y al mismo tiempo tener el mismo miedo de que el tiempo que se te ha dado no sea suficiente.
Vivamos un lustro o milenios, pocos están contentos con lo que tienen, pensó.
Le habría gustado afirmar que él había trascendido tales preocupaciones con la sabiduría de la edad, pero no caería en dicha hipocresía. Siendo uno de los pocos de su gente que renunció a la Ascensión, Amur-Ra seguía sometido a las redes del pensamiento mortal y era consciente de su propio ser y su posición en el cosmos.
Había vivido tanto que su propia naturaleza había cambiado. La mayor parte de la galaxia conocía a Amur-Ra como un ente de energía atado al mundo físico a través de un pilar de cristal cargado de sellos y constructos mágicos sobre un soporte mecánico flotante para su desplazamiento. Asumían que los eldara siempre habían sido así.
Eran pocos quienes conocían o recordaban que los eldara habían tenido cuerpos físicos, humanoides, como los de muchas otras especies.
Pero pocos eldara al margen de la Ascensión habían vivido tanto como él. Su propio lazo con el Nexo lo había garantizado, y si algo se reprochaba a si mismo era la posibilidad de haber puesto la misma carga sobre la joven muchacha que ahora se sentaba junto a él en el Templo de Elda.
Joven muchacha, si. Con ciento setenta y tres años Alma Aster había vivido más que ningún otro miembro conocido de su especie (eran pocos los humanos que vivían más de ciento cuarenta), pero apenas dos siglos eran nada para Amur-Ra, y para él una parte de Alma siempre sería la pequeña cazadora que en su infancia lo emboscaba saltando de entre los arbustos.
Quizá por eso nunca había dejado de usar el honorífico kor con el nombre de ella, en vez del aika más apropiado para una adulta.
La sintió entrar en el templo durante sus meditaciones y sentarse junto a él sin mencionar palabra alguna, callada y paciente, esperando a que el mismo Amur-Ra tomase la iniciativa.
"Aster Alma-kor."
"Tío Amur", respondió ella con voz queda, "Asumo que has leído el informe de la última misión."
"En efecto. Y yo asumo que tienes preguntas que hacerme, pequeña cazadora."
"Las criaturas que encontramos... el ser autodenominado como Esquirla... no hay nada en nuestros registros que se les asemeje. A todos los efectos son algo nuevo", dijo Alma, "¿Pero no es así, verdad?"
De haber tenido pulmones, Amur-Ra habría suspirado. Aún así, el gesto visible en su rostro flotante en su pilar de cristal reflejaba bastante bien lo que sentía.
"La memoria de la galaxia es breve", explicó, "Las civilizaciones que hoy viven en ella son jóvenes. Y los garmoga son un monstruo reciente y casi inexorable. Su horror ha marcado a las gentes que la habitan y muchos, los de las últimas generaciones, no recuerdan una galaxia sin ellos, sin su terror."
"Aún hay algunos que recuerdan el Resplandecer Galáctico, lo añoran", dijo Alma.
"Casi tres siglos de paz absoluta. Un logro encomiable. Pero los ciega su misma nostalgia por esos días tanto como su miedo por el presente. El Resplandecer fue una rareza. Siento decir que el conflicto siempre ha sido la norma en esta galaxia."
Amur-Ra calló por unos instantes. Pasó casi un minuto antes de que hablase de nuevo. Alma Aster esperó, paciente.
"Si, siempre conflicto... como he dicho, los garmoga son un horror reciente, y la galaxia es de memoria breve. Pero la galaxia en sí misma es antigua, Aster Alma-kor. Antes de los garmoga, antes de la Ascensión, en días en que ninguna de las especies que hoy gobiernan este rincón del cosmos aún ni soñaban con el concepto de civilización, la galaxia ya había sido un nido de sombras y horrores, y temo que una de esas viejas sombras haya despertado, pero..."
"¿Pero?"
"Lo que habéis encontrado es una imposibilidad, Aster Alma-kor. Una leyenda que ya era antigua cuando yo era joven. El monstruo con el que mi madre tintaba de sombras los cuentos de mi niñez para advertirme de los peligros que me rodeaban."
El rostro de Amur-Ra giró en el interior de su cristal y se volvió plenamente hacia Alma. La Rider Red seguía sentada sobre la hierba del patio del templo, atenta como cuando él le contaba historias en su niñez, en esos preciados momentos que la madre de Alma había podido arañar para darle un simulacro de infancia.
Una vez más el viejo eldara sintió el remordimiento.
¿Cuánto vivirás tu, pequeña cazadora?, pensó, ¿Tus hermanas y hermanos? ¿A cuántos seres queridos enterrareis? ¿Serás tú quién un día tenga que renunciar a su cuerpo y aprisionada en un sellado mágico cuente historias a otra niña sobre la que ha caído la misma carga?
"¿Tío Amur?", cuestionó Alma con suavidad.
Amur-Ra se percató de que había estado callado más tiempo de lo normal, perdido en los ecos de la culpa. Alma lo había notado, si el deje de preocupación en su voz era signo de ello.
"Lo siento, Aster Alma-kor. Creo que hoy es uno de esos días en que la memoria y el pensamiento absorben mi atención", explicó el viejo eldara, "Ahora, deja que te cuente una de las historias que me contaron a mi cuando era más joven que tu."
Allí, en el patio del Templo de Elda, Amur-Ra le contó a Alma la historia de la Reina de la Corona de Cristal Roto. La historia de Keket, la Reina Crisol.
A pesar de la claridad del cielo y la viva luz del sol que caía sobre ellos en el patio, al oír aquella historia Alma Aster sintió un estremecimiento.
Las sombras parecían más profundas que nunca.
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