Avra Aster se encontraba en un extraño estado casi zen, entre la frustración por una situación que se estaba alargando demasiado y el disfrute genuino de masacrar garmoga. Bajo su casco, su rostro lo reflejaba con un ceño ligeramente fruncido y una sonrisa afilada, casi animal.
Tempestas no había dejado de rodear el área en ningún momento, rociando con llamaradas azules a agrupaciones del enjambre que nunca parecían tener fin. Avra por su parte ya había dado cuenta de al menos cinco centuriones garmoga y se encontraba ahora mismo lidiando con otros dos.
Su armadura azul estaba cubierta de restos de fluidos grisáceos y negros, la sangre de los engendros.
Con un grito de rabia, la Rider Blue saltó y propinó un fortísimo golpe desde arriba al centurión garmoga más próximo. Su puño reventó la cabeza de la criatura como si fuese un melón maduro. La fuerza del golpe fue tal que no se detuvo ahí, sino que el puño y parte del antebrazo de Avra penetraron por el cuello y se hundieron en el torso del centurión.
Acto seguido, Avra levantó el cuerpo del fallecido engendro y lo uso para golpear al segundo centurión que intentaba acercarse por su flanco. El impacto arrojó al ser y al cadáver por los aires. El centurión garmoga apenas había conseguido recuperar el equilibro cuando Avra se plantó delante de él, materializando su espadón al tiempo que golpeaba horizontalmente.
Parte del arma se materializó ya dentro del cuerpo de su enemigo, cortando al centurión por la mitad. Su torso superior cayó al suelo, arrastrándose lastimosamente sin piernas. Avra lo remató con un pisotón que aplanó su cráneo.
Tempestas descendió tocando tierra suavemente tras ella. Avra se volvió, jadeante. Todo aquello comenzaba a ser agotador. En el rostro del Dhar casi podía leerse una expresión de inquisitiva preocupación. Avra sacudió la cabeza.
"Estoy bien chico", dijo, "Es que hacía bastante que no nos ejercitaban tanto."
Tempestas respondió con un gruñido seco, para a continuación alzar su mirada hacia arriba. En el aire, una concentración de drones garmoga de considerable tamaño se dirigía a su posición, oscureciendo el cielo.
"Al menos podemos pelear a la sombra, ¿eh?"
Avra saltó al lomo de Tempestas y tomó su posición en la silla-módulo. Pero antes de que el Dhar y su Rider pudiesen despegar al encuentro del enemigo, dos llamaradas concentradas hasta el punto de ser rayos de plasma, una naranja y otra negra, cortaron la formación del enjambre causando grandes daños y propiciando que los drones entrasen en un estado de frenesí similar al pánico.
Docenas más de ellos cayeron atravesados por una lluvia de flechas de energía que parecían hechas de desgarros del cielo nocturno. Otros tantos fueron atravesados por relámpagos anaranjados al tiempo que un aroma a ozono impregnaba el aire.
Desde lo alto, Volvaugr y Sarkha con sus respectivos Riders descendieron hasta situarse junto a Tempestas y Avra.
"Pensamos que sería buena idea ayudarte a reforzar esta posición", dijo Armyos, "Parece que hay mayor número de centuriones en este área, y ya hemos terminado con las evacuaciones en el resto."
"Quiere decir que él pensó que era buena idea ayudarte", replicó Athea mirando a los centuriones caídos, "Yo ya me hacía a la idea de que no te hacíamos una falta."
"Aww, yo también te quiero hermanita", replicó Avra, "Pero en fin, acabar con estos bichos siempre es más disfrutable con compañía ¿qué os parece si terminamos de revisar este área?"
"Hagámoslo rápido", dijo Athea, "Es mejor que continúe las patrullas del hemisferio y me asegure de que ninguna de estas cosas avance hacia la capital de la colonia."
Los tres Dhars ascendieron casi simultáneamente a pesar de sus diferencias en velocidad y tamaño. El aire de aquel área se llenó de llamas multicolor segando la presencia de drones garmoga por doquier. Desde lo alto pudieron atisbar a varios centuriones.
"Nunca había visto a tantos aparecer tan rápido", dijo Armyos, intranquilo, "¿Qué puede haber causado su presencia en una fase tan temprana de la infestación?"
"Bah, con nuestra suerte será algo jodido" añadió Avra al tiempo que Tempestas purgaba una azotea rebosante de drones.
"Define jodido", dijo Athea mientras de pie en la espalda de su Dhar se dedicaba a lanzar una serie continua de flechas en múltiples direcciones, acertando su blanco con todas y cada una de ellas.
"Pues no sé... ¿Se reproducen más rápido? ¿Son una nueva raza de garmoga mejorados?", Avra se encogió de hombros, "Cualquier cosa por ese estilo. Puede que hasta algo peor como... no sé, portales interdimensionales o que han aprendido a teletransportarse."
Armyos bufó, "Ya, eso sería lo que nos faltaba, quizá sólo es..."
Lo que quiera que fuese a decir se interrumpió cuando la voz de su hermana mayor, Alma Aster, resonó en los sistemas de comunicaciones de todos ellos.
"¡Código Jira! ¡Todo el mundo a mi posición! ¡Los garmoga tienen un portal!"
Silencio momentáneo. Armyos pareció quedarse mudo. Athea se llevó una mano a la frente emitiendo un gruñido de frustración, "Avra, odio que aciertes aunque sea por accidente."
Avra Aster tomó aire.
"¡ME CAGO EN MIS M...!"
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Volando en Adavante junto a Alma y Solarys, Antos observó el desgarro en el aire que escupía a drones y centuriones garmoga casi sin interrupción. Se encontraban a tal altura que los garmoga no parecían reaccionar a su presencia. Al menos no habían intentando formar más quimeras, de momento.
"Bueno, tengo buenas y malas noticias", dijo Antos.
"Ilústrame."
"Primero las malas... no se observa soporte tecnológico alguno. Eso nos deja dos opciones. O bien dicho soporte se encuentra al otro lado del portal o bien éste es de naturaleza mágica, lo cual abre otra colección de quebraderos de cabeza preocupantes."
"Dioses... ¿cuáles son las buenas noticias?", preguntó Alma.
"Que podemos cerrarlo de todas formas."
"Vale, eso es una buena noticia. Demasiado buena. Me huelo un pero."
"Tu olfato funciona bien, intrépida líder" replicó Rider Purple, "Bueno... tenemos también dos opciones. La primera... aseguramos la evacuación total y procedemos a un bombardeo masivo de la superficie planetaria. La energía de las bombas, aunque no sean atómicas, debería bastar para desequilibrar el portal."
"El problema de esa opción es que perdemos el planeta o gran parte de él."
"Exacto. La segunda opción... bueno, básicamente una combinación de cráter y destello."
Alma comprendió al instante lo que estaba sugiriendo Antos, "Impacto sobre la zona al tiempo que emitimos una descarga energética acumulada durante la aceleración pero sin teleportación."
"El problema es que necesitamos que la descarga sea extra grande. Habría que hacerlo..."
"Hay que hacerlo con un Dhar", dijo Alma, "Descender hasta colisionar con la superficie frente al portal y en el punto de impacto emitir un pulso de energía."
"¡Eso suena divertido! ¡Me apunto!"
Solarys y Adavante se volvieron en el aire y Alma y Antos pudieron ver a Avra, Athea y Armyos aproximarse.
Armyos sacudió la cabeza, "No, Avra... para garantizar que algo así funcione, necesitamos... bueno..."
Su mirada se centró en Alma. Antos asintió, "Necesitamos que lo haga el Dhar Komai más grande, tenéis que ser Solarys y tu, Alma."
"Te cubriremos y limpiaremos la zona", dijo Athea, "Ataque relámpago. Si intentan algo lo neutralizamos para dejarte paso libre y si termináis noqueados por el impacto estaremos ahí para recogeros."
Alma suspiró, "Bueno, no puede ser peor que estrellarse contra un cometa por accidente."
"Ja, ja, si... aquello estuvo bien", comentó Avra.
Alma miró hacia abajo y maniobró con Solarys para posicionarse en dirección al portal, "Puedo hacerlo desde aquí. Si intentan interceptarme la velocidad de aceleración debería bastar para quitármelos de encima sin problema."
"Serían como insectos aplastándose contra un vehículo", apuntó Antos.
"Exacto. Si intentan generar una quimera tendréis un tiempo limitado para neutralizarlas."
"En el momento que cierres esa cosa rociaremos la zona con llamas, una purga total", dijo Avra, "Y si te quedas inconsciente te sacaremos de ahí."
"Bien. Seguidme pero mantened distancia, esperad a que finalice. No debemos arriesgarnos a que el impacto os alcance también a vosotros."
"En caso de que las cosas se tuerzan la flota debería estar ya lista con refuerzos", indicó Armyos.
Alma asintió. Dio unas suaves palmadas sobre las escamas de Solarys, "¿Puedes hacerlo, chica?"
La Dhar Komai sacudió la cabeza con un rugido desafiante al tiempo que entrechocó sus puños. Volutas de energía rojiza emergieron tras el leve golpe.
Alma sonrió, "Si, peque, vas a darle un puñetazo al planeta."
"Bueno, cualquiera puede darle un puñetazo a un planeta, solo hay que darle una hostia al suelo", dijo Avra.
"Ah, pero hermanita, esta vez el planeta tiene las de perder", replicó Antos.
Alma echó una mirada a sus hermanas y hermanos. El silencio cayó sobre ellos y de forma instintiva los cuatro Riders se posicionaron en puntos equidistantes alrededor de Rider Red y Solarys.
Alma se inclinó y se recostó sobre su silla-módulo, hasta quedar tumbada boca abajo. La silla-módulo se cerró sobre ella dejando solo a la vista lo que parecía una enorme joya engarzada en el lomo de Solarys. En ese estado la unión de Dhar y Rider era total, dos mentes plenamente coordinadas.
No hizo falta orden verbal.
Solarys emitió un último rugido y comenzó a descender en línea directa al portal. La capacidad de aceleración de los Dhar Komai dentro de la atmósfera no era tan alta como en el vacío del espacio, pero aún así resultaba aterrador el espectáculo de una criatura de aquella envergadura alcanzando una velocidad tal en pocos segundos.
Porque el descenso supuso solo segundos, apenas medio minuto de aceleración constante rozando casi niveles sublumínicos máximos.
Antes siquiera de tocar tierra, Solarys ya emitía un aura energética rojiza pareja a la combustión del aire a su alrededor debido a la fricción producida por la monstruosa aceleración.
Los otros cuatro Dhars las seguían también a alta velocidad pero menor, manteniendo sus distancias.
Parte del enjambre garmoga se alzó a recibirlas, intentando interceptarlas con miles de drones concentrando su masa como un muro volador viviente. Solarys los atravesó sin miramientos, como una bala reforzada anti blindaje atravesando un blando torso de carne desnuda y continuó en colisión directa justo hacia el área situada frente al portal.
De poder presenciar el momento a una velocidad que permitiese apreciar los detalles, unas milésimas de segundo antes del impacto veríamos como la energía emitida por Solarys ya habría comenzado a cristalizar la superficie antes de tocarla. Rayos de energía rojiza comenzarían a ascender desde el suelo en busca del puño de la Dhar.
Solarys está en posición vertical de descenso, su brazo unos instantes antes flexionado ahora extendiéndose hacia delante con su puño cerrado al tiempo que golpea. Miles de drones revolotean a su alrededor, centuriones intentan saltar fútilmente hacia ella. El mero hecho de aproximarse los ve desintegrarse por la energía y calor emitidos.
Solarys, reforzada por la voluntad de Alma en su interior, golpea. El puño ni siquiera llega a tocar el suelo. Una bola de energía se genera entre la Dhar y la superficie. Por unos segundos es más caliente que un sol.
De ser de origen mágico, aquella emisión de energía ya habría comenzado a comprometer la estructura dimensional del portal. Su resplandor verdoso vibra, tornándose tenue e inestable.
De ser de origen tecnológico, lo que ocurrió a continuación freiría cualquier maquinaría que pudiese estar generándolo al otro lado.
La bola de energía estalla.
El portal brilla con una luz blanca y se disuelve. Como así lo hacen la gran mayoría de garmoga en las cercanías. En el corazón de la explosión la Dhar y su Rider Red perciben un brillo cegador y un nanosegundo de absoluto silencio antes de que la energía se libere del todo con atronador resultado.
Desde lo alto, los cuatro Riders restantes y sus Dhar Komai ven una onda esférica de energía rojiza expandirse de golpe llevándose por delante a muchos de los garmoga y causando alteraciones en la topografía del terreno.
La flota del Concilio puede ver la explosión desde el espacio, por unos segundos el extremo sudeste del continente parece una gema carmesí.
En Thea Beta, la megaciudad que sirve de capital a la colonia de Calethea 2, los últimos miles de ciudadanos en proceso de evacuación ven el cielo tornarse rojo y sienten el suelo temblar bajo sus pies.
Son unos instantes, pero parecen eternos. Alma Aster y Solarys perciben la energía enfermiza y corrupta del portal disolviéndose y lo único más de lo que pueden tomar constancia es de la luz cegadora a su alrededor.
Un parpadeo después, ambas, Dhar y Rider, caen en la negrura de la inconsciencia.
Y a años luz, al otro lado del recién cerrado portal una figura aprieta un puño con furia.
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