miércoles, 27 de julio de 2022

080 INEXPLICABLE

 

La Reina necesitaba tropas, y sus esquirlas lo sabían.

Pero la Reina requería discreción. Su poder era grande y divino por derecho, pero la galaxia era un animal esquivo, astuto y cruel. Antes de poder hacer frente a sus fuerzas de forma abierta se requería cautela.

Por ello se habían centrado en objetivos aislados. Mundos no catalogados, colonias pequeñas o clandestinas, nidos piratas... o naves solitarias en rincones apartados de la galaxia, como la INS Balthago.

La nave-trono piramidal pasó de largo siguiendo la voluntad de Keket, después de dejar tras de sí junto a la Balthago a las semillas que convertirían a aquella tripulación de almas desdichadas de distintas especies en nuevos siervos de su Señora. Siervos menores, nunca a la altura de las verdaderas esquirlas nacidas de su Canto.

Pero formidables pese a ello, pues tal era la voluntad de la Reina de la Corona de Cristal Roto.

Así, diez esquirlas partieron arrojando los pilares nacidos alrededor de sus cuerpos como lanzas contra el blindaje de la fragata del Concilio. Un blindaje fuerte, debían reconocerlo, sin duda mucho más avanzando que el de las viejas naves de hace milenios que recordaban a través de la impronta del Canto de la Reina.

Pero seguía sin ser rival para sus habilidades y pronto estaban dentro. La tripulación había comenzado a evacuar, pero aún quedaban cientos de individuos en la nave. Diez esquirlas serían más que suficiente.

Una de las esquirlas fue la más pronta en entrar, en la cubierta superior y cerca de lo que pudo deducir debía ser el puente de mando. Podía sentir el Canto disonante y aterrado de los seres de carne y acudió a su encuentro, ansiosa por auxiliarlos. Pronto sus voces formarían parte del Canto de la Reina. Más apagadas y dóciles, pero sin el temor y dolor de la carne.

Le bastaron tres golpes para derribar las puertas. En la antigua galaxia hubiese bastado uno solo. Una vez más reconoció los logros de aquellas desamparadas criaturas, aunque nunca lo expresaría en voz alta.

Sus pensamientos se vieron cortados cuando notó leves destellos de dolor. Casi inexistentes, de veras. Vio las hendiduras y llagas incandescentes en su cristalina superficie. Apenas unas ligeras molestias.

Ah, sí, proyectiles. Le estaban disparando.

Era una reacción predecible, dado el miedo que salía de sus blandos cuerpos como una oleada fétida.

Sonrió. O eso esperaba. Estaba bastante segura de que el nombre del gesto era "sonrisa". Una expresión de satisfacción o cordialidad en la mayoría de las especies humanoides de la galaxia. Al menos así había sido hace milenios cuando su Reina conquistó gran parte de los territorios exteriores.

Pero quizá estaba equivocada. Su intención era infundir calma, pero el miedo que emitían inundó la estancia incluso con mayor intensidad que antes. Volvieron a abrir fuego, y si bien aquellos proyectiles de metal fundido acelerado no la dañaban de verdad, lo cierto es que comenzaban a ser un poco irritantes.

Una de las figuras de carne llamó su atención. Era un... ¿ithunamoi? Si, ese era el nombre. Los que tenían púas. Mezclado con su miedo había un nivel de determinación que resonaba a través del Canto como una nota cristalina y luminosa. No era presa del pánico como comenzaban a serlo mucho de los otros.

Sería un primer siervo excelente.

Con ese pensamiento en mente, la esquirla saltó hacia el capitán Calkias.

 

******

 

La cosa estaba sonriendo, y era sin duda la visión más aterradora que el capitán había presenciado en toda su carrera. Y no era por los dientes plateados que asemejaban cuchillas, aunque desde luego tampoco es que ayudasen.

Calkias había visto a humanos y atlianos sonreír. Cinco infiernos, incluso la sonrisa de un vas andarte, un phalkata o su misma gente los ithunamoi no era tan distinta. Pero el rostro de aquella criatura, tan cercano al de las dos primeras especies, emitía un aura de antinaturalidad aberrante. Aunque no hubiese nada que pudiese ser percibido superficialmente, había algo erróneo en aquella cosa de cristal intentando sonreír.

Una falsedad monstruosa. Esa era la única forma que se le ocurría para intentar describirla con palabras. Los garmoga y su ansia animalística de consumir toda vida parecían algo honesto y puro en comparación.

La sonrisa en el rostro de la criatura se borró en un instante, tan rápido como había aparecido, cuando Calkias y los demás miembros presentes de la tripulación abrieron fuego de nuevo.

Comenzó a avanzar ignorando las llagas de un rojo brillante como restos de metal fundido que los disparos dejaban sobre el cristal negro que conformaba su cuerpo.

La criatura avanzaba hacia él. Calkias lo supo instintivamente.

Hubo un sonido que pareció ensordecer el de las armas. Un crujido quebradizo y chirriante cuando la mano izquierda de la criatura comenzó a transmutarse. Sus dedos se fundieron en una única forma afilada, cada vez más extensa. Era como una lanza o una gigantesca aguja.

La criatura saltó, una vez más haciendo caso omiso de los disparos y los gritos y exclamaciones de pánico y horror a su alrededor, cruzando el aire hacia Calkias con dicho apéndice extendido, dispuesta a ensartar al capitán ithunamoi con él.

Calkias sintió algo chocando contra él desde su costado izquierdo. Se desequilibró y cayó al suelo frío y metálico del puente de mando. Su cerebro se aferró a aquella sensación. La frialdad del metal bajo él y el dolor del brazo sobre el que había caído siempre resonarían en su mente cuando recordase la escena que estaba aconteciendo frente a él en aquel instante.

Anjira, su Oficial Ejecutivo, le había empujado y ocupado su lugar. Era el torso del vas andarte el que había sido atravesado por la lanza de obsidiana de la criatura invasora.

La criatura extrajo su extremidad, brillante y húmeda por la sangre, y Anjira cayó de rodillas con un agujero rezumante en el pecho y espalda. Pero no murió. Morir habría sido lo preferible.

Anjira comenzó a gritar. La sangre cesó de brotar de la herida de su torso y una formación cristalina, grisácea, comenzó a emerger del agujero taponándolo. Las largas y esbeltas extremidades del vas andarte comenzaron a contorsionarse acompañados por un crujir de huesos.

Los ojos implosionaron derramando una copiosa cantidad de sangre y un fluido transparente  y viscoso, dejando tras de sí dos cuencas vacías y oscuras, como un vistazo a un abismo interior.

La piel del vas andarte parecía hervir, como si algo se moviese bajo ella. Púas, esquirlas y bultos del mismo mineral grisáceo emergieron atravesando la epidermis. El sonido del crujir de huesos comenzó a ser sustituido por el chirriar cristalino de unas extremidades que ya no están conformadas por hueso, músculo y tendón.

Anjira se incorporó con movimientos bruscos y espasmódicos. Lo poco que quedaba de su piel eran jirones sanguinolentos. Su rostro cayó como una máscara despellejada dejando ver una cara de cristal gris que era una reproducción exacta de sus antiguos rasgos, pero sin ojos y ligeramente desdibujada. Sus cabellos parecían haber mutado en filamentos cristalinos casi transparentes y de aspecto quebradizo.

Era como si todo el cuerpo del esbelto alienígena hubiese mutado en una escultura acristalada de sí mismo, con protuberancias emergiendo de entre los restos de piel aún adherida y el tejido de su uniforme.

La transformación había durado segundos. En todo ese tiempo nadie había vuelto a disparar, paralizados por la visión ante ellos. En el silencio Calkias pudo oír los ecos de gritos y disparos en otros puntos de la nave.

Están haciéndole esto a mi tripulación, pensó. Por eso les bastaba ser diez. Uno solo de ellos puede...

El chirriar del cristal señaló el movimiento de la cabeza del recién mutado Anjira y de la esquirla centrando de nuevo su atención en Calkias. El resto de hombres y mujeres en el puente de mando abrieron fuego de nuevo, con gritos desesperados. Ninguno intentó correr, huir o abandonar la estancia.

La cosa que había sido Anjira saltó sobre uno de los oficiales técnicos hundiendo sus afilados dedos de cristal en la carne de las mejillas del desafortunado humano. El grito de este se cortó en seco y Calkias no tuvo que mirar para saber que el mismo proceso que acababan de presenciar se estaba replicando de nuevo.

No miró pues sus ojos estaban clavados en el primer monstruo, la esquirla de cristal negro que de nuevo avanzaba hacia él, sonriendo con aquellos dientes como cuchillas y su mano convertida en lanza aún goteando sangre.

Caminaba con lentitud y sin prisa, ignorando los gritos, disparos y figuras mutadas que emergían a su alrededor por cada asalto que el transformado Anjira llevaba a cabo sobre sus antiguos compañeros.

Calkias ni siquiera intentó ponerse de pie y se limitó a disparar desde el suelo hasta que el rifle se sobrecalentó cortando en seco el flujo de disparos. Estaba seguro de que era el fin. Se preguntó si había ganado el suficiente tiempo para al menos evacuar al personal civil. Quizá Neva había podido huir. Quizá...

La extremidad de la esquirla estaba a apenas un centímetro de él. Bastaría un movimiento y...

Luz.

Calkias cerró los ojos, abrumado por la luz. Una luz intensa que inundó el puente de mando a través de los ventanales de observación. El vacío y negrura del espacio se habían tornado en un mar luminiscente.

Luz verde.

La nave tembló, como si algo hubiese chocado de nuevo contra ella. Calkias seguía con los ojos cerrados cuando un sonido, un rugido seguido de algo similar a un estallido, hizo enmudecer los gritos y los disparos y de repente una sensación de calor insoportable lo llenó todo.

El capitán de la Balthago se sentía como si estuviese rodeado por un muro de llamas. Entreabrió levemente sus ojos inundados en lagrimas y pudo apreciar que no estaba muy desencaminado.

Una oleada de fuego esmeralda le rodeaba pero sin llegar a tocarle, como si un campo invisible le protegiese. Pudo ver las formas borrosas de los demás miembros de su tripulación en el puente de mando a través de las llamas, en situación similar a la suya. Y en cuanto a la criatura y al mutado Anjira y los otros pocos miembros que había conseguido cambiar...

Estaban en el suelo, las llamas abrazando sus cuerpos. Más que quemarlos parecía que aquel fuego verde tuviese una presencia física, una presión que estaba siendo ejercida sobre las formas de cristal de aquellos monstruos, quebrándolos y fundiéndolos. Sus rostros presentaban una expresión agónica. La primera criatura, la esquirla de cristal negro, emitía un chillido casi infantil de dolor que se cortó en seco al tiempo que las llamas penetraron sus ojos y boca.

Y entonces, cesó. La luz se atenuó, las llamas se disiparon y el calor se desvaneció. El puente de mando estaba casi a oscuras, iluminado únicamente por las tenues luces de emergencia que aún funcionaban y los resplandores pálidos de unos pocos holovisores.

Calkias se levantó lentamente, ignorando la magulladura de su brazo y con las púas de su cabeza y espalda aún erectas en estado de alerta. No había señales de quemaduras en ninguna superficie. Nada del instrumental parecía especialmente dañado. Vio como el resto de los hombres y mujeres a su cargo se incorporaban, mirando a su alrededor asustados y perplejos y sin ningún rasguño o daño aparente. Ninguna quemadura. La única señal visible de la presencia de las llamas era el sudor en los cuerpos de aquellos cuyas especies contaban con dicha función fisiológica.

No podía decirse lo mismo de la criatura invasora y los miembros de la tripulación mutados.

El ser de cristal negro era una masa casi informe y apenas reconocible en el suelo, con rescoldos de llamas esmeraldas aún ardiendo sobre sus restos fundidos y retorcidos en sí mismos. A unos pocos metros, de lo que había sido Anjira y otros cuatro miembros de la tripulación que habían comenzado a sufrir la misma metamorfosis solo quedaban restos humeantes de sus uniformes y un polvillo gris, arenoso y con restos de pequeños fragmentos cristalinos, que parecía dibujar los contornos de sus cuerpos en el suelo.

Un chasquido en su muñeca sacó a Calkias del ensimismamiento en que se había visto sumido al observar aquellos restos. La voz queda de Astorias Neva sonó en su comunicador.

"¿C... capitán? ¿Sigue ahí?"

"Primera oficial Neva", musitó Calkias con cierto alivio, "Me alegra oír su voz. Asumo que la situación..."

"Bajo control, señor... creo. Todo se llenó de fuego verde y..."

"¡Señor!", interrumpió una voz.

Calkias se volvió y pudo ver a uno de los técnicos de comunicaciones supervivientes con su mirada centrada de forma casi febril en el holomonitor.

"Hay otras dos señales de vida en el casco exterior de la nave, señor..."

Calkias asintió, inexpresivo, acercando de nuevo el comunicador a sus labios, "Será mejor que vuelva al puente de mando, Primera Oficial. La situación aún no se ha norm..."

De repente, el resplandor verde regresó, pero sin la intensidad cegadora de antes y mucho más breve.

A través de los ventanales del puente de mando pudieron ver a la figura humanoide que acababa de materializarse frente a ellos en el exterior de la nave, portando una especie de largo cetro dorado coronado con un adorno en forma de media luna, de pie sobre el casco y sin mostrar la más mínima incomodidad. Como si estar en el frío del vacío espacial fuese lo más natural del mundo.

Calkias la reconoció nada más verla.

Los saludó con un seco gesto de su cabeza, antes de desvanecerse de nuevo en un destello de luz esmeralda acompañado por el rugido de una bestia que resonó en el interior de la INS Balthago a pesar de provenir del vacío del espacio.

Y con la voz de Astorias Neva solicitando información en el comunicador, un enmudecido y pasmado capitán Vonn Calkias solo pudo preguntarse como podría explicar toda la locura de los últimos minutos en un informe, mientras observaba como un Dhar Komai del mismo color esmeralda que las llamas que habían bañado su nave se alejaba con su jinete hacia las profundidades del Mar Interminable.

¿Cómo iba a explicar que la renegada y aliada de los garmoga Rider Green los había salvado?

martes, 19 de julio de 2022

079 ABORDAJE

 

Astorias Neva corría a través de los pasillos de la cubierta inferior de la INS Balthago, rodeada por una cacofonía de estridentes alarmas y gritos de órdenes y avisos arrojados al caos organizado de la evacuación.

"¡Moveos, moveos, moveos!"

"¡Cápsulas de evacuación 005, 018, 042, 074 y 077 listas para lanzamiento!"

"¡Los cazas individuales están listos para despliegue a espera de la orden!"

"¡Cápsulas 033 y 086 listas!"

"¡No lancéis ninguna cápsula hasta que no esté totalmente cubierto el cupo de individuos a bordo!", gritó Neva por encima de los demás avisos, "¡Mantened la prioridad del personal civil y científico y las unidades familiares!"

Uno de los cadetes se acercó a la joven Primera Oficial. Al igual que ella se trataba de un gobbore, de rostro lupino y muy alarmado, a juzgar por la posición de sus orejas y lo erizado de su pelaje.

"¡Señora, los pilotos están listos para despliegue, ¿a qué estamos esperando?", preguntó.

"Contamos con cinco escuadrones de diez cazas cada uno en el hangar interno de la fragata. Cada caza puede cubrir a dos cápsulas de evacuación. Por cada dos cápsulas lanzadas quiero a uno de los cazas acompañándolas y llevando a cabo un protocolo de escolta", explicó Astorias Neva.

"¿No vamos a entrar en combate?"

"Por lo que hemos visto en el Puente de Mando, un enfrentamiento directo no es una estrategia viable contra esa... cosa."

"Pero..."

Cualquiera que fuese la observación o comentario que el cadete intentase realizar se interrumpió de golpe cuando un sonido profundo, metálico y quejumbroso, inundó la nave al tiempo que una fuerte sacudida reverberaba a lo largo de toda su estructura. Astorias Neva se dio cuenta, no sin cierta alarma, de que estaba cayendo hacia la pared del lateral izquierdo y que la nave se había inclinado por unos instantes antes de volver a enderezarse, pero para ese entonces su hombro ya había golpeado con fuerza el metal.

Estamos en el espacio. No hay arriba ni abajo, pensó Neva. Para que el sistema de gravedad artificial interna no pudiese compensar ese desequilibrio de forma automática hemos debido sufrir un impacto fortísimo.

Más consecuencias se hicieron notar con prontitud.

"¡Los paneles de circuitos de lanzamiento de las 022 y 023 se han frito con lo que fuera eso!"

"¡Las señales ambientales han entrado en código rojo!"

Neva se giró hacia el oficial técnico que había gritado ese último aviso, un humano de mediana edad aferrado a la terminal de monitorización del hangar como si le fuese la vida en ello.

"¡Oficial, aclare ese último aviso!"

"¡Brecha parcial en la capa externa, señora! Aún no ha atravesado el blindaje... ¡Oh, Cinco Infiernos!"

"¿¡Qué, qué?!"

"Las lecturas biométricas... son formaciones acristaladas, del tamaño de pilares pero afiladas como lanzas, y la energía que emiten les está permitiendo... bueno, están taladrando el blindaje. Si siguen así, en menos de cinco minutos tendremos una brecha total y una invasión de organismos desconocidos."

Un chasquido indicando una señal de llamada restalló en el dispositivo de la muñeca de Neva.

"¿Capitán Calkias?"

"¡Primera Oficial Neva!", exclamó Calkias. Su voz sonaba distante y distorsionada, como si las señales en el interior de la nave sufriesen interferencias, "¡Protocolo de anti-abordaje! ¡Uso de armamento permitido en el interior de la nav... Mierda!"

La transmisión se cortó, pero por un instante antes de que la voz del capitán Calkias se apagase, Neva pudo percibir el sonido de disparos de fondo en la transmisión. Pero a ello no siguió el silencio sino la voz aterrada del técnico humano junto a ella.

"¡Están dentro!"

 

******

 

Varios minutos antes, en el Puente de Mando de la INS Balthago, Vonn Calkias coordinaba todos los sistemas de defensa, preparándose para llevar a cabo una descarga de los cañones de la fragata contra la formación piramidal de origen desconocido que los había atacado.

"Los escudos se han restablecido, señor", informo uno de los oficiales técnicos, "Pero la navegación y el hipermotor siguen dañados. Podemos defendernos y atacar, pero estamos limitados por..."

"Por la incapacidad de movimiento. Estamos varados. Por muy bien que funciones nuestros cañones esto ha reducido su efectividad en un setenta y cinco por ciento. Soy consciente de ello...", replicó Calkias antes de interrumpirse y centrar su atención sobre los movimientos de su enemigo.

"¿Qué está haciendo?", preguntó.

"Creo que está acelerando", replicó el oficial técnico, "Las lecturas indican... ¡SANTAS ESFERAS!"

En un parpadeo la pirámide se situó prácticamente al costado izquierdo de la Balthago, salvando una distancia que abarcaba del círculo interior del pequeño sistema solar hasta el borde exterior del mismo.

"¡Ha habido una descarga energética que se sale de las escalas!", exclamó el oficial técnico con una mezcla de miedo y genuino asombro en su voz, "¡No ha sido un desplazamiento supralumínico, es más como si... un desplazamiento instantáneo de masa, como el Destello de los Riders pero aplicado a algo de un tamaño que..."

"Me preocupa más eso", indicó el Oficial Ejecutivo. El vas andarte señaló con un brazo largo y esbelto a la hendidura carmesí cercana a la cúspide de la pirámide.

"Sensores", ordenó Calkias.

El holovisor central parpadeo antes de mostrar la nueva imagen. Diez objetos, posiblemente de unos quince a veinte metros de largo, como pilares de roca o cristal negra y aspecto afilado. Emergieron del brillo carmesí de la pirámide y ahora atravesaban el vacío en un rumbo directo hacia la fraga inmóvil.

¿Y la pirámide? Se esfumó de nuevo, rumbo a algún otro rincón del espacio, dejando a la Balthago a su suerte junto al regalo que acababa de entregar.

"¿Cuánto para el impacto?", preguntó Calkias. Por algún motivo, la ausencia de la gran forma piramidal lo había puesto aún más alerta.

"No mucho, señor. Están acelerando exponencial... ¡Ya están aquí!", gritó alarmado el oficial técnico.

De nuevo, con una velocidad que desafiaba toda comprensión y emitiendo ondas de una energía que los sensores apenas conseguían identificar, aquellos fragmentos de cristal de ébano del tamaño de afiladas columnas impactaron contra la Balthago, empalando la capa del blindaje exterior. La fuerza del impacto simultaneo de los diez pilares fue tal que la nave varada se inclinó de golpe, sufriendo un desajuste en sus sistemas de gravedad interna que arrojó por los aires a sus ocupantes antes de volver a estabilizarse.

"¡Esas cosas están taladrando el blindaje del casco! ¡Hay algún tipo de forma de vida dentro, el sistema ambiental está dando señales en rojo!"

La respuesta automática en caso de que una infestación garmoga penetre en el interior de la nave, se dijo Calkias, Esto es algo distinto... pero los protocolos anti-abordaje pueden ayudar.

Sin mediar más palabra, Calkias se levantó de la silla de capitán e hizo un gesto al Oficial Ejecutivo para que le acompañase.

"En ausencia de la Oficial Neva al hacerse cargo de la evacuación en las cubiertas inferiores, usted es mi segundo por el momento señor Anjira", explicó Calkias al tiempo que se acercaba a un panel al fondo de la estancia del puente de mano. Posó su mano sobre un sensor y el panel se deslizó dejando a la vista unas dos docenas de rifles.

"¡Iniciamos protocolo anti-abordaje!", exclamó Calkias dirigiéndose a todos los presentes al tiempo que tomaba una de las armas, entregándosela a Anjira, "Todos los que tengan permiso para el uso de armamento que tomen uno de los rifles de impacto. Y los que no lo tengáis estad preparados para tener que agarrar uno de todas formas."

"¿Es esto seguro señor? El protocolo respecto a los riesgos de  brecha en el casco..."

"Anjira, esas cosas van a entrar y estoy seguro de que estaremos muertos de un modo u otro cuando suceda", respondió Calkias, "Hay partes del protocolo que no son aplicables en circunstancias específicas, así que agarra ese rifle y..."

"¡Al menos una han atravesado el casco, señor!", gritó el oficial técnico, "¡Dos! ¡La segunda está a punto de..."

Un chirriar metálico ensordecer llevó a varios de los presentes a taparse sus conductos auditivos. Calkias, con las espinas de su cabeza y espalda totalmente erizadas, corrió de nuevo a su silla y con unos gestos sobre los controles del monitor, hizo que el holovisor le mostrase las imágenes de seguridad del pasillo justo tras ellos.

La pared había sido atravesada por la formación cristalina. Los bordes del metal en torno al pilar de cristal negro lucían fundidos, retorciéndose en extrañas formas.

Respecto a aquella masa de cristal, ésta se había abierto en su punta como una suerte de flor, derramando un líquido igualmente negro junto a una figura de forma vagamente definida envuelta en el mismo, en un parto grotesco.

Sólo uno, pensó Calkias, ¿Solo uno por cada una de esas... esporas?

Con un último suspiro, el capitán de la INS Balthago activó su comunicador y lo acercó a sus labios. Antes de poder decir nada, la voz de Astorias Neva resonó, con interferencias.

"¿Capitán Calkias?"

Algo golpeó la puerta de acceso al Puesto de Mando.

En el monitor, la criatura había desaparecido de la última posición en que había sido registrada su presencia.

"¡Primera Oficial Neva!", exclamó Calkias. Rezó mentalmente para que aquella distorsión en las comunicaciones no fuese severa.

Otro golpe en la puerta. Su blindaje demostrando ser inútil, al comenzar a abollarse el metal. Puede oír los chasquidos y el zumbido de los rifles de impacto siendo activados.

"¡Protocolo de anti-abordaje!", exclamó Calkias, "¡Uso de armamento permitido en el interior de la nav..!"

La puerta que separaba al Puente de Mando del pasillo central que servía como unión al resto de la cubierta superior de la Balthago estalló, fruto de un último y fortísimo golpe que la arrancó de cuajo, arrojando enormes piezas de metal blindado dobladas y arrugadas como si fuesen trozos de papel. Fue algo milagroso que nadie del personal presente fuese impactado de lleno.

"¡Mierda!" exclamó Calkias, cortando las comunicaciones con su Primera Oficial al tiempo que se convertía en ser el primero en abrir fuego. Había sido la decisión fruto de las décimas de segundo en que pudo observar la naturaleza del ser que acababa de entrar a la fuerza.

Era una figura humanoide. Con rasgos en su rostro inexpresivo que se asemejaban a como si alguien hubiese tallado en cristal negro una escultura de humanos o atlianos.

El cuerpo no presentaba rasgos definitorios que podrían determinar algún tipo de sexo. No había articulaciones visibles y su masa parecía redistribuirse cada vez que flexionada una de sus extremidades o retorcía su torso.

Calkias abrió fuego. Las mujeres y hombres de distintas especies junto a él siguieron su ejemplo.

Y cuando los disparos alcanzaron a aquella criatura dejando zonas de impacto y trazos de un rojo brillante e incandescente sobre su cuerpo cristalino, Calkias tuvo que reprimir un escalofrío al fijarse de nuevo en su rostro.

Con un sonido de cristal quebradizo, la Esquirla sonreía. En su negrura cristalina, sus dientes de un pálido plateado brillaron como afiladas cuchillas.

lunes, 11 de julio de 2022

078 INS BALTHAGO

 

El último año había sido interesante para la INS Balthago.

La fragata era una modelo CN-Delta híbrida, fruto de la colaboración entre las distintas filosofías de ingeniería de tres especies del Concilio. La flota Conciliar era, normalmente, un conglomerado de las flotas independientes de los distintos mundos miembros coordinadas por la Mariscalía, el máximo poder militar de la galaxia unificada. No había sido hasta hace poco que habían comenzado a promoverse colaboraciones inter-especies para la elaboración de una flota del Concilio regular.

En la práctica, sin embargo, dichas colaboraciones se habían manifestado apenas en un puñado de naves, mayormente fragatas, usadas para la exploración y la patrulla de sectores conflictivos. Muchas de ellas fruto de la afinidad entre especies derivada de los requerimientos físicos y de rendimiento que cada cual encontraba más apropiados.

Después de todo, las especies humanoides tendían a agruparse, pero no podías esperar que un pisciforme simuras pudiese conjugar bien su ecosistema de transporte espacial con el de un fulgara constituido por energía viviente.

El agua y la electricidad no son buena mezcla.

Por eso, algunas especies tendían a colaborar más entre sí que con otras. La INS Balthago era el fruto del trabajo de ingenieros humanos, vas andarte e ithunamoi. La humanidad había contribuido con su particular entusiasmo en cuestiones de armamento y escudos. Los vas andarte habían contribuido a la elegancia de diseño y estabilidad del hipermotor. Y los ithunamoi habían hecho la nave habitable para múltiples especies, habían revisado los requerimientos de energía y se habían asegurado de que todo encajase de la forma correcta para que el vehículo no estallase en su puesta de largo.

Dadas todas las cosas por las que la Balthago había pasado en su relativamente breve existencia, su capitán Vonn Calkias se permitía en ocasiones el atrevimiento de creer que su nave era la mejor de toda la flota.

Era algo que todo capitán pensaba al menos una vez sobre su propio navío, pero aún siendo consciente de eso Calkias creía que su nave tenia papeletas para merecer dicha categoría.

En aquel momento, el capitán ithunamoi se encontraba sentado en su silla de mando y disfrutando de una taza de café bien cargado. De todas las cosas que los humanos habían traído a la galaxia desde su diáspora a través del Mar Interminable, aquella droga alcaloide era sin duda una de las favoritas no solo de Calkias sino también de un buen número de especies que pudiesen metabolizarla. A él lo ayudaba a relajarse y a mantener su mente centrada, y algo le decía que iba a necesitarlo para aquella misión.

Por la descripción del pack de órdenes recibidas, era algo sencillo y rutinario. Ir a la localización indicada y llevar a cabo un rastreo de la zona en busca de signos de vida.

Los elementos inquietantes, claro está, radicaban en lo que no decían las ordenes. Eso combinado con lo que el mismo Calkias sabía del área que se les había ordenado explorar y unido al hecho de que las órdenes venían redirigidas como una solicitud del servicio de inteligencia del OSC...

Si, necesitaba relajarse.

El sistema C-606 era uno de esos rincones perdidos del cuadrante Dálet que nominalmente estaba bajo supervisión del Concilio pero que a efectos prácticos era "tierra de nadie". Un rincón con recursos que había visto unas pocas operaciones mineras en el pasado y que no contaba con formas de vida nativas. Todos los planetas alrededor de su sol eran rocas agujereadas por la minería y los asteroides. En principio no había nada reseñable en aquel sitio.

Pero Calkias era capitán de su propia fragata, perteneciente a las flotillas de patrulla de los bordes exteriores de los cuatro cuadrantes. Y en esa línea de trabajo se oían cosas. Rumores de inyecciones de presupuesto en el departamento de estaciones de la flota, destinadas a la construcción de algo ligado a la red ZiZ. Algo situado en un sitio apartado del cuadrante Dálet que permitiría una ampliación de toda la red de seguimiento y vigilancia contra las infestaciones de los garmoga. Calkias ni siquiera tenía que sumar dos y dos para suponer que en aquel momento estaban rastreando dicho lugar y que algo había tenido que salir terriblemente mal.

Pero, a pesar de todo, de momento la situación estaba siendo tranquila. Habían comenzado su rastreo en el borde exterior del sistema solar, desplegando múltiples sondas. Con un cinturón de asteroides y apenas cuatro planetas risiblemente cercanos en sus órbitas (al menos dentro de lo que a dichas escalas de distancia se refiere) el oficial científico de la Balthago y su equipo habían calculado que un rastreo a fondo del sistema abarcaría unos cuatro días estándar.

Cuatro días flotando en un sistema solar en medio de ninguna parte, lejos de cualquier puerto espacial digno de ser llamado por ese nombre. A Calkias le recordaba demasiado a la situación de Krosus-4, y casi se temía otro encontronazo con piratas. Que los mundos de C-606 fuesen notoriamente inhabitables era seguramente la única razón por la que aquellas sabandijas no habían anidado allí también.

"Al menos tenemos buenas vistas, señor", dijo una voz a su lado, sacando a Calkias de su ensimismamiento.

De pie a su derecha, observando la negrura estrellada del espacio y el pálido sol, se encontraba su nueva Primera Oficial, una joven gobbore cuyo hocico lupino dibujaba una tenue sonrisa a la par que sus ojos dorados observaban con atención a través de los paneles de observación del puesto de mando.

Su antiguo Primer Oficial había sido un humano de edad ya avanzada, Alvin Collins. Collins había llevado bien el lidiar con piratas y las múltiples misiones centradas en frenar o contener infestaciones garmoga, además de las patrullas interminables y monótonas y las maniobras de ejercicios. Pero el viejo soldado había optado por un retiro temprano tras el asunto con los Riders en Pealea.

Lidiar con un Dhar Komai y una Rider renegados era aparentemente el límite.

Así que ahora el capitán de la INS Balthago contaba con una nueva mano derecha asignada por la misma Mariscalía y con una carta de recomendación adjunta a un historial encomiable. Calkias había sabido reconocer en su nueva Primer Oficial, Astorias Neva, los signos de alguien que se había esforzado en ascender por su propio esfuerzo y méritos a pesar de que contaba claramente con familiares en puestos de importancia que habían intentado empujarla a un puesto de prestigio lo más pronto posible.

La joven gobbore emitía esa aura propia de una individua ansiosa de probar su valía para acallar cualquier acusación de nepotismo. Calkias solo esperaba que eso no la llevase a cometer alguna estupidez, aunque por el momento todo parecía indicar que Astorias Neva tenía una cabeza sensata sobre sus hombros.

Respondiendo al comentario de la gobbore, Calkias asintió tras tomar un último sorbo de su café y dejar que las púas de su cabeza se relajasen.

"Mi padre lo llamaba el Mar Interminable. Era un romántico obsesionado con las viejas historias de marinos cruzando los océanos de nuestro mundo natal y siempre llevó consigo algo de esa vieja magia en su vida como mercante."

Las orejas de Astorias Neva se alzaron en señal de atención, "Es un nombre apropiado después de todo. Estar asilados en un barco en medio de un océano seguramente no se sentiría muy diferente de esto."

"Salvo por no tener que preocuparse por irradiación cósmica, descompresión, oxígeno y posibles encontronazos con los garmoga", observó Calkias con buen humor.

"Mmm... tormentas, enfermedades, peligro de naufragio...", replicó Neva, "Y puede que no estén al nivel de los garmoga, benditos sean los Ancestros, pero estoy casi segura de que un banco de ikeliones podrían merendarse un barco..."

"¿Ikeliones?"

"Ah, son unos crustáceos hipersónicos de los mares del hemisferio norte de Gor Boras. Tienen propensión a devorar el metal y..."

Un pitido estridente interrumpió la conversación, llenando el puente de mando de actividad frenética.

"¡Informe!", gritó Calkias.

"Alarma de proximidad de una de las sondas, capitán", explicó el oficial de comunicaciones, "Código rojo, sea lo que sea lo detectado el algoritmo de observación lo ha calificado como elemento peligroso."

"¿Tenemos visual?", preguntó Neva.

"Negativo señora", explicó otro de los oficiales, encargado de la monitorización externa de la nave, "Estamos redirigiendo las sondas más cercanas al punto marcado y... ¡Cinco Infiernos!"

Con un gesto de su mano, el oficial traspasó los contenidos de su monitor al holovisor central frente a la silla del capitán, haciendo los datos visibles a todo el puente de mando.

"¡Múltiples señales de biomasa en la órbita del segundo planeta y moviéndose a gran velocidad hacia nosotros!"

"¿Un enjambre garmoga?", preguntó Calkias.

"Las lecturas de radiación y señal energética no se corresponden con ninguno de los registros de infestaciones garmoga, creo que estamos ante algo nuev... ¡Tenemos visual de una de las sondas!"

"Póngalo en el holovisor, oficial Kenta."

Las lecturas de energía y de señales de movimiento en la gran pantalla central fueron sustituidas por una imagen bastante nítida de un objeto de gran tamaño desplazándose a través del espacio.

"Eso es...", comenzó Neva, con su pelaje ligeramente erizado.

"Es una pirámide", dijo Calkias.

Efectivamente, el objeto tenía el aspecto de una gran construcción piramidal, de un material negro que parecía absorber la luz. Se distinguía su contorno sobre el vacio del espacio en parte por como su masa ocultaba las estrellas tras ella y en parte por el único retazo de color, un resplandor rojizo intenso emanando de una apertura horizontal cercana a la cúspide de la construcción.

"¿Cómo demonios se puede desplazar esa cosa?", preguntó alguien en el puente de mando, Calkias no pudo determinar quién.

"La emisión de energía es tremenda, a su velocidad actual nos alcanzará en..."

Lo vieron unos segundos antes en la pantalla pero notaron sus efectos casi de inmediato a pesar de la enormidad de la distancia que aún les separaba. La hendidura rojiza de la pirámide destelló con gran intensidad, como si se hubiese producido una descarga de energía. Acto seguido un resplandor rojo inundó el puente de mando y una descarga de poder más antiguo que la memoria de las civilizaciones de todos los presentes en la nave inutilizó los sistemas centrales de la Balthago.

Una alarma comenzó a sonar, ensordecedora.

"¡Informe de daños!", exclamó Calkias. Las púas de su cabeza se habían erizado y también las de su espalda, rasgando la tela del uniforme.

"No nos ha atinado de lleno, pero ha bastado para dejar nuestros escudos a un tercio de su rendimiento y freír el hipermotor principal", exclamó uno de los oficiales técnicos, "¡Los sistemas de vida se mantienen y también el armamento, señor!"

Calkias asintió, y respiro hondo. Esta vez no gritó pero su voz sonó alta, fuerte y clara por encima del estruendo de las alarmas.

"Desde este instante la INS Balthago entra en zafarrancho de combate. Quiero toda la energía no vital destinada a reforzar los escudos, capacidad de maniobra y nuestro armamento puesto a punto. En previsión de que no consigamos reponer nuestro hipermotor en los próximos minutos, todo el personal no indispensable debe acceder ahora mismo a las capsulas de evacuación."

Calkias se volvió hacia el oficia de comunicaciones.

"¿Seguimos en la red?"

"Si señor. Hemos comenzado la transmisión de SOS estándar"

"Súmele a eso todos los datos captados por las sondas en los últimos minutos, por poco que sea. Transmítalo como prioridad Alfa por todos los canales."

Calkias y Neva intercambiaron una mirada. La joven gobbore asintió, corriendo a hacerse cargo de supervisar la evacuación de la nave mientras Calkias mantenía el puente. El capitán ithunamoi no sabía como iba a terminar aquello. La situación era de pura incertidumbre, pero la INS Balthago había sido enviada allí a averiguar qué había ocurrido y parece ser que lo habían encontrado.

Y si la nave no podía volver de aquel viaje, Calkias se aseguraría de que el resto de la galaxia estuviese alerta. Cumplirían su misión, por amargo que fuese el final.

sábado, 2 de julio de 2022

077 TAR-SORA

 

"Por favor agente, dígame que tenemos buenas noticias."

El Consejero pronunció esas palabras con el tono de voz apagado y resignado de alguien que ya sabía de antemano que las noticias en cuestión iban a ser de todo menos buenas, pero que aún se aferraba con cierta futilidad a un clavo ardiendo llamado esperanza.

El Consejero Emmu Ost era un phalkata de mediana edad, de plumaje rojizo y desaliñado, que había optado por un puesto de ligazón entre las ramas de gobierno de Concilio y la supervisión del OSC. Debía ser un trabajo de despacho tranquilo y relajado, una recta final antes de un bien merecido retiro, pero estaba cada vez más claro que había subestimado los claroscuros de trabajar en inteligencia, aunque fuese solo desde los márgenes.

El seguimiento de mundos coloniales, el control de facciones públicas y clandestinas, la monitorización de las aproximadamente treinta civilizaciones sin capacidad de viaje espacial y en diversos niveles de desarrollo, la contención de incursiones garmoga menores en las que no era solicitada la presencia de los Dhar Komai y sus Riders al poder contenerse en el espacio antes de derivar en infestación planetaria...

Aún estando solo con la punta de un pie en el área de menor profundidad de la piscina, era obvio que Emmu Ost podría ahogarse cualquier día por puro estrés.

Tar-Sora, la barteisoom agente del OSC y en aquel momento portavoz designada por su director para lidiar con aquel burócrata, no pudo evitar emitir un ligero suspiro mientras cargaba los archivos en el holovisor, preguntándose si aquello no sería un rebuscado castigo. Después de todo, había ciertos sectores de la Agencia que no estaban muy contentos con su iniciativa de llamar a los Riders en el asunto de la luna de Valphos. Razonaban que la presencia de los Riders debería limitarse de nuevo a las infestaciones garmoga, a pesar de su efectividad como fuerza de seguridad y disuasión en los seis años de inactividad de incursiones.

Claro está, las siempre presentes tensiones y tira y afloja de autoridad y competencias entre el OSC, los Rider Corps y los Cuerpos Armados del Concilio eran otro asunto complicado.

Centrándose en la tarea actual, Tar-Sora termino la transferencia de datos. En la pantalla flotante tras ella y frente al escritorio de Emmu Ost surgieron múltiples archivos de texto, fotografías, gráficas y clips de vídeo y audio.

"Aproximadamente a las 050027 del ciclo horario en el Sistema C-606 en el cuadrante Dálet..."

"¿C-606?", interrumpió Emmu Ost. Tar-Sora reprimió un nuevo suspiro que escapo de entre sus reptilianos labios como un siseo. El plumaje de la cresta del phalkata ante ella se replegó, contrito.

"C-606 es un sol no habitado. Cuenta con diversos nombres no-oficiales, pero el sistema estándar Conciliar... Bueno, es un sistema pequeño, no habitado y sin recursos notables. Su única virtud era un relativo aislamiento y posicionamiento en el cuadrante con mayor porcentaje de presencia garmoga que lo convertían en un punto de observación viable para el Iris", explicó Tar-Sora de la forma más concisa posible e intentando contener su irritación.

"Como iba diciendo", continuó, "A las 050027 de su ciclo horario se cortaron todas las comunicaciones con la Estación Iris situada en órbita geoestacionaria en torno al quinto planeta del sistema. La Red del ZiZ fue la primera en notarlo. Aunque el Iris aún no estaba plenamente integrado en la Red, ya se habían derivado recursos de monitorización y la Red en Dálet se encontró de pronto con un enorme punto ciego."

"¿No hubo comunicaciones previas? ¿Ninguna llamada de auxilio?", preguntó Ost, "Aunque solo hubiese una tripulación temporal..."

"Revisamos las comunicaciones. El Iris seguía un programa de chequeos cada treinta minutos estándar. No hubo llamadas de auxilio ni señales de alarma por parte de la tripulación de la estación. El único punto llamativo son unas lecturas energéticas extrañas observadas en el último registro. Treinta minutos tras eso... simplemente silencio, poco después del corte de la señal del Iris en la Red."

Emmu Ost se reclinó en su asiento, llevándose una mano a la frente... "Esto es un desastre", murmuró, "Esa estación era... la cantidad de recursos y créditos invertidos... Oh, las próximas sesiones en el Senado van a ser una pesadilla."

"En el OSC somos muy conscientes de la problemática logística y presupuestaria que se producirá si realmente se ha perdido el Iris, señor, pero estoy aquí por otras razones."

"¿Cree que han sido los garmoga?"

"Imposible determinarlo, y habrían sido detectados con tiempo de sobra. La perdida de comunicaciones se produjo justo antes del ataque de Alirion y el reciente suceso en Occtei. Apenas hemos podido enviar un par de sondas y estas tampoco han dado resultados. Las teorías actuales varían entre un accidente o algún tipo de desastre cosmológico o inducido en el área, como una llamarada solar imprevista o un impacto con un objeto errante. La otra teoría... bueno, es la razón por la que estoy aquí. Como ya le he dicho, hemos descartado un ataque garmoga... pero eso no quiere decir que no se haya podido producir un ataque."

"¿Piratas?"

"Dudoso. No imposible, pero dudoso. Las lecturas de energía han llamado nuestra atención, en relación al incidente de la luna de Valphos."

"Oh, espíritus... ¿Esas cosas de cristal que pelearon con los Riders?"

"Veo que ha podido acceder a los informes", observó Tar-Sora.

"Una copia muy redactada", dijo Emmu Ost, "Asumo que buscan llevar a cabo una acción más directa."

Tar-Sora asintió.

"Hemos solicitado que una fragata de confianza, la INS Balthago, especializada en tareas de patrulla se desviase de su ruta para monitorizar el área de primera mano ahora que se han calmado las aguas y podemos volver a desviar tropas desde Alirion y otras zonas", explicó, al tiempo que abría el registro de la nave y su tripulación en el holovisor, "Pero queríamos solicitar un permiso extraordinario para la movilización de una flotilla al completo."

Emmu Ost volvió a inclinarse hacia adelante sobre su escritorio, sus ojos muy abiertos y su expresión más despierta y aguda de lo que había estado en toda la reunión, "¿Una flotilla al compl...?", preguntó, "¡Agente Sora, con eso el OSC nos está pidiendo el equivalente a una fuerza de ocupación planetaria!"

Con un gesto, Tar-Sora replegó el holovisor. La barteisoom se inclinó sobre el escritorio apoyando sus dos brazos superiores sobre la mesa al tiempo que su par de brazos inferiores se cruzaba sobre su torso.

"Señor Ost", dijo, "Llámeme paranoica si quiere, pero si hay algo que he aprendido en este trabajo es que las cosas siempre van a ir a peor antes de mejorar. Puede que no haya nada ahí afuera, puede que todo esto haya sido una catástrofe. Trágica y con perdidas lamentables, pero tristemente normal en el orden de todas las cosas."

Tar-Sora se inclinó más hacia adelante, en una sutil muestra de dominación sobre un Emmu Ost que había vuelto a reclinarse en su asiento, como intentando fundirse con la piel sintética del mismo.

"Pero, y enfatizo ese pero, si esto ha sido el resultado de un ataque y tiene algo que ver con las criaturas que ya hemos encontrado en Valphos... Eso significa que nuestra galaxia, la cual le recuerdo está en guerra a pesar de la máscara de normalidad a la que nuestras sociedades se aferran patológicamente, tiene una nueva facción en juego", explicó Sora, "Una facción de la que apenas sabemos nada y que ha sido capaz de borrar una estación espacial habitada y construida específicamente como nodo central para una red de alerta de ataques entre sistemas estelares."

Tar-Sora se incorporó, separándose de Ost pero sin apartar su mirada, clavando sus ojos en los de él.

"Y todo ello sin que nos enterásemos hasta después de que ya hubiese sucedido", remató, "Así que veo perfectamente justificable tomar las mayores precauciones posibles."

Se produjo un breve momento de silencio en el despacho. Éste fue roto por un carraspeo en la garganta de Emmu Ost antes de volver a hablar.

"Si, ateniéndome a sus observaciones... Creo que podré transmitir su solicitud al Senado, aunque hasta el próximo ciclo no..."

"Nos gustaría recomendar que comunicase nuestra propuesta de forma directa al Consejo Central", interrumpió Tar-Sora.

"¿Al Concilio Primarca? No, no... eso se salta todos los procedimientos..."

"Incluso, sería preferible si pudiese ir con estos datos directamente a la oficina del Canciller y a la Mariscalía."

Emmu Ost la miró, incrédulo.

"Si hago eso... el Senado montará un escándalo en cuanto se enteren, y los miembros del Judicatus pedirán mi puesto por la irregularidad."

"El OSC le cubrirá, señor Ost", dijo Tar-Sora, "Cuidamos de los nuestros, y como ligazón del Concilio con nosotros, usted es... bueno, como un pariente adoptado."

Tar-Sora intentó sonreír de forma afable, tranquilizadora. Por su mirada y las feromonas que podía oler dispersas en el aíre de la oficina sabía que Ost accedería a sus demandas e intentaría mover la petición a los círculos más altos saltándose la burocracia, así que intentó animarlo y tranquilizarlo un poco. Una muestra de buena voluntad.

La expresión de angustia del estresado phalkata mostraba que no lo había conseguido del todo.