martes, 13 de abril de 2021

009 HIC SUNT DRACONES

 

Calethea 2 era una colonia relativamente próspera en los sectores fronterizos del cuadrante Alef.

Un mundo de dimensiones estándar en proceso de optimización atmosférica para reforzar la viabilidad de su capacidad para sustentar vida, la colonia contaba con unos mil millones de habitantes repartidos sobre todo por el hemisferio norte. La sede central de la colonia, Thea Beta, era una megaciudad que concentraba a la mitad de la población colonial. Unos quinientos millones de almas de distintas especies provenientes de todos los lugares de la galaxia hacinadas en un mismo espacio.

En ese preciso instante, unidas en un sentimiento de horror simultaneo.

Las tropas de seguridad no conseguían explicarse el comienzo de la incursión garmoga. Ningún enjambre había sido detectado acercándose al planeta, no había registros de ningún tipo de ruptura en el control orbital de seguridad que pudiese corresponderse con un incursor solitario... era casi como si los monstruos hubiesen aparecido de forma espontanea sobre la superficie del planeta.

Las tropas coloniales y los cuerpos de seguridad habían conseguido asegurar la ciudad y diversas zonas de evacuación, pero los centros de población menores del resto del hemisferio estaban a su suerte y ya eran múltiples los que se habían perdido. La infestación parecía de momento concentrada en la parte sudeste del continente central, pero las labores de bombardeo y contención pronto serían insuficientes y las tropas a ras de suelo se verían obligadas a retroceder.

En Caulia, una villa de la colonia dedicada a la purificación atmosférica cerca del mayor punto de infestación, la mayor parte de la población se encontraba en pleno proceso de huida.

En torno a la plataforma de lanzamientos los cuerpos de seguridad habían conseguido activar un escudo de energía. Creados para la defensa anti-bombardeos de guerras pasadas, suponían un freno relativamente decente contra los garmoga.

Pero solo de forma temporal, se dijo un joven soldado.

Su traslado a Calethea 2 le había parecido bien unos meses antes. Un mundo estable, relativamente seguro, situado en una zona de mínimo riesgo de incursión. Pero mínimo no es lo mismo que nulo, como estaba comprobando. Y la situación empeoraba.

No podemos hacer despegar a las lanzaderas hasta que toda la población esté asegurada... y el despegue implica la apertura del escudo al menos de forma parcial, pensó.

Era una situación comprometida. El enjambre garmoga rodeaba el perímetro defensivo.

La masa de criaturas se estrellaba contra el escudo de energía como una ola de carne y metal sin mente. Trepaban sobre el escudo intentando alcanzar mayor altura, pero el verdadero peligro eran los que parecían haber recordado su capacidad de vuelo y habían comenzando a revolotear en círculo sobre el centro de evacuación. Cuando el escudo se abriese para permitir la salida de las lanzaderas iba a ser inevitable que más de una caería ante un asalto aéreo de aquellos engendros.

Tuvo que interrumpir su pensamiento fatalista para disparar a uno de los garmoga. Pese al escudo, algunos de los ejemplares más grandes conseguían cruzarlo creando hendiduras en la energía y atravesándolas. El proceso dejaba malherido al ser y causaba una gran pérdida de masa corporal y extremidades, pero a los garmoga no parecía importarles.

En aquel momento, uno de los más grandes, del tamaño de un vehículo terrestre, había conseguido cruzar. Su piel gris cambiante y mutable dejando entrever finos tubos y varillas metálicas que bailaban y se tensaban como una grotesca musculatura en su cuerpo aracnoide. El joven soldado apuntó con su rifle directamente a la gran lente roja que el ser usaba como ojo, dejándolo ciego. Los disparos del resto de sus compañeros dieron buena cuenta, desmembrando al garmoga.

Pero para entonces, otro ya estaba cruzando la barrera. Y el número de garmoga en el exterior seguía creciendo. El enjambre volador se había incrementando. Los garmoga en el aire comenzada a asemejarse a una nube oscura que tapaba la luz del sol y cualquier ruta de huida aérea parecía bloqueada.

Vamos a morir todos aquí, pensó el joven soldado, Nosotros y toda esa gente, vamos a ser...

No terminó dicho pensamiento.

Un destello de luz azul lo iluminó todo. La nube de garmoga voladores fue calcinada y la gran mayoría de los que rodeaban el perímetro de la zona de evacuación corrieron la misma suerte al ser bañados por un chorro de llamas azuladas.

El sonido de los zumbidos y chillidos de los garmoga se vio interrumpido por un rugido, y una sombra más grande y serpentina voló sobre ellos.

Otros destellos de color pudieron ser vistos en el firmamento, en la lejanía.

Eran ellos.

Entre los soldados y la población corrió el alivio con la fuerza de una descarga eléctrica. Un muro de miedo y fatalidad acababa de ser derruido por un golpe de esperanza. De entre todos los vítores y gritos de júbilo, el joven soldado no se percató de que los suyos eran los más altos.

 

******

 

Lo Riders a lomos de sus Dhars salieron del hiperespacio justo en la capa más alta de la atmósfera de Calethea 2. Al instante procedieron a descender.

"Bien, comunicaciones establecidas con el escuadrón local y el sistema de observación del ZiZ ¿Todos al tanto de la situación?", preguntó Alma.

"Incursión garmoga, origen no determinado, ninguna ruptura orbital visible... eso es raro de cojones", dijo Antos.

"Ya nos preocuparemos de eso", dijo Armyos, "¿Procedimiento?"

"La capital colonial está en pleno proceso de evacuación y por suerte los garmoga aún no han llegado a su perímetro. Múltiples centros urbanos menores se han visto afectados. El epicentro de la infestación está en el sudeste de la mayor masa continental", informó Athea, "Estamos en una primera fase de infestación, pero a punto de entrar en la segunda."

"Antos, conmigo. Tu Adavante y mi Solarys son los mayores Dhars. Barreremos la masa garmoga del epicentro purgando la zona entera", dijo Alma.

Era bien sabido que nadie más estaría ya vivo en ese lugar. No había razón alguna para contenerse, y era mejor una porción continental de tierra quemada y cristalizada que todo un mundo esterilizado.

"Armyos, Avra. Id con Volvaugr y Tempestas a las zonas periféricas de la infestación. Asistid en las evacuaciones y asegurad a supervivientes. Contened el avance", continuó Alma, "Athea, quiero que tu y Sarkha vigiléis el ecuador. Sois los más rápidos. Dad varias vueltas a todo el planeta y aseguraos de que no haya más centros de infestación."

"¿A qué estamos esperando, entonces?", preguntó Avra, "¿Permiso para mandar a esos bichejos a los siete infiernos, hermanita?"

"Permiso concedido", dijo Alma.

Solarys y Adavante, los Dhars de Alma y Antos, volaron en ruta directa al punto central de la infestación.

Dentro de la atmósfera de un planeta los Dhar Komai no eran tan rápidos como en el espacio, pero seguían siendo capaces de velocidades inimaginables para seres de su tamaño, pudiendo recorrer el globo de un mundo de dimensiones estándar en pocos minutos. Llegarían a su destino en poquísimo tiempo.

Tempestas y Volvaugr procedieron de forma similar, dirigiéndose a la periferia de la infestación. Allí, entre otros lugares, Avra y Tempestas purgarían a los garmoga que impedían la huida de los habitantes de Caulia.

Athea y Sarkha volaron alrededor del mundo a una velocidad que rasgó la atmósfera a su paso, asegurándose de que ningún engendro escapase a su vigilancia.

 

******


Ver a las lanzaderas subir hasta la atmósfera superior, libres de sus perseguidores, otorgó cierta satisfacción a Armyos. Pero aún había trabajo que hacer.

Avra y él ya habían conseguido lidiar con los garmoga de varios centros urbanos con rutas de escape bien establecidas, pero otros tantos lugares estaban ya perdidos cuando llegaron. Lo peor eran aquellos en los que aún quedaban reductos de supervivientes, pero su huida no podía conseguirse con una llamarada de purificación de los Dhars.

"Avra, estoy sobre una de las zonas industriales, cerca del río en 32-45", informó Armyos, "Hay supervivientes en la zona pero tendré que llevarlos de la mano."

"Ok, avísame si necesitas que te eche una mano", respondió la voz de su hermana alta y clara en su casco como si la tuviese justo al lado.

Armyos se desconectó de su silla-módulo al tiempo que daba una palmada sobre las escamas metálicas de Volvaugr, "Sigue limpiando la zona y vigila mi espalda desde los cielos, ¿vale colega?"

El Dhar respondió con un chirrido grave afirmativo. Armyos sonrió y saltó, dejándose caer a plomo.

Bajo él, un centro urbano con la superficie cubierta de garmoga. Un pequeño grupo de supervivientes, unos veinte, asegurados en la azotea del edificio central. Tendría que limpiar más la zona antes de garantizarles una ruta de escape.

Continuando su caída, Armyos extendió su brazo y con un chisporroteo naranja su martillo de guerra se materializó. Agarrando el arma con las dos manos, Armyos dio una voltereta en el aire de tal forma que golpeó con el martillo en el suelo en el momento de impactar contra la superficie.

"¡MJOLNIJA!"

El impacto del martillo retumbó como el trueno. Cuatro columnas de electricidad, rayos del tamaño de rascacielos, se elevaron hacia las alturas rodeando el edificio asediado y aniquilando a los garmoga. Los ciudadanos refugiados en la azotea no sufrieron daño. Ni el sonido ni la luz causaron perjuicio alguno a pesar de su intensidad.

Avra pudo ver los fuegos artificiales de su hermano pese a estar a unos pocos kilómetros de distancia. A lomos de Tempestas había conseguido incinerar a casi todos los garmoga que asaltaban otro núcleo de población, pero algunos de los engendros biomecánicos se habían agarrado a una lanzadera y comenzado a corroer el fuselaje. Los gritos de pánico de los pasajeros podían oírse por encima de los motores y los chillidos de los monstruos.

Avra se separó de Tempestas y se plantó de un salto sobre la lanzadera. Con su espadón manifestándose en sus manos comenzó a desmembrar en pedazos a los garmoga, que dejaron de asaltar el vehículo para centrar su atención en ella.

Con un último acelerón, la lanzadera por fin se elevó hacia una altura segura para proceder a abandonar el planeta. Avra cayó, cercenando a los garmoga que revoloteaban junto a ella mientras reía. Varias decenas de metros por debajo, Tempestas ascendía para reunirse con su Rider, pero no pudo ser.

Los instintos de Avra la alertaron y reaccionando de forma casi refleja, la Rider Blue giró sobre si misma escudándose con su arma. El impacto de una masa grisácea y metalizada la arrojó cayendo contra el suelo con tal fuerza que formó un pequeño cráter al impactar contra la superficie.

Avra se incorporó con rapidez, levemente aturdida. Las buenas noticias eran que el suelo, aún llameante por las acciones de Tempestas, estaba libre en su mayor parte de presencia garmoga y no tenía que temer una avalancha de las criaturas.

Las malas noticias eran la figura humanoide que acababa de caer frente a ella tras interceptarla en el aire, una imposibilidad que no debería estar presente en una infestación aún tan poco avanzada.

Un centurión garmoga.

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