lunes, 13 de septiembre de 2021

046 LAS CINCO LUCES DEL UNIVERSO (IV)

La situación en Pealea estaba extrañamente calmada, en cualquier caso de cara al exterior. Al menos esa fue la impresión que se llevó Iria Vargas cuando llegó al planeta.

Aún había enjambres de drones garmoga, pero las fuerzas de defensa locales parecían estar conteniéndolos. El gran enjambre se había disgregado, su número reducido considerablemente por las acciones de Rider Red y las naves bajo el mando del capitán Calkias, quien había prolongado su estancia lo máximo posible antes de partir a Camlos Tor.

Junto a su lanzadera, las unidades MX-A1 y MX-A2 volaban sin impedimento alguno. La MX-A3 volaba adelantada, monitorizando el entorno.

Las unidades Janperson, como popularmente se les conocía por el nombre de su creador, eran una curiosidad de los primeros años de la guerra, antes de los Riders y los Dhars. Un intento de crear soldados desechables que pudiesen hacer frente a los garmoga. Los tres androides eran el doble de grandes que el humano o atliano estándar, de forma humanoide y cobertura blindada plateada y púrpura en el caso de los A1 y A2. La unidad A3 era plateada y roja.

A pesar de algunas operaciones prometedoras, finalmente se habían desechado como activo principal. Pese a que contaban con considerable poder ofensivo, con la unidad MX-A3 siendo capaz de hacer uso de armamento atómico, su maniobrabilidad y capacidad de reacción no era suficiente contra un enjambre garmoga numeroso. Eran efectivos como defensa, para asegurar posiciones o para limpieza de grandes áreas donde no hiciese falta precisión.

O para lidiar con objetivos de gran tamaño, teóricamente. Se había propuesto su uso contra quimeras garmoga, pero nunca se había llevado a cabo en la práctica.

A falta de quimeras garmoga, quizá sería un buen comienzo el extraño Dhar verde que Iria pudo ver a través de los sensores de su lanzadera y los datos transmitidos por los Janperson de forma directa a su terminal de navegación tras cruzar la capa exterior de la atmósfera. El ser parecía estar enzarzado en combate con los demás Dhars.

¿De dónde demonios ha salido esa cosa?, pensó. Sin mediar más palabra, activó su canal de comunicaciones para avisar de su presencia al menos a Alma.

 

******

 

En la superficie, rodeada por los Riders y sabiendo que un nuevo oponente había hecho acto de presencia, Rider Green alzó la mirada a los cielos. Parecía que era la hora del punto y final.

"Ha sido un placer Riders. Ya nos veremos", dijo. Su voz sonó firme, pero había un deje de resignación en ella que llamó la atención de Alma.

"¡Que te crees tú que te vamos a dejar marchar!", exclamó Avra.

La Rider Blue se abalanzó contra la Rider Green, enarbolando su espadón antes de que ninguno de los demás pudiese reaccionar.

Rider Green alzó su cetro y la joya en el centro de este brilló con un fulgor verde.

Una onda de energía se expandió desde su posición, frenando a Avra apenas una fracción de segundo antes de que alcanzara a su objetivo y deteniendo su avance, barriéndola junto con sus hermanas y hermanos. Todos los Riders se vieron arrojados al suelo, a decenas de metros de distancia de donde la Rider Green se encontraba.

Su armadura esmeralda brillaba de nuevo y los pocos daños que los Aster habían conseguido infligir se habían desvanecido. Las oleadas de poder continuaban emanando de ella, manteniendo a los cinco guerreros en el suelo.

Desde lo alto, Teromos se dejó caer descendiendo en picado, dejando atrás a los otros Dhars y a las unidades Janperson que se dirigían a su posición.

En cuestión de segundos, el Dhar tomó tierra junto a su ama, frenando en seco antes de tocar la superficie. Esto evitó un impacto directo, pero el desplazamiento de aire provocó una segunda burbuja expansiva, que junto a las ondas de poder de Rider Green siguió manteniendo a distancia no solo a los Riders sino también a sus draconianas monturas.

El brillo de la joya del cetro de Rider Green se intensificó más, hasta el punto de que costaba mirarlo sin sentir dolor en los ojos.

En lo alto, sobre Teromos y ella, comenzó a formarse en posición horizontal un desgarro de energía en el tejido del espacio con el que ya estaban familiarizados. Un portal garmoga, pero mucho más grande que los pocos que habían encontrado hasta ahora.

El portal se desplazó, moviéndose hacia abajo a gran velocidad y absorbiendo al Dhar y la Rider verdes antes de disiparse al chocar contra el suelo. Sin dejar ningún rastro ni el más mínimo indicio de que hubieran estado allí.

Rider Green y Teromos habían desaparecido.

Levantándose del suelo volcánico tras estar tumbada bocabajo tras su caída, Avra Aster lanzó un alarido de rabia.

"Bueno, eso ha sido anticlimático", musitó Antos, "Claro que tampoco voy a quejarme", añadió tras percatarse de la mirada que le estaba lanzando Athea.

Alma por su parte, respiró hondo al tiempo que se sentaba en el suelo. Su armadura se  desmaterializó con un destello rojizo más tenue de lo normal. Si el calor de las lagunas de magma cercanas la incomodaba sin su armadura, ella no hizo demostración alguna más allá del sudor perlando su frente.

Armyos fue el primero en acercarse a ella, desmaterializando su casco y dejando ver su rostro preocupado.

"¿Cómo te encuentras?", preguntó.

"Como cuando lo de Nelvana", respondió Alma.

"¿Lo del asteroide o lo de la estación espacial?"

"El primero. El mismo cansancio. Dioses, Armyos, por aquel entonces apenas llevábamos como Riders un año y medio y no teníamos ni una cuarta parte del poder que tenemos ahora..."

"Si, para dejarte así... bueno, tú misma dijiste que era poderosa."

"Absurdamente. Ya has visto lo que ha hecho ahora. Su armadura volvía a estar impoluta."

"Creo que aunque dijo que seríamos un reto para ella todos juntos, estaba siendo... bueno, sobreestimándonos", dijo Armyos, "Lo cual es inusual por parte de un oponente ¿no?"

Mírate. Estás agotada. Sometida a tus propias limitaciones. Encadenada por los prejuicios autoimpuestos.

Esas eran las palabras que Rider Green había dicho a Alma durante su combate en solitario.

Nos sobreestima. O sabe más de nosotros que nosotros mismos, pensó. Ninguna de las dos opciones le resultaba tranquilizadora.

Los demás habían comenzado a acercarse también a Armyos y ella cuando los Dhars descendieron tomando tierra alrededor de sus Riders y dejando espacio para la lanzadera que descendía junto a ellos acompañada por tres androides mecánicos.

Alma se levantó con ayuda de Armyos, tomándolo de la mano. Justo a tiempo para recibir a la recién llegada Iria. La doctora atliana corría hacia ella tras saltar de la lanzadera, enfundada en un traje de protección ambiental con escudos personales que la protegía de las altas temperaturas y gases tóxicos del área en donde se encontraban.

"¡Alma!", llamó.

"Iria, estoy bi...", comenzó a decir la Rider Red, para acto seguido verse interrumpida cuando su novia y doctora procedió a apuntar una suerte de linterna a sus ojos al tiempo que la agarraba por el mentón para mantener su rostro en una posición fija.

"¡Auh! ¿Qué demonios es eso?"

"Un lector neuronal y de reflejos. Abre los ojos... bien, ahora mira arriba. Abajo. Izquierda y luego derecha."

El tono de Iria era neutral, profesional. Para Alma era evidente que estaba intentando mantener sus nervios a raya.

"Iria, en serio, estoy bien."

"Tienes una contusión. Una oleada de lesiones internas menores en tal número que están dejando exhausto tu factor curativo. Ninguna es grave de por sí pero son tantas que tu metabolismo está corriendo una maratón. Y no puedo hacer lecturas de tu conexión al Nexo y tu sistema límbico, pero que no puedas materializar tu armadura ya me dice bastante."

"¿Cuál es el diagnóstico, doctora?", preguntó Armyos.

Iria suspiró y finalmente la tensión que recorría su cuerpo se aflojó. La mano con la que había estado sujetando el mentón de Alma para mantener su rostro centrado mientras la examinaba se deslizó hasta posarse sobre uno de sus hombros. Alma tomó su mano, con un ligero apretón de ánimo.

"Necesito más pruebas. Pero al menos durante una semana nada de transformaciones."

"Supongo que nosotros cuatro nos ocuparemos del resto de bichos que quedan por aquí", dijo Avra, "Aún hay drones en Pealea."

"Sí", dijo Alma, "Me temo que voy a quedarme en el banquillo por ahora, aunque Solarys os ayudará. Si no hay más sorpresas el resto debería ser una purga estándar, y los Janperson podrán echar una mano en las áreas más despobladas."

"Y después a casa", dijo Antos.

"Si, a casa", dijo Alma, "Aunque me temo que no nos espera mucho descanso aún."

"Los sensores de los Janperson...", comenzó Iria, "Pudimos ver claramente a ese Dhar Komai verde, y la figura que estaba aquí abajo con vosotros..."

"Era una Rider, doctora", dijo Antos, "Rider Green."

"Eso es imposible. Quiero decir... el Dhar... sé que hubo más Dhars aparte de los vuestros pero según los registros no sobrevivieron sin un lazo con un Rider", dijo Iria,  "Y vosotros sois los Riders. No hay más, solo vosotros cinco. Las cinco luces del universo."

"Pues o alguien la ha cagado al echar cuentas...", comenzó Avra.

"O hay cosas respecto al Proyecto que nos creó que no sabemos y quizá debiéramos", remató Alma. Por el rabillo del ojo pudo ver a Athea asintiendo. Sabía que su hermana había estado indagando en algo y se preguntó si habría relación.

"Una Rider aliada con los garmoga", dijo Antos,  "Y luego está lo del centurión garmoga dorado...  Es como si las reglas se estuvieran reescribiendo de forma continua últimamente. Eso es otro quebradero de cabeza."

¿Lo era? Quizá.

Quizá no tanto.

Las conversaciones, pesquisas y dudas tendrían que esperar. Era obvio que habría más de un intercambio de palabras en los Riders Corps y con el Alto Mando, incluso con el Concilio. Alma sabía que también necesitaba hablar con Amur-Ra.

Pero en aquel instante, mientras ella acompañaba a Iria a su lanzadera, sus hermanas y hermanos alzaban el vuelo en sus Dhars, acompañados por Solarys. Aún había garmoga en Pealea que debían ser eliminados.

Aún tenían un trabajo que hacer.

Por eso, se dijo, la situación no era realmente tal quebradero de cabeza. Oh, era complicada. Era compleja. Había muchas preguntas sin respuesta. Muchas nuevas sombras de las que no se habían percatado, y no estaba segura de sí podrían aclarar todos aquellos nuevos misterios y todo lo que había llevado a aquella situación.

Pero al final del día, la galaxia seguía amenaza por los garmoga.

¿Y qué si estos contaban con nuevas formas y aliados? Alma Aster y los Riders siempre estarían ahí. Las cinco luces del universo, la última línea de defensa de la galaxia. Mantener el mayor número posible de vidas a salvo era el fin absoluto de su misión.

¿No se lo había dicho la misma Iria en una de sus conversaciones? Da igual lo que hagan porque tú vas a estar siempre ahí para pararles los pies.

En ese aspecto, su convicción era firme.

Pero cuando cerró los ojos, intentando reposar tras acomodarse en una silla-camilla improvisada en la lanzadera de Iria, fueron otras las palabras que resonaron en el fondo de su mente. Una semilla de duda que parecía reafirmarse y guardar una perversa relación con todo lo que había estado trastocando sus vidas los últimos meses.

Las últimas palabras de un moribundo consumido por una armadura mórfica en Krosus-4.

No sabéis... cuánto han mentido.

Alma Aster se sumió en la inconsciencia con la voz de Tiarras Pratcha resonando como un eco apagado en el fondo de su mente, el último lamento de un fantasma.

Y, más que nunca, un posible presagio.

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