sábado, 29 de enero de 2022

I06 INTERLUDIO: TABLERO

 

A Valkius le encantaba volar en el espacio. Sin nave.

El desarrollo de campos de energía individuales había dejado en desuso el empleo de trajes espaciales adaptados para las distintas especies, ofreciendo una alternativa mucho más cómoda y práctica.

Cierto es, la mayoría seguían teniendo que vestir cierto nivel de protección. El campo de energía envolviendo sus cuerpos los escudaba del frío del vacío y la carencia de aire, pero no podía hacer mucho contra posibles descargas de radiación cósmica. También era habitual el uso de pequeños propulsores personalizados, aunque algunas especies seguían manteniendo el uso de anclajes de seguridad a distancia que mantenían al usuario unido a la nave o estación cercana como un cordón umbilical.

Las reparaciones que estaba realizando podrían haberse hecho perfectamente con un dron, sentado cómodamente desde el interior de la estación, pero al joven laciano le apetecía pasear entre las estrellas. Era uno de los pocos lujos auténticos que suponía su trabajo.

Alzó la vista, dirigiéndola al Iris aún en construcción.

Como todos los lacianos, su aspecto se asemejaba al de un cocodrilo o caimán humanoide, pero con placas metálicas en lugar de escamas. Sus ojos habrían estado ciegos por la luz de la cercana estrella reflejada en el Iris si no fuese por las lentes especiales que los cubrían.

El Iris era uno de los últimos avances de la red ZiZ. Si bien los satélites planetarios habían cumplido sus funciones de seguimiento de enjambres garmoga en el espacio cuando se acercaban a planetas, la idea tras el Iris era crear un rango de vigilancia que cubriese un sistema solar entero.

Era también una estación espacial en sí misma., aunque en aquel preciso momento contaba solo con una tripulación temporal conformada en su mayoría por los técnicos encargados de su construcción y mantenimiento, como Valkius. Había un destacamento de seguridad, pero estaba muy lejos de ser el número de tropas que se esperaba que el Iris albergase en un futuro.

La idea es que una vez plenamente funcional y armado, el Iris serviría no solo para la detección y seguimiento de enjambres garmoga con mucha más antelación de la que contaban –además de hacer uso de enlaces a sensores en los planetas habitados del sistema para detectar las lecturas de energía de portales– sino que permitiría el despliegue de escuadrones de combate que constituirían una primera línea de defensa.

No podrían lidiar por si solos contra un enjambre de aquellas bestias, pero ganarían mucho más tiempo para la evacuación planetaria y la llegada de los Riders y sus Dhars. Se había teorizado que en algunos casos se podría incluso repeler la incursión antes de que alguno de los drones garmoga tocase tierra, siempre que no hiciesen uso de portales como en Calethea, Cias o Camlos Tor.

La gente aún tenía pesadillas con el último. Cualquiera que viese las noticias podía ser testigo de los ánimos crispados en la Sede Senatorial. Valkius no era ducho en política, pero estaba convencido de que era cuestión de tiempo de que alguien hiciese algo estúpido llevado por el miedo.

Un chasquido de estática en el implante de su oído le indicó una señal entrante de comunicación.

"Valkius, ¿todo bien por ahí?", preguntó la voz de uno de sus compañeros.

"Sin novedad, estoy terminando las calibraciones de las células solares en el segmento izquierdo."

"Hemos detectado unas lecturas extrañas, algo de masa considerable surgiendo de la nada y objetos más pequeños en torno a ello."

Valkius miró alrededor, pero no vio nada. Solo el planeta bajo ellos, el sol cercano y la estación junto a la que estaban flotando.

"Contacto visual negativo por mi parte ¿estáis seguros? ¿Podría ser un asteroide?"

"Salvo que los asteroides hayan aprendido a telepor..."

La comunicación se cortó de golpe, al mismo tiempo que una vibración sacudió la estación. De haberse transmitido el sonido allí afuera Valkius habría oído todo el metal, plástico y bio-cerámicas del Iris retumbar como un animal moribundo.

¿Pero qué está pasando...?, pensó.

De repente, una sombra cayó sobre él, bloqueando la luz del sol. El laciano se dio la vuelta y lo que vio lo paralizó.

Donde hasta hace unos instantes no había nada, ahora flotaba una enorme construcción piramidal, de un material negro que no podría determinar si se trataba de algún tipo de metal o cristal. Su negrura era profunda, absorbiendo la luz y negando cualquier reflejo, como si un pedazo del mismo vacío hubiese tomado forma de repente. La única nota de color era un resplandor rojizo intenso en una apertura horizontal cerca de la cúspide. A Valkius le hizo pensar en una herida abierta y sangrante.

Aquella era la masa que habían debido detectar los sensores, pero el enorme objeto, aquella pirámide, se había mantenido invisible al ojo desnudo hasta aquel preciso momento.

A través de la mano con la que se sujetaba a la estación Valkius sintió una nueva vibración, más pequeña pero cercana, como si algo hubiese impactado junto a él.

Girándose de nuevo con cierta dificultad en la gravedad cero del espacio, el técnico vio al ser que se encontraba de repente a su lado. Una criatura humanoide, con rasgos en su inexpresivo rostro similares a los de atlianos o humanos. Parecía una estatua tallada en un cristal oscuro, sin más rasgos definidos.

Se movía de una forma imposible de describir. No había articulaciones visibles y su masa parecía redistribuirse cada vez que flexionada una de sus extremidades o retorcía su torso.

Y estaba allí, junto a Valkius, casi tocándole.

El ser, la Esquirla, extendió una mano con dedos de repente largos y finos como agujas que penetraron a través del escudo de energía que protegía al técnico del vacío del espacio como si no existiese. Tocó la frente de escamas metálicas del laciano y se hundió en ella como si fuese la más blanda de las carnes.

Valkius gritó, un alarido profundo que no impidió que oyese la voz de la criatura. Una imposibilidad, estando en el espacio y sin medios de comunicación directa, pero pese a todo pudo oír al ser delante suyo mientras éste clavaba sus dedos en su frente, llenándolo de algo frió y ardiente al mismo tiempo.

"sALvE a lA rEIna."

Y con un último estertor y un grito tornado en un quejido lastimoso, Valkius dejó de existir y otra cosa ocupó su lugar.

 

******

 

Que aquella cantina tuviese un holovisor era un milagro, o al menos eso pensaba Axas.

Ivo Nag dejó muy claro que por mucho que aquella roca fuese uno de los lugares más aislados de la galaxia, la información era siempre importante, y aún más si el sitio en cuestión era lugar de parada para delincuentes, piratas, contrabandistas o fugitivos como ellos.

Así que desde hace unos días habían tomado la costumbre de reunirse allí en las últimas horas de sol, para descansar tras un día de trabajo.

Dovat seguía entrenando y estaba amasando una pequeña fortuna tras encontrar una liga clandestina de combate cuerpo a cuerpo que operaba en el viejo puerto espacial. Medir sus habilidades contra oponentes mundanos no la haría más fuerte, pero era un excelente ejercicio de control.

Ivo Nag ayudaba a Axas con las reparaciones de su nave y su mantenimiento, pero había empezado a ser conocido entre la población local como el individuo al que debían ver si necesitaban un doctor. Parece que hacía mucho tiempo desde que aquel mundo fronterizo había tenido un médico en condiciones.

Puede que allí Nag no tuviese clientela rica a la que desplumar como en Cias, pero debía haber aún cierto orgullo profesional en el viejo phalkata pues se lanzó a atender a la escasa población del lugar como si fuesen clientes preferentes, aunque muchos no pudiesen pagarle con créditos y recurriesen a regalos, alimentos o cualquier cosa con la que pudiesen hacer trueque.

El problema es que estaban empezando a ser conocidos, a perder anonimato. Aunque usasen nombres falsos.

El encuentro con los operativos había sido una llamada de atención seria a dicho problema, y aunque Dovat había encontrado la forma de sacarlos del planeta sin matarlos (algo que Ivo Nag seguía criticando) tras un encuentro fortuito con un viejo conocido pirata, los dos hermanos atlianos sabían que tendrían que partir pronto.

Habían intentando interrogar a los, asesinos pero como Nag indicó era obvio que no sabían nada más allá de datos básicos de sus objetivos. Que en vez de volver a mandar a los Riders, o a alguna autoridad oficial tras ellos, fuesen asesinos profesionales los encargados de perseguir a Dovat y Axas había convencido a su hermana más que nunca de que alguien quería atar un cabo suelto de forma extraoficial y sin hacer ruido.

El problema es que ellos no sabían qué era exactamente lo que había encontrado su tío Tiarras cuando trabajó para los Rider Corps. Sabían que era algo serio, algo que comprometía a los Corps de forma catastrófica, pero Tiarras Pratcha nunca les había dado detalles, para mantenerlos a salvo.

Pero alguien en los Corps debía creer que ellos poseían la información.

Sumido en sus pensamientos, Axas no se percató de que algo había pasado hasta que Dovat se levantó de golpe.

"¿Dovat, qué...?", preguntó. Su hermana no respondió, su mirada fija en el holovisor.

La programación hasta aquel momento había sido un debate improvisado tras la presentación de aquel Shin hace unas pocas horas. Axas vio que había sido interrumpido por un aviso oficial.

"...rps alertan de que una infestación garmoga se ha desatado en el mundo de Alirion, un planeta de clase 5 en el cuadrante Guímel. Hemos sido informados de que los Riders ya han partido desd..."

"Axas", dijo Dovat, sin apartar la mirada de la transmisión.

"¿Si?"

"¿Cuánto tiempo supondría para los Riders ir de su base en Occtei a Alirion?"

"Aún con las velocidades de los Dhars... no puedo asegurarlo. Pero Alirion está situado en los círculos internos del cuadrante", explicó Axas, "Me extrañaría que tardasen más de cuarenta minutos, pero puede que una hora en el peor de los casos."

"Más otra hora para regresar y todo el tiempo que estén en combate, que puede ser impredecible. Podrían llegar a estar medio día fuera, o más...", susurró Dovat, casi como si estuviese hablando para si misma, con un brillo en los ojos que Axas reconoció con alarma.

Su hermana estaba teniendo una idea.

Oh, dioses, espero que no esté pensando lo que creo que está pensando.

"Axas, ¿Cuánto tardaríamos en ir de aquí a la base de los Rider Corps en Occtei si salimos en menos de quince minutos?"

El joven atliano reprimió el impulso de golpearse la frente con la palma de la mano tras asimilar la pregunta que acababa de hacer su hermana y comprender lo que ella estaba planeando.

Como odiaba tener razón siempre.

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