sábado, 5 de junio de 2021

023 MADEJA

 

"Bien, he estado haciendo deberes", dijo Antos.

Los otros cuatro se quedaron mirando a Antos. Cuando éste reunió a sus hermanas y hermano en una de las salas usadas para conferencias y el examen y exposición de datos a primera hora de la noche, los demás Riders esperaban algo distinto.

Avra comenzó a aplaudir quedamente.

"Enhorabuena, y lo has hecho tu solito, ya eres un niño grande."

Armyos pudo evitar que se le escapase una risita, aunque con visible esfuerzo. Alma no tuvo tanta suerte aún a pesar de taparse la boca con la mano. Athea por su parte siguió mirando a Antos con sus brazos cruzados esperando a que prosiguiera.

"Graciosísimo Avra", replicó el Rider Purple, "Pero hablo en serio. Le he estado dando vueltas a lo del portal de Calethea y haciendo cálculos."

"¿Cuándo?", preguntó Avra, "Te has pasado medio día jugando a los videojuegos conmigo y el otro medio hemos estado con los Dhars..."

"Mi mente es un pozo inconmensurable de portentos indescriptibles."

"Una mierda."

"Niños, por favor, comportaos", intervino Alma, "Antos, ya sabemos que eres un genio multitarea cuando te aplicas, así que por favor..."

"Ve al grano", remató Athea, al tiempo que Armyos asentía.

Antos suspiró pasándose una mano por la cabeza y se volvió hacia la pizarra holográfica que se encontraba a sus espaldas. Tomó una suerte de puntero con punta lumínica y dibujó un círculo bastante tosco al que luego rodeó de líneas que emanaban de él. Parecía un...

"¿Estás dibujando un sol?", preguntó Avra, "Porque he visto dibujos de preescolar más convincentes."

"Avra", dijo Alma al tiempo que miraba a su hermana pequeña.

"Vale, vale, me callo. Sigue, Antos."

"Sigh... no es un sol. Es el portal garmoga", continuó Rider Purple, "Aún no sabemos el método preciso que han usado para crearlos, pero sabemos cómo desactivarlos, y creo que puedo mejorar el proceso."

"Pero... lo golpeamos y ya está ¿no? Eso es lo que hizo Alma", volvió a intervenir Avra. Esta vez Alma lo dejó pasar, ya que era al menos un amago de pregunta legítima y no una mera broma grosera. Antos parecía seguir la misma inclinación.

"Bueno, técnicamente su Dhar golpeó justo delante del portal emitiendo un pulso de energía combinada derivada de la aceleración de Solarys y la concentración de Alma", aclaró Antos, "Hemos visto que esto funciona y desequilibra el portal lo suficiente para cerrarlo. Lo malo es que..."

"Lo malo es que me llevé la superficie de un subcontinente por delante", dijo Alma, "Y voy a asumir que lo que quiera que sea que hayas discurrido aborda ese problema."

"¡Sí! Bueno, es sólo algo teórico pero...", Antos comenzó a garabatear números y símbolos en distintas ecuaciones alrededor de su dibujo del portal, "...asumiendo que el flujo de transmisión de materia sea el estándar de un puente E-R estable, de la misma forma que los garmoga pueden cruzarlo en una dirección entonces también alguien podría colarse en la opuesta ¿Me seguís?"

Los demás Riders hicieron gestos afirmativos. Athea se había inclinado hacia adelante, más interesada de lo que estaba hace un momento, e incluso Avra parecía prestar genuina atención.

"Bien", prosiguió Antos, "Lo que hicimos en Calethea teóricamente también podría hacerse en el otro lado del portal. De esa forma al detonar se llevaría por delante el punto de partida del que provienen los garmoga y minimizaría los daños colaterales y ambientales en el lado que estamos defendiendo."

"¿Eso no significa que uno de nosotros tendría que cruzar el portal para ello?", preguntó Armyos, "Ya no es sólo que nos quedaríamos atrapados en el lado garmoga, es que dudo mucho que ninguno de nuestros Dhars pudiese caber por la apertura. Son demasiado grandes."

"Cierto, no se puede hacer de ese modo... pero si encontramos la forma de enviar al otro lado de portal únicamente el pulso energético para su cierre..."

"Requeriría precisión", indicó Athea.

"Mucha. En vez de golpear directamente tendríamos que condensar la energía acumulada, hacerla estable y emitirla lanzándola a través del portal", dijo Alma.

"¿Como las llamaradas de los Dhar Komai?", preguntó Avra.

"No", dijo Antos, "Estaba pensando más bien en una configuración esférica. Generas la energía, la solidificas y la lanzas. La clave es conseguir que mantenga estabilidad después de lanzarla para que detone después de cruzar el portal y no justo delante de tus narices al liberarla."

Al tiempo que daba su explicación, Antos dibujó en la pizarra una figura humanoide, un monigote apenas, lanzando una bola con sus manos hacia el portal. Parecía más la representación de un antiguo deporte que una explicación pormenorizada de una complicada maniobra taumatúrgica.

"No es una mala idea, Antos", dijo Alma con una ligera sonrisa en los labios, intentando obviar el dibujo, "Vale la pena experimentar con ello. Si no surge ninguna emergencia propongo que mañana nos traslademos a Aurum y comencemos a practicar hasta que tengamos todos más o menos dominado ese movimiento."

"Algo así podría ser útil incluso a una menor escala", dijo Armyos, "Como una detonación controlada contra un grupo de enemigos. Seguro que sería ideal contra una quimera."

"Si conseguimos hacerlo, lo difícil será atinar a lanzarlo justo en el portal", dijo Antos, "Si es como en Calethea la concentración de drones garmoga será de un número apabullante, y no tendremos el lujo de poder lanzarnos como una bomba viviente."

"Podemos hacerlo como maniobra combinada, unos vamos en vanguardia limpiando la zona lo máximo posible, y el que tenga que lanzar la bolita explosiva de la muerte viene detrás preparado para marcar el gol", dijo Avra.

"Por favor, no lo llames bolita explosiva de la muerte", dijo Antos.

Avra se quedó callada por un instante, pensativa. Luego...

"¡Bomba espiritual del descuajaringamiento!"

"Avra, no."

Tras aquello no hubo mucho más que decir. Tras poner freno a los cada vez más ridículos intentos de nomenclatura por parte de Avra, los Riders se retiraron a sus respectivas estancias para pasar la noche.

Al día siguiente, a primera hora y si no surgía ninguna otra emergencia, partirían a Aurum para su entrenamiento.

 

******


Como otros tantos antes, la cáscara del huevo se resquebrajó y la clara y yema salpicaron la mano de Dovat.

"Maldita sea, creía que esta vez lo tenía."

Habían pasado ya dos días desde que despertó. Ivo Nag había preparado todo un programa de pruebas, entrenamiento y acondicionamiento físico para ayudarla a acostumbrarse a su nueva condición.

Gozaba de buena salud, mejor de la que había tenido nunca, y no había dado señales de ningún efecto secundario problemático. Nada de desgaste, ni daños neuronales o en su sistema nervioso, ni su metabolismo canibalizando el resto del organismo. Todo iba bien para Dovat tras pasar de medir un metro setenta y cinco de altura a aproximadamente dos metros en un período de pocas horas.

Salvo por el hecho de que su fuerza física había aumentado de tal forma que todo lo que la rodeaba parecía tener de repente la consistencia de cartón mojado. Estaba segura de que si daba una palmadita de ánimo en la espalda de Axas acabaría mandando a su hermano al hospital. O peor.

Tampoco podía echarse a correr o siquiera caminar a un ritmo normal sin acelerar de tal forma que parecía a punto de salir volando en línea horizontal hasta estrellarse contra algo o alguien. Debía andar muy lentamente, midiendo cada paso.

Por ello, los primeros ejercicios elaborados por Nag se basaron en mejorar su control.

Y había decidido comenzar con los huevos.

Huevos de ave, reptil o a saber de qué criaturas que fuesen la base de la alimentación fundamentada en oviposiciones en Cias. Nag le había dado instrucciones de tomarlos por los extremos usando únicamente su pulgar y su índice y probar a ejercer presión sin llegar a quebrar la cáscara.

El primer huevo prácticamente estalló nada más tocarlo. Los demás no corrieron mucha mejor suerte.

Pero allí seguía, practicando. Al menos ahora conseguía agarrarlos y sostenerlos un tiempo antes de que ocurriera lo inevitable al intentar determinar cuánto debía apretar sin romperlos.

La residencia y laboratorio de Nag tenía en su parte trasera acceso a un sistema de escalinatas y plataformas a modo de salida de emergencia que abarcaban toda la fachada trasera del bloque de viviendas. Metálicas, oxidadas y de estabilidad cuestionable, Dovat no tenía muy claro si serían aún viables para su función primaria.

Pero la escalinata al pie de la ventana del apartamento de Ivo Nag era un buen lugar para sentarse y relajarse mientras continuaba con sus ejercicios y observaba el día a día en La Zanja.

El cielo apenas podía entreverse allí. Justo encima de ellos lo más visible era el enorme vientre metálico de la plataforma superior que sustentaba la Ciudad Alta donde residían los ciudadanos con mejores bolsillos.

De día el resplandor de la luz solar de Cias llegaba filtrado o de refilón. El cielo nocturno no tenía estrellas sino focos de la plataforma superior, rasgando con su luz la constante neblina de gases que cubría el lugar.

Y aún con todo, pese a ser consciente de que no era un paisaje muy hermoso (en realidad, era bastante triste), Dovat se sorprendió a sí misma pasando horas observando el ir y venir de las gentes en las calles y mercadillos de la calle, en las plataformas de transporte, en la barriada de chabolas construida de forma precaria sobre las azoteas de viejos bloques semiderruidos un par de callejones más abajo...

La Zanja era un estercolero, pero incluso en aquel estercolero había vida y gente intentando ganársela. Un número sorprendentemente alto de forma bastante honrada.

Pero no todos.

La voz llegó desde las mismas plataformas de emergencia donde se encontraba Dovat pero varios pisos por debajo. Sucia y desagradable.

"Vamos encanto, seguro que podemos llegar a un acuerdo. Puedes llevarte muchos créditos sin tener que hacer nada..."

"¡He dicho que nos dejéis en paz!"

Dovat se incorporó y se inclinó sobre la barandilla para observar. Efectivamente, unos cuatro pisos por debajo de ella, en una de las plataformas que conectaba el edificio con el de enfrente a modo de puente, dos individuos parecían tener acorraladas a dos niñas pequeñas.

"No os estamos pidiendo nada malo", dijo el que había hablado primero. Por su aspecto, similar al de un reptil de morro largo de escamas y placas metalizadas, se trataba de un laciano, y uno de aspecto casi esquelético y muy enfermizo, "Lo único que tienes que hacer es ir a ver a nuestro amigo, recoger el paquete que tiene y nos lo traes. Fácil y sencillo, ¿verdad, Poos?"

El llamado Poos, situado unos pocos pasos detrás del atliano, asintió. Era un gobbore, y también de aspecto desaliñado. Su rostro lupino apenas tenía pelaje y su piel lucía enrojecida e irritada, sobre todo en el morro, que lucía una sonrisa desdentada.

"Si, si, muy fácil Trytus. Muy fácil."

Las dos niñas frente a ellos eran como el día y la noche.

La más pequeña era una angamot. Tan joven que aún no había desarrollado cornamenta. Su único ojo segmentado adornaba una expresión de miedo y nerviosismo. Frente a ella y escudándola, se encontraba una niña atliana de piel verde, cabellos blancos y ojos ámbar. No tendría más de seis años.

Pese a su actitud y la seriedad de su rostro, Dovat pudo ver que estaba tan asustada como la amiga a la que intentaba proteger, simplemente lo disimulaba mejor.

"¡No queremos saber nada de vuestros chanchullos! ¡Umas estuvo llevando esos paquetes vuestros y los Lanza Larga casi lo matan!"

El laciano se inclinó hacia adelante hasta situar sus mandíbulas cocodrilianas justo frente al rostro de la niña atliana, mirando de refilón a la pequeña angamot tras ella, "Oye, oye... eso no fue culpa nuestra ¿Y si nos quedamos cuidando a tu amiga mientras nos haces el recado, eh? A ti los Lanza Larga no te conocen, y si nos quedamos aquí con ella no tienes que preocuparte por tu amiguita", dijo Trytus.

"Podemos cuidarla muy bien si nos haces ese favor", dijo Poos, casi relamiéndose, "Si, muy bien."

La angamot agarró a su amiga por la manga de su camiseta, dando un ligero tirón, "Resva, tengo miedo, vamos a casa...", susurró.

La joven atliana, Resva, tomó a su amiga de la mano y siguió manteniendo su mirada clavada en Trytus, sin parpadear, "Ya te hemos dicho que no", declaró.

Trytus frunció el ceño.

"Creo que no me has entendido, vamos a cuidar de tu amiga si o si, y tu vas a hacer ese recado para nosotros si quieres que la cuidemos bien, o si no..."

No llegó a terminar la amenaza.

La plataforma sobre la que se encontraban tembló como si se hubiese producido un terremoto súbito o hubiese sido golpeada. Las dos niñas, estando más cerca de la fachada del edificio apenas trastabillaron un poco. Pero Trytus, que había estado inclinado hacia adelante, casi se da un golpe contra la barandilla.

Por ello tampoco se percató de la expresión de sorpresa en el rostro de las dos pequeñas.

"¿Pero que en los cinco infiern...?"

Una vez más no llegó a terminar la frase. Al volverse lo primero que vio fue a Poos, su compañero, caído de bruces en el suelo, babeando inconsciente y con los ojos en blanco. Sobre él e incorporándose, la mujer atliana más alta y musculosa que el laciano jamás hubiese visto en su miserable existencia.

Dovat había saltado (o más bien se había dejado caer) desde una altura de cuatro pisos cuando vio que la situación ya bastante fea de por sí iba a ir a peor para las dos jóvenes.

En ningún momento se paró a pensar que un salto así unos días antes le habría roto las piernas. Se limitó a clavar sus ojos dorados en Trytus.

"Largo."

Si estaba intimidado, y sin duda lo estaba, el laciano no dio señales visibles de ello. Siseó agresivamente y de repente en su mano derecha había un puñal de hoja térmica extensible que sujetaba con cierta destreza nacida de la experiencia. Se lanzó contra Dovat buscando asestar un golpe directo al rostro.

Dovat lo agarró por el brazo con un movimiento tan rápido que se pudo oír un chasquido en el aire que los rodeaba. La fuerza de su presa fue tal y tan instantánea que la mano de Trytus dejó caer la hoja al suelo al encontrarse de repente con un brazo ya no roto, sino literalmente aplastado.

Dovat lo soltó y el laciano cayó de rodillas, sujetando el trozo de carne inservible que hace unos instantes era su antebrazo derecho. Dovat lo observó unos instantes con una expresión de asco, alarma y sorpresa a partes iguales. Tras ello levantó su vista hacia las dos muchachas.

La pequeña angamot ya no temblaba, y aunque su expresión seguía siendo de cierta alarma ya no había miedo.

La niña atliana, Resva, en cambio miraba a Dovat de forma casi reverencial.

"Wow", musitó.

Dovat no pudo evitar sonreír.

 

******

 

Era una mañana soleada, despejada y agradable.

Eso le hizo gracia, el ambiente no cuajaba demasiado con su situación ¿verdad?

Meredith Alcaudón tomó un sorbo de un pequeño termo metálico que procedió a guardar de la forma más discreta posible en el bolsillo de su gabardina. El licor era bueno para su garganta y para la jaqueca pero no daba buena imagen ponerse a beber en público y menos en la zona de espera de la estación de transporte interplanetaria de la capital.

Algunas madres y otros futuros pasajeros ya le habían echado miradas que iban de lo curioso a lo incómodo pasando por lo indignado a niveles casi hostiles.

De momento ningún guarda de seguridad se le había acercado. Estaban acostumbrados a personajes de toda clase por allí, y mientras no montase problemas o demasiado escándalo no tendría de qué preocuparse.

El funeral de Oth había sido bonito.

Por supuesto, ella no había acudido. No de forma propiamente dicha. Simplemente había observado a distancia, con discreción.

Parece que pese a su seguridad y sus aseveraciones en su último encuentro en persona, Mantho no había cubierto sus pasos tan bien como esperaba y había terminado pagándolo con su vida.

Lo interesante es que la presunta asesina, otra operativa, también había sido hallada en el lugar del crimen, muerta y sin rastros determinantes. Y todo ello después de que varios vecinos reportaron ruidos de enfrentamiento junto con una llamada anónima informando de la situación de los dos cuerpos. Otra pieza para el puzzle, aunque Meredith tenía ciertas conjeturas al respecto.

Viendo a la familia de Mantho Oth en el cementerio desde la distancia, a Meredith le habría gustado ir junto a ellos, mirarlos al rostro y prometerles que encontraría a los verdaderos responsables de aquello. Pero no lo hizo. Tenía toda la intención del mundo en cumplir aquella promesa sin necesidad de hacer un espectáculo dramático de ello.

Cuando fuese el momento apropiado, y no antes, hablaría con la familia de Mantho. Cuando supiese del todo la verdad que merecían conocer.

Su interrogatorio con el segundo de los operativos que habían intentado matarla había dado un fruto pequeño y escuálido antes de que terminase con él. El nombre de  un supervisor de su organización, y no residente en Occtei. Suponía un engorro.

Así que Meredith Alcaudón se disponía a abandonar el planeta, hacer llamadas a varios amigos y enemigos que le debían bastante, y ver si de ese único nombre podía sacar algo más, aunque sabía que lidiar con una organización tan paranoica como la de los operativos seguramente terminaría llevando a algún callejón sin salida más pronto que tarde.

Todo ello mientras planeaba continuar con el descifrado de la copia de información por la que Oth había muerto. El esqueleto en aquel armario debía ser jodidamente grande y apestar de cuidado, y ella se disponía a exhumarlo, fuese lo que fuese.

Y cuando lo tuviese y supiese de que iba todo aquello, Meredith Alcaudón buscaría a Athea Aster y vería si la Rider Black podría ayudarla o no a desenmarañar aquella madeja de hilos retorcidos de una vez por todas.

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